divendres, 22 de juny del 2018

CSI Repil (I-V)




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viernes, 22 de junio de 2018

CSI Repil (V)

Ruinas de la casilla del paso a nivel de Repil, en 2007. Desde aquí el joven O'Quirio de Ríos
 fue testigo de los combates el 20 de abril de 1949.


En Monforte de Lemos, a cada poco, se derrumba una vivienda en el barrio de la Estación. Este espacio era una ciudad dentro de la ciudad. Contaba con su colegio ferroviario, sus economatos, sus farmacias y sus cines. La sala más cercana a la estación se inauguró con una proyección verdaderamente premonitoria: Lo que el viento se llevó. Hoy en  día, tras la huida del tren a Ourense y la creación de un Puerto Seco que hace honor al epíteto, el barrio es una inmensa área arqueológica. El Museo del Ferrocarril vagamente puede transmitir lo que significó el Dios de la Modernidad en esta zona. El golpe de estado desmanteló el sindicalismo ferroviario con una represión feroz. La depuración fue sistemática. Mi bisabuela (también procedente de Cuba, apodada La Habanera) era la guardesa del paso a nivel de Ríos, el anterior a Repil, y siguió en su puesto. Pero otros no. En los años del hambre, en la inmediata postguerra, trabajar en la RENFE corrupta (el aval para entrar era un jamón) era un lujo que permitía garantizar al menos la subsistencia a una familia.

Hoguera de cazadores en la cuadra de la casa de Repil, datada en la década de 1970, en la que se reutilizaron traviesas como material de combustión. Destaca la acumulación de tornavías metálicos.
 

La señora Teresa, tras enviudar, fue una heroína que sacó adelante a su familia como pudo. Contó con dos ayudas: los parientes de Cuba y el tren. Uno de sus hijos entró a trabajar en la estación de Montefurado, a la vera del río Sil. Existe toda una memoria ferroviaria, pero a lo que apenas se ha prestado atención es a la cultura material ferroviaria. Los genios de ADIF se han cargado sistemáticamente el patrimonio de los caminos de hierro en Galicia, con esas reformas faraónicas y modernísimas de las estaciones de tren. Pero el espíritu ferroviario se encuentra también en las ruinas de las casas, en los espacios domésticos. La vivienda de Repil es un ejemplo perfecto de todo esto, de cómo la vía era eso, una vía para la subsistencia de la casa. Los campesinos, aquellos que recibieron el tren en la década de 1880 lanzándole piedras a la comitiva de Alfonso XII, ahora amortizan, canibalizan y se apropian simbólicamente de los materiales ferroviarios. En Repil tenemos traviesas reutilizadas en puertas y ventanas, tirafondos de la vía empleados en las labores domésticas, algo común en las casas campesinas de la zona. A su vez, la arquitectura doméstica de los trabajadores de la RENFE, de los jefes y factores de estación actuó de modelo de prestigio, de punto de arribada de nuevas tecnologías domésticas. La cocina alta de los años 50 que sustituyó a la lareira en la que se calentaban los guerrilleros en invierno, replica las nuevas cocinas que años antes empezaron a montarse en la vecina estación de A Pobra do Brollón.

Puerta principal de la casa por donde escapó Fermín Lada Segura.
En el cierre se reutilizaron traviesas de la vía del tren. Foto del año 2007.
 
Cocina alta de los años 50, durante el proceso de excavación.
 

Sin duda, la casa de Repil no se puede entender sin el tren, y la llegada de los guerrilleros tampoco. Parece ser que fue en 1947 cuando la casa de Repil comenzó a servir de residencia al destacamento liderado por Roces. Según Antonio Díaz Amaro, fue un pariente de la familia quien contactó con los guerrilleros en Montefurado y los trajo a Repil por vez primera. Probablemente el empleo en la RENFE de Álvaro Amaro en la estación de Montefurado tuvo mucho que ver. El valle del Sil mantenía incólume el apoyo ideológico de gran parte de la población, a pesar de la represión. La parroquia de Montefurado fue otro baluarte de la guerrilla, en el que la Guardia Civil se empleó a sangre y fuego.

Excavación de la parte delantera de la puerta. En primer plano, traviesas de la vía.
 
En este sentido, Repil ejemplifica muy bien lo que fue la Guerrilla del Llano, una herramienta eficaz siempre y cuando se contase con el apoyo de la población civil. Los maquis vivían en Repil a escasos metros de una carretera y una vía de tren, ambas militarizadas y con controles diarios. A pesar de ello, se sentían como Pedro por su casa. Lo primero que hicieron al llegar fue imponerle al cura párroco de Chavaga una multa económica. Un testigo nos contaba cómo vio a una veintena de guerrilleros armados en la era de la casa de los Amaro, antes de subir a una casa del Alto, en donde se llegaron a celebrar dos congresos de la guerrilla. De hecho, en abril de 1949 la IIª Agrupación tenía previsto celebrar aquí otro de estos encuentros. El trabajo de un infiltrado y la delación de un pariente de la familia acabaron de una vez por todas con esta situación de total impunidad. Ese día, el expreso de la tarde faltó a su cita. Esa tarde no silbaba el tren. Silbaban las balas.

Ojo con el tren. El Expreso de la tarde fue parado a la altura de Ríos el 20 de abril de 1949
para llevar a cabo la operación militar contra los guerrilleros. Según algunos testigos se llegó a utilizar un pequeño tren artillado, armado con morteros.

 

miércoles, 20 de junio de 2018

CSI Repil (IV)


A mediados de los años 80, en las vacaciones de verano en Cereixa, mi colega galaicovenezolano y yo iniciábamos las tardes siempre de la misma manera: viendo un nuevo capítulo del Equipo A. Lo hacíamos en una casa del barrio de A Ponte, una vivienda que jugó un papel importante en toda esta historia de maquis y guardias civiles. Pero de eso me enteré muchos años más tarde. Los miembros del Equipo A habían sido acusados de un delito que no cometieron, y actuaban como buenos justicieros por los Estados Unidos adelante. Igual que ellos, los miembros de la IIª Agrupación abatidos en Repil, fueron acusados de un delito que no cometieron (defender un gobierno legítimo). Igual que ellos, su vida es de película. Centrémonos en Evaristo González Roces, el John Hannibal Smith de nuestro destacamento guerrillero. Sin duda, Evaristo era el rey de la baraja de este póker de ases. Nacido en la aldea berciana de Dragonte, este comunista se echó al monte porque sabía que los falangistas lo iban a pasear. Poco tiempo después, pactó su entrega, se afilió a Falange, fue enviado al frente y se pasó a las filas republicanas. Hecho prisionero en Gijón, fue condenado a muerte. Entre los delitos cometidos, haber liderado a un grupo de marxistas que impidieron la celebración de una romería el 16 de junio de 1936 y haber participado junto a los mineros en el asalto al cuartel de la Guardia Civil de Ponferrada.

Celebración de 1 de mayo de 1936 en Ponferrada.
Al final le fue conmutada la pena a 30 años y enviado a la cárcel de León, de donde se fugó el 29 de septiembre de 1942. Supongo que ese día se le escaparía eso de Me encanta que los planes salgan bien. Hasta aquí la cara amable de la biografía de Evaristo, todo un héroe popular. Pero a diferencia de los del Equipo A televisivo, que nunca mataban a nadie, nuestro huido, como tantos otros, no solo entró en una escalada de violencia por supervivencia, por estar en guerra, sino que también se cobró su venganza. El 21 de octubre de 1945 volvió a su pueblo natal y se tomó la revancha, liquidando al cura párroco, Rocesvinto Ruiz, quien había declarado en su contra en el consejo de guerra que lo mandó a la cárcel. Como un celta de la Edad del Hierro o un anasazi del Medio Oeste, se apropió de la memoria de su enemigo y desde entonces fue conocido como Roces.

Evaristo González Roces.
Podemos continuar con Guillermo Morán, un minero asturiano que con su hermano Mario combatió en el batallón Sangre de Octubre. Tras la ejecución de su padre al finalizar la guerra, los Moranes bajaron a su pueblo, y asesinaron al juez municipal de Ribera de Arriba. En enero de 1940 cruzó con otra veintena de huidos a Portugal, pero ante la imposibilidad de embarcar, tuvo que volverse. En 1942 fue uno de los cofundadores de la Federación de Guerrillas León-Galicia. Mientras su hermano Mario, socialista, abandonó la lucha armada, él encabezó la línea rupturista que llevó a la creación del Ejército Guerrillero de Galicia bajo el control del PCE.


Otro miembro destacado de nuestro particular Equipo A es Julián Acebo Alberca O Guardiña, un santanderino que trabajaba de jornalero en O Barco de Valdeorras. Luchó con el ejército republicano en el Frente Norte hasta que fue hecho prisionero, siendo condenado a veinte años de prisión. Acabó en el campo de redención de penas de Casaio, como esclavo al servicio de la industria de guerra nazi. Julián se fugó de esta mina de wólfram y se unió a la guerrilla antifranquista, que tenía su gran campamento allí cerca, en la Cidade da Selva, en donde nuestro compañero Carlos Tejerizo llevará a cabo excavaciones en el próximo mes de julio.

Estos tres hombres responden a un mismo perfil de combatiente antifranquista. Hombres duros, de pueblo, proletarios, mineros, con una concienciación política que se retrotrae al menos a la revolución de 1934. Huidos que se convierten en soldados republicanos, adquieren formación militar y política hasta la caída del Frente Norte en octubre de 1937. Estos tigres del Norte van a ser, y así lo reconocen los propios guerrilleros gallegos, quienes organicen las primeras estructuras guerrilleras en el noroeste. Desde entonces serán partidarios de la línea dura. De hecho, siguieron combatiendo cuando ya todo estaba perdido. A diferencia de otros, ellos tenían clara su naturaleza partisana y se identificaban con los guerrilleros comunistas que en aquel entonces combatían en Grecia, por ejemplo.
Una serie de circunstancias hizo que el escenario final de esta película fuese Repil. Estos hombres, como los reyes magos, vinieron de Oriente, y en ello tuvo mucho que ver el tren.


martes, 19 de junio de 2018

Nuevo proyecto: en las trincheras del Jarama

 Excavando trincheras en el Jarama en 1937. En breve nos toca a nosotros.

Todavía no hemos comenzado la campaña de julio pero ya podemos anunciaros un nuevo proyecto. Se trata de una intervención en los escenarios bélicos del Jarama promovida y financiada por elAyuntamiento de Rivas Vaciamadrid y que se desarrollará principalmente durante el mes de septiembre próximo. El objetivo de la iniciativa es investigar diversos puntos del frente con vistas a la creación de rutas autoguiadas y recursos didácticos y patrimoniales. Tras los trabajos arqueológicos, diseñaremos e instaleremos varios paneles explicativos en los que se darán a conocer la historia de las trincheras. 

Las excavaciones se centrarán en dos zonas: el Soto de las Juntas y el entorno de la Laguna del Campillo. El Soto de las Juntas es un sitio increíble por varios motivos. Actualmente es un paraje natural protegido, donde confluyen los ríos Manzanares y Jarama. Cuando uno camina por sus bosques de ribera le cuesta imaginar que está al lado de Madrid y de la A3. Es un viaje a otro tiempo y a otro espacio. 

Eso debió de pensar Felipe II también, que poseía un palacete exactamente aquí: la Casa Real de Vaciamadrid. Las ruinas del edificio, muy maltratado en los últimos años, serán uno de los sitios donde llevaremos a cabo sondeos arqueológicos. La casa real se encuentra al pie del Cerro Coberteras, el punto más extremo que alcanzaron (y retuvieron) las tropas sublevadas en este sector durante su avance inicial en la ofensiva del Jarama. 

  La Casa Real de Vaciamadrid, en el siglo XVII y en el siglo XXI. Imagen superior del blog Investigart.

El pueblo de Vaciamadrid, que se extendía a sus pies, quedó arrasado por los combates (como sucedió con el vecino Ribas del Jarama) y nunca se volvió a habitar. La zona quedó bajo la protección de Regiones Devastadas tras la guerra y en 1954 surge el actual Rivas-Vaciamadrid.

 Mapa de 1770 en el que figura Vaciamadrid. Del blog Sepan quantos.

Por lo que se refiere a la Laguna del Campillo, aquí realizaremos excavaciones y prospecciones en diversos puntos de las trincheras y abrigos que todavía se conservan en muy buen estado. Una de las zonas más interesantes es un poblado de "chabolas" con numerosas estructuras semiexcavadas en la ladera de un vallejo. En esta zona bien protegida del frente esperamos encontrar numerosos testimonios de la vida cotidiana.

 Trinchera frente a la Laguna del Campillo. Fotografía de José Manuel Castro.

En sus inmediaciones se ubica el puente de Arganda, que fue testigo de duros combates durante la Batalla del Jarama, en los cuales tuvo un papel protagonista el Batallón Garibaldi. En su estructura todavía se pueden percibir los impactos de bala.


Impactos de bala en la barandilla del Puente de Arganda (actualmente Puente de la Paz).

Al otro lado de la Laguna del Campillo tenemos otro puente de hierro, en este caso ferroviario. Aunque el paisaje es muy diferente hoy del que se veía en la Guerra Civil, los puentes nos devuelven al tiempo de los combates. En el de La Poveda, además, se conservan varios fortines de hormigón que también documentaremos y señalizaremos.

 
Puente de la Poveda y uno de los fortines que lo controloban. Fotos de Mapio.

Todo el proyecto se concibe como una iniciativa al servicio de los ciudadanos: podréis visitarnos mientras realizamos las excavaciones, organizaremos días de puertas abiertas y habrá un ciclo de conferencias donde daremos a conocer los resultados del proyecto según se va desarrollando. Nos podrás seguir a través de este blog, en Facebook y en Twitter ¡Os esperamos!

domingo, 17 de junio de 2018

Remover el pasado


  
Comienzo de la excavación en el Asilo de Santa Cristina, campaña de 2017. Foto de Álvaro Minguito.

No hace mucho. No muy lejos.

Con estas perturbadoras palabras se anuncia la exposición sobre Auschwitz en Madrid. Ese podría ser el lema de la arqueología de la Guerra Civil ¿Por qué excavar los restos de una guerra que conocemos tan bien y de la que hay tantos documentos? En realidad no hacen falta explicaciones muy laboriosas. Llega con decir eso: que fue no hace mucho y no muy lejos. De hecho, en el parque donde jugábamos de niños, en las calles por las que paseamos, en las carreteras por las que viajamos. Es así literalmente: en el parque que hoy cubre las ruinas del asilo de Santa Cristina nos encontramos cánicas y juguetes infantiles en el nivel que sella los restos de la contienda. No hay ninguna superficie bella sin una profundidad terrible decía Nietzsche. Y ese podría ser también el lema para la arqueología de la Guerra Civil.

Restos de los años 80 sobre los niveles de la Guerra Civil en el Asilo de Santa Cristina.

A cinco minutos andando del intercambiador de Moncloa por el que pasan cientos de miles de personas todos los días, a cinco minutos, están sepultados los vestigios de una guerra implacable. A un palmo escaso de la superficie hay casquillos y balas, granadas y proyectiles de mortero, insignias de la Falange y esvásticas. Un palmo de tierra es lo que nos separa del pasado. Pero un palmo es también la distancia que hay entre la dictadura y la democracia, entre la guerra y la paz. Al excavar ese palmo de tierra uno se da cuenta de qué frágil es el orden del mundo en el que vivimos. Qué fácil es retirar esa delgada capa de tierra.

Decía el dramaturgo Juanma Romero, en un acto reciente, que los arqueólogos al excavar no removemos el pasado, sembramos el futuro. Es una frase hermosa y quiero pensar que cierta. No removemos el pasado, es verdad, al menos no en el sentido en que lo afirman nuestros detractores, pero sí removemos la tierra. Y esta es una diferencia importante. Las plantas crecen más sanas cuando se abre el suelo y lo que está enterrado se mezcla con lo que está en la superficie. Cuando se airea la tierra. La democracia, como las plantas, crece con más fuerza cuando le da la luz a lo que está sepultado. La arqueología oxigena.

martes, 12 de junio de 2018

Madrid 2018: vuelve la guerra urbana


Este año cerramos nuestra trilogía madrileña con nuevas excavaciones en el entorno del Hospital Clínico, escenario de brutales combates de los que hemos encontrado ya numerosas pruebas. El año pasado por estas fechas no dábamos un duro por el Clínico. Su entorno, radicalmente transformado desde los años 40, no prometía mucho y de hecho nos planteamos varios sitios alternativos para excavar si fracasaba nuestra primera opción. 

Pero no fue necesario: entre las ruinas arrasadas del Asilo de Santa Cristina y en sus alrededores encontramos un auténtico tesoro de la Guerra Civil: objetos personales, insignias, chapas de identificación, munición, vajilla, granadas de mortero sin detonar... Un tesoro, además, que nos dejamos a medio excavar por falta de tiempo. Porque como suele suceder, lo mejor apareció al final.

Insignia de falange recuperada en las ruinas del Asilo de Santa Cristina en 2017.

El panorama, por lo tanto, ha cambiado radicalmente. Este año somos más que optimistas. Creemos que los hallazgos van a ser numerosos y significativos y que nos van a ayudar a completar el relato sobre la vida en primera línea de las tropas de Franco. 

Nuestro plan es continuar la excavación de 2017, en horizontal y en vertical: acabaremos de vaciar un refugio antibombardeo en el que hace un año comenzaban a aflorar cientos de objetos de la guerra y ampliaremos la excavación de los edificios del lavadero y de la cantina. 

 Plano del sondeo 6 de 2017 con distribución de hallazgos (puntos rojos) y la ampliación prevista para 2018.

El verano pasado, además, nos quedamos a un palmo de la trinchera que comunicaba el sector con la retaguardia. Es una trinchera cargada de simbolismo, porque por ella caminaron los mandos republicanos y franquistas tras la rendición de la Ciudad Universitaria el 28 de marzo de 1939. Esperemos que esté cargada de objetos, también, que nos hablen de esta y otras historias. 

Arriba, fotograma de la rendición de la Ciudad Universitaria, en la que se ve a los oficiales abandonando el frente por la trinchera de comunicación del Asilo de Santa Cristina. Abajo, fotografía aérea de posguerra en la que se aprecia perfectamente esa misma trinchera. La flecha roja indica el punto en el que vamos a excavar (el inicio de la zanja).


Nuestro proyecto se paga íntegramente con fondos privados, pero está siempre abierto al público. A partir del 2 de julio os esperamos entre las ruinas de la guerra.



 

sábado, 9 de junio de 2018

El régimen de Franco en dos edificios

Proyecto loquísimo del primer franquismo. Arquitecto Luis Moya.

¿Qué edificio representan mejor al régimen de Franco, es decir, la ideología de la dictadura? Si hacemos una encuesta, es probable que salga en primer lugar el Valle de los Caídos. Es obvio y por lo tanto no demasiado interesante. El Ministerio del Aire también podría servir. Pero aquí no nos vamos a referir a ellos, sino a dos construcciones que difícilmente relacionaríamos con la ideología franquista.

Al acabar la guerra, y en plena euforia falangista, se diseñaron ambiciosos planes urbanísticos para Madrid  con el objetivo de construir "acrópolis falangistas sobre las ruinas del liberalismo". Entre la montaña de Príncipe Pío y la Catedral de la Almudena tenía que desplegarse una impresionante escenografía imperial, con su Casa del Partido, Alcázar y Catedral. Solo la catedral se llegó a terminar (para desgracia de todas las personas con un mínimo de sensibilidad). Como sucedió con otros planes similares (véase imagen superior), el resto de construcciones se quedó en el papel por la de falta de fondos, discrepancias ideológicas y estéticas y el declive del falangismo. Vista La Almudena, tenemos que estar agradecidos.

Se ha dicho que la puntilla a este plan imperial se lo dieron dos edificios de la Plaza de España: el Edificio España y la Torre de Madrid, de los hermanos Otamendi. Rascacielos en vez de iglesias y castillos. Es cierto. Pero también lo es que estos dos edificios representan como pocos la esencia de la ideología franquista. Sin cruces, sin yugos y flechas y sin águilas de San Juan. La explicación es simple.

Torre de Madrid y Edificio España con Quijote en medio. 

El Edificio España se construyó entre 1948 y 1953. La Torre de Madrid se levantó inmediatamente después, entre 1954 y 1960. Es decir, ambos se erigieron en la década de los 50 y por parte de la misma pareja de arquitecto e ingeniero. Pero son muy distintos. El más antiguo está construido en estilo neobarroco y entronca, por tanto, con las ideas imperiales que prevalecían en la inmediata posguerra. Tiene un curioso parecido, por cierto, con el Palacio de la Cultura y la Ciencia de Varsovia(antiguo Palacio Iósif Stalin), que se edificó entre 1954 y 1955 -los dictadores son muy amantes del historicismo rancio. 

La Torre de Madrid, en cambio, está construida en el anodino Estilo Internacional, que representa la popularización del movimiento moderno en arquitectura. O lo que es lo mismo, lo más opuesto al historicismo. Un estilo funcional, sin decoración y sin referencia alguna al pasado. Una arquitectura, por lo tanto, amnésica. Perfecta para un régimen que quería que se olvidaran sus devaneos con el Eje y se tuviera en cambio en cuenta su apuesta por el capitalismo. Los años 40 fueron la década del falangismo. A partir de fines de los 50 le llega su turno a la tecnocracia y el desarrollismo. En el Edificio España todavía se ve un eco del ideal falangista. En la Torre de Madrid se adivina el futuro tecnocrático. 

Y así es el régimen de Franco. Una dictadura caracterizada por una ideología que cambiaba según los tiempos. De la misma manera que la biografía del dictador se reinventó multitud de veces, como ha demostrado Antonio Cazorla, también se reinventó su materialidad. Y por eso no existe un estilo franquista, como sí existe un estilo nazi en Alemania o fascista en Italia. Una inconsistencia ideológica que a veces se dio en los propios arquitectos, como los Otamendi o Gutiérrez Soto, que igual te construye el maravilloso cine Europa, rabiosamente racionalista, como el cine Fraga, rabiosamente rancio. 

 Gutiérrez Soto antes de Franco.


 Gutiérrez Soto con Franco.

En vez de ver en estos vaivenes arquitectónicos una anomalía, tenemos que tomarlo por lo que son: un testimonio material elocuente de una época. Y también como algo más. El régimen franquista vivió lo suficiente para transformarse múltiples veces. En su última época proyectó una imagen de eficiencia y modernidad que se materializa en muchos edificios de los años 60, obra, en algunos casos, de magníficos arquitectos. Son la mejor propaganda para aquellos que defienden la dictadura. Conviene recordar, por lo tanto, que al lado de cada Torre de Madrid hay un Valle de los Caídos, un campo de concentración, un barrio de casas baratas... 

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Sobre los sueños urbanísticos del primer franquismo:

Box, Z. (2012). El cuerpo de la nación. Arquitectura, urbanismo y capitalidad en el primer franquismo. Revista de estudios políticos, (155), 151-181.










viernes, 8 de junio de 2018

Fotografía y arqueología




Cada vez que sale a la luz una colección de fotografías de la Guerra Civil no puedo evitar preguntarme ¿me habré quedado sin trabajo? ¿Nos permitirán las imágenes adentrarnos en todos esos aspectos cotidianos que documentamos los arqueólogos? 

Repaso la extraordinaria colección de fotografías de la guerra que ha hecho públicas la Biblioteca Nacional y me encuentro el material de siempre. Es decir, no exactamente el de siempre, porque la mayor parte de las imágenes son inéditas, pero los temas, la estética, el encuadre son los que se podrían esperar. La información que proporcionan es, por supuesto, valiolísima, pero no invalidan la labor arqueológica. Hay mucho que se queda fuera de cuadro. 

El concepto "fuera de cuadro" es un término que se emplea en la fotografía y el cine para referirse a aquello que en una imagen queda fuera del campo visual que cubre la lente de la cámara. La lente de la cámara no deja de ser la extensión del ojo de una persona y las personas son seres sociales y culturales, que ven la realidad de una determinada manera. También son seres políticos, y más en una guerra. La propaganda insistirá en las alta moral de las tropas propias y las barbaridades del enemigo.

Los parámetros de la sociedad en que vivimos también condicionan la mirada de los arqueólogos (por eso hacemos arqueología de la Guerra Civil, para empezar). Sin embargo, nuestra elección del cuadro se limita exclusivamente a eso: a delimitar un espacio para excavar en el terreno. Lo que nos encontremos allá no dependerá de nosotros. Al contrario que el fotógrafo o el cineasta no discriminamos lo que debe ser objeto o no de atención. Todo lo es: desde los granos de arena a un cadáver. 

La imagen que ilustra esta entrada ejemplifica bien lo que quiero decir. Es una fotografía estupenda y en buena medida única, porque representa una actividad -la trastienda, por así decir, de una batería artillera- que no suele ser objeto habitual de la mirada periodística o de la propaganda. El fotógrafo, como cabría esperar, se ha centrado en lo importante, que es la acumulación de enormes vainas y los soldados sentados sobre una báscula. Es una imagen que nos habla de las dimensiones sobrehumanas de la guerra industrial: la escala de las armas empleadas, la proliferación inaudita de materiales de guerra. Podría representar una escena de fábrica, de hecho.


Pero en la foto hay algo más, que en cierta manera contradice esa visión de la guerra supermoderna: es el abrigo hecho con chapa ondulada y lona que se ve al fondo. Una especie de cabaña primitiva que choca en este contexto, aunque encaje perfectamente. La cabaña nos dice algo también sobre el conflicto. Nos recuerda que toda guerra contemporánea es una mezcla de tecnología supermoderna y arcaísmo.

Esto es lo Roland Barthes llamó el punctum de una fotografía. Algo que es secundario al tema de la imagen y que sin embargo revela una verdad profunda. El punctum puede ser más poderoso que lo que Barthes llamó el studium, la parte consciente y selectiva de la imagen. 

La arqueología difícilmente podrá dar con un contexto como el de la fotografía que comentamos. Al menos en el caso de la Guerra Civil, es difícil que nos vayamos a encontrar un espacio con docenas de vainas de artillería in situ, por las labores de reciclado de posguerra (y de coleccionismo más recientes). Pero la arqueología sí puede hacer algo que el fotógrafo no quiso hacer: observar en el interior de la cabaña. 

 Excavación de un grupo de chabolas republicanas en Mediana (Zaragoza).

Eso es lo que llevamos años haciendo: estudiamos aquello que queda sistemáticamente fuera de cuadro, que es como decir fuera de la memoria y de la imaginación. 

Excavamos el punctum de la Guerra Civil.