divendres, 19 de desembre del 2025

Tarragona: 50 años de la represión franquista y su legado oculto

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La ciudad y la demarcación todavía intentan poner el foco en aquellos espacios marcados por el paso del régimen de Franco

19 de diciembre de 2025 a las 07:00h
Actualizado: 19 de diciembre de 2025 a las 08:42h


La República agoniza. Las tropas franquistas han tomado el control del Priorat y, a las dos del mediodía del 15 de enero de 1939, se disponen a entrar en Tarragona a través del puente del Francolí. Allí unos pocos soldados intentan detenerlos sin éxito y una hora después la bandera falangista ondea desde el balcón del Ayuntamiento y se entona el cara al sol. Comienza una cruenta represión que se alargará hasta los últimos días del dictador Francisco Franco, que muere en la cama en 1975. 

Lejos de lo que se pueda imaginar actualmente, los golpistas se topan con una Tarragona desolada, vacía y con el miedo en el cuerpo. Los hombres entre 18 y 45 años habían ido al frente, mientras el resto se había dispersado por los pueblos de alrededor huyendo de los bombardeos. “Son casi tres años de guerra que generan agotamiento por el mismo conflicto bélico, por haber perdido un familiar en el frente y por los bombardeos. Es uno de los primeros conflictos en los que se bombardea sobre la población civil, con todo lo que implica a nivel de mortalidad y psicológico”, desgrana Jaume Camps, doctor del Departamento de Historia e Historia del Arte de la URV. 

A la espalda quedan las casi 3.800 bombas lanzadas por cientos de aviones fascistas italianos y nazis alemanes, 74 edificios totalmente destruidos y 522 parcialmente derruidos. Al día siguiente, las autoridades franquistas toman posesión de su cargo y fulminan formalmente la democracia republicana en la ciudad. 

Contra la antiespaña

La represión que se instaura a partir de entonces tiene diversos vertientes, pero un objetivo claro: acabar con lo que llaman “la antiespaña”. “La represión no solo afecta a quienes habían cometido delitos de sangre durante la guerra, sino también se aplica a los enemigos del régimen. Es una represión ejemplarizante para instaurar un régimen de terror”, recalca Jaume Camps. 

Uno de los puntos calientes es la Torre del Pretorio, donde se encierran a más de 1.350 personas con la llegada del franquismo. A pesar de tener una capacidad máxima de 110 prisioneros, esto no es un impedimento para poner allí a un número de republicanos que supera con creces la cifra. Durante los años pasaron cerca de nueve mil represaliados, de los cuales 57 murieron por las pésimas condiciones. 

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La actual sala del sarcófago de Hipólito estaba reservada a los condenados a muerte. Entre 1939 y 1945, 690 hombres y una mujer pasaron por aquel lugar para acabar fusilados en la colina de la Oliva. La mujer era Elisa Cardona, nacida en Pradell de la Teixeta (Priorat) y residente de Dosaigües (Baix Camp). En su caso, fue asesinada a los 21 años después de ser acusada sin pruebas de delatar a unos curas que dormían en el hotel donde trabajaba en 1936. Sus familiares todavía no tienen sus restos, ya que se encuentran en una de las múltiples fosas comunes que aún quedan por exhumar en el país. 

Las caras de la represión

Con todo, no todas las acciones represivas llegan a través de consejos de guerra sumarísimos, como el caso de Elisa. “Hay represión vía juicio, pero hay otra que se ve en muchos pueblos y no era una represión oficializada. Eran venganzas. La única manera de sobrevivir era callar”, señala Jaume Camps. 

De hecho, el historiador de la URV destaca que la guerra aún colea más allá de 1939. La actividad guerrillera a través de los maquis mantiene vivo el conflicto en la provincia con los Patacons, los Teixidó o el Cisquet en las montañas de Prades. “En muchos lugares de España la guerra se acaba en 1948 o más tarde. La represión afecta también a estos guerrilleros y a quienes les ayudan”, afirma. 

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Franco en Tarragona. R. F. Vallvé. Centre d'Imatges de Tarragona / L'Arxiu -

Otro aspecto del que se habla muy poco es de los campos de concentración franquistas, opacados históricamente por la barbarie de los campos nazis. En la demarcación también se instalaron algunos como el de Reus. En un primer momento, se situó en el Institut Pere Mata, después se trasladó a la antigua Escola de Treball y finalmente fue a parar a la actual plaza Llibertat. Estuvo operativo entre 1939 y 1942.

Franco muere matando

A pesar de que la represión a partir de los años 50 no es tan cruenta como los primeros años, las libertades continúan restringidas y las cárceles se llenan de sindicalistas, progresistas, homosexuales y todos los colectivos recogidos en la “antiespaña”. Aún más, tal como apunta Jaume Camps, “Franco muere matando”. El caso más recordado es el del joven anarquista Salvador Puig Antich, asesinado por el garrote vil en 1974, un año antes del fallecimiento de Franco. 

Mientras en Barcelona se ejecutaba a Puig Antich, en Tarragona se seguía la misma línea con Heinz Chez. Su nombre real era Georg Michel Welzel y fue condenado por matar a un Guardia Civil en el bar de un camping de L'Hospitalet de l'Infant. Ambos fueron los últimos muertos en España con el garrote vil y significaron una venganza por el atentado de ETA contra Luis Carrero Blanco, entonces presidente del gobierno.

Entre 1975 y 1978 —cuando se aprueba la Constitución— la numerosa actividad en las calles también es objeto de la represión del régimen. En Tarragona tenemos el caso de **Juan Gabriel Rodrigo Knafo**, fallecido en 1976 al caer supuestamente desde la última planta del edificio del número 7 de la calle Unió, adonde accedió huyendo de la policía. Su caso todavía está lleno de lagunas.

El autoritarismo crece

50 años después de la muerte de Francisco Franco, las encuestas indican un crecimiento para las opciones autoritarias y cierto revisionismo histórico de la dictadura. En diversas ocasiones, se ha atribuido estas tendencias neofascistas a los jóvenes, pero la realidad tiene muchas más aristas. 

Según el CIS de octubre de 2025, el 21,3% de los españoles creen que la dictadura de Franco fue ‘buena’ o ‘muy buena’. Ahora bien, si nos centramos en las franjas de edad, quienes salen peor parados no son precisamente los jóvenes. En los encuestados entre 18 y 24 años la cifra se queda en 19,6%. Sí, por debajo de la media. Entre 25 y 34 años, 15,9% y entre 35 y 44 años, el 18,5%. Las franjas más nostálgicas con el franquismo son las de 55-64 años (24,5%) o más de 75 años (25,8%). 

Los datos son preocupantes en todas las franjas de edad, pero no es una cuestión de los jóvenes. “La extrema derecha sube blanqueando la dictadura. Nos sorprende que los jóvenes tengan estas ideas, pero tenemos un problema poblacional. Hay cierto desconocimiento de lo que fue la dictadura. No es un problema de futuro, sino de presente”, afirma Jaume Camps. 

El dato que los jóvenes sí lideran es el de la preferencia de un régimen autoritario por encima de una democracia. Al conjunto de la población, un 17% preferiría un estado autoritario según una encuesta reciente de 40dB. En la generación Z (18-28 años) sube hasta el 24%, entre los millennials (29-44 años) se mantiene en 23%, en la generación X (45-60 años) baja hasta el 16% y finalmente entre los boomers solo el 12% prefiere un estado autoritario. 

“La incertidumbre laboral o de encontrar una vivienda hace que busquen soluciones en un pasado idealizado. Un estado autoritario no es la solución ni nos lleva a un futuro mejor. A cambio de tu progreso sacrificas los derechos y libertades de los demás”, opina Jaume Camps.

Para combatirlo, la memoria es clave. El historiador de la URV subraya que “la transición se basó en el pacto del olvido y ahora se está empezando a cuestionar todas estas políticas de memoria”. Uno de los ejemplos es el estado de las fosas comunes, muchas todavía por exhumar a pesar de la Ley de Memoria Histórica del Gobierno Zapatero. 

Además de estos aspectos, Jaume Camps destaca iniciativas como el Programa de Memoria Democrática que coordina el Archivo de Tarragona desde 2006. Cada edición versa sobre un aspecto con el que se organizan diversos actos y charlas. Por ejemplo, en 2025 la temática fue la lucha de la cultura democrática contra el adoctrinamiento autoritario. 

Además, este noviembre se anunció que la Torre del Pretorio sería declarada lugar de Memoria Democrática. Una noticia que se suma a la larga tarea de señalización y musealización que Tarragona ha desarrollado en múltiples espacios de la ciudad. En definitiva, recordar para no olvidar y evitar así repetir el oscuro pasado.

 

Sobre el autor
Disseny sense títol (5)
ADRIÀ MIRÓ CANTURRI
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