diumenge, 27 de desembre del 2015

La República sobrevive en el callejero


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La capital alberga escudos y edificios que tuvieron otra utilidad en los convulsos años treinta del siglo pasado

 Madrid 27 DIC 2015 - 13:19 CET

Escudo republicano que se conserva en la fachada del Banco de España en Madrid. / JAIME VILLANUEVA
A Jaume d’Urgell lo condenaron a siete meses de cárcel en 2009 por colocar la bandera republicana el 14 de mayo de 2006 en los juzgados de lo contencioso administrativo de Madrid. No llegó a entrar en prisión. “Cambié la bandera para demostrar que aún existimos”, narra Urgell, de 41 años, socio del Ateneo de Madrid.
“La mejor bandera es la gente”, indica Miguel Pastrana, secretario federal de la Unidad Cívica por la República (UCR), con 1.700 afiliados. La mayoría son ancianos, gente que vivió la Segunda República (1931-1939) o que recibió sus valores a través de la familia. Como Pedro García Bilbao, profesor de Sociología en la Universidad Rey Juan Carlos: “Quieren que sigamos en las cunetas, pero el republicanismo mira al futuro”. García Bilbao subraya que durante la Segunda República se realizaron muchas obras que siguen visibles. Cita las escuelas de primaria como “principal huella física y un ejemplo de renovación pedagógica”.
Una agencia en Internet, Tierra de Fuego, ofrece rutas guiadas por los vestigios de la Segunda República. Arranca en la Puerta del Sol, donde fue proclamada el 14 de abril de 1931. Va desde el complejo sanitario de Santa Cristina, en la calle O’Donnell, antigua maternidad con escudo policromado, al refugio antiaéreo en el parque de El Retiro. Pasa por el hotel Gaylord, ocupado como cuartel por los asesores soviéticos que Stalin envió a España. En la zona de Cibeles se encuentra el palacio de Buenavista, que en 1936 era el Ministerio de la Guerra, y hoy, Cuartel General del Ejército. Frente a él, el Banco de España tiene el escudo republicano mejor conservado de Madrid. Muy cerca, en el 7 de la calle Marqués de Duero, se instaló la sede de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, que acogió los cuadros evacuados del Museo del Prado en 1937.
En la trasera del edificio del Ministerio de Agricultura (Ministerio de Fomento durante la Segunda República) se descubre otro escudo. En la calle Atocha está el más antiguo. Y en la plaza de Antón Martín continúa la farmacia El Globo, cuya esquina fue bombardeada durante la Guerra Civil. Como la iglesia de San Sebastián, que fue destruida. Junto a ella, el cine Monumental, escenario de mítines y homenajes en la Segunda República.
Madrid se mantuvo fiel a la República y sufrió el asedio de las huestes sublevadas dos años largos. La Ciudad Universitaria se convirtió en zona de continuos enfrentamientos. Muy cerca se levantó, casi al final de la guerra, un cuartel republicano que hoy es el edificio del Ejército del Aire y que sirvió como hospital de campaña. “Allí se cuidaba a los milicianos heridos, según las cartas de mi tío. Lo hacían las mujeres, aunque algunas también se apuntaban a luchar”, cuenta María Rosa de Madariaga, septuagenaria que presume de ser sobrina nieta de Salvador de Madariaga, intelectual que ejerció de ministro de Instrucción Pública en el Gobierno de Alejandro Lerroux.
“Otro símbolo de aquel Madrid es el edificio de Telefónica en Gran Vía”, señala Madariaga. “Allí tenían la oficina de prensa y propaganda, y allí se reunían los corresponsales extranjeros”, cuenta. Dice haberlo leído en La forja de un rebelde, de Arturo Barea, que fue responsable de prensa extranjera. Estaba afiliado a UGT, que gestionó durante la guerra el teatro Calderón, en la plaza de Jacinto Benavente. Cerca se encuentra la plaza de Tirso de Molina, antigua plaza del Progreso. El nombre es de la segunda mitad del siglo XIX, pero los republicanos lo mantuvieron para este lugar simbólico, sobre todo tras la apertura del cine Progreso. Al bajar la plaza por Mesón de Paredes, se encuentra la fuente Cabestrero con su placa de 1934.

La extensión urbana de 1933

 La Ley de Capitalidad, de 1931, convirtió Madrid en objetivo prioritario del Estado. Se aprobó el Plan General de Extensión Urbana en 1933, las mejoras de los accesos y la prolongación del paseo de la Castellana. El proyecto se debe al empeño de Indalecio Prieto, ministro de Obras Públicas. En la zona se construyeron edificios que luego albergarían ministerios (es famoso el complejo de Nuevos Ministerios, cuya planta asemeja un martillo y una hoz), colonias residenciales como El Viso, o la Residencia de Estudiantes (ahora sede del CSIC).
“El edificio es de 1910, pero buena parte de la clase dirigente de la República se formó allí. El centro abanderaba el modelo educativo, que debía ser laico y sin segregación por sexo”, explica Arturo Peinado, presidente del Foro por la Memoria. En su opinión, sería importante que las instituciones elaboraran un catálogo con los símbolos de la época. “Son parte de nuestra historia y sería un reconocimiento, desde un punto de vista cultural”.