Acció contra la Impunitat del Franquisme-País Valencià organiza unas jornadas sobre las obras del embalse durante la posguerra
296 campos de concentración franquistas; de esta cifra total, 51 corresponden a Andalucía; 15 a Aragón; 12 a Asturias; 38 a Castilla-La Mancha; 10 a Cantabria; 11 a Cataluña y 24 a Castilla y León; 41 se emplazaron en el País Valenciano, detalla el listado que figura en el libro Los Campos de concentración de Franco. Sufrimiento, tortura y muerte tras las alambradas (Ed. B, 2019), del periodista Carlos Hernández de Miguel.
A partir del estudio realizado, Carlos Hernández estima que entre 700.000 y 1 millón de personas pudieron pasar por “alguno de los recintos concentracionarios franquistas”.
Se trataba, en la mayoría de los casos (25-30%), de barracones, tiendas de campaña o presos que permanecían a la intemperie; pero también de monasterios, castillos, fábricas, campos de fútbol, plazas de toros, cuarteles o centros escolares.
Queda inaugurado este pantano. Treballs forçats en Benagéber (municipio actualmente de 180 habitantes, en la comarca valenciana de Los Serranos); Acció Ciutadana contra la Impunitat del Franquisme/Plataforma de Suport a la Querella Argentina-País Valencià ha organizado -entre octubre y diciembre- diversas actividades sobre la construcción de esta presa en el río Turia.
El proyecto de las organizaciones, que relaciona la infraestructura hidráulica con la represión franquista, se basa en conferencias, materiales didácticos y visitas guiadas al pantano; la iniciativa fue presentada, el 23 de octubre, en el Col·legi Major Rector Peset de la Universitat de València (UV).
“Entre 1941 y 1944 más de medio millar de presos republicanos fueron destinados a la construcción del embalse de Benagèber; la historia de los más de 600 prisioneros que trabajaron en las obras, junto a centenares de otros trabajadores y sus familias, es un episodio apenas conocido de nuestra historia reciente”, subrayaron los organizadores.
A menudo los rojos represaliados se vieron sometidos a los Consejos de Guerra y las cárceles de la dictadura; y las personas reclusas fueron utilizadas como mano de obra forzada en el levantamiento –o reconstrucción- de nuevas infraestructuras (públicas y privadas); así, la propaganda franquista abogaba por la idea de reinsertar a los penados en la Nueva España; en otros términos: la llamada redención de penas por el trabajo.
Las jornadas sobre Benagéber se refieren no sólo a los pantanos, también a las minas, canales y puertos; en el caso de la presa benageberense, la mayor parte de los obras se desarrollaron durante la posguerra (“aunque los trabajos para construir un embalse en el río Turia comenzaron durante la II República”).
El primer grupo de prisioneros empezó a tomar parte en los trabajos ya en 1941; ubicados en los barracones, se desempeñaron en las obras hasta 1944; y sometidos al control y el adoctrinamiento de la dictadura, tuvieron que desempeñarse en tareas muy duras: jornadas de hasta 18 horas.
De la ejecución del embalse, finalizado en 1952, se encargó la empresa Portolés y Cia; actualmente pueden rastrearse algunas huellas de la construcción; Acció Ciutadana contra la Impunitat del Franquisme ha publicado un díptico con el mapa sobre las dos fases de erección de las estructuras y edificaciones.
Además del embalse, se observan en el plano la fábrica de cemento; los talleres y el almacén; el albergue; la casa de la dirección; la escuela y la iglesia; el poblado obrero; la hostería; la casa de encargados; el hospital; el destacamento penitenciario; la antigua cantina y el calabozo.
La hoja informativa permite visualizar los barracones del destacamento de presos, reconvertidos en viviendas (fotografía actual); además de imágenes sobre los obreros durante la construcción del embalse -en 1945- mientras vierten hormigón; y el pantano en la actualidad (117 hm3 de agua embalsada).
En la visita del 24 de noviembre, la organización de Queda inaugurado este pantano destacó cómo la inundación de la presa (la lámina de agua) engulló el antiguo pueblo de Benagéber; los guías mostraron los barracones “donde vivieron amontonados los presos”; también informaron de los trabajos forzados, las fugas y la “resistencia permanente”.
La Diputación de Valencia cuenta con una base de datos sobre 5.049 valencianos que sufrieron la represión en los Batallones de Trabajadores Forzados; procedente del Archivo Militar de Guadalajara, la documentación incluye, además del nombre de los presos republicanos (residentes en la provincia de Valencia), el año de la quinta, el municipio y la referencia del Batallón disciplinario.
La fotografía que introduce el listado, cedida por la familia de uno de los presos (nacido en el municipio de Llutxent), muestra el traslado -desde Ferrol hasta Tarifa- de un cañón del acorazado Jaime I; los reclusos forman parte del Batallón Disciplinario 27, y la imagen data de 1941.
Federico Benavent Seguí, jornalero del municipio de Quatretonda, estuvo en 1939 en el Batallón 161 Sallent de Gállego (Huesca); Panadero de Ontinyent y militante de la CNT, Antonio Ferrero Calabuig fue destinado en julio de 1940 al Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores (BDST) 12 de Navarra; y Bernardino Company, labrador de Albaida, con militancia en UGT/PCE, estuvo –en 1939- en el campo de concentración de Portaceli (Valencia).
Los datos aparecen en El treball esclau durant el franquisme. La Vall d’Albaida (1938-1947), de Josep Màrius Climent i Prats; el historiador explica en el libro editado en 2016 por la UV:
“La Convención de Ginebra suscrita en 1929 por el rey Alfonso XIII prohibía explícitamente el trabajo de los prisioneros de guerra; el franquismo consideró inaplicable esta Convención por el hecho de que se trataba de una guerra civil y afectaba a ‘individuos que, aunque rojos, están llamados a filas por la nación’”.
Climent i Prats añade que a los integrantes del ejército republicano se les consideró delincuentes, por rechazar tanto el golpe militar como la progresión de las tropas fascistas.
Otro ejemplo documentado en la provincia de Valencia es el campo de concentración de Portaceli –en el municipio de Serra-, operativo ya en abril de 1939 y desmantelado en 1942; L’Eixam editó en 2017 un libro de 168 páginas sobre este campo de reclusión que, a finales de 1939, con la llegada de los presos del campo de Albatera (Alicante), llegó a alcanzar los 12.000-15.000 internos; la situación en Portaceli se reveló “catastrófica”.
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