Manuel de Rivacoba y Rivacoba (1925-2000) es absolutamente desconocido en España pero está muy presente en las universidades y en las leyes penales de Argentina, Chile y Ecuador.
En el centenario de su nacimiento se suceden los homenajes. "Nos enseñó que el derecho penal debe estar orientado a que la sociedad progrese hacia la dignidad del ser humano", dice a 'Público' la presidenta del Tribunal Constitucional de Chile.

Madrid-
Catedrático de Derecho penal, filósofo del derecho y escritor. La huella que ha dejado Manuel de Rivacoba y Rivacoba (Madrid, 1925-Santiago de Chile, 2000) en varias generaciones de juristas de América Latina es imborrable. Hay premios para abogados que llevan su nombre, manuales de derecho penal que llevan su firma y vigentes códigos penales que llevan su impronta. Pero en España su nombre está injustamente olvidado, pese a que en su juventud luchó para derrocar al dictador Franco y reponer los valores democráticos, a los que dedicó su vida.
Hijo único, Manuel de Rivacoba, madrileño de origen vasco, del Concejo de Sojoguti (Arceniega, Araba), se quedó sin padre con 15 años, cuando falleció días después de salir de la cárcel, en 1940, por su militancia republicana. El padre se había dedicado a la venta de libros e incluso había hecho las Américas en Perú y Bolivia.
Estos apuntes biográficos los aporta a este diario Daniela Marzi, presidenta del Tribunal Constitucional de Chile. Marzi fue alumna y amiga del profesor español en la Universidad de Valparaíso (Chile): "Quienes fuimos sus alumnos somos muy leales a su enseñanzas. Nos entregó un sistema con profundas bases históricas y filosóficas y una forma de entender el derecho como objeto de la cultura. Y el derecho penal, en particular, como una muestra inequívoca del estado de avance de la sociedad, es decir, desde una idea de libertad de conciencia del ser humano para construir su propio proyecto de vida".
Esa idea del derecho penal que pone en el centro la dignidad humana es la joya del pensamiento del profesor Manuel de Rivacoba, "algo que hoy parece contracultural", apunta la presidenta Marzi. Un ideario que comenzó a fraguarse durante el juicio militar de 1947 al que fue sometido por sus actividades de resistencia en la Federación Universitaria Escolar (FUE), una organización clandestina antifranquista. Tenía 22 años cuando fue detenido, torturado y juzgado en consejo de guerra franquista, condenado a muerte, pero afortunadamente la pena capital le fue conmutada por la pena de 30 años de prisión.
Rivacoba fue destinado en un primer momento a trabajos forzados en un batallón disciplinario en el norte de África, pero después, de nuevo en la península, le permitieron estudiar en la cárcel, primero Filosofía y después continuó con sus estudios de Derecho. Tras nueve años de presidio, logró escaparse en 1957 y pasó a Francia, desde donde viajaría a Argentina, refugio de un nutrido grupo de intelectuales españoles exiliados.
El juez argentino José Sáez Capel es uno de los juristas latinoamericanos que pasó de ser alumno de Rivacoba a ser su amigo. En la necrológica que dedicó al maestro relata la vivencia de cárcel y expone la marca que dejó en el joven el hecho de haber sido condenado a muerte. "En un generoso prólogo a un libro mío sobre la pena de muerte, relataba con la simpatía que lo caracterizaba la forma como fuera juzgado, librándose de ser condenado a la pena capital, pues de haber prevalecido su propuesta y pretensión [se refiere al fiscal], hubiera sido sin lugar a dudas gentilmente fusilado", cuenta Sáez Capel.
El español logró la Cátedra de Derecho Penal en la Universidad Nacional del Litoral, en Santa Fe, Argentina, donde desarrolló hasta 1966 una intensa actividad intelectual; y también política, estando en contacto con el Gobierno de la República en el exilio. Como tal, participó en la fundación del partido Acción Republicana Democrática Española, que aglutinaba a los dos partidos de izquierda republicana de más implantación antes del golpe de Estado de 1936.
El doble exilio de Rivacoba
El jurista español se había trasladado a la Universidad de Buenos Aires cuando poco después se produjo la noche de los bastones largos, el 29 de julio de 1966: la dura represión de las fuerzas armadas contra los estudiantes y docentes que se habían manifestado en protesta por la reforma universitaria que quería imponer el general Juan Carlos Onganía, al frente de un gobierno militar. Onganía dio un golpe de Estado bajo el lema de "La Revolución argentina" que suprimió los partidos políticos y las libertades. Rivacoba volvió a exiliarse. El nuevo destino fue Chile, la Universidad de Valparaíso.
Daniela Marzi, que estudió en aquella universidad, destaca que Rivacoba fue maestro de ilustres juristas en Argentina y en Chile, como Eugenio Raúl Zaffaroni, miembro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación; Haroldo Brito, ex ministro de la Corte Suprema de Chile; y profesores muy reconocidos, como el penalista José Luis Guzmán, en Valparaíso. "Las enseñanzas del profesor Rivacoba nos orientan a tener una visión del Estado con contrapesos y con una autoridad limitada en la dignidad humana. Me enseñó que el Derecho es política, que se puede comprender el grado de evolución de una sociedad observando sus penas", dice la jurista chilena a este diario.
El exilio en la universidad
El magistrado del Tribunal Constitucional Ramón Sáez participó recientemente en un homenaje al profesor Rivacoba en la Universidad de Valparaíso: "La historia ha levantado acta de que unos 195 docentes universitarios marcharon al exilio, de entre ellos, 55 de disciplinas jurídicas; hay que tener en cuenta que entonces había ocho universidades en España", decía en su intervención el juez español, que no conoció personalmente a Rivacoba, pero que ha leído parte de su obra, destacando el libro recopilatorio Violencia y Justicia, como indicó en el acto: "Me ha permitido constatar la talla intelectual del profesor Rivacoba y su integridad moral, entre otros datos, por su resistencia al fascismo y su lucha por la libertad y el derecho".
Regreso a España
Manuel de Rivacoba regresó a España en los años 80, abandonando el Chile de Pinochet, que desde 1973 se encargaba de destruir físicamente a la disidencia, pero al otro lado del Atlántico la transición democrática española se olvidó de él, igual que de la gran mayoría de intelectuales exiliados. "La obra de Rivacoba no se conoce entre nosotros, y no es un caso aislado, sino algo sistemático", destacó el magistrado Ramon Sáez en el acto de homenaje. Rivacoba obtuvo una cátedra en la Facultad de Derecho de la Universidad de Córdoba.
Regresó a Chile, una vez jubilado, en 1990, cuando el país hacía su propia transición después de la dictadura de Pinochet. Y Rivacoba tuvo un papel destacado. Fue el encargado de elaborar un informe jurídico para un enjuiciamiento del general Pinochet. El dictamen de Rivacoba dejaba abierta la puerta a poder considerar al dictador jurídicamente como el inductor de los crímenes de desaparición forzada de miles de chilenos. No vería procesado Rivacoba a Pinochet, porque fue a partir del año 2000 cuando este perdió la inmunidad y se le abrieron varias causas penales. Aunque Pinochet falleció en 2006 sin condena alguna. El jurista español también colaboró con los gobiernos de otros países de América Latina, como Ecuador, en la elaboración de leyes penales.
Manuel de Rivacoba falleció el 30 de diciembre del año 2000, en Santiago de Chile. Daniela Marzi pasó con él la última tarde de su vida, en el hospital José Joaquín Aguirre, "hablándole y tomándole la mano", recuerda. "Me engañó porque cuando me fui de ahí estaba mejor y yo me fui tranquila pensando que volvería al día siguiente. Murió horas después. Me di cuenta que él jamás me habría dejado verlo morir y que jamás optaría por vivir si no podía seguir desplegando sus capacidades, las que lo hacían ser quien era", relata la presidenta del Constitucional chileno.



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