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Leon Degrelle en su finca La Carlina, en Constantina (Sevilla)
Hace 11 años, la publicación en internet de The Factual List Of Nazis Protected By Spain, de Elijah Meyer, se convirtió en una especie de páginas amarillas de los exiliados de guerra alemanes en España tras la caída del III Reich, de sus cómplices croatas, franceses, rumanos e italianos y de sus colaboradores españoles. Y lo de las páginas amarillas no es una manera de hablar: en este completísimo listado aparecían direcciones como "Montaner, 155, Barcelona" o "Goya, 63, Madrid". En el documento aparecen también 43 menciones a Málaga, siete a Alicante, 24 a Canarias, ocho a Huelva, siete a Almería... Hubo nazis en Ribadesella y en Gijón, en Vigo y en Getxo... Mucha costa.
The Factual List Of Nazis Protected By Spain propició el despegue del género de la microhistoria nazi en las librerías de España. En casi cualquier provincia ha aparecido alguna investigación universitaria o algún libro de historia no académica sobre los refugiados alemanes en Baleares, en Canarias, en Tarragona, en la Costa del Sol...
Este subgénero llegó 10 años después de que ese mismo tema se hiciera frecuente para la literatura de ficción, en la estela de la serie Millenium y de El tiempo entre costuras. Como en las obras de Stieg Larsson y de María Dueñas, la académica de la RAE Clara Sánchez noveló la historia de la colonia nazi de Denia en Lo que esconde tu nombre (2011). Después, el hilo nos lleva a Los pacientes del doctor García de Almudena Grandes (2017) y a Los alemanes, de Sergio del Molino (2023). Y el tema no se agota en España: este mismo año, Calle Londres 38, de Philippe Sands, reconstruyó la historia del SS Walther Rauff en Chile.
"De todas las ideas que se han hecho populares sobre los nazis en España hay algunas que habría que matizar", cuenta Fernando Castillo, el autor de El último vuelo (Renacimiento), un texto que narra la llegada de muchos de esos derrotados del 45 a España a través de las Rattenlinien, la línea de las ratas que permitió la fuga de miles de nazis. "La primera idea que hay que desmentir es que venían forrados en dinero, con maletas cargadas de lingotes de oro y con cuadros de Matisse: algún caso así hubo pero fue excepcional", afirma Castillo. "En el exilio español, hubo clase media nazi, una clase baja nazi y una clase alta nazi. Los croatas, por ejemplo, trajeron mucho dinero y eso, en parte, explica que se pelearan a muerte entre ellos y que hubiera atentados entre bandos. Pero la mayoría de los refugiados llegó con un par de mudas y poco más. Muchos de ellos se convirtieron en profesores de idiomas y vivieron de sus sueldos... Un ejemplo es el de Abel Bonnard, que fue miembro de la Académie Française y ministro de Educación en el Gobierno de Vichy. Era alguien muy significativo y, sin embargo, en España vivió de pensión, dando clases particulares y pasando muchos apuros".
Castillo explica que, en realidad, los nazis y compañeros de viaje que estaban más cualificados, los ingenieros y los físicos que huían de Alemania y de Francia, fueron captados por Argentina, Paraguay, Chile y Brasil. La burguesía profesional del exilio fascista tendió a hacer escala en España y a marcharse de inmediato a América, donde la sensación de protección era mayor. En cambio, sus colegas periodistas, propagandistas y militares de rango medio, carentes de dinero y de capital profesional, se quedaron más a menudo en España. Hay excepciones que son conocidas: el belga Leon Degrelle (asentado en Constantina, Sevilla), el austriaco Otto Skorzeny (Alcudia, Mallorca) y el croata Vjekoslav Luburi (Valencia) fueron huidos ricos y de perfil alto. Pero se trata de casos relativamente aislados.
Alcudia, Denia, Valencia, Andalucía... ¿Preferían los exiliados nazis refugiarse en las costas de España? La respuesta también depende de su clase social. Según Castillo, los nazis pobres tuvieron que buscarse la vida en Madrid, Barcelona, Bilbao y Sevilla, las ciudades en las que tenían más posibilidades de encontrar trabajos y de salir adelante. En cambio, los que tenían dinero y buenas conexiones emprendieron el viaje hacia el mar, porque gran parte del litoral español era en los años 40 y 50 un territorio despoblado y remoto."Era un lugar en el que desaparecer y en el que estirar al máximo los ahorros, porque todo estaba casi regalado. Siempre había un gobernador provincial de Falange que se sentía muy impresionado al recibir a un nazi", dice Castillo.
El Gobierno de Madrid intentaba disimular su antigua amistad con el Eje, sus gobernadores civiles, a menudo falangistas, eran más propicios para los antiguos SS y ustachis, que recibían un nombre español, cuanto menos sonoro mejor, y desaparecían ante el mundo. Cuando los aliados reclamaban a España su entrega, la dictadura contestaba que había perdido la pista de esos sospechosos. A veces, era verdad; otras, no tanto.
La Costa del Sol es el caso más interesante. "Max zu Hohenlohe-Langenburg era un aristócrata austriaco que pasó la guerra espiando para el Reich", explica José Manuel Portero, autor del libro Nazis en la Costa del Sol (Almuzara, 2021). "¿Era un nazi? Sabemos que celebró la unificación de Austria y Alemania y que estuvo al servicio del Reich toda la guerra, pero no tuvo delitos de sangre y, al final de la guerra, el almirante Canariis le encomendó conversaciones para dar un golpe de Estado contra Hitler pactado con los aliados". No era, por tanto, un nazi de línea dura. "Era el clásico caballero de los ambientes diplomáticos antiguos".
Su mujer era la hija del embajador de México en España, de modo que la derrota de 1945 lo sorprendió en España, con una economía desahogada. Durante algún tiempo, trabajó como representante de Skoda y ese empleo lo llevó a un pueblo de 10.000 habitantes llamado Marbella cuyo potencial, en el fondo, era evidente. "Hohenlohe llegó a Marbella en 1946 o 1947 con su hijo Alfonso. Compraron la Finca Santa Margarita y montaron el Marbella Club. Los Hohenlohe actuaron como empresarios inversores pero también como animadores. Atrajeron mucho capital internacional a Marbella, incluido capital alemán".
¿Capital sospechoso de tener un origen nazi? En parte sí y en parte no. Heinrich Nordhoff, el desnazificado director de la Opel tras la Guerra, fue uno de los impulsores de la Costa del Sol. Pero el siniestro Otto Sokerzny, también.
"Hay otro personaje muy importante en la Costa del Sol", dice Portero. "Hans Hoffmann había sido el intérprete de la División Azul y de Hitler y aparecía en los registros de la CIA como peligroso miembro de la Gestapo. Estuvo en un plan de Alemania para deponer a Francisco Franco y llevar a la jefatura de Estado a Agustín Muñoz Grande. Yo creo que era más nazi de lo que parecía pero también era un hombre pragmático, elegante, discreto y encantador".
Hoffmann, como otros colegas en la derrota, encontró cobijo en los poderes locales del primer franquismo. Su amigo fue José Antonio Girón de Velasco, antiguo divisionario en la URSS, ex ministro de Trabajo y empresario en Málaga. "Hoffmann le propuso a Girón montar juntos una granja avícola en Fuengirola. Por el camino, vieron el éxito de los Hohenlohe en Marbella y cambiaron de planes. Se dedicaron a la promoción inmobiliaria. Y tuvieron mucho éxito, obviamente con la manga ancha del Ayuntamiento, que le tenía muchísimo respeto a Girón".
Pese a ello, Fernando Castillo sostiene que los beneficiarios de la hospitalidad de Franco tendían a ser discretos y a buscar el olvido. Que no es cierto que se asociaran en secretas redes empresariales ni en hermandades mercantiles dedicadas a ayudarse en los negocios y a conspirar. "Si exceptuamos a Degrelle, que fue un caso raro de exhibicionismo, todos los antiguos nazis quisieron olvidar y empezar una vida nueva, lo más discreta posible. Hay muy pocos libros de testimonio de la II Guerra Mundial escritos en España".
Tampoco hay datos que desvelen la existencia de pequeños emporios postnazis, aunque sí que existen muchos casos de profesionales y de empresarios alemanes de éxito.E incluso, al respecto, hay muchas leyendas que aclarar. En 1936, España era el país de residencia de 30.000 alemanes. Su colonia era más grande que la de los británicos y estaba llena de expatriados ricos y educados. Los alemanes en España tenían puestos cualificados y gestionaban inversiones industriales muy significativas. Además, tenían mucho sentido de comunidad a través de sus Deutsche Schulen y de sus pequeños casinos locales.
A partir de 1933, la misión diplomática alemana en España fue nazificada y presionó mucho a esa comunidad para que sus miembros se afiliaran al Partido Nacional Socialista. Con éxito, nadie debe minimizar ese dato. Por eso, cuando el Reich fue derrotado, muchos de esos alemanes fueron deportados a su país. Otros alemanes, más arraigados pero con sus riquezas temporalmente intervenidas, se quedaron en España. Y, al cabo de los años y del olvido, volvieron a tener éxito en los negocios. A pesar de que algunos de esos hispano-alemanes aparecen en de The Factual List Of Nazis Protected By Spain, su caso no se ajusta al mito del nazi que llegó a España con un buen capital y con un montón de amigos en el Gobierno franquista y que espera en secreto al momento propicio para construir el cuarto Reich en una playa de Almería.
Un ejemplo interesante está de actualidad. Casa Winter Cofete, un alemán, un lugar, una casa... es el título de un libro escrito y editado este verano por un psicólogo de Las Palmas de Gran Canaria llamado Gustavo Winter Althaus. Winter es el hijo de otro Gustav Winter, uno de esos alemanes que llegaron a España en el periodo de entreguerras y que hicieron fortuna en la industria. En los años 30, Winter padre navegó hasta Fuerteventura y pensó que la península de Jandía, una lengua de tierra de casi 20.000 hectáreas de tierra montañosa y deshabitada, tenía todas las condiciones para radicar en ella una gran pesquería industrial: muelles, astilleros, depósitos petroleros, plantas de procesado, salinas...
Winter dio una entrevista en 1938 en un periódico de Las Palmas de Gran Canaria para atraer a socios capitalistas y alguien en el Consulado del Reino Unido en la isla tomó recelosa nota, como se hacía entonces con cualquier movimiento empresarial de los alemanes en España. En la paranoia de la guerra, ese informe diplomático se convirtió en un rumor: Alemania iba a construir una base para sus submarinos en Fuerteventura. Nacía así un mito, que con los años saltó de la isla a la revista Interviú, de ahí a Cuarto Milenio y a mil blogs y revistas dudosas. En Interviú se llegó a publicar que Adolf Hitler escapó de la caída de Berlín y se escondió en Fuerteventura.
La realidad fue que Gustav Winter compró la península pero nunca encontró financiación para su proyecto y que sólo pudo construirse una villa de recreo, con aspecto un poco encastillado. Cuando su mujer vio la casa dijo que aquello le parecía demasiado solitario, de modo que la familia nunca llegó a habitarla y la casa Winter se convirtió en una construcción fantasmagórica. A veces abandonada, a veces ocupada... En los años 60, los hijos de Winter contrataron a una familia para que cuidara de la finca. Y, según sostiene Winter Althus en su libro, el hijo de aquellos guardeses hizo de las clásicas leyendas locales sobre mansiones deshabitadas un negocio: hizo saber que la casa se hizo construir en condiciones de esclavitud comparables a las de Theresienstadt, que en los sótanos de la casa hay un crematorio y un canal para los submarinos...
Montó un pequeño museo de antigüedades nazis y hasta publicó un libro que es el que ahora desmiente, punto a punto, la obra de Winter Althaus. La simple idea del canal subterráneo para submarinos en una costa con muy poca pendiente no tiene ninguna lógica física. ¿Fue Winter un nazi? Ni siquiera eso está tan claro. Su nombre aparece en The Factual List Of Nazis Protected By Spain y hay datos que demuestran que se adaptó con naturalidad a las reglas de la Alemania de Hitler, pero su adhesión fue una cuestión de supervivencia. Su ideología, al parecer, fueron los negocios.
Pájara, en la península de Jandía, tampoco ha cambiado. Sigue siendo un paisaje casi lunar, deshabitado y virgen de turismo en una isla que ha doblado su población y su mercado de turistas en 25 años.





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