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Las tropas de la llamada columna Carranza, dirigida por Ramón Carranza, lograron el objetivo marcado por Gonzalo Queipo de Llano, a quien precedía el terror: "Fusilar a los hombres y violar a las mujeres"
JESÚS RUIZ / HUELVA | ACTUALIZADO 28.07.2011 - 01:00
La II República tuvo un fin trágico a pesar del triunfo del Frente Popular en las elecciones del 12 de febrero de 1936: La Guerra Civil española. Una serie de causas radicalizaron las posturas de la derecha y la izquierda y prepararon el golpe de Estado del 18 de julio de 1936, concebido como un golpe de Estado rápido, de una semana como máximo, pero que se convirtió en una larga Guerra Civil debido a diferentes causas. Entre ellas su internacionalización, interviniendo países como Alemania, Italia y Portugal, que enviaron armamento a Franco y, la URSS, que apoyó a la República. Lo curioso del caso es que existía un pacto de no intervención firmado por 27 países, que como se ve no se cumplió.
El 18 de julio Huelva y la mayor parte de la provincia se mantuvieron fieles a la República, ya que no había suficientes militares sublevados y fascistas para imponerse pero tal día como mañana, el 29 de julio de 1936, hace 75 años, las tropas sublevadas entraron en Huelva para controlar el puerto y evitar que la escuadra, fiel a la República, pudiera dominar el Atlántico y asegurar tanto la desembocadura del Guadalquivir como la comunicación con la Portugal de Salazar, favorable a los golpistas desde el primer momento. Procedente de Sevilla, la llamada columna Carranza, dirigida por Ramón Carranza Gómez, capitán de corbeta, fue tomando sucesivamente Chucena, Almonte, Bollullos, Manzanilla, La Palma, Rociana, Villalba del Alcor, Bonares, Escacena del Campo, Lucena, Niebla, Paterna, Villarrasa. Y el 29 llegaron a Aljaraque, Corrales, El Almendro, Alosno-Tharsis, Ayamonte, Beas, Cabezas Rubias, Cartaya, Gibraleón, El Granado, Huelva, Isla Cristina, Lepe, Moguer, Palos, Paymogo, Puebla de Guzmán, Punta Umbría, San Bartolomé de la Torre, San Juan del Puerto, Sanlúcar de Guadiana, Santa Bárbara de Casa, Trigueros, Valverde Villablanca, Villanueva de los Castillejos y Villanueva de las Cruces. Previamente se ocupó Encinasola e Hinojos (el mismo 18 de julio) y tras la toma de Huelva se produjo la rendición del resto del Andévalo y la Sierra onubense entre agosto y septiembre de 1936 (las últimas localidades fueron Hijonales, Cumbres de Enmedio, Cumbres Mayores y Cumbres de San Bartolomé el día 19 de septiembre), con una mínima resistencia en la batalla del empalme (7 de agosto) a 6 km al norte de Valverde, donde los sublevados derrotaron a dos camiones de milicianos procedentes de la Cuenca Minera.
Los izquierdistas onubenses crearon los Comités Antifascistas o de Defensa de la República con representación de todos los partidos del Frente Popular, declarando la huelga general en toda la provincia y formando las milicias de control o vigilancia. Su armamento consistía mayoritariamente en escopetas de caza, otras más antiguas y aperos de labranza o, en la mina, bombas de fabricación casera. A pesar de la desproporción de medios, los sublevados tuvieron que ir ocupando pueblo a pueblo, los enfrentamientos fueron frecuentes y, cuando la toma era inminente, los dirigentes más significados solían huir a otras poblaciones no tomadas y más importantes en las que hacerse fuertes, siendo en la Cuenca Minera donde se refugiaban todos los huidos y se formaron los grupos de resistencia más difíciles de dominar.
Conscientes de que el problema radicaba en Sevilla, se preocuparon de crear una columna que dificultase las maniobras del general Gonzalo Queipo de Llano, Inspector General de Carabineros, que se había apoderado del mando de la II División y se hizo con el control de Sevilla. Esta columna, formada por la Guardia Civil, a la que se unieron las fuerzas de Asalto, estaba dirigida por el comandante Gregorio Haro Lumbreras que, después de ser vitoreado a su entrada en Sevilla por los izquierdistas del barrio de Triana, se unió a las tropas sublevadas y destruyó a la columna de milicianos onubenses que le habían ayudado.
El grueso de esta columna se había formado en la Cuenca Minera y se le fueron sumando vecinos de Valverde, Huelva, San Juan del Puerto, La Palma, etc... El mismo comandante Haro los esperó en La Pañoleta (barriada de la localidad sevillana de Camas), donde fueron abatidos o hechos prisioneros para después, en un inmediato Consejo de Guerra, decretar sus fusilamientos como castigo público y ejemplar en las murallas de Ciudad Jardín, de Pagés del Corro y de la Macarena. No obstante, hay otros testimonios que señalan que el verdadero "héroe" de La Pañoleta fue el teniente Antonio Morillo Rodríguez, quien en vanguardia y con fuego de ametralladoras provocó la explosión de la dinamita. Los que lograron escapar, traicionados, humillados e indignados, cometieron a su regreso la mayoría de las atrocidades antifascistas y anticlericales conocidas en la provincia; la prensa las expuso como ejemplos de las barbaries izquierdistas y la derecha las utilizó como justificación de su "operación limpieza".
El comandante Gregorio Haro Lumbreras, a su regreso a Huelva tras la toma de la capital, se hizo cargo del Gobierno Civil y Militar hasta el 2 de febrero de 1937. Fue creando las Gestoras Municipales de los ayuntamientos ocupados, nombró a los distintos delegados gubernativos "con poderes de intervención sobre todo lo civil y militar" y asumió la represión inicial en la provincia. En octubre de 1937 se designó al coronel de Carabineros Joaquín Ibáñez Alarcón con el objetivo principal de acabar con las guerrillas serranas, porque aunque la guerra se da por finalizada en Huelva el día 19 de septiembre del mismo 1936 y en España en abril de 1939, las guerrillas serranas siguieron operando durante la posguerra. Por ejemplo, la partida Los Alacranes, comandada por El Chato de Huelva; la Partida Cerreño de Francisco Gómez; la del Gato; la de Saca Hunto; la del Zorro; la de Flores y la del Cartagenero.
El número de víctimas varía ostensiblemente según las fuentes. Hubo 6.000 muertos por la represión fascista y unos 400 por la represión de las fuerzas de izquierda,. Lo cierto es que murieron muchísimas personas, tanto republicanas como sublevadas, víctimas tanto de los combates como de las acciones de represión de uno y otro bando, así como de las penalidades derivadas de la guerra. La economía española quedó destrozada (además de que se partía de niveles de producción y productividad muy bajos), las carreteras y puentes destrozados; el 30% del tonelaje marítimo quedó destruido; la mitad de las locomotoras y las vías de tren estaban destrozadas; el 8% de las viviendas también; la producción industrial y la agrícola se quedaron en un 31% y un 21% de la anterior a la guerra respectivamente.
El texto está basado en documentación del historiador Francisco Espinosa, (Villafranca de los Barros, Badajoz, 1954), autor de diversas obras sobre la Segunda República Española, La Guerra Civil en Huelva, la represión franquista y sobre memoria histórica, a quien agradecemos su esmerado trabajo.
El 18 de julio Huelva y la mayor parte de la provincia se mantuvieron fieles a la República, ya que no había suficientes militares sublevados y fascistas para imponerse pero tal día como mañana, el 29 de julio de 1936, hace 75 años, las tropas sublevadas entraron en Huelva para controlar el puerto y evitar que la escuadra, fiel a la República, pudiera dominar el Atlántico y asegurar tanto la desembocadura del Guadalquivir como la comunicación con la Portugal de Salazar, favorable a los golpistas desde el primer momento. Procedente de Sevilla, la llamada columna Carranza, dirigida por Ramón Carranza Gómez, capitán de corbeta, fue tomando sucesivamente Chucena, Almonte, Bollullos, Manzanilla, La Palma, Rociana, Villalba del Alcor, Bonares, Escacena del Campo, Lucena, Niebla, Paterna, Villarrasa. Y el 29 llegaron a Aljaraque, Corrales, El Almendro, Alosno-Tharsis, Ayamonte, Beas, Cabezas Rubias, Cartaya, Gibraleón, El Granado, Huelva, Isla Cristina, Lepe, Moguer, Palos, Paymogo, Puebla de Guzmán, Punta Umbría, San Bartolomé de la Torre, San Juan del Puerto, Sanlúcar de Guadiana, Santa Bárbara de Casa, Trigueros, Valverde Villablanca, Villanueva de los Castillejos y Villanueva de las Cruces. Previamente se ocupó Encinasola e Hinojos (el mismo 18 de julio) y tras la toma de Huelva se produjo la rendición del resto del Andévalo y la Sierra onubense entre agosto y septiembre de 1936 (las últimas localidades fueron Hijonales, Cumbres de Enmedio, Cumbres Mayores y Cumbres de San Bartolomé el día 19 de septiembre), con una mínima resistencia en la batalla del empalme (7 de agosto) a 6 km al norte de Valverde, donde los sublevados derrotaron a dos camiones de milicianos procedentes de la Cuenca Minera.
Los izquierdistas onubenses crearon los Comités Antifascistas o de Defensa de la República con representación de todos los partidos del Frente Popular, declarando la huelga general en toda la provincia y formando las milicias de control o vigilancia. Su armamento consistía mayoritariamente en escopetas de caza, otras más antiguas y aperos de labranza o, en la mina, bombas de fabricación casera. A pesar de la desproporción de medios, los sublevados tuvieron que ir ocupando pueblo a pueblo, los enfrentamientos fueron frecuentes y, cuando la toma era inminente, los dirigentes más significados solían huir a otras poblaciones no tomadas y más importantes en las que hacerse fuertes, siendo en la Cuenca Minera donde se refugiaban todos los huidos y se formaron los grupos de resistencia más difíciles de dominar.
Conscientes de que el problema radicaba en Sevilla, se preocuparon de crear una columna que dificultase las maniobras del general Gonzalo Queipo de Llano, Inspector General de Carabineros, que se había apoderado del mando de la II División y se hizo con el control de Sevilla. Esta columna, formada por la Guardia Civil, a la que se unieron las fuerzas de Asalto, estaba dirigida por el comandante Gregorio Haro Lumbreras que, después de ser vitoreado a su entrada en Sevilla por los izquierdistas del barrio de Triana, se unió a las tropas sublevadas y destruyó a la columna de milicianos onubenses que le habían ayudado.
El grueso de esta columna se había formado en la Cuenca Minera y se le fueron sumando vecinos de Valverde, Huelva, San Juan del Puerto, La Palma, etc... El mismo comandante Haro los esperó en La Pañoleta (barriada de la localidad sevillana de Camas), donde fueron abatidos o hechos prisioneros para después, en un inmediato Consejo de Guerra, decretar sus fusilamientos como castigo público y ejemplar en las murallas de Ciudad Jardín, de Pagés del Corro y de la Macarena. No obstante, hay otros testimonios que señalan que el verdadero "héroe" de La Pañoleta fue el teniente Antonio Morillo Rodríguez, quien en vanguardia y con fuego de ametralladoras provocó la explosión de la dinamita. Los que lograron escapar, traicionados, humillados e indignados, cometieron a su regreso la mayoría de las atrocidades antifascistas y anticlericales conocidas en la provincia; la prensa las expuso como ejemplos de las barbaries izquierdistas y la derecha las utilizó como justificación de su "operación limpieza".
El comandante Gregorio Haro Lumbreras, a su regreso a Huelva tras la toma de la capital, se hizo cargo del Gobierno Civil y Militar hasta el 2 de febrero de 1937. Fue creando las Gestoras Municipales de los ayuntamientos ocupados, nombró a los distintos delegados gubernativos "con poderes de intervención sobre todo lo civil y militar" y asumió la represión inicial en la provincia. En octubre de 1937 se designó al coronel de Carabineros Joaquín Ibáñez Alarcón con el objetivo principal de acabar con las guerrillas serranas, porque aunque la guerra se da por finalizada en Huelva el día 19 de septiembre del mismo 1936 y en España en abril de 1939, las guerrillas serranas siguieron operando durante la posguerra. Por ejemplo, la partida Los Alacranes, comandada por El Chato de Huelva; la Partida Cerreño de Francisco Gómez; la del Gato; la de Saca Hunto; la del Zorro; la de Flores y la del Cartagenero.
El número de víctimas varía ostensiblemente según las fuentes. Hubo 6.000 muertos por la represión fascista y unos 400 por la represión de las fuerzas de izquierda,. Lo cierto es que murieron muchísimas personas, tanto republicanas como sublevadas, víctimas tanto de los combates como de las acciones de represión de uno y otro bando, así como de las penalidades derivadas de la guerra. La economía española quedó destrozada (además de que se partía de niveles de producción y productividad muy bajos), las carreteras y puentes destrozados; el 30% del tonelaje marítimo quedó destruido; la mitad de las locomotoras y las vías de tren estaban destrozadas; el 8% de las viviendas también; la producción industrial y la agrícola se quedaron en un 31% y un 21% de la anterior a la guerra respectivamente.
El texto está basado en documentación del historiador Francisco Espinosa, (Villafranca de los Barros, Badajoz, 1954), autor de diversas obras sobre la Segunda República Española, La Guerra Civil en Huelva, la represión franquista y sobre memoria histórica, a quien agradecemos su esmerado trabajo.
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