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Barcelona
- Sábado, 16/03/2019 | Actualizado a las
22:13 CET
En uno de los extremos del monumento inaugurado hace unos días en el Fòrum para
recordar y homenajear a las 1.706
personas fusiladas en el Camp de la Bota, una fotografía. Tres hombres jóvenes con las
botas en la arena de la playa vestidos de soldado. A su espalda, el
siniestro parapeto. Un retrato que se conserva gracias al tiempo, trabajo
y amor que Josep Maria Monferrer ha dedicado durante décadas
para recoger la memoria oral -y gráfica- de La Mina
y el Camp de la Bota desde un pequeño local en el centro
del estigmatizado barrio. "Se trata de tres soldados del regimiento de
caballería número 9 de Lepanto,
Travessera de Gràcia. La fotografía fue tomada
en noviembre de 1947", señala el maestro jubilado.
Se la hizo llegar el soldado de la
izquierda, Carles Roca i Gotsens, "de Olesa de
Montserrat", puntualiza. "Se enteró de la
existencia del Arxiu Històric de La Mina i del Camp
de la Bota y me regaló la fotografía y su
historia", cuenta. Le explicó que el soldado del medio, el que se apoya
sobre su fusil, en el momento de la foto acababa de saber que su
padre, "un hombre de paz, pero luchador
contra el fascismo", hacía poco que había sido fusilado
en aquel mismo lugar. El de la derecha, con su sonrisa, intentaba darle
ánimos.
El valor del archivo de Monferrer -el
que guarda en su memoria incluso más que el conserva en los cientos
de carpetas que abarrotan el espacio- es que la mayoría de las historias
le han llegado de boca -y de los álbumes familiares- de los vecinos
de La Mina, sus vecinos, muchos de ellos antes habitantes del Camp de la Bota.
Un precioso ejemplo es la fotografía de Montse Rosell, "vaquera
de La Mina rural, la que repartía la leche". Décadas
antes de la invención de Instagram, el retrato de la joven el playa se ha
convertido en uno de los pocos testigos gráficos de los restos del paredón
en pie. También lo es la imagen de su hermana, Maria Teresa,
recostada junto a su pareja en el paredón, dentro del agua, a finales de los 50.
Y otra fotografía. Un grupo de niños frente
a una caseta en la que se lee "Guardia
Civil", al lado de los parapetos. "Aquí
era donde esperaban los guardias
civiles al camión que transportaba a las
personas a las que tenían que fusilar. Una vez hecho el trabajo, se
iban, y los del camión cargaban los cadáveres para llevarlos a enterrar
en una fosa común en Montjuïc", recuerda el archivero. Muchas veces,
cuando llegaban los soldados a hacer las prácticas de tiro -como los de la
primera imagen- tenían que limpiar las manchas de sangre de los fusilados, algo
que, según explica Monferrer que le dijo algún soldado, "les
generaba una sensación de dolor y crueldad
insoportable".
El relato, para sus protagonistas
Monferrer conserva 2.500 fotografías y
ha escrito cuatro libros sobre la, las, historias del
barrio. Dejó de escribir libros, dice,
porque lo que quería era llegar a sus vecinos, los protagonistas de esas
historias, y estos, en su mayoría, no leen libros. Tras esa reflexión, y en su
empeño por compartir todo el material que iba recibiendo con el barrio,
empezó a hacer pequeños documentales. Uno de ellos es el titulado Homenatge a les 11 dones afusellades al Camp de la
Bota. "Aunque no fueron 11, fueron 12. De
la última nos enteramos después de hacer el documental", señala.
De estas 12, de la que se tienen más datos es de la
primera, Carme Claramunt Bonet, trabajadora
del textil fusilada en abril de 1939. Se
conserva la carta que le escribió a su tía la noche antes de la ejecución.
"Tieta,
no sé cómo decirte lo que quiero decirte. Palabras de consuelo",
escribió en el sentido último texto, que empezaba con un "esta mañana a las cinco de la madrugada me van a fusilar" que 80 años más tarde sigue poniendo los pelos
de punta. "No padezcas por mí -proseguía-, porque mi única pena es dejarte
a ti".
Las 12 mujeres
fusiladas a los pies de la playa entre 1939 y
1940 venían de la desaparecida cárcel de mujeres de Les Corts, prisión en la que
las encerraban por rojas, por votar al Frente Popular; incluso
por coser uniformes para los milicianos. Muchas, como Claramunt, obreras.
Así consta en la ficha de Neus
Bouza: 22 años, soltera, fusilada el 26 de
mayo de 1939. Nombres como el de Claramunt y Bouza que fueron durante décadas doblemente
olvidados. Como el de Inés
Giménez, estudiante ejecutada a los 24 años. O
el Elionar Malich, de oficio, portera, asesinada el 8 de agosto de
1939. O Eugènia González, nacida en Hortaleza, Madrid, enfermera,
asesinada sobre el fatídico muro a los 20 años el 14 de mayo de
1939.
¿Por qué el franquismo dejó de usar ese trozo de playa
en la frontera entre Barcelona y Sant
Adrià para fusilar a los disidentes
en 1952? "Fue por el Congreso
Eucarístico. Para que se lo dejaran celebrar aquí
tuvieron que dejar de matar. Se llevaron los fusilamientos a Valencia. Sobre la
fosa común en la que enterraban a los fusilados levantaron una iglesia, por lo
que el lugar ahora es inviolable y no los pueden desenterrar",
responde indignado el pedagogo, veterano activista vecinal de La Mina.
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