Más allá de la ayuda de la Alemania nazi y de la Italia fascista, Estados Unidos fue decisivo para movilizar con su combustible la maquinaria bélica franquista, como demuestran Ángel Viñas y Guillem Martínez.

Madrid--Actualizado a
El petróleo lubricó la maquinaria de guerra franquista. Sin combustible, los rebeldes difícilmente habrían podido movilizar sus tropas por tierra, mar y aire. Aunque contasen con la ayuda de la Alemania nazi y la Italia fascista, ¿fue decisiva la aportación de las petroleras estadounidenses para la victoria de Francisco Franco?
El historiador Ángel Viñas, después de investigar en profundidad la guerra civil española, llevaba tiempo rumiando esta fascinante historia, sorprendido por la falta de estudios al respecto. Ahora, con la colaboración de Guillem Martínez Molinos, ingeniero, economista y experto en la industria petroquímica, al fin tiene la respuesta.
No solo fue determinante la venta de petróleo, aceites y lubricantes por parte de la Standard Oil of New Jersey y de la Vacuum Oil Company, primero, y de la Texas Company (Texaco), después, sino también la colaboración de la dictadura de Salazar, pues Portugal, además de prestar ayuda logística a Franco, sirvió como territorio de tránsito de los carburantes.
"Sin petróleo, los aviones no vuelan, los barcos no navegan y los camiones no circulan. Sin petróleo, no hay guerra", evidencia Ángel Viñas, quien critica que la "complacencia" de Estados Unidos con los rebeldes perjudicó a la Segunda República, pues la Administración Roosevelt aplicó una política de laissez faire en el suministro de recursos energéticos.
En el contexto de la "agresividad" de las potencias del Eje y de la política de neutralidad y no intervención de Estados Unidos y los países europeos occidentales, la Segunda República ya había perdido la guerra civil en septiembre de 1936. Sin embargo, hasta ahora no se había analizado el peso de esa economía "libre" en la derrota republicana.
Texaco surtía de combustible al Gobierno del Frente Popular a través de la Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos (CAMPSA). Sin embargo, tras el golpe de 1936 el país quedó separado en dos bandos y, entonces, pasaría a abastecer a los sublevados. ¿Por qué tomó esa decisión la multinacional estadounidense?
Durante la guerra civil, la petrolera española siguió operando con dos estructuras separadas, la CAMPSA republicana y la CAMPSA franquista. Además, los rebeldes, que al principio contaban con el combustible suministrado por la Standard Oil, se hicieron con la refinería de CEPSA en Santa Cruz de Tenerife y se beneficiaron del volantazo de Texaco.
De la mano de Ángel Viñas y Guillem Martínez, retrocedemos en el tiempo para entender cómo el suministro de combustible fue definitivo para la victoria franquista. Ambos analizan la complicidad de Estados Unidos y la influencia de petroleras, empresas, bancos y conspiradores.
No obstante, la complejidad de su investigación —que señala los apellidos ilustres del gran capital español que hicieron negocio con los combustibles fósiles— invita a la lectura de El oro negro de Franco (Crítica), un ensayo minucioso y pormenorizado que indaga en la certeza de que la Segunda República perdió la guerra del petróleo antes que la guerra civil.
Sin petróleo, ¿no habría guerra civil o la perdería Franco?
Ángel Viñas: "Habría sido diferente, pero yo no puedo especular sobre las condiciones en que se habría desarrollado la guerra. En un principio, en el bando franquista el petróleo se utilizó de manera muy primitiva, obteniendo gasolina para hacer volar unos aviones pobretones gracias a las existencias de las factorías de CAMPSA que cayeron en manos de los sublevados; haciendo ajustes con brebajes extraños; y proveyéndose de lubricantes y gasolina de baja calidad de la Compañía Española de Petróleos (CEPSA) en Santa Cruz de Tenerife. Pero todo eso es especulativo. Lo que sí sabemos es que ya antes del estallido de la guerra civil, durante la conspiración, se abordó el tema del petróleo".
La 'neutralidad' de las petroleras estadounidenses
Ángel Viñas: "No había ninguna limitación al suministro de combustibles, como sí las hubo para las armas, ni estaban sometidos a vigilancia ni regulación, por lo que ambos bandos compraban en el mercado libre, allí donde pudieron. Sin limitaciones tampoco por parte del Gobierno estadounidense, todo dependía de la capacidad de maniobra y de financiación de la Segunda República o de los alzados".
[En el libro, Ángel Viñas y Guillem Martínez describen que el Gobierno legítimo resistió el embate de los rebeldes, pero la neutralidad de los países capitalistas y la cooperación inmediata de las dictaduras de Alemania, Italia y Portugal y —a través del suministro de petróleo— también de Estados Unidos, determinaron el futuro de la Segunda República].
"Lo normal es que los gubernamentales hubieran sido derrotados prontamente", escriben en el libro. "La ayuda soviética empezó a modificar las perspectivas. Cuando esta posibilidad se materializó, la Texas ya había decidido cambiar de clientes y sostener, imperturbable, la naciente España franquista. Este reconocimiento implícito se adelantó prácticamente a todos los demás. No cesó nunca".
Texaco, a favor de Franco
Ángel Viñas: "Texaco suministraba petróleo a la CAMPSA republicana, pues el contrato de 1935 estaba en vigor. Cuando se produjo el alzamiento, se vio afectada, como tantas instituciones públicas españolas. La mayor parte de la flota y de las instalaciones, por una cuestión geográfica, cayó en manos de la República. Entonces, las necesidades de carburantes de los franquistas estuvieron ligadas a la manera de transportarlos. Los republicanos, en principio, no tuvieron esas limitaciones, porque tenían toda la flota. Pero las cosas fueron cambiando rápidamente, a medida que avanzaba la guerra, porque se fueron quedando sin barcos".
Guillem Martínez: "Texaco no interviene a favor de los franquistas hasta finales de 1936 y los primeros suministros realmente importantes llegan en enero de 1937. ¿Cómo se apañaron los sublevados durante la segunda mitad de 1936? Gracias a la Standard Oil. Además, la dictadura de Salazar también habría podido suministrar gasolina, aunque no se han encontrado documentos en los archivos. Pero sí hubo empresas lusas que vendieron combustible a los sublevados. Por tanto, la ayuda portuguesa fue absolutamente vital".
Ángel Viñas: "Estados Unidos interviene en dos etapas: primero lo hace Standard Oil y luego, sobre todo, Texaco, que al principio sigue enviando barcos a la CAMPSA republicana. Sin embargo, concretamente en septiembre de 1936, se desvincula de la Segunda República y pasa a suministrar al bando de Francisco Franco. Así, los primeros suministros documentados son de finales de 1936 y, sobre todo, de 1937".
Texaco y Franco: la ideología antes que el dinero
Guillem Martínez: "El responsable de Texaco, Torkild Rieber, era un hombre impetuoso que tenía simpatías nazis y que enseguida simpatizó con la causa franquista. Cuando se percató de que en la guerra civil había un bando izquierdista y otro fascista, paulatinamente fue poniendo su peso e influencia en los nuevos clientes [Francisco Franco] y reconfigurando el contrato que tenía con CAMPSA".
[En realidad, "el consumo español era una fracción ridícula de la capacidad conjunta de refino estadounidense, volcado en buena parte a la exportación, para lo cual contaba con la flota propia adecuada", explican en el libro. Es decir, para Texaco el bando franquista era un cliente marginal, aunque pesaban las motivaciones ideológicas, o sea, políticamente era un negocio muy rentable. "Las ventajas que ofreció la Texas fueron muchas y todas coordinadas dentro del propio conglomerado: existencias de crudo próximo de inmejorable calidad, tecnología de punta del refino, flota ilimitada disponible en timing crítico y a precio de coste, condiciones comerciales insuperables, catálogo propio bien surtido, servicios al margen del contrato y amor declarado por la Causa" franquista]
Ángel Viñas: "Aunque Texaco se adelantó, en septiembre de 1936 muchos bancos y empresas multinacionales que eran vitales para las adquisiciones de armas y otros materiales se abstuvieron de comerciar con la República, lo que a veces causó destrozos inmensos. El capitalismo europeo y estadounidense fue uno de los ejes propulsores para que la República tuviera que pasar a depender de la Unión Soviética. No hay que olvidar que, según las tesis franquistas, la República iba camino de convertirse en una república popular de cuño soviético. Naturalmente, esto les ayudó a sostener esa propaganda. Ahora bien, no había otra opción: la única alternativa era rendirse, pero hacerlo en septiembre de 1936 resultaba muy complicado".
"La guerra civil fue consecuencia de un golpe de Estado abortado", prosigue el historiador. "Los sublevados pensaban que todo el mundo se iba a poner firme ante ellos, pero no fue así: el Gobierno no cedió y las masas proletarias, por usar la terminología de la época, no se rindieron, porque además los sublevados empezaron a matar indiscriminadamente. Entonces, queda claro que Mola, Sanjurjo y Franco no esperaban el 18 de julio del 1936 una guerra que durase tres años".
Texaco y el día después de la victoria de Franco
Guillem Martínez: "Eran hombres de negocios y la pela es la pela. A modo de anécdota, yo empecé a interesarme por este tema cuando entré a trabajar como ingeniero industrial en la petroquímica de Tarragona con un grupo de expatriados angloamericanos de Caltex [una joint venture entre Texaco y Standard Oil of California, posteriormente Chevron]. Hablamos de 1975, lo que me hace pensar en la visión que tuvieron, porque se habían mantenido en el negocio español del petróleo durante cincuenta años.
Ángel Viñas: "En cambio, eso no lo hizo la alternativa a Texaco, la Royal Dutch–Shell, que decidió irse".
[Los autores de El oro negro de Franco relatan en el libro que, "en los últimos días antes del golpe, el director de la Royal Dutch Shell comunicó a la embajada británica en Madrid que un prohombre de derechas se le había acercado y dicho que en un algún momento, no muy lejano, sería conveniente que ofreciese facilidades "técnicas" a un "movimiento" (sic) en el que los transportes por carretera desde Portugal desempeñarían un papel importante bajo la dirección de artilleros". En Lisboa, otro "agente de los sublevados [...] le había hecho un pedido de petróleo", aunque no contaba con los fondos necesarios para financiar la operación, por lo que fue desatendida. "Mientras no se demuestre lo contrario", escriben Viñas y Martínez, "descartamos un apoyo sustantivo y, sobre todo, continuo de la Royal Dutch Shell a los militares sublevados, si bien algo pudo suministrar al principio"]
Ángel Viñas: "Torkild Rieber, en cambio, era suministrador de Benito Mussolini y estaba en contacto con los nazis. Él vio que una sublevación antirrepublicana, antisocialista y con proclividades profascistas y pronazis era el futuro. No hay que olvidar que el responsable de Texaco toma su decisión sabiendo que el Duce y Adolf Hitler están suministrando petróleo a Franco. ¿De dónde se alimenta si no el puente aéreo? Porque al principio los aviones que mandan los fascistas y los nazis a España no pueden volar con la gasolina que había en la península. Entonces, Torkild Rieber ve una oportunidad de hacer negocios con gente con la que está trabajando, más o menos, en Italia y Alemania".
"Don’t worry about payment"
Ángel Viñas y Guillem Martínez descartan en el ensayo que Texaco suministrase petróleo a crédito a Franco indefinidamente: "En realidad, lo hizo solo durante muy pocos meses al comienzo de 1937 y pronto tuvo que aplicar las condiciones de pago en plazo largo como los soviéticos habían fijado con CAMPSA antes de la guerra. Hubo generosidad, sí, pero limitada. Por parte española, hubo que plegarse, aunque ello implicase reducir las divisas disponibles para atender otras necesidades de la población en el sector no bélico de la economía".
Ángel Viñas: "Eso es una falacia y una fabulación. Desde el primer momento se dejó claro que había que pagar la gasolina". La frase Don’t worry about payment es una historia que se inventó José Antonio Álvarez Alonso [empleado de CAMPSA]. Además de falsa, no está documentada en ningún sitio. Al contrario, admitían un diferimiento en los pagos, que estaba previsto en el contrato de 1935. El apoyo, pues, fue en forma de gasolina, pero no financiero: había que pagar. Y cuando se retrasaron en el pago de los primeros envíos, se creó una crisis tremenda, que naturalmente ganó Texaco. En resumen: hemos desmontado toda esa historia porque no está documentada".
Guillem Martínez: "Eran hombres de negocios, pero con simpatías filofascistas y filonazis, tanto el responsable de la Standard Oil, Walter Clark Teagle, como el de Texaco, Torkild Rieber. Por cierto, a ambos los echaron de sus altísimos puestos en sus respectivas empresas después de la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Apenas duraron días: desfilaron unos detrás de otros. Eran unos tiburones de los negocios, pero con enormes simpatías por la derecha. ¿Cómo no iban a cobrar? Es impensable que regalaran barcos de gasolina. Facilidades de pago, sí; regalar, no. Eso es perfectamente compatible con ser un buen capitalista, que al final cobra religiosamente".
Quiñones de León y el espionaje franquista
Ángel Viñas: "El espionaje, a pesar de todos los esfuerzos republicanos, estuvo siempre dominado por los franquistas. Tenían sus propios servicios, luego el de Texaco [William M. Brewster, empleado de la Standard Oil en España y luego delegado de Texaco en Francia, filtraba informaciones a los sublevados que contribuyeron a incrementar la inseguridad de los transportes por el Mediterráneo y el brutal encarecimiento de los fletes y seguros que debía pagar el Gobierno republicano, escriben en el ensayo], después el italiano… Y, por último, el SIFNE (Servicio de Información del Nordeste de España) y luego el SIPM (Servicio de Información y Policía Militar), que utilizó José Quiñones de León, exembajador de la Monarquía en París. Fue el jefe de un denso entramado de espionaje en Francia, aunque se arruinó financiando esas actividades. Se podría decir que la embajada republicana en París era una sucursal del servicio de información franquista".
["La información que llegó a Burgos sobre los suministros a los republicanos que vehiculó la Texas" —así como la proporcionada por la inteligencia italiana y franquista— pudo ser "suficiente para interceptar y, llegado el caso, hundir muchos de los envíos", dejan claro en El oro negro de Franco el historiador y el ingeniero]
¿Cómo se beneficiaron las grandes fortunas españolas?
Ángel Viñas: "No hemos entrado ahí, porque el libro ya tiene más de quinientas páginas y había que acotar. Citamos los nombres, pero no detallamos cómo se fueron apañando luego. Franco dio siempre prioridad a ganar la guerra, por lo que en la gestión monetaria exterior la primacía eran los suministros y los pagos militares: lo importante es la victoria, la población que se joda. Por su parte, el capitalismo español siempre jugó la carta segura. Exportó a Francia, Suiza e Inglaterra todo el capital que pudo. Tanto es así que se creó la Ley de Delitos Monetarios de 1938 porque ya no se podía sostener el flujo de dinero que salía fuera. Los capitalistas españoles, en la mayor medida posible, trataron de poner a salvo sus fortunas en divisas o en inversiones en empresas extranjeras".
¿Qué fue de CAMPSA?
Guillem Martínez: "El monopolio de CAMPSA creado en 1927 siguió en pie hasta 1993, con la entrada de España en el Mercado Único Europeo. La estructura del negocio petrolero permaneció en manos del Estado a través de CAMPSA. No había operadores privados y medraron los operadores controlados por CAMPSA, distribuidores regionales que se hicieron de oro. Y, así, el negocio siguió dando tumbos…".









Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada