divendres, 12 de setembre del 2025

"La tortura fue desde el principio hasta el final un arma del franquismo": la represión durante la dictadura de Franco

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Aimar Bretos entrevista a Pablo Alcántara, historiador


Madrid

Durante la dictadura franquista, la práctica de la tortura se produjo desde que los sublevados dieron el golpe militar y hasta mucho después de la muerte del dictador, bien avanzada la Transición. La Dirección General de Seguridad, la DGS, situada en la Real Casa de Correos, en plena Puerta del Sol de Madrid, fue el símbolo del terror impuesto. En 'Hora 25' hablamos sobre la represión durante el franquismo con Pablo Alcántara, graduado en Historia por la Universidad de Oviedo y doctor cum laude en Historia Contemporánea por la Universidad Autónoma de Madrid.

Pablo Alcántara es experto en represión franquista, violencia policial y Transición, y es autor de los libros 'La Secreta de Franco. La Brigada Político-Social durante la dictadura' y 'La DGS. El palacio del terror franquista'. "Hay un relato mitificado sobre que la dictadura en la posguerra fue muy dura, pero luego después en el tardofranquismo más blanda. Es una falacia. La tortura fue desde el principio hasta el final un arma del franquismo".

Las entrevistas de Aimar | Pablo Alcántara

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La tortura

¿Cuáles fueron los instrumentos de represión del franquismo? "Lo primero, esta Brigada Político-Social (BPS) que estaba en la Dirección General de Seguridad (DGS) se dedicaba a analizar lo que pasaba en todo el país: desde el movimiento estudiantil al movimiento obrero, las diferentes organizaciones antifranquistas, con la clásica infiltración de agentes policiales, y la tortura física y psicológica. La tortura era una parte más del engranaje tanto intelectual como de infiltración dentro de las organizaciones antifranquistas", explica Pablo.

"La tortura era algo completamente avalado y premiado por el régimen. Son escasos los casos de policías juzgados durante la dictadura y apartados del cuerpo durante algunos días, pero son muchos los policías que recibieron miles y miles de pesetas en recompensas por detener a personas del Partido Comunista, del Partido Socialista, y muchas de ellas denunciaron torturas y nunca fueron juzgadas", cuenta.

La Brigada Política Social y la Dirección General de Seguridad

La Brigada Político Social recibió primero instrucción de la Gestapo Nazi y luego de los servicios secretos y policiales de Estados Unidos, de la CIA y el FBI: "No se entiende el nacimiento de la Brigada Político Social sin la propia Gestapo. En el año 38, ya hay pactos policiales entre la Alemania nazi y la España franquista para cooperar en la detención aquí en España de alemanes que habían luchado en las Brigadas Internacionales o españoles antifranquistas que estuvieran en Alemania", concreta Alcántara.

"La Brigada Político Social la definió muy bien Vázquez Montalbán como la guardia pretoriana del franquismo. Era el pilar fundamental de la represión política. Sin la BPS no se entiende la represión del franquismo desde los años 50 hasta el final del franquismo", afirma el historiador asturiano. Una represión a la que si hubiera que ponerle un punto en el mapa ese fue la Dirección General de Seguridad: "Hubo muchos palacios del terror en todo el país, pero la DGS se convirtió en el punto negro del franquismo".

Militantes antifranquistas le han contado al historiador asturiano que para ellos la DGS era un calvario, un sufrimiento, incluso la cárcel para mucha gente era una salvación frente a la Dirección General de Seguridad: "Allí no sabías lo que te podía pasar. Podías estar tres días o más, gente estuvo semanas y meses, y podías sufrir todo tipo de torturas de la Brigada Político-Social", concreta. Obreros, estudiantes, guerrilleros en los años 40, abogados laboralistas, intelectuales, artistas, mujeres que practicaban abortos, personas del colectivo LGBTIQ+... Todos eran susceptibles de acabar en la DGS.

Los métodos de tortura

La bañera, el quirófano, la colgadura, el balanceo, la rueda, la picana... todos eran métodos de tortura: "Te ponían en una mesa atado de pies y manos y te golpeaban con una vara. La rueda era que te ponían en medio y te daban patadas entre quince policías. Estaba también el electroshock, que se usó menos pero también se usó. Puñetazos... La bañera, por ejemplo, consistía en meter la cabeza de un militante antifranquista en agua con pis y con heces... Todos esos métodos de tortura se usaron hasta el final del franquismo", dice Pablo.

Las organizaciones opositoras intentaban dar herramientas a sus militantes para cuando se tuvieran que enfrentar a la BPS. El PCE llegó a escribir un cuaderno de educación política titulado 'Los comunistas ante la policía y los tribunales': "Este manual yo lo descubrí porque entrevisté a un antiguo militante de las juventudes comunistas que me dijo que les daban un manual en el que se especificaba cómo esconder la propaganda en casa, cómo preparar las reuniones y, sobre todo, si te detenían no cantar y hacer frente a las torturas tanto físicas como psicológicas", explica.

La resistencia

Pablo nos dice que le ha interesado también con estos dos libros hablar de la resistencia: "muchas veces cuando se habla de la memoria histórica se habla de las víctimas, del silencio, de la pena... Hay que hablar de eso, pero también hay que hablar de la resistencia. Desde el principio al final de la dictadura, siempre hubo oposición al régimen, desde los guerrilleros a los obreros y los estudiantes", concreta.

"Más que héroes, existieron resistentes. Tú entrevistas a militantes antifranquistas y son gente muy humilde, no quieren homenajes ni que les llamen héroes. Ellos lucharon por la democracia, por derechos sociales, económicos y laborales y ese fue el precio que tuvieron que pagar", cuenta el autor de 'La DGS. El palacio del terror franquista'.

"Hay ejemplos de que la dictadura se mantuvo hasta el final con su sistema represivo intacto. La tortura no terminó con la dictadura. La mayoría de miembros de la Brigada Político-Social, de jueces, militares, se mantuvieron en sus puestos. No solo eso, sino que algunos de ellos, como Roberto Conesa, en el año 69 está con Martín Villa siendo nombrado jefe de las brigadas antiterroristas. Mantuvieron sus puestos y sus métodos. Eso de la Transición pacífica también es otro mito", aclara.

La memoria

En la Real Casa de Correos, que hoy es la sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid, hay placas en honor de los que lucharon contra los franceses el 2 de mayo de 1808, de las víctimas del atentado del 11 de marzo de 2004 y de los miles de muertos por la Covid-19, pero no hay nada que recuerde a los torturados y asesinados en ese mismo lugar durante la dictadura de Franco y la Transición a la democracia. ¿Por qué? "Lo atribuyo a la impunidad de los crímenes del franquismo durante la Transición. En Portugal, en Argentina, se juzgaron a los militares y policías que participaron en la represión, pero aquí no. Hubo intentos de personas que intentaron juzgar el franquismo en esa época, pero con el tema de la amnistía esos crímenes prescribieron", responde.

Y continúa con su argumento: "En los últimos años ha habido una reivindicación de asociaciones de memoria para que se ponga una placa en la Real Casa de Correos. El Gobierno de Ayuso se niega en rotundo. Es una pena. Mi sueño es que fuera un museo, como hay en Portugal, por ejemplo, sobre la dictadura de Salazar y la tortura en pleno centro de Lisboa. ¿Por qué nosotros no podemos tener algo así en España?".

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