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CRÍMENES DEL FRANQUISMO
Lucas Marco autor de Simplemente es profesionalidad. Historias de la Brigada Político Social de València, explica cómo funcionaba este cuerpo policial enfocado a la represión de la disidencia. EVA MÁÑEZ
Marco publica el libro Simplemente es profesionalidad. Historias de la Brigada Político Social de València tras obtener la Beca Josep Torrent de Periodismo de Investigación otorgada por la Unió de Periodistes. Su libro es una minuciosa disección del temido cuerpo policial de la dictadura y surge oportunamente en un momento en el que la Brigada Político Social (BPS) está siendo investigada por las querellas interpuestas por varios militantes antifranquistas, una de ellas en el Juzgado de Instrucción número 1 de Valencia contra el comisario Benjamín Solsona, conocido como el Billy el Niño valenciano. Lucas Marco nos ilustra ampliamente sobre la BPS: desde sus orígenes históricos, sus violentos métodos durante la dictadura, su posterior reconversión democrática gracias a la guerra sucia antiterrorista y una larga sombra que llega casi hasta nuestros días.
Usted retrata el oficio de la BPS a través de una amplia galería de personajes. Profesionales, burócratas, tétricos, sádicos, corruptos… aunque también muestra personalidades complejas y ambiguas. ¿El policía de la BPS nace o se hace? No sabría decirte. La Guerra Civil los marcó mucho, al menos a los de la primera generación. Allí se hicieron sus trayectorias. He intentado hacer un trabajo exhaustivo, preciso, frío, evitando la denuncia por injurias. El dato objetivo es un ingrediente fundamental del periodismo de investigación. Otro ingrediente es que pensaba que los personajes iban a ser planos, grises y sin interés, pero después descubrí historias negras, inquietantes, que siempre vienen bien para la narración. Un personaje como Tomás Cosías, que participó en la División Azul, o el propio Antonio Cano, que participó en la Quinta Columna en Valencia. Aunque los personajes interesantes y peculiares son más bien la excepción. Lo tétrico, brutal y chusquero es lo que abunda.
Otra cuestión de interés es la naturaleza del enemigo a combatir por la BPS. Ahí encontramos un importante protagonismo del movimiento anarquista en el País Valencià. ¿En qué medida este análisis recupera la actividad de resistencia del gran ideario silenciado tras la guerra? Cuando inicié el libro mi idea era contar la historia de los movimientos populares y antifranquistas a través de la historia de la BPS, porque al final la perspectiva de perseguidores y perseguidos cronológicamente tenía cierto interés. Lo que pasa es que, por condiciones materiales de la investigación, no pudo ser. Aún así intenté dar unas pinceladas, sobre todo de la época de la posguerra, que es la etapa más desconocida y en la que la represión fue más salvaje. En cierta manera es un homenaje a gente que se jugó la vida muy seriamente. En el caso del anarquismo, el movimiento ha sido menos documentado en València que en otras ciudades como Barcelona, pero es bien cierto que en nuestra ciudad ha existido desde hace más de un siglo una actividad anarquista muy importante y muy vinculada a los movimientos populares y anticlericales, pudiendo remontarnos hasta el blasquismo. Está aún por estudiar, a pesar de los diversos trabajos historiográficos que se han publicado.
La internacionalización del conflicto supone la colaboración con los nazis alemanes y la adopción de sus métodos de tortura. En tiempos de revisionismo, ¿estas cuestiones son especialmente ilustrativas sobre la naturaleza del régimen franquista? Yo creo que no solo de la naturaleza del régimen franquista sino de la naturaleza del propio Estado español. Realmente las raíces más profundas de la BPS se encuentran en la Restauración, a finales del siglo XIX, en el contexto de la amenaza de la violencia anarquista. Hay que recordar que en España el anarquismo presenta históricamente una fuerza extraordinaria. A finales del S. XIX se crea esta policía militarizada que pervive hasta la proclamación de la República, que intentará sin éxito la reforma de los cuerpos policiales. Es en la posguerra y bajo la influencia de la Gestapo, cuando comienzan a conformarse de manera más completa los métodos y la forma de funcionar de la BPS. Básicamente hay una línea de continuidad desde la Restauración hasta la Transición, un hilo conductor que ilustra una policía política especializada en combatir a los diversos movimientos que históricamente han desafiado, ya sea pacífica o violentamente, al Estado: anarquismo, republicanismo, comunismo...
La aportación de los civiles al control social es otro de los temas señalados en su libro. ¿Qué lecciones podemos extraer en la actualidad de las prácticas de delación y de los chivatos en aquellos tiempos? En la posguerra todo el fenómeno de la delación está muy asociado al establecimiento de la dictadura. La depuración es total, tanto entre los funcionarios públicos como de otros trabajadores en posiciones claves para suministrar información. Por ejemplo, en el barrio de Salamanca los porteros eran de clase trabajadora y de izquierdas, y el Régimen los depuró. También pasa con figuras como los bedeles en las universidades y los taxistas. Es algo común a todas las dictaduras, comprar la información o forzar a su cesión. Un ex alto cargo de Interior del PSOE me contaba que, según su teoría, no se había permitido más acceso a archivos vinculados a esta cuestión porque aflorarían nombres de confidentes e infiltrados, algunos muy cercanos al mundo académico y sindical.
Destaca cómo, a finales de los años 60, se hace uso de algo tan de actualidad como es el escrache para denunciar los abusos de la BPS. ¿En qué medida, podemos poner en valor una lectura contemporánea de libro? ¿Cuáles son las principales lecciones que nos ofrece a día de hoy? El episodio del escrache es un episodio realmente interesante. El historiador Alberto Gómez Roa me enseñó hace unos años este periódico clandestino del Partido Comunista del año 1972 donde se denunciaba, a raíz de una detención bastante masiva de estudiantes de la universidad, las prácticas de la BPS y sobretodo proporcionaba una lista con los nombres completos, teléfonos y las direcciones de estos policías. Es curioso porque incluso hoy en día la gente del PCE no aclara quién lo hizo. Pero sí es un documento por el que doy las gracias, ya que me ha ayudado enormemente a la investigación. Esta acción es un claro ejemplo sobre los márgenes de maniobra y resistencia frente a los intentos de control absoluto de un Estado totalitario. Máxime en un modelo como el de la BPS, que no era tanto un servicio de inteligencia, sino que su método era básicamente apretar las tuercas para obtener información.
Tu obra aborda un tema poco analizado de nuestra historia reciente. ¿En qué medida ha encontrado dificultades y resistencias para trabajar la memoria histórica de la BPS? Con las fuentes policiales sí que he encontrado algunas dificultades, mucha gente no quería hablar a pesar del tiempo transcurrido. Los agentes que estuvieron en la Brigada Político Social están en su mayoría jubilados y, pese a ello, ha sido complicado entrevistarlos. Por lo que respecta a tener acceso a los archivos, he podido acceder a lo que la directiva del Ministerio del Interior permite, que son expedientes de agentes de policía de los que ya han transcurrido 25 años de su muerte o 50 años si ésta se desconoce. Con todo ese material, más sumarios judiciales de la época así como memorias y autobiografías, he podido construir esta historia. La burocracia de un Estado totalitario produce mucho papeleo, mucho documento oficial que luego te permite seguir la vida laboral del funcionario en cuestión.
¿Y no faltan partes de los expedientes? Yo diría que no, sí que hay expedientes que están parcialmente censurados por cuestiones como la protección de datos, pero en general están bastante completos. Otra cosa es que el acceso es prácticamente imposible a todo material de Interior que no sea propiamente expediente de vida laboral. O bien se ha conservado muy poco en archivos públicos o quedan algunos boletines de la posguerra que se salvaron milagrosamente.
Existe un serio problema en este sentido, ya que el acceso a los archivos es clave para la Memoria histórica. Historiadores de todas las tendencias piden que este acceso sea más fluido y equiparable al de otros países democráticos de nuestro entorno. Sin el acceso a esos archivos hay puntos oscuros de nuestra historia que se quedan sin investigar. Estamos en 2019 y yo me he encontrado con documentos de los años 30 parcialmente censurados. A esto se añade que cada vez quedan menos testimonios vivos.
Se puede afirmar que éste es un tema difícil e incómodo y esto se debe a la falta de depuración en los cuerpos de seguridad de Franco durante la Transición y los primeros gobiernos de UCD y el PSOE.
Llama la atención que ningún representante político de esa época pidiera la depuración de los cuerpos policiales.El contexto de reciclaje de la BPS fue el de la lucha frente a ETA y se necesitaban especialistas. Otra cosa es la lectura histórica que podamos hacer, si eso realmente fue eficaz. Yo diría que no, que eso propició una guerra sucia bastante poco efectiva. En el primer gobierno del PSOE, Carlos Sanjuán era el responsable de temas de Interior del partido y, según parece por la hemeroteca, tenía intención de hacer una mínima depuración de mandos. Finalmente, tras una serie de conflictos, Barrionuevo desplazó a Sanjuán en el nombramiento de ministro. El hecho de que los partidos democráticos pasaron por el aro también tiene una consecuencia en lo que es la memoria y la investigación periodística ya que éste es un tema por el que se pasa de puntillas.
En el libro se echa en falta más testimonios de víctimas y algo más de diversidad en las mismas. Sí, eso es algo que comparto en mi autocrítica. Y no solo eso, también un mayor enfoque de género en el análisis. De nuevo se debe a las limitaciones materiales al hacer el libro. Ojalá hubiera tenido más tiempo para incluir más testimonios, tanto de gente muy conocida —dirigentes del Partido Comunista, Comisiones Obreras, etc— como de gente de base de éstos y otros movimientos, porque la izquierda antifranquista era muy plural y muy diversa. También es cierto que no he querido excederme en los testimonios de víctimas. El enfoque de la investigación era hacer una historia de la BPS, no una crónica de la brutalidad de la tortura. Los testimonios de las víctimas me sirven para alimentar el perfil de los integrantes de la BPS. Con más tiempo hubiera incluido una mayor variedad y más testimonios de mujeres. La represión ejercida sobre las mujeres, amenazas a la familia, violencia sexual… Obviamente las mujeres participaron por igual en los movimientos sindicales y estudiantiles.
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