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Estimat Salvador:
Han pasado ya 42 años, 42 largos años, pero tú sigues aquí, viviendo en lo más hondo de muchas y muchos de nosotros. Tu vida, y no tu muerte, fue un necesario rayo de esperanza que nos iluminó en los tiempos más oscuros que ha vivido este país. Eran los tiempos de los estertores de una dictadura cruel y sanguinaria que parecía que no se iba a acabar nunca. Mientras una gran parte de los ciudadanos de este país vivía de rodillas, otros decidieron rebelarse y enfrentarse al franquismo. Todos lo hicieron, lo hicimos, desde la clandestinidad. Unos defendiendo desde las más variadas posiciones ideológicas una transición hacia la democracia de partidos que ahora tenemos. Otros, los menos, luchando hasta dar incluso la vida por ir más allá, mucho más allá, por hacer una verdadera revolución que acabase de una vez por todas con la injusticia, la opresión, la desigualdad y la falta de libertad de las democracias burguesas que pretenden cambiarlo todo para que todo siga igual. No te puedes imaginar cómo se ha llegado a utilizar y a manosear esa palabra con las que tantas cosas nos prometían: el cambio. Es, tú lo sabías, el mantra con el que han intentado destrozar a la verdadera izquierda de este país.
Te sorprendería, bueno a ti no te sorprendería, ver la metamorfosis que han experimentado algunos de los más preclaros representantes de la autoproclamada izquierda de este país, cómo se pasó del OTAN NO, BASES FUERA a meternos de cabeza en la OTAN, cómo se pasó de defender el derecho a la autodeterminación de los pueblos a encerrarlos en esa auténtica prisión de pueblos que es la Constitución con la que engañaron a este país. Ni siquiera habían pasado diez años desde que te asesinaron cuando un gobierno que se llamaba a sí mismo socialista creó el terrorismo de Estado y asesinó impunemente a decenas de personas. Aún hoy, a muchos de los familiares de aquellas personas que asesinaron los GAL, este democrático Estado en el que vivimos no las reconoce como víctimas del terrorismo y les niega sus derechos. Pero eso tampoco te sorprenderá pues ese mismo Estado y esos políticos que tanto se llenan la boca hablando de justicia y derechos humanos, les niega esa misma condición a tus propias hermanas.
Tenías un corazón grande, Salvador, demasiado grande para poder vivir en un mundo que negaba su espacio y su lugar a personas como tú. Tu figura fue muy controvertida. Muchos de los que luego abanderaron su famoso cambio no movieron un dedo para salvarte la vida. Son muchos los argumentos tras los que pretendieron esconder su cobardía y justificar que te dejaran morir. Luego, eso sí, muchos salieron a protestar a las calles por tu muerte… Son los héroes de esta mal llamada transición.
Tú optaste por coger las armas para atracar bancos. En un régimen nacido de un golpe de Estado fascista y que llevaba ya 35 años en el poder, quisiste seguir el ejemplo de todos los que durante aquellas décadas se habían echado al monte para combatir a la dictadura. De hecho las armas con las que cometisteis vuestros primeros atracos a bancos fueron las que los maquis habían utilizado hasta pocos años antes. Tenías veintipocos años, conciencia política y un corazón que no te cabía. Vivías en una época en la que la represión era brutal, decenas los obreros muertos en las calles, bandas fascistas campaban a sus anchas pegando a estudiantes en las universidades, la tortura y la ley de fugas eran moneda corriente… Sí, tenías muchos números para que te tocara la vida que escogiste vivir. Decidiste atracar bancos para repartir el dinero entre los obreros en huelga, para editar publicaciones clandestinas, para construir un mundo nuevo que nada tuviera que ver con el que tú habías padecido. Eran tiempos de guerrillas y revoluciones. Y tú tomaste partido. Hiciste lo que creíste que debías hacer. Diste tu vida por lo que creíste más justo.
Como te decía, han pasado ya 42 años, pero muchas cosas no han cambiado. Desde luego, aquel mundo nuevo por el que luchaste nunca llegó por estos lares. Aquí seguimos, enjaulados en una democracia representativa asentada sobre los más firmes pilares de la ideología burguesa y neoliberal, una farsa de democracia en la que alegremente recortan nuestros derechos y libertades, en la que se pisotea la igualdad y se margina a la mujer por el simple hecho de serlo, en la que siguen encerrando en prisión a quienes se atreven a dar un paso al frente para oponerse al sistema, en la que siguen funcionando los tribunales de excepción, en la que se promulgan leyes que criminalizan la pobreza y la protesta, en la que se dispersa a los presos y presas vascas en un claro gesto de venganza hacia sus familiares y amigos, en la que el gobierno se empeña en mantener abierto un conflicto que la sociedad vasca ha decidido superar iniciando el camino hacia la paz y la convivencia, en la que se niega el derecho de autodeterminación de los pueblos, en la que los bancos imponen la ley, en la que los derechos humanos son pisoteados, en la que se niega el asilo a los refugiados, en la que se encierra a los inmigrantes y se les expulsa por la simple falta administrativa de no tener papeles, en la que más de cien mil víctimas del franquismo siguen enterradas en las cunetas, en la que se niega la justicia universal, en la que se tortura en las comisarías, en la que se indulta a quienes torturan y se obliga a cumplir íntegras las condenas a quienes luchan por la paz, en la que se hacen leyes a medida para ilegalizar partidos y encerrar a quienes defienden sus derechos, en la que los ricos son cada vez más obscenamente ricos y los pobres más criminalmente pobres…
No me cabe duda, Salvador, de que si hoy estuvieras aquí estarías en las calles, luchando por la sanidad y la vivienda, por una educación de calidad para todos y todas, defendiendo la libertad de expresión, luchando contra los recortes y los privilegios del IBEX 35 y sus secuaces, okupando casas y espacios para dárselos a quien los necesita, luchando por la igualdad y contra ese machismo tan arraigado en nuestra sociedad, defendiendo a los inmigrantes, dando cobijo a los refugiados, luchando para derribar los muros de las prisiones, de todas las prisiones… Y digo que no me cabe duda, Salvador, de que tú estarías hoy ahí porque cada vez que encuentro a una persona en la calle luchando por la dignidad y defendiendo los derechos de todos, le miro a los ojos y te veo a ti.
¡Salud y Anarquía!
Vuelan abrazos
* Carta leída en la clausura del Homenaje a Salvador Puig Antich, celebrado en Madriz, el viernes 4 de marzo de 2016
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