La sublevación militar fue contestada por la Barcelona libertaria, obrera y catalanista y también las fuerzas del orden público (Mossos d’Esquadra, guardia de asalto, Guardia Civil) y los altos jefes militares.

Mireia Capdevila Candell
Barcelona-
Cuando un golpe de Estado de militares, civiles de extrema derecha, eclesiásticos reaccionarios y conspiradores diversos se pone en marcha, la primera consecuencia, la más inmediata, es una crisis y ruptura de la gobernabilidad del país. Un vacío de poder y la fragmentación del territorio. Esto es lo que ocurrió en España con la conspiración del 18 de julio de 1936. Lo que se quería que fuera un golpe de Estado y una sublevación contra el poder legalmente constituido de la Segunda República, abrió las puertas a una guerra civil y a un intento de revolución social que castigó España durante dos años y medio.
En Barcelona, el 19 de julio de 1936 debía inaugurarse la Olimpiada Popular, la alternativa democrática y antifascista de los Juegos Olímpicos que aquel verano acogería Berlín. Justamente para oponerse a la exhibición de la propaganda nazi, la Generalitat republicana aupó esta iniciativa que se basaba en los valores contrarios del Tercer Reich: la paz, la igualdad y la fraternidad entre los pueblos. Pero el levantamiento de los militares la madrugada de aquel día en la capital catalana lo hizo saltar todo por los aires.
Respuesta a la sublevación militar
La sublevación militar fue contestada por la Barcelona libertaria, obrera y catalanista, pero no solamente ésta. También las fuerzas del orden público (Mossos d’Esquadra, guardia de asalto, Guardia Civil) y los altos jefes militares de la división orgánica se opusieron radicalmente al golpe de Estado. La ciudad se llenó de grupos armados que montaron barricadas y tomaron el control de los puntos neurálgicos de la ciudad.
Neutralizada la sublevación militar entre el 19 y el 20 de julio, el vacío de poder y la falta de control efectivo sobre la maquinaria administrativa y de poder fueron los elementos determinantes para que las milicias populares, dirigidas desde los sindicatos (UGT, CNT-FAI mayoritariamente) y los partidos izquierdistas (POUM y el recién creado PSUC) se lanzaran a un doble objetivo que se revelaría imposible: ganar la guerra y ganar la revolución social.
El verano de 1936 en Barcelona fue una larga sucesión de episodios de violencia y enfrentamientos que acabarían determinando el futuro de la ciudad y de la Segunda República. Barcelona no pudo emular la resistencia madrileña de noviembre de 1936, ni dispuso de un cinturón de hierro como Bilbao, pero tampoco fue el paraíso del anarcosindicalismo lleno de promesas de igualdad social.
Imágenes históricas
Es impactante ver al consejero de Gobernación de la Generalitat de Catalunya, Josep Maria Espanya, en su despacho, trabajando un texto que seguramente debería pactar con las fuerzas izquierdistas catalanas; o al president Lluís Companys y al consejero de Cultura Ventura Gassol, reunidos en el Palau de la Generalitat. Estas imágenes nos evocan los ímprobos esfuerzos que el Gobierno catalán hizo para contrarrestar la violencia revolucionaria. Y por otro lado, contemplar la ocupación del mítico café Au Lyon d'Or, situado en la parte baja de las Ramblas de Barcelona, y convertido en la sede del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) y la redacción de su periódico La Batalla.
Las imágenes de los miembros del POUM uniformados y armados reflejan muy bien una parte de aquella Barcelona poliédrica del verano del 36 y que se visualizan en estos pequeños tesoros de memoria histórica que ahora salen a la luz: los barcos con bandera internacional en las aguas de Barcelona esperando para evacuar a los primeros ciudadanos, los depósitos improvisados que debieron organizarse para salvar el tesoro artístico del país, los trenes con milicianos voluntarios que marchaban hacia el frente. Todo esto y mucho más fue la Barcelona de aquel primer verano en guerra.
Pero el conflicto bélico evolucionó y con él, la capital catalana. Barcelona vivió al ritmo que marcaba el frente de guerra y los primeros bombardeos de febrero de 1937 fueron un punto y aparte indiscutible. La "Barcelona roja, democrática y catalanista" era el objetivo militar de los sublevados. No hacía falta ser muy lúcido para intuir que Barcelona sería duramente atacada porque su triunfo tenía un gran simbolismo para los intereses franquistas. Las imágenes de la comitiva oficial de las primeras víctimas de los bombardeos de febrero de 1937 en las calles de la ciudad o los edificios del Ensanche barcelonés completamente destruidos por las bombas de marzo de 1938 son un gran ejemplo de lo que la ciudad vivió aquellos años.
Ataque contra la población civil
Meses y meses de ataques aéreos sistemáticos sobre una población civil que no estaba en la primera línea de fuego. No era, pues, una acción para ganar terreno; era un estrategia psicológica de ataque contra la población civil. Debilitar al enemigo psicológicamente mediante la destrucción de sus hogares y la muerte de sus seres queridos. La guerra psicológica y anímica que Barcelona sufrió no tenía precedentes, pero sí tendría herederos cuatro años más tarde, durante la Segunda Guerra Mundial.
Desde febrero de 1937 hasta el último día, el 25 de enero de 1939, Barcelona tuvo que sobrevivir bajo un terror aéreo hasta entonces desconocido. Miles y miles de bombas cayeron en las calles de la ciudad, y miles y miles de daños materiales y de víctimas humanas se registraron aquellos meses. No es de extrañar, pues, que el primer ministro Winston Churchill citara a los brave men of Barcelona como ejemplo a seguir para los ciudadanos británicos en un su tercer discurso ante la Cámara de los Comunes, el 18 de junio de 1940.
La heroicidad y resistencia de los barceloneses fue decayendo a lo largo del otoño de 1938 y los primeros compases del invierno de 1939. Comenzaron a verse los precarios convoyes de refugiados marchando hacia el norte, hacia la frontera con Francia. Miles de civiles empezaban la aventura del exilio en Barcelona, con la mente fijada en el territorio francés, alejándose de las previsibles venganzas del vencedor. De estos días de enero y febrero de 1939 son las imágenes del paso de frontera en la zona del Pertús, en Francia.
Mientras unos huían, las tropas franquistas recibían la orden final de entrar en Barcelona y desde diferentes puntos fueron penetrando en la capital catalana el mediodía del jueves 26 de enero de 1939. Una fecha histórica para la ciudad porque con ella se cerraba la etapa republicana con sus logros sociales, culturales y políticos de la Generalitat de Catalunya y empezaba la nueva España que propugnaba el Caudillo, a imagen y semblanza de sus amigos nazis alemanes y fascistas italianos.
Un comentario aparte merecen las imágenes inéditas y con altísimo valor histórico de la entrada de las unidades militares nacionales en Barcelona. Unas por la parte alta de la ciudad, descendiendo por las laderas de la sierra de Collserola, y otras por el eje central de la Diagonal, acabaron juntándose en el corazón barcelonés de la Plaza Cataluña, culminando así la ocupación de la ciudad, una medalla que se colgó el general Juan Yagüe. El epílogo final lo encontramos en el desfile de la victoria, del 21 de febrero de 1939, la primera visita de Francisco Franco a Barcelona. Su entrada en un coche descapotable acompañado del general Fidel Dávila y la guardia mora fue la previa al gran desfile que presidió en un balcón magníficamente engalanado con tapices y banderas españolas.
El 26 de enero de 1939 Barcelona cerró su Guerra Civil española y dio inicio a la Barcelona de posguerra, en la que la misión principal fue borrar cualquier rastro de aquella ciudad "roja, republicana y catalanista". Dos años y medio vividos con intensidad y con periodos radicalmente diferentes: de la victoria sobre la sublevación militar, protagonizada por las milicias populares y las fuerzas de orden público y militares fieles a la República; hasta los esfuerzos sin tregua de la Generalitat republicana para proteger a la población civil de los estragos de los bombardeos de la Aviación Legionaria Italiana y la Legión Cóndor alemana. Dos años y medio imposibles de olvidar, que cimentaron una memoria histórica colectiva indeleble en el tiempo.
Mireia Capdevila Candell
Barcelona-
Cuando un golpe de Estado de militares, civiles de extrema derecha, eclesiásticos reaccionarios y conspiradores diversos se pone en marcha, la primera consecuencia, la más inmediata, es una crisis y ruptura de la gobernabilidad del país. Un vacío de poder y la fragmentación del territorio. Esto es lo que ocurrió en España con la conspiración del 18 de julio de 1936. Lo que se quería que fuera un golpe de Estado y una sublevación contra el poder legalmente constituido de la Segunda República, abrió las puertas a una guerra civil y a un intento de revolución social que castigó España durante dos años y medio.
En Barcelona, el 19 de julio de 1936 debía inaugurarse la Olimpiada Popular, la alternativa democrática y antifascista de los Juegos Olímpicos que aquel verano acogería Berlín. Justamente para oponerse a la exhibición de la propaganda nazi, la Generalitat republicana aupó esta iniciativa que se basaba en los valores contrarios del Tercer Reich: la paz, la igualdad y la fraternidad entre los pueblos. Pero el levantamiento de los militares la madrugada de aquel día en la capital catalana lo hizo saltar todo por los aires.
Respuesta a la sublevación militar
La sublevación militar fue contestada por la Barcelona libertaria, obrera y catalanista, pero no solamente ésta. También las fuerzas del orden público (Mossos d’Esquadra, guardia de asalto, Guardia Civil) y los altos jefes militares de la división orgánica se opusieron radicalmente al golpe de Estado. La ciudad se llenó de grupos armados que montaron barricadas y tomaron el control de los puntos neurálgicos de la ciudad.
Neutralizada la sublevación militar entre el 19 y el 20 de julio, el vacío de poder y la falta de control efectivo sobre la maquinaria administrativa y de poder fueron los elementos determinantes para que las milicias populares, dirigidas desde los sindicatos (UGT, CNT-FAI mayoritariamente) y los partidos izquierdistas (POUM y el recién creado PSUC) se lanzaran a un doble objetivo que se revelaría imposible: ganar la guerra y ganar la revolución social.
El verano de 1936 en Barcelona fue una larga sucesión de episodios de violencia y enfrentamientos que acabarían determinando el futuro de la ciudad y de la Segunda República. Barcelona no pudo emular la resistencia madrileña de noviembre de 1936, ni dispuso de un cinturón de hierro como Bilbao, pero tampoco fue el paraíso del anarcosindicalismo lleno de promesas de igualdad social.
Imágenes históricas
Es impactante ver al consejero de Gobernación de la Generalitat de Catalunya, Josep Maria Espanya, en su despacho, trabajando un texto que seguramente debería pactar con las fuerzas izquierdistas catalanas; o al president Lluís Companys y al consejero de Cultura Ventura Gassol, reunidos en el Palau de la Generalitat. Estas imágenes nos evocan los ímprobos esfuerzos que el Gobierno catalán hizo para contrarrestar la violencia revolucionaria. Y por otro lado, contemplar la ocupación del mítico café Au Lyon d'Or, situado en la parte baja de las Ramblas de Barcelona, y convertido en la sede del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) y la redacción de su periódico La Batalla.
Las imágenes de los miembros del POUM uniformados y armados reflejan muy bien una parte de aquella Barcelona poliédrica del verano del 36 y que se visualizan en estos pequeños tesoros de memoria histórica que ahora salen a la luz: los barcos con bandera internacional en las aguas de Barcelona esperando para evacuar a los primeros ciudadanos, los depósitos improvisados que debieron organizarse para salvar el tesoro artístico del país, los trenes con milicianos voluntarios que marchaban hacia el frente. Todo esto y mucho más fue la Barcelona de aquel primer verano en guerra.
Pero el conflicto bélico evolucionó y con él, la capital catalana. Barcelona vivió al ritmo que marcaba el frente de guerra y los primeros bombardeos de febrero de 1937 fueron un punto y aparte indiscutible. La "Barcelona roja, democrática y catalanista" era el objetivo militar de los sublevados. No hacía falta ser muy lúcido para intuir que Barcelona sería duramente atacada porque su triunfo tenía un gran simbolismo para los intereses franquistas. Las imágenes de la comitiva oficial de las primeras víctimas de los bombardeos de febrero de 1937 en las calles de la ciudad o los edificios del Ensanche barcelonés completamente destruidos por las bombas de marzo de 1938 son un gran ejemplo de lo que la ciudad vivió aquellos años.
Ataque contra la población civil
Meses y meses de ataques aéreos sistemáticos sobre una población civil que no estaba en la primera línea de fuego. No era, pues, una acción para ganar terreno; era un estrategia psicológica de ataque contra la población civil. Debilitar al enemigo psicológicamente mediante la destrucción de sus hogares y la muerte de sus seres queridos. La guerra psicológica y anímica que Barcelona sufrió no tenía precedentes, pero sí tendría herederos cuatro años más tarde, durante la Segunda Guerra Mundial.
Desde febrero de 1937 hasta el último día, el 25 de enero de 1939, Barcelona tuvo que sobrevivir bajo un terror aéreo hasta entonces desconocido. Miles y miles de bombas cayeron en las calles de la ciudad, y miles y miles de daños materiales y de víctimas humanas se registraron aquellos meses. No es de extrañar, pues, que el primer ministro Winston Churchill citara a los brave men of Barcelona como ejemplo a seguir para los ciudadanos británicos en un su tercer discurso ante la Cámara de los Comunes, el 18 de junio de 1940.
La heroicidad y resistencia de los barceloneses fue decayendo a lo largo del otoño de 1938 y los primeros compases del invierno de 1939. Comenzaron a verse los precarios convoyes de refugiados marchando hacia el norte, hacia la frontera con Francia. Miles de civiles empezaban la aventura del exilio en Barcelona, con la mente fijada en el territorio francés, alejándose de las previsibles venganzas del vencedor. De estos días de enero y febrero de 1939 son las imágenes del paso de frontera en la zona del Pertús, en Francia.
Mientras unos huían, las tropas franquistas recibían la orden final de entrar en Barcelona y desde diferentes puntos fueron penetrando en la capital catalana el mediodía del jueves 26 de enero de 1939. Una fecha histórica para la ciudad porque con ella se cerraba la etapa republicana con sus logros sociales, culturales y políticos de la Generalitat de Catalunya y empezaba la nueva España que propugnaba el Caudillo, a imagen y semblanza de sus amigos nazis alemanes y fascistas italianos.
Un comentario aparte merecen las imágenes inéditas y con altísimo valor histórico de la entrada de las unidades militares nacionales en Barcelona. Unas por la parte alta de la ciudad, descendiendo por las laderas de la sierra de Collserola, y otras por el eje central de la Diagonal, acabaron juntándose en el corazón barcelonés de la Plaza Cataluña, culminando así la ocupación de la ciudad, una medalla que se colgó el general Juan Yagüe. El epílogo final lo encontramos en el desfile de la victoria, del 21 de febrero de 1939, la primera visita de Francisco Franco a Barcelona. Su entrada en un coche descapotable acompañado del general Fidel Dávila y la guardia mora fue la previa al gran desfile que presidió en un balcón magníficamente engalanado con tapices y banderas españolas.
El 26 de enero de 1939 Barcelona cerró su Guerra Civil española y dio inicio a la Barcelona de posguerra, en la que la misión principal fue borrar cualquier rastro de aquella ciudad "roja, republicana y catalanista". Dos años y medio vividos con intensidad y con periodos radicalmente diferentes: de la victoria sobre la sublevación militar, protagonizada por las milicias populares y las fuerzas de orden público y militares fieles a la República; hasta los esfuerzos sin tregua de la Generalitat republicana para proteger a la población civil de los estragos de los bombardeos de la Aviación Legionaria Italiana y la Legión Cóndor alemana. Dos años y medio imposibles de olvidar, que cimentaron una memoria histórica colectiva indeleble en el tiempo.



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¿Quieres comentar?Comentarista anónimo16/11/2025
mireia : usted acaba de enseñarme mucho . le quedo muy agradecido . qué pase una buena noche y que tenga una bonita semana . muchas , muchas gracias
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trenfutur16/11/2025
Barcelona fidel a la seva tradició de víctima de bombardejos de totes les forces reaccionàries i imperialistes que l'han volgut sotmetre, l'han colpejat i molt durament, però el seu esperit democràtic, antifeixista i progressista resisteix i perdurarà.
Al Born, al museu del seu subsòl, apareixen les restes de segles enrere, també amb bombes centralistes i imperialistes.
HÒSTIES.
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