Blanca Brisac Vázquez era natural de San Sebastian, la mayor de tres hermanas hijas de un próspero empresario francés. Estaba casada con Enrique García Mazas, a quien conoció en la banda de música en la que tocaban a pie de pantalla en el cine Alcalá, en Madrid, para amenizar las películas mudas. Él tocaba el violín y ella el piano, y tras su boda trabajaba como costurera en su casa. El matrimonio tenía un hijo, Enrique, de 11 años de edad en 1939. Era católica. Según una versión no militaba en ninguna organización política y era votante de derechas, aunque según otra versión era comunista.
Enrique García Mazas “Aguado”, era miembro del Comité Provincial del PCE, y uno de los encargados en el sector Sur de la JSU de la recolección de armas perdidas durante la guerra o que algún camarada pudiera tener en su casa.
Blanca tenía 29 años cuando ingresó en la cárcel de Ventas el 24 de mayo de 1939. Fue acusada junto a 45 compañeros más del PCE y de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), de intentar reconstruir a las JSU así como de intervenir en actos de sabotaje e intentos de complot, de celebrar reuniones clandestinas, a las que acudían individuos afiliados al Partido Comunista para preparar un atentado contra Franco durante el desfile fascista en Madrid. Todo ello mientras estaban encarcelados. La hipótesis del atentado fue finalmente descartada por los jueces franquistas, ya que no figura en el texto de la sentencia dictada el 3 de agosto.
Fue una de las 13 Rosas, la mayoría menores, de las 56 personas ejecutadas el 5 de agosto de 1939 frente a las tapias del cementerio del Este, en Madrid. En realidad se trataba de un acto de venganza del franquismo por la muerte del oficial de la guardia civil Isaac Gabaldón, su hija y el conductor, en las cercanías de Talavera de la Reina.
Al parecer la primera descarga dejó con vida a Blanca Brisac, que gritó pidiendo auxilio hasta que fue rematada. Su marido, que había sido detenido con ella y condenado a muerte en el mismo proceso, había sido fusilado unas horas antes que Blanca.
Escribió una carta a su hijo la madrugada del 5 de agosto de 1939, que le fue entregada por su familia 16 años después. La carta aún se conserva:
“Querido, muy querido hijo de mi alma. En estos últimos momentos tu madre piensa en ti. Sólo pienso en mi niñito de mi corazón que es un hombre, un hombrecito, y sabrá ser todo lo digno que fueron sus padres. Perdóname, hijo mío, si alguna vez he obrado mal contigo. Olvídalo, hijo, no me recuerdes así, y ya sabes que bien pesarosa estoy. Voy a morir con la cabeza alta. Sólo por ser buena: tú mejor que nadie lo sabes, Quique mío.
Sólo te pido que seas muy bueno, muy bueno siempre. Que quieras a todos y que no guardes nunca rencor a los que dieron muerte a tus padres, eso nunca. Las personas buenas no guardan rencor y tú tienes que ser un hombre bueno, trabajador. Sigue el ejemplo de papachín. ¿Verdad, hijo, que en mi última hora me lo prometes? Quédate con mi adorada Cuca y sé siempre para ella y mis hermanas un hijo. El día de mañana, vela por ellas cuando sean viejitas. Hazte el deber de velar por ellas cuando seas un hombre. No te digo más. Tu padre y yo vamos a la muerte orgullosos. No sé si tu padre habrá confesado y comulgado, pues no le veré hasta mi presencia ante el piquete. Yo sí lo he hecho.
Enrique, que no se te borre nunca el recuerdo de tus padres. Que te hagan hacer la comunión, pero bien preparado, tan bien cimentada la religión como me la enseñaron a mí. Te seguiría escribiendo hasta el mismo momento, pero tengo que despedirme de todos. Hijo, hijo, hasta la eternidad. Recibe después de una infinitud de besos el beso eterno de tu madre.”
Documentos: La Historia en la Memoria. Eco Republicano
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