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80 aniversario de la caída de la Ciudad del Doncel, el primer gran combate de la Guerra Civil. El Foro por la Memoria ha entregado a la ONU una lista de presos de los que nunca se volvió a saber nada
"A los dos días de meternos en la catedral pusieron un cañón en una calle cercana. En el primer cañonazo mataron a una miliciana llamada La chata de Alcalá. Ella pidió que la mataran, y la mataron. Después a las afueras pusieron otro cañón mayor. Cuando lo iban a disparar, les dije a los compañeros: ¡que van a disparar el cañón! La espoleta cayó donde estábamos, era del 15 y medio".
Así recordaba Ignacio Costero, miliciano en la catedral de Sigüenza y fallecido en 2010, el cerco sobre la ciudad castellana. Entre el 7 de agosto y el 15 de octubre de 1936 tuvo lugar el asedio sobre Sigüenza que desembocó en la toma de esta población a manos del bando sublevado. No fue un episodio central de la Guerra Civil, pero tampoco insignificante en la medida que marcó el inicio de la contienda.
El eje central fue el sitio a su catedral. Allí se refugiaron alrededor de 700 personas, incluidos milicianos y civiles, a la espera de un refuerzo militar que nunca llegó. Murieron medio millar de personas y la Ciudad del Doncel quedó semiarrasada. Buero Vallejo escribió en El tragaluz (1987): "Durante siglos tuvimos que olvidar para que el pasado no nos paralizase; ahora debemos recordar incesantemente para que el pasado no nos envenene. Reasumir el pasado vuelve más lento nuestro avance, pero también más firme".
El preludio de la batalla de Sigüenza tiene lugar justo la víspera de estallar la Guerra Civil. La tensión en la capital del valle del Henares ya era visible, dada la difícil convivencia de su población mayoritariamente conservadora y católica con grupos de izquierdas muy activos. El enfrentamiento cristaliza definitivamente el 13 de julio, tras el asesinato de Francisco Gonzalo, El Carterillo, creador y presidente de la Casa del Pueblo de Sigüenza, fundador de la Agrupación Socialista y del Sindicato de Oficios Varios, y miembro de la Comisión Gestora Municipal, a manos de un grupo de conocidos miembros de la derecha seguntina.
Tras comprobar que la sublevación había fracaso en Guadalajara capital, esCipriano Mera quien se cerciora del estado del frente a lo largo de lo que hoy es la autovía A-2, la carretera de Barcelona. Y, a partir del 25 de julio, empiezan a llegar varias columnas a Sigüenza, cuya dirección recayó en el coronel Jiménez Orge, según relata Jaime Desprèe en La batalla de Sigüenza (El Europeo Comunicación y Multimedia, 2004). Primero se incorporó la columna de la CNT-FAI, formada por unos 200 hombres, al mando de Feliciano Benito Anaya; después otra con 300 comunistas del batallón Pasionaria, a cargo del comandante Castro, y los anarquistas de la CNT-FAI y la columna del POUM; y finalmente la de los ferroviarios de la UGT y la de la JSU (Juventud Socialista Unificada).
En los campos del Alto Henares confluyen entonces todas las tendencias revolucionarias de la época pero el ejército franquista se hace fuerte tras tomar el control de Atienza y Alcolea del Pinar, dos poblaciones cercanas a Sigüenza y cuyo emplazamiento facilita el asalto a esta ciudad. Los episodios de represión clerical también se suceden: algunas iglesias son quemadas y el obispo de la diócesis de Sigüenza, Eustaquio Nieto Martín, es asesinado. Varios milicianos le prendieron fuego, le rociaron con gasolina y le arrojaron a un barranco en una carretera cercana.
Entretanto, el frente permaneció inestable durante varias semanas. La argentina Mika Etchebéhère explica en su libro Mi guerra en España que los milicianos se vieron obligados a detener el avance de las tropas de Franco en varias ofensivas. En una de ellas murió su marido, Hipólito Etchebéhère. Después Mika fue nombrada capitana de las milicias del POUM.
En septiembre del 36, Sigüenza fue bombardeada por primera vez. El avance de los sublevados provoca una avalancha de refugiados mientras la aviación alemana destruye el hospital y el hospicio del obispado. El asedio a la catedral arranca el 8 de octubre. La artillería de los rebeldes destrozó la techumbre, la torre derecha y la catedral.
Los prisioneros, a Soria
La caída de Sigüenza se hizo oficial el 16 de octubre de 1936. El coronel en la reserva José Mª Manrique, en Sangre en la Alcarria (Galland Books, 2009), un relato parcial y sesgado de la guerra en Sigüenza, recuerda que ese día las fuerzas que asaltaron el templo-fortaleza comenzaron la "clasificación" de 738 presos, de los que 500 eran combatientes.
En realidad, lo que comenzó entonces fue la represión. Las tropas franquistas detuvieron a numerosos prisioneros republicanos, especialmente, quienes permanecían refugiados en la catedral. Ahora, coincidiendo con el 80 aniversario de la batalla de Sigüenza, el Foro por la Memoria ha hecho público que contiene documentos militares de la época que acreditan que hay 157 prisioneros desaparecidos, lo que a juicio de esta organización puede tratarse de "un crimen de guerra".
La cifra no está lanzada al albur, sino que es fruto de una investigación de esta asociación centrada en el cotejo de las dos listas documentadas de prisioneros tras la batalla de Sigüenza. La primera de estas listas halladas está fechada el 16 de octubre de 1936, al día siguiente de la toma militar de Sigüenza y consta de 591 personas, entre miembros de las milicias republicanas y refugiados de los pueblos cercanos, que se hallaban cobijados entre las paredes de la catedral.
El segundo documento está firmado en Soria ya en el mes de enero de 1937, y está firmado por el director de la prisión de esta ciudad. En esta lista aparecen 333 presos, y en ella aparecen algunos nombres nuevos pues en ese periodo (octubre-enero) otros 14 presos habían llegado desde otras procedencias. Excluido este grupo y comparadas ambas listas la diferencia es de 157 presos menos en el segundo listado respecto al primero.
Según varias informaciones, los prisioneros fueron trasladados atados por los codos a la Alameda, siendo encerrados en el teatro Capitol, para su clasificación, excepto los ancianos, mujeres y niños que fueron inicialmente encerrados en las escuelas y liberados poco después. Al día siguiente y sin apenas darles de beber, los presos del Capitol fueron trasladados en camiones de ganado a Soria, donde fueron encerrados en el convento de Santa Clara, habilitado como cuartel y prisión. Varios de estos presos fueron ejecutados por el camino en los altos de Barahona, límite entre las provincias de Guadalajara y Soria, pero la mayoría de ellos llegó a su destino.
Desapariciones forzadas
"Respecto a los presos que sí figuran en ambas listas y dados los años transcurridos y numerosísima documentación posterior, es posible rastrear su destino en batallones de trabajadores, cárceles, campos de concentración o revisiones de penas posteriores", explica Xulio García Bilbao, del Foro por la Memoria en Guadalajara. Sin embargo, de los 157 presos que figuran en la lista de salida y no en la elaborada en Soria en enero del 37 no hay ningún rastro.
Son, por tanto, los desaparecidos de la batalla de Sigüenza. Y es el motivo por el que el Foro por la Memoria trasladó esta información al relator especial de la ONU para desapariciones Forzosas, Ariel Dulitski. "La ONU recogió la información, lo que supuso un importante paso, pues se trata de pruebas de un caso flagrante de desapariciones forzadas, pero recordó que es el Estado español el encargado de investigar estas desapariciones", matiza García Bilbao.
Decía el poeta argentino Juan Gelman que un país sin memoria no puede tener un civismo sano. El empeño en recuperar la memoria de la batalla seguntina gira alrededor de este axioma. Hasta la fecha, y sin que la lista de presos desaparecidos haya sido publicada, el Foro por la Memoria ha tomado contacto con las familias de dos de estos prisioneros: Aureliano Nieves Mora, natural de Madridejos (Toledo), aprendiz de sastre de 19 años; y Antonio Ballesteros Burgueño, jornalero de 19 años, natural de Albalate de Zorita (Guadalajara).
Ambos eran voluntarios en las milicias del POUM. Ambos fueron hechos prisioneros en la catedral de Sigüenza y su rastro se perdió en las semanas siguientes. "Su desaparición es constitutiva de un presunto crimen de guerra, pues se hallaban bajo custodia del ejército sublevado. Incluso según la legislación vigente en la época, estos presos de guerra estaban bajo el amparo del Convenio de Ginebra de 1929", subraya García Bilbao. El pasado domingo, el Foro por la Memoria entregó 29 diplomas y rindió homenaje a los represaliados en la batalla de Sigüenza.
ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE GUADALAJARA
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