domingo, 22 de octubre de 2017
El domingo por la noche nuestro equipo llegó a Brunete para iniciar una nueva campaña arqueológica, esta vez centrada en la excavación de fortines franquistas construidos en 1938. Nada más llegar, las noticias que venían de Galicia eran desoladoras. A las doce de la noche, Aitor, brigadista y colaborador de nuestro proyecto, nos enviaba un mensaje señalando que comenzaba a arder Repil.
Los que seguís nuestro blog sabéis que Repil es un sitio abandonado en el que fue exterminada la IIª Agrupación del Ejército Guerrillero de Galicia el 20 de abril de 1949. En el último medio siglo, Repil siempre ha sufrido incendios, uno por década, casi. En nuestras excavaciones de junio de 2016 registramos niveles de ceniza correspondientes a esta actividad pirómana. De hecho, el colapso definitivo de la casa (abandonada en 1964) tuvo lugar tras uno de estos pavorosos incendios.
Como decimos, en Repil, en la madrugada del pasado domingo, surgieron las llamas que casi se llevan por delante las parroquias limítrofes. Los vientos del huracán Ofelia, unidos a la maldad del terrorista pirómano de turno, casi provocan una tragedia. Las aldeas de Ríos y de Alto (Chavaga) tuvieron que ser evacuadas, mientras que en Cereixa la situación se hizo insostenible en los alrededores de Cima de Vila. La autogestión vecinal y la ayuda de jóvenes procedentes de otras zonas del ayuntamiento fueron fundamentales para controlar la situación.
En Repil empieza y termina esta historia que os queremos contar. La casa de Repil no se salvó por un milagro. Permanece gracias a las labores de desbroce que periódicamente lleva a cabo Antonio Díaz Amaro, quien emplea su tiempo y su dinero para conservar y proteger estas ruinas. Permanece gracias a brigadistas que, como Aitor, pusieron su empeño en preservar estas piedras. Es emocionante ver cómo se luchó contra las llamas, en primera línea, definiendo un anillo de protección de la casa. Es alucinante comprobar cómo los brigadistas trataron esta casa en ruinas como si fuese una casa habitada. Estos chavales, auténticos héroes, se negaban a perder Repil, quizás no por lo que era, sino por lo que significaba.
Aún, a día de hoy, hay gente que valora el éxito de una excavación arqueológica en contextos contemporáneos por la cantidad y calidad de piezas halladas. Evidentemente eso no es así. En el caso de Repil, el éxito vino dado al exponer públicamente un paisaje, hasta ese momento, ausente. Gracias a la Arqueología, en los dos últimos años, Repil se ha recuperado como lugar de memoria. Quizás sin esta Arqueología previa, no se hubiera prestado atención a este foco de fuego y se hubieran centrado los esfuerzos en otros parajes igualmente amenazados.
La memoria de lo que ocurrió en Repil es una memoria grabada a fuego. Como la bandera republicana que, en lo alto de un roble, sobrevivió a los pirómanos que se están cargando el Reino de España.