Los protagonistas de La Desbandá luchan contra el revisionismo sobre el bombardeo a los civiles que en 1937 huyeron del cerco franquista por la carretera de Málaga a Almería
En la Asociación La Desbandá se ultiman los preparativos para recorrer los 240 kilómetros que separan por la costa Málaga y Almería. La misma ruta que hace 85 años, en febrero de 1937, anduvieron 300.000 personas y en la que perdieron la vida alrededor de 6.000 civiles bombardeados por tierra, mar y aire por las tropas franquistas y sus aliados internacionales. Esa carretera de la muerte y lo que allí pasó quedaron sepultados por el silencio impuesto por la dictadura. La asociación lleva desde 2017 repitiendo la ruta para homenajear a los supervivientes y a las víctimas, rescatar del olvido una de las mayores tragedias de la Guerra Civil y exigir reparación.
En esa tarea de memoria, la asociación se ha encontrado con la decisión del Ayuntamiento de Madrid de recuperar el nombre de Crucero Baleares en una de sus calles. “Es una burla para las víctimas”, señala Rafael Morales, presidente de la asociación. El crucero Baleares fue uno de los barcos que bombardearon a los civiles que entre el 7 y el 12 de febrero de 1937 emprendieron la huida de Málaga por la carretera de Almería tras la toma de la capital malagueña por los sublevados.
Luisa Vecino tenía cuatro meses cuando las bombas empezaron a caer sobre Adra (Almería). Sus padres la cogieron en brazos y se sumaron a la diáspora que venía desde Málaga. “Era una carnicería, una matanza absoluta”, dice Luisa que le contó su madre. La rabia le enreda las palabras cuando cuenta cómo se siente al saber que Madrid ha recuperado el nombre de crucero Baleares. ”Me enfurece, no puedo comprender que en tantos años no se hayan eliminado estas ideas y que las impulsen gente que está en los gobiernos”.
“Cuando en verano conocimos la intención del Ayuntamiento de Madrid remitimos una denuncia formal alegando que iba en contra de la ley de memoria”, explica Morales. El Consistorio gobernado por el popular José Luis Martínez-Almeida respondió que estaba cumpliendo con una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid que daba la razón a Vox. La asociación de Morales trató, en vano, de que el Ayuntamiento de Málaga, también del PP, se pronunciara en contra. Tampoco lo ha hecho el consejero de Presidencia y portavoz de la Junta de Andalucía, el malagueño Elías Bendodo.
El Ayuntamiento de la capital les explicó que la calle honraba también a los tripulantes del Baleares que fallecieron cuando fue bombardeado en marzo de 1938 por una escuadra republicana, porque “ellos también eran víctimas”. “Aunque ciertamente su marinería pereció en su hundimiento [fallecieron 768 personas], no es menos cierto que fue uno de los causantes del sufrimiento de los protagonistas de La Desbandá, por lo que hubiera sido más justo evitar el agravio comparativo y el incumplimiento del artículo 15 sobre símbolos y monumentos públicos que recoge la ley de memoria”, señala el arqueólogo e investigador Andrés Fernández, coautor del libro 1937: Éxodo Málaga-Almería. Fernández recuerda que, desde 1938, se celebraron funerales y desfiles por los considerados “mártires de la traición”.
De La Desbandá se sabe muy poco. Las fotos que tomó el médico canadiense Norman Bethune son el único testimonio gráfico que atestigua la huida. Precisamente, fue Bethune quien metió a Luisa y a su madre en una furgoneta y las evacuó hasta Almería. Mucho después, cuando Luisa estaba leyendo El bisturí y la espada, supo que el médico protagonista era Bethune. “Le dije: ‘Mamá, aquí se cuenta tu historia, la del doctor que te ayudó”, recuerda emocionada.
Buena parte del relato de lo ocurrido en La Desbandá se ha reconstruido gracias al testimonio oral de los supervivientes, como Luisa. Para acallar las últimas voces que incluso niegan ese éxodo, Morales ha organizado el Congreso Internacional de La Desbandá, para “seguir investigando lo que ocurrió, dónde y por qué”.
Los primeros recuerdos de Luisa son las seis baldosas en las que su padre, preso desde 1939 en Almería, se turnaba para dormir con sus compañeros de celda. Él salió de la cárcel en 1944 y murió de un infarto en 1947. Un año después, antes de partir para Milán con su madre tuvieron que visitar al cónsul italiano. “Tenía un cuadro de Mussolini. Era normal, entonces gobernaba Franco y eran fascistas, pero ahora no puedo entender que se mantengan esos símbolos”, se revuelve.
La asociación retomará la ruta de La Desbandá el 3 de febrero. Luisa cree que sus recuerdos son “una gota que cae en un mar que está envenenado”, pero valora el esfuerzo de la asociación que cada año invita a supervivientes como ella para rememorar el pasado con el ansia de que su memoria perdure más que una placa en la pared de una calle.
SOBRE LA FIRMA
Redactora jefa en Andalucía. Ha desarrollado su carrera profesional en el diario como responsable de la edición impresa y de contenidos y producción digital. Formó parte de la corresponsalía en Washington y ha estado en las secciones de España y Deportes. Licenciada en Derecho por Universidad Pontificia Comillas ICAI- ICADE y Máster de EL PAÍS.
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