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REPORTAJES
El alcalde ‘Kichi’ concede 50.000 euros para la exhumación de neonatos más numerosa de España. La gaditana Pepi lleva 60 años buscando a su hermano mellizo que supuestamente murió tras el parto: "Es mi obsesión".
Pepi lleva toda la vida buscando. Su madre dio a luz en Cádiz, en el extinto hospital de Mora, hace 60 años. No nació sola. Junto a ella venía un hermano mellizo que jamás ha vuelto a ver. Compartieron cuna cinco días hasta que por sorpresa amaneció sola. Dijeron que José, como se llamaba el recién nacido, había muerto. Sin más.
En la planta retumbaron los guturales gritos de Manuela, madre soltera y sordomuda. Los alaridos, los llantos desconsolados, no cesaron, pese al consuelo de las monjas que la atendían.
Pepi se crió con una frase, recurrente en las conversaciones con sus vecinos de Espera, un pequeño pueblo de la sierra de Cádiz. “A tu hermano lo han robado”. Cuenta la ahora sexagenaria que iba con esa cantinela al párroco del pueblo, a la maestra y a todo aquel que pudiera ayudarla a comprender. Explica Pepi que en su juventud, siempre que podía, viajaba a Cádiz a pasear por la calle escudriñando caras, buscando a un varón que le se le pudiera parecer. Todavía hoy lo hace. “Es obsesión”, reconoce.
La busca sigue desde este lunes en Cádiz, pero no en sus calles. Un equipo dirigido por el arqueólogo municipal remueve tierra en el cementerio de San José, recientemente clausurado aunque sin inhumaciones desde hace 24 años. Buscan en un lugar exacto los féretros con los supuestos restos de 46 bebés, presuntamente robados.
En mitad de un camposanto sin tumbas, todas se han llevado al mancomunado de la Bahía, en Chiclana, una cuadrilla comandada por el arqueólogo de la asociación SOS Bebés Robados Cádiz, Jorge Cepillo, y el municipal José María Gener tratan de acceder al lugar en el que fueron enterrados los 46 neonatos. El objetivo es alcanzar las 44 sepulturas donde deberían estar los restos de los 46 bebés.
La del cementerio de San José en Cádiz es la exhumación de supuestos bebés robados más numerosa de España y se está ejecutando gracias a un convenio dotado con 50.000 euros suscrito entre la asociación SOS Bebés Robados y el Ayuntamiento de José María González, ‘Kichi’. Aunque los trabajos son extrajudiciales, todos los casos han prescritos o fueron archivados, suponen “un gran paso en el camino hacia la verdad, la justicia y la reparación” ya que “permitirá a las familias saber qué pasó con sus seres queridos”, apunta el concejal de Memoria Democrática del consistorio gaditano, Martín Vila.
TODA UNA VIDA SIN RESPUESTAS
“Llevo toda la vida buscándolo, toda”, confirma Pepi Rodríguez a EL ESPAÑOL. Nunca le cuadró la tesis que las monjas y los médicos del hospital de Mora le contaron torpemente a su madre. Tampoco el certificado de defunción, en el que figuraba una errata en el nombre del fallecido. “Ponía Josefa, mi nombre, pero habían tachado el ‘fa’ para que quedase José”, relata la vecina de Espera.
Con el tiempo, indagando en registros y testimonios personales de quienes compartieron el ingreso hospitalario de su madre, averiguó que el robo de su hermano obedecía a un plan orquestado por el equipo médico y unas monjas. “Todo estaba preparado”, afirma Pepi.
“En esos años, siendo de Espera —a más de 80 serpenteantes kilómetros de la capital—, la gente paría en sus casas, no en el hospital; pero a mi madre la hicieron ir a Cádiz días antes de dar a luz”, detalla Pepi. En el hospital de Mora, cerrado en 1990, su madre recibía las inexplicables visitas de una “señora adinerada” a la que no conocía de nada. Le llevaba regalos y comida.
Manuela, la madre, tuvo también que aguantar unos comentarios que “la encendían”. Según el relato de Pepi, las monjas le decían que de los dos niños, uno sería para ella y el otro para la desconocida. “Ella respondía como un toro, llorando y chillando”, apunta su hija, que sabe de la reacción de su madre por el testimonio de la mujer de un camillero a la que visitaba en Cádiz.
“La señora me quería a mí, pero la monja le dijo que no, que se llevase al niño, que la niña era de mucha ayuda para mi madre, soltera y sordomuda”, narra Pepi, que todavía se pregunta cómo alguien puede arrebatarle un hijo a una madre.
Manuela, su madre, vive con ella. Tiene 87 años y mantiene que su hijo sigue vivo. Apenas habla del tema. Solo cuando Pepi le aprieta porfiándole con que su hermano está muerto. Y ahí queda la cosa. No hay nada más a lo que agarrarse.
UN AÑO DE TRABAJOS
Los topógrafos han señalado el lugar en el que se escava. Todavía no ha aparecido ninguna “cajita”, como explica la presidenta de la asociación Chari Herrera, presente durante los primeros trabajos. Con ella hay miembros de SOS Bebés Robados y diversos voluntarios. Todos esperan que los primeros féretros aparezcan en pocos días, aunque ninguno sabe precisar con exactitud la fecha. “Quizás a finales de semana”, maquina a EL ESPAÑOL.
Solo entonces se sabrá qué ocurrió con sus hijos, hermanos… Hay casos de bebés robados en los que ha aparecido una simple gasa. De aparecer restos óseos, la asociación cuenta con un antropólogo forense que determinará edades y sexo aunque en última estancia será una prueba de ADN la que determine el parentesco con los demandantes.
Por eso es tan importante la metodología que los trabajadores están siguiendo a la hora de hacer la investigación. Tanto la asociación como el Ayuntamiento incluyen en su convenio las pautas que garanticen la cadena de custodia conforme a la regulación existente. En la hoja de ruta de las familias está el denunciar las irregularidades si las hubiera y poder reabrir los procesos judiciales.
Y así siguen, con mucho mimo, desarrollándose los trabajos que llevarán a estas familias a encontrar la verdad. Sea la que sea. Queda un año para averiguarla.
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