dissabte, 18 d’octubre del 2025

Turismo, historia y horror: los tres lugares de Pontevedra que fueron campos de concentración

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Illa de San Simón, Santa María de Oia y A Guarda comparten un pasado trágico que pocos visitantes conocen

Vista del Monasterio de Santa María de Oia. ADP
ALBA GARCÍA 15/10/25 |

Quien visita hoy la Illa de San Simón o pasea junto al monasterio de Oia difícilmente imagina que en esos mismos lugares se encerró, torturó y ejecutó a miles de presos durante el franquismo. Espacios hoy asociados al turismo y la cultura, pero que fueron, durante años, sinónimo de miedo, enfermedad y silencio. 

  1. Un capítulo oscuro de la historia reciente de Pontevedra
    • La Illa de San Simón
      • A Guarda: El campo de Camposancos
        • Santa María de Oia: Represión en el monasterio
          • ¿Qué eran los campos de concentración franquistas?
            • ¿Por qué es importante recordar los campos de concentración de Pontevedra?

              Un capítulo oscuro de la historia reciente de Pontevedra

              La provincia de Pontevedra, conocida hoy por sus idílicos paisajes y su riqueza cultural, esconde un capítulo oscuro de su historia reciente. Durante el régimen franquista, tres de sus enclaves más emblemáticos —la Illa de San Simón, Santa María de Oia y A Guarda— se transformaron en campos de concentración donde miles de personas fueron recluidas y sometidas a condiciones inhumanas.

              Estos centros de detención, definidos como lugares donde "se encierra a personas por su pertenencia a un colectivo genérico en lugar de por sus actos individuales, sin juicio previo y sin garantías judiciales", fueron instrumentos de represión política, social e ideológica.

              Una investigación reciente ha arrojado luz sobre este pasado silenciado, fundamental para comprender la magnitud de la represión en Galicia y en el conjunto del Estado español.  Se trata del libro Breve achega aos campos de concentración na provincia de Pontevedra. Una obra de Cristina Caramés Espada, en colaboración con ADEC (Asociación para el Desarrollo Educativo y Cultural) y financiado por la Deputación de Pontevedra.

              Estos tres puntos geográficos, hoy asociados al turismo y la tranquilidad, fueron escenarios de un sufrimiento inimaginable. Miles de individuos, considerados opositores al régimen franquista, fueron confinados en estos espacios, padeciendo torturas, enfermedades y, en muchos casos, la muerte.

              La existencia de estos campos de concentración en las Rías Baixas es un testimonio palpable de la brutalidad de la dictadura, un período en el que el desconcerto inicial se transformó rápidamente en un pánico continuo para aquellos que no sabían por qué habían llegado allí ni cuánto tiempo vivirían. La documentación de estos hechos, que ha permitido recuperar una parte esencial de la memoria histórica de la provincia, subraya la importancia de conocer y difundir estos episodios para las generaciones actuales y futuras.

              La Illa de San Simón

              La Illa de San Simón, en la ría de Vigo, es quizás el más conocido de estos centros de detención. Entre octubre de 1936 y marzo de 1943, esta pequeña isla se convirtió en uno de los mayores campos de concentración de España.


              Imagen de la enfermería de la cárcel situada en la Illa de San Simón. DP

              Inicialmente, los presos provenían de zonas cercanas como Vigo, Pontevedra, Ourense y Vilagarcía de Arousa. Sin embargo, tras la caída del frente norte republicano, la isla recibió también a detenidos de Asturias, León, Cantabria y País Vasco.

              Se estima que más de 6.000 personas pasaron por sus instalaciones, viviendo en "condicións inhumanas e estaban distribuídos en diferentes pavillóns que se atopaban en condicións sanitarias lamentables".

              Las condiciones eran tan extremas que "eran frecuentes as sacas, os fusilamentos e as mortes por enfermidade". Este lugar fue considerado, sin duda, uno de los campos de concentración más temibles del franquismo, un verdadero infierno para miles de prisioneros políticos.

              A Guarda: El campo de Camposancos

              En el extremo sur de la provincia, el campo de Camposancos, en A Guarda, se erigió como otro pilar de la represión. Este centro fue un lugar "de sometemento ideolóxico, político e social, de resignación de identidades relixiosas e de violación dos dereitos humanos".



              Plano del campo de concentración de Camposancos. DP

              Las muertes ocurridas en estas instalaciones "marcaron o fin dun período cheo de signos desconcertantes para moitos e o comezo doutro, brutalmente máis difícil se cabe, no que o desconcerto do principio transformouse en pánico continuo". Muchos de los internados desconocían el motivo de su detención y la duración de su cautiverio.

              Camposancos fue también el escenario de una de las fugas más audaces de la comarca pontevedresa. La noche del 11 de febrero de 1938, doce personas lograron escapar de sus captores, vestidos con uniformes similares a los de los guardias, en un acto de desesperada resistencia.

              Santa María de Oia: Represión en el monasterio

              El monasterio de Santa María de Oia, hoy un impresionante monumento histórico, fue el tercer campo de concentración en la provincia de Pontevedra. La represión política, social e ideológica practicada en este lugar fue una constante que "permitiu a implantación do franquismo en España e a súa permanencia durante corenta años".

              Imagen del monasterio de Santa María de Oia. DP
              Imagen del monasterio de Santa María de Oia. DP

              Este centro llegó a albergar a casi 3.000 presos, quienes enfrentaron condiciones de internamiento extremadamente duras. La lluvia, el frío y las humedades constantes, sumadas a una alarmante falta de higiene —con la presencia de piojos, ratones y hormigas—, provocaron una elevada mortandad entre los internos.

              La imagen actual del monasterio contrasta drásticamente con el sufrimiento que se vivió entre sus muros, un recordatorio sombrío de la capacidad del régimen para transformar lugares sagrados en centros de tormento.

              ¿Qué eran los campos de concentración franquistas?

              Los campos de concentración franquistas fueron una pieza clave en el aparato represivo de la dictadura instaurada tras la Guerra Civil española. A diferencia de los campos de exterminio nazis, su objetivo principal no era la aniquilación física sistemática, sino el control, la reeducación y la eliminación de la disidencia política.

              En ellos se internaba a prisioneros de guerra republicanos, opositores políticos, sindicalistas, intelectuales, homosexuales y cualquier persona considerada "desafecta" al nuevo régimen. Las condiciones de vida eran deliberadamente precarias, con hacinamiento, malnutrición, falta de higiene y trabajos forzados, buscando quebrar la voluntad de los internados y servir de advertencia a la población.

              Estos centros, distribuidos por toda la geografía española, fueron fundamentales para consolidar el poder de Franco y silenciar cualquier voz crítica, dejando una profunda cicatriz en la memoria colectiva del país.

              ¿Por qué es importante recordar los campos de concentración de Pontevedra?

              Recordar la existencia de los campos de concentración en Pontevedra y en el resto de España es crucial por múltiples razones. En primer lugar, permite honrar la memoria de las víctimas y reconocer el sufrimiento que padecieron miles de personas por defender sus ideales o simplemente por su identidad. Además, comprender estos episodios históricos es fundamental para analizar las dinámicas de la represión y cómo los regímenes autoritarios operan para consolidar su poder.

              La frase del filósofo George Santayana, "aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo", resuena con fuerza en este contexto. Conocer estos hechos no solo es un ejercicio de justicia histórica, sino también una herramienta educativa vital para las nuevas generaciones, que deben aprender de los errores del pasado para construir un futuro más democrático y respetuoso con los derechos humanos.

              La difusión de esta información contribuye a mantener viva la memoria democrática y a prevenir el resurgimiento de ideologías totalitarias.