dimecres, 2 de maig del 2018

LA PINGOLLA. LOS DESMEMORIADOS DE LA MEMORIA (I, II)

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LA PINGOLLA. LOS DESMEMORIADOS DE LA MEMORIA (I)

Félix Barroso Gutiérrez
Sabido es que la Ley de Memoria Histórica apareció publicada en el Boletín Oficial del Estado el 26 de diciembre de 2007, efemérides de San Zósimo y San Zenón.  ¡Ya ha llovido desde entonces!  Su espíritu legislativo era muy claro y muy rotundo: “Las Administraciones públicas, en el ejercicio de sus competencias, tomarán las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura”.  El no cumplimiento de la ley, puede llevar aparejada diversas sanciones; entre ellas, la retirada de subvenciones o ayudas públicas.
Hace tiempo que ya no debería quedar ni un resquicio de la dictadura franco-fascista sobre los pueblos y campos de España.  Pero cuando la derecha subió al poder en 2011 y fue nombrado presidente del Gobierno Mariano Rajoy Brey un 21 de diciembre, adiós y buenas.  La Ley de Memoria Histórica pasó a mejor vida y, hoy en día, muchos analistas políticos e historiadores afirman que “está derogada de facto”.  No se puede olvidar que el PP, muchos de cuyos militantes añoran fervientemente la dictadura, pusieron miles de peros y de pegas a la mentada ley.
En Cáceres, por ejemplo, el Partido Popular se opuso radicalmente a la moción presentada  por Podemos para retirar del callejero los rótulos que suponían una exaltación de la rebelión militar en julio del 36 y de  los cuarenta años de dictadura.  Algo semejante ocurrió en Navalmoral de la Mata.  En esta ocasión, el PP contó con el apoyo de Ciudadanos y de grupos independientes.  Tampoco hay que echar en el olvido que PP y Ciudadanos (considerada esta formación como marca blanca de la derecha) se ausentaron del Parlament de Cataluña en 2013, cuando se procedía a una condena sin paliativos del franquismo.
¿Qué intereses oscuros esconden para no censurar uno de los regímenes más oprobiosos que ha tenido este país?  ¿De qué ha valido que el PP condenase, a regañadientes y con reservas, el 20 de noviembre de 2002 en el Parlamento la genocida dictadura si, luego, muchos de sus cargos han ido por libre y han exaltado públicamente tal régimen tiránico?  Ejemplos los hay en todas las provincias españolas.  Ahí está el caso de Juan Antonio Morales Álvarez, diputado regional en la Asamblea de Extremadura y secretario provincial de dicho partido en Badajoz, que, junto con Juan Antonio Pozo Pitel, alcalde de la localidad pacense de Guadiana(y “del Caudillo” según él y sus conmilitones), fueron galardonados por la fundación “Francisco Franco” el día 2 de diciembre de 2016.  Y esa fundación les concedió un diploma por “realizar una labor destacada en la defensa de la Verdad histórica y de la Memoria del Caudillo y su gran obra”.  Increíble que continúen en sus cargos e increíble que, en este país, haya una fundación con tal nombre y atetada con fondos públicos.  ¿Os imagináis que, en Alemania, hubiese una fundación llamada “Adolfo Hitler”, o en Italia otra denominada “Benito Mussolini”?
“¡QUÉ HIPO DEL LLANO!”
Cierto que también hay gente del Partido Popular bastante centrada y que se han cepillado el áspero pelo de la dehesa ultramontana.  He ahí al PP gallego votando a favor de la moción presentada por el diputado Luis Bará, del Bloque Nacionalista Galego (BNG), en orden a la retirada de toda la simbología franquista, incluso de las iglesias. No obstante, en el subconsciente de cientos, miles de militantes del PP, hay toda una añoranza de los tristes, cenicientos y represores años del despotismo.
Basta con rascar solo un poco en la epidermis de cualquier concejal de la derecha de algunos de nuestros perdidos pueblos de la España Profunda.  Se oponen con uñas y con dientes, alegando los más descabellados o retrógados motivos y nunca argumentos cimentados, para eliminar nombres manchados de sangre y lápidas de los “Caídos por Dios y por España”.  Y si hablamos con la gente de VOX, ¡apaga y vámonos!, porque éstos, en su mayoría, con voz altisonante y desafiante, no admiten la menor crítica al régimen franquista.  Sabemos de gente que ha entrado al trapo en los sectarios comentarios en las redes sociales de militantes de VOX y han recibido todo tipo de improperios y de amenazas, que nos recordaban lo que nos han contado sobre el  pistolerismo fascista en los años de la II República.
A veces, con algunos de estos tristes personajes que, de modo especial en nuestros medios rurales, son instados a  engrosar las  listas municipales de la derecha, se producen situaciones esperpénticas.  Recuerdo que, en una ocasión, encontrándome en un barrio conocido desde siempre como “El Llano”, dentro del casco urbano de un perdido pueblo cacereño, fotografiaba la placa de una calle, rotulada con el nombre de  “Queipo de Llano”.  Se me acercó, al poco, un pobre chisgarabís, que se identificó como concejal de Agricultura.  Interesándose por la foto, me ofreció su visión particular sobre el nombre de la calle: “Miri uhté, a ehta parti del puebru la llamámuh `El Llanu`, y esu de “Queipu” sería polque algún vecinu de ótruh tiémpuh, algún arcaldi o deputau, padecería de jipu a tóah hórah y a lo mejol le pusun el moti de “¡Qué Hipu o Qué Jipu!” y con el moti se queó pa siempre”.  Dicen que la ignorancia es muy atrevida.  Pero en aquel caso la superaba con creces.  El patán desconocía  a aquel golpista y genocida general llamado Gonzalo Queipo de Llano, terriblemente manchado por la represión y fusilamiento de más de 50.000 andaluces en los años de la guerra civil y posteriores.  Y para mayor escarnio, enterrado en la basílica sevillana de la Macarena, con el consentimiento de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana y para mayor vergüenza de los verdaderos cristianos.
LA DESMEMORIA
Aunque algunos cojeemos de descreídos, nos parecen muy acertadas las palabras que salieron de los labios de Ambrose Bierce, nombrado escritor estadounidense: “La desmemoria es un don que otorga Dios a los deudores para compensarles por su falta de conciencia”.  ¡Y cuánta falta de conciencia hubo no solo ayer sino también hoy!  Otro escritor y periodista, de los grandes y destacados artistas de la literatura latinoamericana, como lo era el uruguayo Eduardo Galeano, hablaba sobre la Desmemoria en “El Libro de los abrazos”, dedicando aquellas líneas “en recuerdo de las víctimas de la represión franquista”.  He aquí la claridad y rotundidad de sus palabras: “El miedo seca la boca, moja las manos y mutila.  El miedo de saber nos condena a la ignorancia; el miedo de hacer nos reduce a la impotencia.  La dictadura militar, miedo de escuchar, miedo de decir, nos convirtió en sordomudos.  Ahora, la democracia, que tiene miedo de recordar, nos enferma de amnesia; pero no se necesita ser Sigmund Freíd para saber que no hay alfombra que pueda ocultar la basura de la memoria”.
Deambulan muchos desmemoriados que tienen buena memoria.  Sí, en esta España del siglo XXI, en la que disfrutamos de una democracia formal, que no real.  Mejor esto que no una dictadura, pero de pobres espíritus y de masas aborregadas es conformarse con esta mediocridad democrática.  Una democracia a medias que, mediante la Ley Mordaza y otros puñetazos sobre la mesa, nos recuerda que la sombra del franquismo sigue siendo alargada.  Que nos inocula el miedo y la amnesia y que pretende eliminar nuestra genética ardorosa, libertaria y de barricada, que históricamente supuso todo un estorbo para las poderosas fuerzas oligárquicas que son las que llevan el timón de esta nao que se cae a pedazos por tanta corrupción y falta de ética y de poesía.  La que quiere diluir nuestras identidades en el maremágnum de la maldita homogeneidad globalizadora.  Muy alto lo exclamaba la argentina Alejandra Pizarnik, una de las grandes poetisas del siglo XX y a la que deberían leer muchas mentes atormentadas y que van a la deriva: “Nada más intenso que el terror a perder la identidad”.
También lo gritó el portugués y Premio Nobel de Literatura José de Sousa Saramago: “Hay que recuperar, mantener y transmitir la Memoria Histórica, porque se empieza por el olvido y se termina en la indiferencia”.  No queremos desmemoriados de la memoria a nuestra vera.  Nuestro poeta, aquel que, ¡¡por fin!!, se desenmarañó de las espesas y pegajosas nieblas de un diciembre ya olvidado, pudiendo salir a respirar el aire no contaminado y a ser él mismo, con todos sus vicios y virtudes, con todas sus luces y sus sombras, cambió de chip y ahora nos trae un poema donde sus versos son dardos que se clavan fieramente en las carnes de los revisionistas y de los que reescriben sectariamente la Historia.
LA HISTORIA ES COMO ES
No me retuerzas la historia,
Camilo, ni le des vuelta a la noria
con sigilo.
¡Al pan, pan, y al vino, vino!

Y no me digas, Camilo,
que estaba mohoso el queso,
que estaban tensando el hilo
y otros cuentos como ésos-
¡A otro chucho con tal hueso!

La historia es como es:
tozuda como sus hechos.
No ha más patas el ciempiés
que las que tiene de hecho.
¡Del dicho al hecho hay gran trecho!

Si ellos pusieron los moros,
¿por qué la llaman “Cruzada”?
¡Qué eufemismos, qué desdoros
por parte de la camada
que se metió a salvapatrias!

Sin maldito el tropezón,
listas están las lentejas.
No digas que alubias son.
O las comes o las dejas.
¡La mentira siempre es renca!

Aquí te dejo, Camilo,
con la historia.
No le saques doble filo
a la memoria.
¡Y aquí paz y, después, gloria!


LA PINGOLLA. LOS DESMEMORIADOS DE LA MEMORIA (II)

Félix Barroso Gutiérrez
Hoy, 23 de abril de 2018, cuando he iniciado estos renglones, se abrirá por primera vez en su historia el Valle de los Caídos, enorme y vasta pirámide levantada por un faraón de escasa talla física e intelectual para mayor gloria de su genocida vida.  A tal déspota ya le conocimos decrépito y a punto de irse a las calderas de Pedro Botero, sin que se lo pudieran impedir las muchas hostias consagradas que tragó en sus dilatados años, su pelo en pecho en la desabrochada camisa legionaria ni el brazo incorrupto de Santa Teresa que llevaba como bastón de apoyo (si la santa hubiera levantado la cabeza cuando el tirano firmaba tantas penas de muerte, seguro que le habría dado con su momificado brazo en mitad de la cocorot).
Se abrirán las puertas del mentado mausoleo para exhumar los cuerpos de los hermanos Manuel y Antonio Lapeña Altabás, naturales del pueblo zaragozano de Villarroya de la Sierra, asesinados por las hordas franquistas en 1936 por el simple hecho de ser militantes anarquistas.  Manuel fue el fundador de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) en Calatayud.  Y se abrirán las puertas bajo el rostro ceñudo y avinagrado de Santiago Cantera, prior-administrador de la abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, el mismo que se negó a acudir a la Comisión de Justicia del Senado.  Tuvo que acudir la Comisión a su guarida,  la mayor fosa de la Guerra Civil Española, donde suelen celebrar sus misas y sus emblemáticas victorias los que ganaron esa guerra, con la inestimable ayuda del naZismo alemán y el fascismo italiano.  Pero de la comisión se descolgaron PSOE, Podemos, PDeCAT y Esquerra Republicana de Catalunya.
El pasado 26 de diciembre hizo 10 años desde que se aprobó la Ley 52/2007, conocida como Ley de Memoria Histórica.  Hasta el año 2011 se concedieron ciertas ayudas para que esta Ley se patentizara en hechos concretos.  Las últimas ayudas fueron firmadas por el ministro socialista Ramón Jáuregui.  Entre ellas, una de 40.000 euros concedida al que la derecha dio en llamar el “Gobierno de Extremadura” (gracias al cielo que ha vuelto a su nombre primigenio y con solera histórica: “La Junta de Extremadura”).
La presidía en aquel momento José Antonio Monago Terraza, del Partido Popular.  Dicha subvención se destinaba a asociaciones y agrupaciones familiares, a fin de que pudieran llevar a cabo toda una serie de acciones de restauración contempladas en la mencionada Ley.  Pero las maniobras dilatorias y la escasa empatía que ha venido demostrando la derecha de este país hacia la Memoria Histórica, dieron lugar a que esa subvención se fuera al garete, perdiéndose por completo.  Así no es de extrañar que de 180 fosas comunes que hay en Extremadura, solo se haya inhumado una mínima parte.  Bastantes de ellas están en fincas privadas, de terratenientes afines a la causa de los sublevados fascistas y que permitieron que los republicanos y “rojos” asesinados fueran enterrados en barrancos, antiguas minas y otros despeñaderos existentes en sus latifundios.
Desde 2011, con el PP ya en el poder, no ha habido un solo céntimo para llevar a buen puerto la Ley de la Memoria Histórica, lo que a ojos de muchos es toda una inmoralidad.  Encima, Mariano Rajoy Brey, se jacta en público y en privado que jamás ha destinado un solo euro a tales fines.  José Manuel Carpacho, presidente de la Asociación de la Memoria Histórica en Extremadura (ARMES), lo ha dicho muy claro:  “Rajoy no ha derogado la Ley, pero la ha vaciado de contenido”.  Aquí, en estas tierras belloteras que siguen siendo del amo, también contamos con otros segundones del Presidente de la nación, como don Luis Díaz-Ambrona Bardají, flamante abogado que, días atrás, escribía en un diario regional cosas como éstas: “Extremadura necesita mirar el futuro y no preocuparse del nombre de las calles”.
Siempre los que suelen hacer afirmaciones de este tipo, chuleándose a la Ley de la Memoria Histórica, pertenecen a ciertos clanes muy ligados al anterior régimen tiránico.  Hay que recordar que el padre del abogado fue don Adolfo Díaz-Ambrona Moreno, procurador de las Cortes franquistas y que llegó a ser ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación con “El Generalísimo” (en grado superlativo) ente los años 1965-1969.  Nuestro heterodoxo, transgresor, miembro del grupo “Pánico”, inococlasta, periodista, internacional, novillero en sus buenos tiempos, con grandes responsabilidades en aquel Partido Comunista de España (PCE) de la clandestinidad y de la Transición, devenido en anarquista y entrañable amigo nuestro, Diego Bardón Salamanca, hijo de Fuente del Maestre, escribía en el periódico “El País” (21 de noviembre de 1980) cosas tan sustanciosas como las que siguen: “Es, eso sí, sobrino carnal de Adolfo Díaz-Ambrona, aquel pacense que durante el tiempo que fue ministro de Agricultura, en la época franquista, permitió la desertización de buena parte de nuestros suelo con la siembra masiva de eucaliptos”.
Estas consideraciones figuraban en el artículo “¿Por qué un homenaje?”, escrito a raíz del homenaje tributado a Juan Antonio Ortega y Díaz Ambrona, ministro con Adolfo Suárez y sobrino del otro Adolfo, en Villanueva de la Serena.  Diego Bardón apostillaba: “La decisión (del homenaje), que sin duda contará con el apoyo de terratenientes y testaferros, es lamentable”.   También don Mariano Rajoy Sobredo, padre del actual jefe del Gobierno, de quien heredó su nombre, hizo y deshizo, según lo publicado por diversos medios, cuando fue nombrado Presidente de la Audiencia Provincial de Pontevedra.  Parece ser que estuvo implicado en el fangoso y oleoso caso “Redondela”, del que se levantó la liebre en 1972.  Impensable la separación de poderes de una dictadura.  Hoy, tampoco hay mucha transparencia en esta democracia de cartón piedra que tenemos.  En aquel proceso estaban en el ajo ministros y exministros franquistas y otros altos cargos de la Administración.  Pero, de la noche a la mañana, los 5000 folios del sumario desaparecieron como por arte de birlibirloque, y eso pese a estar guardados bajo siete llaves en la Audiencia Provincial de Pontevedra.
Familias de latifundistas históricos, de grandes de España, de la “beautiful people” de aquellos años, de la casta franquista…, cuyos herederos, envueltos hasta la coronilla en los colores de la bandera monárquica (si lleva el aguilucho, mejor que mejor), hacen mofa y escarnio de los perdedores de la guerra civil y se pasan bajo el arco del triunfo todo lo que huela a lo que ellos denominan “Memoria Histérica”.

HIPOCRESÍA Y CINISMO

El abogado Eduardo Ranz, incansable luchador por la defensa de los Derechos Humanos y porque la citada Ley se cumpla a rajatabla, denunció recientemente a varios pueblos del norte cacereño por no retirar la simbología franco-fascista.  Para este abogado, la Ley de Memoria Histórica “está derogada de facto”.  Y lo afirma no solo porque el gobierno de Rajoy no haya soltado un solo euro para cumplir lo emanado de ella, sino porque se están dando alas a numerosos consistorios de su mismo signo político para que miren para otra parte y se opongan a las mociones presentadas por la oposición.  En numerosos pueblos de España, el PP, junto con Ciudadanos y otras agrupaciones independientes, ha bloqueado y boicoteado las propuestas de grupos de izquierda y de asociaciones de vecinos en aras del desarrollo de la mentada ley.
Ayer, Día Internacional del Libro, se abrieron las puertas de los columbarios del Valle de los Caídos.  No solo se pretende exhumar los restos de los dos anarquistas que citamos más arriba, sino también los de dos soldados movilizados forzosamente por el ejército franquista y que, sin permiso de sus familiares, fueron enterrados en esta espantosa cripta.  Uno de ellos fue Juan González Moreno, del pueblo malagueño de Arriate, al que un balazo en el frente le provocó heridas que le llevaron a la muerte el día 1 de agosto de 1938, en un hospital de Jerez de la Frontera.  El otro era Pedro Gil Calonge, de Castejón del Campo (Soria).  También caía por herida de bala el 1 de junio de 1937.  Estos dos pobres soldados, humildes labradores, al menos recibieron rezos, cánticos, loores y coronas de flores todos los 20 de noviembre en sus respectivos pueblos a lo largo de la larguísima dictadura.  Sus padres o viudas fueron compensados económicamente, recibiendo un puñado de duros todos los meses.  Pero los que cayeron defendiendo el legítimo y democrático régimen de la II República Española solo recibieron maldiciones, escupitajos y el olvido más cruel por parte de unos vencedores, que borrachos de “sus patrias”, “sus panes” y “sus justicias”, jamás quisieron ni supieron perdonar.
Cuando ayer escuchaba a ciertos tertulianos del PP y Ciudadanos en diferentes medios elogiar la apertura de la mayor fosa común de nuestra guerra civil, sentía terribles náuseas.  Auténtica hipocresía y cinismo.  Llevan toda una vida haciendo ascos de la Ley de la Memoria Histórica, oponiéndose en Ayuntamientos, Diputaciones, en parlamentos autonómicos, en cien mil foros y cátedras a todo lo que fuera sacar de barrancos y cunetas los restos de los republicanos y, ahora, de pronto, les ha picado no sabemos qué mosca y donde antes dijeron “digo” han acabado por decir “Diego”.  Muchos consideramos que lo hacen de cara a la galería.  Su genética política no cambia de la noche a la mañana.  ¿Es que ya no se van a “abrir heridas” por exhumar a tantos miles de asesinados en nombre de un Dios y de una España patrimonializados por el pistolerismo fascista?  Heridas que no se han cerrado por culpa de ellos, de las derechas de este país, que hoy se tiñen de democristianas o liberales, cuando todos conocemos sus orígenes y sus guiños y venias a la anterior tiranía franquista.  El ilustre pedagogo hispanorromano Marco Fabio Quintiliano decía: “Mendacem memorem esse oportet”.  O sea, “el mentiroso necesita tener buena memoria”.
Pero hay muchos sujetos mendaces que, gozando de excelente memoria, solo la utilizan para lo que les conviene.  Y tanta es su procacidad y su exaltada memoria que, por más que intentan volverse desmemoriados, no lo consiguen.  Les traiciona su pasado.  He ahí a José María Aznar, conocido militante del PP y expresidente del Gobierno, exclamando aquello de: “El espíritu de concordia no se consigue removiendo tumbas ni removiendo huesos”.  O a aquel Manuel González Capón, alcalde del PP en Baralla (Lugo), baboseando sus palabras: “Quienes fueron condenados a muerte durante el franquismo será porque se lo merecían”.  No hay que dejar atrás a Rafael Hernando, el portavoz de voz avinagrada y resentida del Partido Popular en el Congreso: “Algunos solo se han acordado de su padre, parece ser, cuando había subvenciones para encontrarle”.  Son muchas las afirmaciones de la derecha de este país en tal sentido.
Otro siniestro botón de muestra lo encontramos en la boca de José Ortiz de Toro, regidor por el PP en Cádiar (Granada): “Habría que ponerle dos o tres placas más a Franco, pero que estén nuevas, para que se vean mejor; así se recordarán más”.  ¿Y que nos cuenta Albert Rivera, anaranjado dirigente de Ciudadanos, sobre estos particulares?  Pues cuando se negó a que el Ayuntamiento de Calatayud retirara la Medalla de Oro de la Ciudad concedida al general Francisco Franco Bahamonde, salió por la tangente para argumentar su postura: “Soy partidario de que la historia de los españoles la escriban los españoles, y no que cada Ayuntamiento se dedique a poner o quitar calles, bustos o medallas”.
No todo queda dicho, que aún falta la tercera parte, que siempre es la más interesante.  Pero llegada es la hora de saludar a nuestro poeta, que campa ya, libre y sin amarras, por esta primavera que explosiona de esplendor por sus cuatro costados.  Atrás quedaron las pegajosas brumas, las gafas de grueso aumento, la dislexia social, los estrés postraumáticos e histriónicos y otras paranoias.  Nuestro rapsoda nos recuerda que, hace escasas jornadas, celebramos el 87 aniversario de la proclamación de la II República Española.  Evocando tan memorable acontecimiento, nos trae a nuestras memorias, que procuran ser honestas consigo mismas, los versos dedicados a María Pineda, la granadina que bordó una bandera republicana y fue condenada a morir bajo garrote vil en 1831, con 26 años de edad, reinando en España Fernando VII, un miembro más de la degenerada dinastía borbónica y conocido como “El Rey Felón”.

MARIANITA
Siembra, Mariana, en mi pecho
unas granas de claveles,
y bórdame en derredor
con hilo de tres colores:
rojo de sangre el primero;
el segundo, de membrillos.
Y el tercero…
El tercero, Marianita,
de granates.
¡Verás qué pronto florecen
tres claveles tricolores!:
Fraternos, libres, iguales.
¡Y que embriaguen los aires
desde la pérfida Albión
al país de los nipones!