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Catedrático del departamento de Teoría Económica y Economía Política de la Universidad de Sevilla hasta su jubilación en 2011, Antonio Miguel Bernal es uno de los grandes especialistas en la historia agraria andaluza y en el comercio colonial del imperio español y uno de los nombres de referencia en la historiografía de las últimas décadas. A preguntas de Andalucesdiario.es, el autor de obras como ‘La propiedad de la tierra y las luchas agrarias andaluzas’ o ‘España, proyecto inacabado. Costes/beneficios del imperio’ ofrece algunas claves económicas –familiares para los especialistas pero poco conocidas del gran público– de la construcción del Canal de los Presos y los beneficios económicos derivados del mismo.
-¿Es posible determinar con precisión cuántas y cuáles fueron las grandes familias de terratenientes que obtuvieron beneficios importantes con el regadío derivado del Canal de los Presos?
-Es posible que pueda determinarse cuantas familias de terratenientes se beneficiaron de la puesta en regadío de las obras hidráulicas realizadas en el Guadalquivir y afluentes a raíz de la Guerra Civil con mano de obra de prisioneros de guerra y detenidos políticos. En el caso del Canal de los Presos es más fácil por ser un territorio muy bien acotado.
-Aun así, ¿no puede darse una cifra exacta?
-Ha de tenerse en cuenta que las obras hidráulicas sirvieron para asentar a una serie de parcelistas -los poblados de colonización- en régimen minifundistas que resultaban ser necesarios, a la larga para poder mantener la exigencia de mano de obra que requerían los nuevos latifundios de regadíos que se formaron tras las obras de canalización.
-¿Se puede aventurar una cantidad aproximada del beneficio obtenido por esas familias?
-Habría que distinguir dos tipos de beneficios. Uno, el beneficio patrimonial resultante de la revalorización de las tierras puestas en riego; antes de ser regadas, eran tierras muchas de ellas de segunda y tercera calidad -algunas, casi de pastos- y tras las obras de irrigación el precio de las mismas pudo multiplicarse por 3 y 4, al menos. Ese beneficio de incremento patrimonial fue decisivo pues eran tierras, una vez regadas, de la más alta cotización en Sevilla.
-¿Y el otro tipo de beneficio?
-Luego viene el beneficio de explotación, que se conseguía con la introducción de nuevos cultivos de regadío donde antes había secanos y eriales. Entre ellos, el cultivo algodonero, que durante los años de la guerra y después convirtió a esta zona en la principal abastecedora de esta materia prima y que dio origen a una cierta industrialización textil de guerra y postguerra; o la remolacha y el azúcar, con sólida implantación también en dichas tierras nuevas irrigadas; y finalmente, los frutales, y en otras zonas fuera del Canal, la aparición y desarrollo de los arrozales de las Marismas.
-Se trataba, entonces, de cultivos nuevos?
-Sí, como se puede ver, en conjunto se desarrollaron cultivos nuevos, muy capitalizados, gracias a las obras hidráulicas, y que si bien requerían mucha mano de obra, se beneficiaron de la abundante mano de obra disponible tras la guerra y la política de salarios de miseria. Así, pues, hubo al menos tres o cuatro modalidades de beneficios acumulados -patrimonial, agronómico, bajos salarios, transformación industrial incipiente, etc. No tengo en memoria en estos momentos a trabajo alguno que haya abordado esta problemática en su complejidad.
-¿Hay precedentes de otras grandes obras hidráulicas en España u otros países que se hicieran con este mismo sistema, tan favorable a los propietarios?
-La idea del desarrollo de grandes obras hidráulicas como vía de modernización agraria cuajó en Europa a fines del siglo XIX y XX. En España es conocida la actitud de Costa, o más tarde, en tiempo de la República, la sostenida por Carrión y otros agraristas a favor del desarrollo de los regadíos. En Andalucía se habían acometido algunas primeras obras pero el gran impulso se dio cuando, tras el arranque de la guerra, los vencedores en la zona de Sevilla reunieron un número excepcional de presos políticos y prisioneros. Queda por aclarar a quién se debió la iniciativa de utilizar esa mano de obra en las tareas de irrigación.
-¿Algún caso concreto que pueda asimilarse al de Sevilla?
-El precedente italiano, en la desecación de la llanura del Po, se hizo con prisioneros ordinarios y como forma de redimir condena. La novedad española-andaluza fue utilizar la mano de obra conseguida por la represión política y, con ironía, llamarles libertos a los que redimían algo de pena y seguían en el tajo, lo que de inmediato dio paso a denominar al resto, forzado a trabajar, como si fueran esclavos.
-En términos más generales, ¿es posible cifrar a cuánto ascendió el botín de guerra de los vencedores en Andalucía? Si no se sabe aún, ¿se logrará saber alguna vez?
-Lo del ‘botín de guerra’ en Andalucía es una expresión que va más allá de las obras de irrigación realizadas por presos políticos y prisioneros casi desde el inicio mismo de la contienda en tierras andaluzas. El ‘botín de guerra’ abarcaría otros tipos de activos, pues fueron muchas las tierras expropiadas por razones políticas, otras abandonas por gente y familia de fusilados o exiliados.
-¿Quiénes participaron en ese saqueo?
-En esa tarea depredadora participaron, con más ínfulas que los grandes propietarios, la pequeña clase media que se identificó desde el primer momento con el bando vencedor; muchos de esos depredadores del botín arramplaron con casas, tiendas y comercios, pequeñas parcelas, …incluso con bibliotecas de represaliados- y terminaron incrustándose en la espina vertebral fascista del régimen, llegando algunos de ellos -más de los que se piensa- a reunir una fortuna que, transmitida a sus descendientes, permitió a estos parte de la nueva burguesía acomodada del franquismo.
-¿Es este un hecho poco conocido?
-Esa clase media y baja, que también se cobró su apoyo entusiasta el golpe militar desde el inicio, apenas si se ha estudiado, de ella, proceden muchos de los demócratas políticos de hoy, razón por la cual este será un tema muy difícil de estudiar. A nadie le gusta que saquen a relucir los trapos sucios de la familia -y, repito, no sólo de los grandes propietarios-.
-En general, ¿la falta de información es porque no hay documentación, ya sea porque esta fue destruida o bien porque nunca existió?
-Documentación siempre hay; otra cosa es que haya voluntad de permitir el acceso a la misma y que haya grupos de investigación que, sin decaer en el empeño, se decidan a estudiarlo, como ha pasado con el tema de la memoria histórica. Espero que esa investigación cristalice, sea dentro o fuera o de los ámbitos universitarios.
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