dimecres, 11 de setembre del 2013

Felipe Matarranz, alias ‘El Lobo’, luchó «por los intereses de la clase obrera» desde los 20 años en la Guerra Civil y en la clandestinidad


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Este sabado 14 en el Mazucu con Felipe Matarranz: “Fue una lucha de obreros contra obreros, ¿qué capitalista había allí?»

11/09/2013 por 

Matarranz: Fue una lucha de obreros contra obreros, ¿qué capitalista había allí?»

Felipe Matarranz, alias ‘El Lobo’, luchó «por los intereses de la clase obrera» desde los 20 años en la Guerra Civil y en la clandestinidad
17.07.11 – 02:34 -
DIEGO FIGAREDO | COLOMBRES.
«Un pueblo ignorante es como mil ovejas: un solo pastor las domina a todas»

«Luchábamos por el socialismo, si unos compañeros hacían huelga, íbamos todos»
Un bote de pimientos vacío, gravilla y un cartucho de dinamita. Un revólver, una escopeta. Y, sobre todo, muchas ideas. Así repelió una decena de milicianos de Torrelavega «un camión de falangistas que venía a tomar el pueblo». Era julio de 1936 y Felipe Matarranz, de 20 años, vio por primera vez un muerto. «Estaba espatarrado y con la boca abierta, me impresionó muchísimo», recuerda.
Condensar 95 años de peripecias vitales en unas pocas líneas sería una proeza que seguramente pecaría de una extrema vaguedad. Además, «para eso ya están los libros», asegura Matarranz, nacido en 1915 en La Franca, Ribadedeva, aunque criado en Torrelavega, en la antigua provincia de Santander. Por ello, recordará allí «aquellos días de la guerra», de juventud, en los que «tenía una moral como un caballo y sólo quería luchar, defender a la clase obrera».
Hijo de padre minero, más tarde agricultor, estudió dibujo artístico y lineal en la escuela de artes y oficios. A los 15 años participaba ya en las reuniones de ‘los pioneros’. «Allí nos enseñaron a ser un pueblo culto, porque un pueblo ignorante es como mil ovejas: un solo pastor las domina a todas». «Nos dimos cuenta de que había dos clases, trabajadores y capitalistas, y que los segundos explotaban a los primeros para su beneficio personal», asegura. «Así que teníamos que organizarnos y defender nuestros derechos», añade. Recuerda que su padre, un hombre serio, que había sido represaliado durante las huelgas de 1917, le dijo al volver de una reunión: «Tú no sabes lo que es luchar». Y aquello caló hondo en el joven Felipe.
Cuando terminó sus estudios comenzó a trabajar en un taller de ebanistería como tallista. También se afilió a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). «Luchábamos por el socialismo, si unos compañeros hacían huelga, íbamos todos». Hasta que a la edad de 20 años, estalló la guerra. «Formamos milicias, en Torrelavega éramos 30. Íbamos donde se habían levantado los militares, donde venía algún camión». Sin más armas que un revólver, una escopeta y la poca dinamita que pudieron conseguir en las minas cercanas recorrían los pueblos de los alrededores.
«Cuando volvimos de lo del camión, donde vi mi primer muerto, le dije a mi padre: ‘ya estoy luchando’. El respondió ‘me alegro’ y no dijo nada más. Era un hombre de pocas palabras». A partir de entonces se embarcó en una serie de viajes por Asturias, en los que Matarranz y sus compañeros, «con más espíritu que organización» participaron en el asalto al cuartel de Simancas, en Gijón, y en el cerco de Oviedo. Allí sufrió su primera herida, por bayoneta, que le dejó un recuerdo de siete centímetros en el muslo. Ya en septiembre de 1936 regresaron a Santander, donde el Ejército de la República estaba reclutando milicianos y formando batallones. De allí salió como cabo en el Batallón 110, destinado en el puerto del Escudo, en la cordillera Cantábrica, y a cargo de un fusil ametrallador.
Llegado octubre, el soldado Matarranz habría de jugarse la vida en una peligrosa maniobra fruto de su ímpetu juvenil: «Fue en Noceco, teníamos que tomar unas cabañas que ocupaban los facciosos». Él y otros tres compañeros se colaron en una de las cabañas y abrieron fuego con la ametralladora. «De repente sentí un calambre en la ingle. Al rato me puse blanco y me desmayé», relata. Gracias a su heroica acción se pudo tomar la posición, pero cuando lo sacaron de allí «decían que ya estaba muerto». «Sin embargo, a los tres días desperté», explica.

La batalla de El Mazuco
Felipe Matarranz participó en muchas de las batallas del Frente Norte hasta la caída de Santander, de donde escapó gracias a un amigo que le dio ropa limpia para hacerse pasar por civil. De ahí regresó a Torrelavega, para pasar a Llanes cruzando las líneas enemigas. Luchó en la batalla de El Mazuco, en septiembre de 1937: «Allí subían vivos y bajaban muertos».
Una vez derrotado el Ejército republicano, se escondió en su pueblo natal, La Franca. Allí le presentaron a un oficial del bando sublevado, quien le dio permiso para volver a Santander y alistarse en el Ejército nacional. Sin embargo, al llegar allí, fue delatado por antiguos compañeros suyos del Batallón 110 que se habían cambiado de bando.
Doce años de cárceles y dos penas de muerte que nunca se materializaron pesan sobre este superviviente, quien todavía ahora lamenta que «fue una lucha de obreros contra obreros, ¿qué capitalista había allí con un fusil al hombro?».
Años más tarde, ya fuera de prisión, le apodarían ‘El Lobo’, por su participación en la resistencia clandestina con el falso carnet de falangista de José Lobo.
Además, ha escrito tres libros -’Camaradas, viva la República’ es el último, publicado en 2005-, pero no ha recibido nada por ello. «Porque nunca lo hice por dinero, mi lucha es por los intereses de la clase obrera», puntualiza.
http://www.elcomercio.es/v/20110717/politica/lucha-obreros-contra-obreros-20110717.html