dilluns, 28 d’agost del 2023

El anarquista exiliado en la Argentina que salvó 300 españoles de los nazis

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César Orquín Serra, el anarquista | CEDOC


En la Mendoza de los años '60, César Orquín Serra era un personaje público. Una persona vinculada a los medios, apasionado por la comunicación y la cultura. Otro exiliado español del franquismo, siempre en tensión con los autoritarismos. Se lo podía encontrar en primera fila en todos los conciertos de la Filarmónica, pero pocos conocían su excepcional historia.

El prisionero César Orquín Serra logró convencer a los nazis del campo de exterminio de Mauthausen que era capaz de dirigir un batallón de trabajo muros afuera, más eficiente, a cambio de mejores tratos y alimentación. Allí donde murieron miles, casi todos los prisioneros de su grupo sobrevivieron.

Su historia fue reconstruida y publicada por Guillem Llin Llopis y Carles Xavier Senso Vila en "César Orquín Serra: El anarquista que salvó a 300 españoles en Mauthausen". Es una exhaustiva investigación que aporta material documental y testimonial inédito. Permite concluir que es el responsable directo de salvarle la vida a más de trescientos republicanos españoles en el campo de exterminio de Mauthausen, donde morían por hambre, enfermedades, asesinados o por accidentes.

Hoy es reconocido como uno de los deportados más importantes de Europa. Los testimonios y documentación recogidos en Argentina, Alemania, Austria, Francia, Rusia y España permiten también cerrar las controversias sobre su rol de intermediario con los genocidas. Habían surgido condicionadas por el enfrentamiento entre anarquistas y comunistas tras la caída del nazismo, pero rápidamente desestimadas por los testimonios de los sobrevivientes.

"Dos de cada tres republicanos españoles perecieron en el campo de concentración de Mauthausen. Pero en el Kommando César a cargo de Orquín Serra sólo hubo entre doce y catorce muertos", explicó el historiador Llopis, para estimar que salvó a más de 300 personas con su estrategia para conseguir mejores condiciones de vida.

 

El anarquista burgués

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César Orquín Serra. Foto: Archivo de la familia de César Orquín.

Orquín defendió la República de la sublevación militar apoyada por Hitler y Mussolini. Desde 1937 fue parte de la brigada Abraham Lincoln integrada principalmente por voluntarios que hablaban inglés. Fue el único comisario político anarquista, lo que trajo los primeros choques con los comunistas que dirigían la brigada.

Tras la derrota de la República, fue parte del éxodo de medio millón de exiliados hacia Francia en 1939. Cinco meses después de terminar la Guerra Civil Española comenzó la Segunda Guerra Mundial como consecuencia del pacto Hitler-Stalin y la invasión a Polonia.

Serra pasó por cuatro campos de deportados españoles durmiendo a la intemperie lo que le trabajo problemas pulmonares que lo terminaron matando a los 74 años. Se sumó a las compañías de trabajadores extranjeros para defender a Francia contra la invasión nazi. Fue capturado en junio de 1940 por los alemanes. Ese año lo deportaron junto a otros españoles al campo de exterminio conocido como Mauthausen.

Nunca dejó de leer y estudiar. Algunos lo veían diferente, altanero. ¿Quién se pone a estudiar en el infierno? Tenía cultura y modales de burgués. Sus compañeros eran todos campesinos y obreros. Era miembro de una de las familias aristocráticas valencianas más importantes del siglo pasado. Su padre no le dio el apellido pero sí se ocupó de su bienestar y educación. César pasó por la universidad, algo muy poco frecuente en la España de hace 90 años. Se movió en círculos de alcurnia, sus medio hermanos fueron artistas muy famosos.

Por su concepción progresista del mundo que mantuvo el resto de su vida, se sumó a los anarquistas para defender la República.

 

Contra los autoritarismos

Su condición de libertario no le cayó bien a los comunistas que tenían dentro de la República una guerra aparte contra los anarquistas. Nunca comulgó con los autoritarismos: ni fascistas, ni comunistas (en la República, en el campo de batalla o de exterminio), ni con el peronismo cuando se exilió en la Argentina.

"Todo lo ponía en duda, todo debía ser cuestionado, cuando había algún acuerdo pedía que fuera discutido para encontrar una solución mejor. Siempre buscó sacar lo mejor de cada idea, de cada persona, de cada situación. Siempre estudiando. Era inteligentísimo, manejaba a la perfección siete idiomas", contó su hija Mausi Orquín a La Vanguardia.

Una vez en el campo de exterminio de Mauthausen, en Austria, aprovechó la ventaja que le daba hablar el alemán y su formación cultural. Se volvió traductor y convenció a los nazis de que con mejores condiciones de vida los prisioneros españoles podrían producir más. Lo pusieron de kapo, que eran los encargados de mantener la disciplina en los campos de concentración y de dirigir los trabajos forzados. Fue el puente que permitió salvar vidas mediando con aquellos que él había combatido y ahora los torturaban.

Pongamos las cosas en contexto. De los 9.000 deportados republicanos que pasaron por los campos de concentración nazis murieron 5.258, el 90 por ciento en el campo de concentración de Mauthausen, trabajando sin parar y mal alimentados, especialmente en el subcampo de Gusen. La mayoría eran jóvenes.

En esas circunstancias de horror, César consiguió convencer a los oficiales de las SS con estadísticas y gráficos de que si les daban mejor trato a él y sus compañeros, serían más eficientes. Según sus biógrafos, allí demostró su gran habilidad e inteligencia.

 

Un campo de exterminio no es un campo de flores

Cada tanto, los pasaban a otros sub-campos de exterminio que dependían de Mauthausen, con diferentes niveles de sufrimiento. En el peor (Ternberg), el comando de César estuvo integrado por unos 360 a 400 prisioneros. En ese momento volvieron las disputas con los comunistas: habían organizado una resistencia clandestina en el encierro que iba en contra de la estrategia de Orquín de conseguir comida y mejores tratos. No se plegó. Finalmente renunció a la función de kapo.

Esos conflictos con los comunistas siguieron una vez terminada la guerra y liberados por los ejércitos aliados. Lo acusaron de explotar y mandar a la muerte a otros prisioneros. Pero sus compañeros dieron testimonios en su defensa. Orquín Serra y muchos de los prisioneros sobrevivientes respondieron con datos, dando testimonios ante las acusaciones. Declararon que les salvó la vida, que intervino atemperando la violencia de los alemanes. Que en su comando muy pocos prisioneros habían muerto.

Nunca fue acusado formalmente. En cambio, sí fueron condenados otros kapos o directamente ajusticiados.

"El aparato comunista, a pesar de su gran valía, trató de hundirlo, de humillarlo. Para mí, fueron razones de concepción política y metodológicas. Políticas porque su ideario estaba por encima de cualquier adscripción ideológica y partidista. Metodológicas, porque siempre actuó de igual manera: había que beneficiar a los más débiles para evitar que se murieran. No por afinidades políticas, como a menudo, o casi siempre, pasó con los comunistas", explicó Guillem Llin Llopis a La Vanguardia.

 

El exilio en el exilio

Se casó en Austria con su novia. Tuvo a su hija Mausi en 1947. Fundó la Organización de Republicanos Españoles de Austria. Trabajó como profesor de idiomas y también en la embajada de la Argentina. Pero el hostigamiento y la amenaza de los comunistas continuó. Se exilió entonces en nuestro país.

Viajaron con pasaporte diplomático junto con la familia del cónsul argentino en Viena. Era el correntino José Ramón Virasoro: capitán retirado y ayudante de campo de Perón que sin experiencia política armó el Partido Peronista en su provincia, intentó ser candidato a gobernador y fue recompensado con un consulado en Europa. Más tarde sería investigado por venta de pasaportes y contrabando.

César, su esposa e hija se instalaron primero en Buenos Aires donde convivieron con republicanos españoles exiliados. Luego en Mendoza porque era más segura ante las amenazas de comunistas españoles (especialmente un secretario valenciano de origen gitano, de apellido Martínez). Eran tiempos de la Guerra Fría y el comunismo internacional se había convertido en un polo de poder político.

En el horror del campo de exterminio la comunicación y los libros le habían permitido sobrevivir. Sobre esos pilares reconstruyó su vida en el exilio argentino. Fue el responsable de prensa de la Biblioteca Pública General San Martín, en Mendoza.

Fue visible y conocido. Trabajó en radios (Libertador, Nacional y Nihuil), como locutor, guionista y dramaturgo con el seudónimo Aldagón. Fue publicista y más tarde director artístico de la Asociación Filarmónica de Mendoza. Fue docente, fundó la Escuela de Propaganda y Publicidad.

Pero no renunció a su condición de español y antifascista. En 1955 participó en la fundación de la Agrupación Republicana Española de Mendoza, que asumió al peronismo como una dictadura y se enfrentó a los comunistas pro soviéticos.

 

Las vueltas de la vida

Continuó en la actividad social como uno de los fundadores en 1956 del Centro de Investigación y Prevención de la Parálisis Infantil (CIPPI),  ocupado de vacunar ante el brote de poliomielitis y la inacción del gobierno.

También fue miembro de la Cámara Junior Internacional. Ya adulto ingresó a la masonería: su voz fue determinante para que Perón no fuera admitido como masón por sus convicciones autoritarias.

Por esos años surgieron versiones recogidas por Llin y Senso, sin prueba documental, que hablan de que podría haber colaborado con los cazadores de nazis, especialmente con Simon Wiesenthal.

La pintora Mecha Anzorena trabajó en la agencia de publicidad de César Aldagón (el seudónimo se le fue volviendo apellido con los años): recuerda que en los últimos tiempos estableció una relación muy estrecha con los hermanos Roitman.

"Para mí era un maestro. Él era comisario político en la Guerra Civil Española cuando yo era un niño de 13 años que vivía en Mendoza. Era un amigo. Tenía un oído absoluto y un conocimiento de obras musicales inmenso. Todos los días tomábamos un café y me daba lecciones de arte y de política", contó a La Vanguardia Moisés Roitman, con impecables 97 años.

La amistad con Moisés y su hermano Abraham fue estrecha en la última década de la vida de Orquín Serra. Paradójicamente los Roitman fueron figuras relevantes del comunismo mendocino: "fui secretario de Relaciones Internacionales de la SARCU (Instituto de Relaciones Culturales Argentina – URSS) y en el '56 visité la Unión Soviética. Volví muy crítico del comunismo y del peronismo. Fui amigo cercano de Benito Marianetti que supo refugiarse en mi casa. Pero nunca fui afiliado. Mi hermano sí: es uno de los fundadores del Credicoop", evocó Moisés.

Muchos años después fueron clientes y cercanos con Orquín Serra, que había llegado a Mendoza en parte por la amenaza de comunistas españoles. Se sorprendió Moisés: "Nunca supe de eso ni me lo contó. Pero cuando fui a conocer Mauthausen nos atendió un ex prisionero español que nos habló maravillas de cómo César había salvado a cientos de personas".

César murió el 14 de febrero de 1988. Hasta ese día vivió en el barrio Laprida de Godoy Cruz. Nunca quiso volver a España. La Generalitat de Valencia lo distinguió en octubre de 2021 por haber salvado 300 vidas.

 

Publicado originalmente en La Vanguardia Digital / Las fotos son del archivo de la familia de César Orquín.