dilluns, 16 de maig del 2016

De refugiados.


http://lashorassitiadas.blogspot.com.es/2016/03/fue-durante-la-guerra-septiembre-del-36.html



JUEVES, 17 DE MARZO DE 2016



Fue durante la guerra, septiembre del 36 o así. La maestra regresó al pueblo. Se llamaba Pilar, era joven, comprometida con los valores republicanos, una mujer formada durante los años treinta. En 1933 fue admitida para participar en los cursillos de selección profesional para ingreso en el Magisterio primario, según informaba el Boletín Oficial de la Provincia de Madrid del día 7 de agosto del mismo año. Se llamaba Pilar Júdez Bailón, aunque el Boletín la apellidaba erróneamente Judes. Llegó de noche. El cielo estaba cuajado de estrellas. En la Mancha casi se pueden tocar con los dedos de la mano. Tal vez hiciera frío, no lo recuerdo bien. Llamó a la puerta de casa. Le abrió mi madre. Pilar vivió con nosotros cuando fue destinada de maestra a nuestro pueblo. Habíamos intimado, nos habíamos respetado. Se abrazó con mi madre, besó a todos los hermanos (éramos siete, cuatro hermanos y tres hermanas). Luego explicó la razón de su visita. Quería llevarse a Madrid a Manuel, mi hermano mayor, que tenía dieciocho años. Dijo que era mejor que se fuera con ella que lo destinaran forzoso al frente. Mi madre la miró. En su corazón hubo agradecimiento.
—Señorita —dijo—. Voluntario ni a misa.
No hubo más palabras. Pilar se marchó a la mañana siguiente y ya no supimos, hasta hace poco, más de ella. Mi hermano Manuel fue llamado al frente. Murió en Castellón durante la campaña de Levante. Escribía todos los días a casa. En junio dejamos de recibir cartas y una extraña frialdad se adueñó de nuestras vidas. Nunca más supimos de Manuel. Seguramente lo enterraron en una fosa común.
Pasaron los años, los quinquenios, los decenios, Franco murió, retornó la libertad y llegó Internet. Cada día sabemos más gracias a la Nube. Gente perdida en la niebla del pasado que vuelve y nos habla cada vez que tecleamos su nombre en google. Tal vez de Manuel nunca volvamos a saber; me refiero en dónde está enterrado y si a su alrededor hay esparcidos objetos que se llevó de casa. La pluma que le dio padre para que nos escribiera, el pañuelo que le guardó madre en la maleta con las iniciales de su nombre bordadas. Pero de Pilar sabemos más cosas. Desconocíamos si había muerto en la cárcel o fusilada, o si había logrado abandonar el país. Para nosotros era un misterio el destino de aquella mujer que había vivido en casa y que había regresado durante la guerra para salvar a Manuel del horror de la batalla.
Pilar consiguió llegar a México. En 1954 era profesora de educación primaria en Veracruz, con número de cédula profesional 44772. Era una “profesionista mexicana con estudios en el extranjero”. Una de las muchas republicanas españolas que se integraron en la sociedad mexicana y participaron en su desarrollo educativo y cultural. Fue maestra en el primer centro de educación primaria que puso en marcha el patronato Cervantes en México.
México fue el único país que tuvo piedad por los cientos de miles de refugiados de la Guerra Civil española. Otros levantaron campos de concentración de triste recuerdo: Gurs, Àrgeles-sur-Mer, Saint Cyprien, Barcarès, Hadjerat M’Guil, Colomb-Bèchar. Muchos de los refugiados políticos acabaron después con sus huesos en los campos de exterminio nazi. Si se comparan las fotografías en blanco y negro de los campos de internamiento de aquella época con las actuales en color de los ubicados en los Balcanes, podremos convenir que hay pocas diferencias: lluvia, barro, viento, rostros de sufrimiento, pero sobre todo ignominia, la de los países que les dan la espalda y los condena a la desesperación. En eso, Europa es maestra, en enorgullecerse de sus valores democráticos y humanitarios mientras deja en la estacada a pueblos enteros en nombre de la seguridad y la paz interior. No hay país que no lo haya hecho en algún momento de su historia. Nosotros, herederos de los más grandes pensadores de la Humanidad, los primeros.
Quizá nunca sepa si Pilar Júdez volvió a España o hizo de México su última patria. Pero al menos vamos recuperando retazos de las vidas de personas con las que compartimos vivencias y sentimientos y de las que no volvimos a saber hasta la llegada de Internet. Son pocos datos, algún recorte de periódico, información sobre exiliados españoles llegados a México en tal o cual barco, parte de sus vidas profesionales, poco más. Pero seguro que la imagen de los campamentos de refugiados inundados, las vallas fronterizas, las policías nacionales impidiendo el paso y, sobre todo, el rostro de los refugiados suplicando un poco de piedad no se borrará nunca de la memoria de losestadistas europeos actuales, esa banda de cobardes que conociendo la historia de devastación de la Europa del siglo XX y el padecimiento de su gente, no se la evitan a los nuevos parias de la humanidad.
El destino de los refugiados, los pasados y los actuales, siempre será el mismo y la indignidad de los países que los rechazan nunca podrá tener perdón. La Carta de Derechos Humanos, la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea y la Convención del estatuto del Refugiado, pisoteadas por la democrática Europa, cuna de las libertades y de la cultura. Poco ha cambiado desde la primera mitad del siglo XX; solo nos ha hecho más hipócritas cuando de darse golpes de pecho en nombre de la democracia se trata.
Este 16 de marzo hay convocadas manifestaciones en las principales ciudades de España para rechazar el acuerdo alcanzado por la Unión Europea y Turquía sobre refugiados. No se puede tratar a la gente como al ganado. Ojalá que sean masivas.