diumenge, 17 de març del 2019

El guardián de la memoria del Camp de la Bota


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Barcelona - Sábado, 16/03/2019 | Actualizado a las 22:13 CET

En uno de los extremos del monumento inaugurado hace unos días en el Fòrum para recordar y homenajear a las 1.706 personas fusiladas en el Camp de la Bota, una fotografía. Tres hombres jóvenes con las botas en la arena de la playa vestidos de soldado. A su espalda, el siniestro parapeto. Un retrato que se conserva gracias al tiempo, trabajo y amor que Josep Maria Monferrer ha dedicado durante décadas para recoger la memoria oral -y gráfica- de La Mina y el Camp de la Bota desde un pequeño local en el centro del estigmatizado barrio. "Se trata de tres soldados del regimiento de caballería número 9 de Lepanto, Travessera de Gràcia. La fotografía fue tomada en noviembre de 1947", señala el maestro jubilado.

Se la hizo llegar el soldado de la izquierda, Carles Roca i Gotsens, "de Olesa de Montserrat", puntualiza. "Se enteró de la existencia del Arxiu Històric de La Mina i del Camp de la Bota y me regaló la fotografía y su historia", cuenta. Le explicó que el soldado del medio, el que se apoya sobre su fusil, en el momento de la foto acababa de saber que su padre, "un hombre de paz, pero luchador contra el fascismo", hacía poco que había sido fusilado en aquel mismo lugar. El de la derecha, con su sonrisa, intentaba darle ánimos.

El valor del archivo de Monferrer -el que guarda en su memoria incluso más que el conserva en los cientos de carpetas que abarrotan el espacio- es que la mayoría de las historias le han llegado de boca -y de los álbumes familiares- de los vecinos de La Mina, sus vecinos, muchos de ellos antes habitantes del Camp de la Bota. 
Un precioso ejemplo es la fotografía de Montse Rosell, "vaquera de La Mina rural, la que repartía la leche". Décadas antes de la invención de Instagram, el retrato de la joven el playa se ha convertido en uno de los pocos testigos gráficos de los restos del paredón en pie. También lo es la imagen de su hermana, Maria Teresa, recostada junto a su pareja en el paredón, dentro del agua, a finales de los 50. 

Y otra fotografía. Un grupo de niños frente a una caseta en la que se lee "Guardia Civil", al lado de los parapetos. "Aquí era donde esperaban los guardias civiles al camión que transportaba a las personas a las que tenían que fusilar. Una vez hecho el trabajo, se iban, y los del camión cargaban los cadáveres para llevarlos a enterrar en una fosa común en Montjuïc", recuerda el archivero. Muchas veces, cuando llegaban los soldados a hacer las prácticas de tiro -como los de la primera imagen- tenían que limpiar las manchas de sangre de los fusilados, algo que, según explica Monferrer que le dijo algún soldado, "les generaba una sensación de dolor y crueldad insoportable".

El relato, para sus protagonistas
Monferrer conserva 2.500 fotografías y ha escrito cuatro libros sobre la, las, historias del barrio. Dejó de escribir libros, dice, porque lo que quería era llegar a sus vecinos, los protagonistas de esas historias, y estos, en su mayoría, no leen libros. Tras esa reflexión, y en su empeño por compartir todo el material que iba recibiendo con el barrio, empezó a hacer pequeños documentales. Uno de ellos es el titulado Homenatge a les 11 dones afusellades al Camp de la Bota. "Aunque no fueron 11, fueron 12. De la última nos enteramos después de hacer el documental", señala.
De estas 12, de la que se tienen más datos es de la primera, Carme Claramunt Bonet, trabajadora del textil fusilada en abril de 1939. Se conserva la carta que le escribió a su tía la noche antes de la ejecución. "Tieta, no sé cómo decirte lo que quiero decirte. Palabras de consuelo", escribió en el sentido último texto, que empezaba con un "esta mañana a las cinco de la madrugada me van a fusilar" que 80 años más tarde sigue poniendo los pelos de punta. "No padezcas por mí -proseguía-, porque mi única pena es dejarte a ti".

Las 12 mujeres fusiladas a los pies de la playa entre 1939 y 1940 venían de la desaparecida cárcel de mujeres de Les Corts, prisión en la que las encerraban por rojas, por votar al Frente Popular; incluso por coser uniformes para los milicianos. Muchas, como Claramunt, obreras. Así consta en la ficha de Neus Bouza: 22 años, soltera, fusilada el 26 de mayo de 1939. Nombres como el de Claramunt y Bouza que fueron durante décadas doblemente olvidados. Como el de Inés Giménez, estudiante ejecutada a los 24 años. O el Elionar Malich, de oficio, portera, asesinada el 8 de agosto de 1939. O Eugènia González, nacida en Hortaleza, Madrid, enfermera, asesinada sobre el fatídico muro a los 20 años el 14 de mayo de 1939. 

¿Por qué el franquismo dejó de usar ese trozo de playa en la frontera entre Barcelona y Sant Adrià para fusilar a los disidentes en 1952? "Fue por el Congreso Eucarístico. Para que se lo dejaran celebrar aquí tuvieron que dejar de matar. Se llevaron los fusilamientos a Valencia. Sobre la fosa común en la que enterraban a los fusilados levantaron una iglesia, por lo que el lugar ahora es inviolable y no los pueden desenterrar", responde indignado el pedagogo, veterano activista vecinal de La Mina.