Los refugiados vascos huían de los horrores de la guerra y de la represión que se desencadenó una vez tomado Euskadi por las tropas sublevadas. El propio gobierno vasco fue un refugiado más. El drama de estos refugiados aparece entre los “papeles de Salamanca” devueltos a Cataluña[i]. En esos documentos podemos comprobar cómo diversas instituciones se encargaron de buscar personas para reunir familias o lo que quedaba de ellas, así como para intentar canalizar ayudas. Las Delegaciones de Euskadi en distintas áreas de la zona republicana intentaron atender a los refugiados, pero, también el Socorro Internacional Rojo colaboró en las misiones humanitarias. Las cartas de las distintas Delegaciones o del Socorro suponen una fuente histórica de primera magnitud para entender el drama de los refugiados, son de una riqueza humana extraordinaria. Nos detendremos en unos pocos casos, muy pocos, pero que pueden darnos una imagen del sufrimiento de aquellas personas, así como, los esfuerzos por mitigarlos.
Vicenta Morato Gómez, una jovencita vizcaína de 19 años, pedía el percibo de haberes que pudiera corresponderla por la desaparición de su compañero Hilario Bernáldez Gonzálbes en el frente de Ochandiano el 4 de abril de 1937, y perteneciente al Batallón “Esteban Salzamendi”, 4ª Compañía de Fusileros. Al parecer, había reunido la documentación necesaria para presentar la reclamación en Bilbao y en Santander pero no tuvo éxito debido al avance de las tropas sublevadas. Vicenta pudo llegar a Cataluña y se dirigió al Socors Roig de Catalunya de Sant Sadurní d’Anoia y esta organización decidió recurrir a la Delegación de Euskadi en Barcelona en búsqueda de asesoramiento para que Vicenta pudiera hacer la reclamación donde correspondiera.
En la misma carta enviada por el Socors Roig de Catalunya a la Delegación de Euskadi en la capital catalana pidiendo informes para ayudar a la joven Vicenta, también se pedía información para poder atender a Leonardo López Fernández, un refugiado del norte que buscaba a su compañera Encarnación Camuñas Núñez y a sus hijos José, María y Leonardo.
También, hemos podido leer dos listas de peticiones de información sobre el paradero de diversas personas, y elaboradas, ambas, en noviembre de 1937 por la Delegación de Euskadi de Valencia para ser enviadas a la de Barcelona. Se trataba de personas que desde Valencia y otros lugares buscaban a sus parientes. Nos detenemos en el caso de Juanita de Abajo que buscaba a dos sobrinas, María Ángeles y María del Carmen Abajo San Cristóbal, y que tenían 9 y 6 años, respectivamente. Al parecer, estas dos niñas habían sido evacuadas desde Bilbao hacia Francia. Juanita vivía en Valencia y quería que fueran a vivir con ella porque contaba con medios suficientes para mantenerlas.
María Laquiñena Zalacain, residente en Valencia, buscaba a José María Laquiñena Garmendia y sus hermanas Sinforiana, Senita y María Aránzazu, que salieron de Santander el 3 de julio de 1937 con dirección a Francia.
Isidoro Alcoiribe Zabaleta, residente en Valencia, deseaba que sus nietos fueran a vivir con él porque la madre de los niños, con la que vivían, había fallecido en Francia.
Encarnación Pérez Alberdi, natural de Irún, aunque vecina de San Sebastián, salió evacuada con su hijo de cuatro años de Santander con dirección a Francia. Pedía información sobre ella, Ángel Rivas Macazaga, residente en Valencia.
Gerardo Santamaría Porras, desde Játiva, buscaba a Ricardo, Rosa y Carmen Santamaría Conde, que embarcaron el 12 de junio de 1937 en Portugalete en el vapor “Habana” con destino a Rusia……
[i] “El drama dels refugiats bascos”, en Els documents confiscats/retornats a Catalunya, Barcelona, Generalitat de Catalunya, 2006, págs.. 226-229.
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