FOTÓGRAFO: AUGUSTE CHAUVIN.
Desde los primeros días de enero hasta el 10 de febrero, decenas de miles de personas, civiles y militares iniciaron su marcha hacia el norte. Todos los caminos y carreteras que conducían hacia Francia quedaron atestados de gente; hombres, mujeres y niños que llevaban consigo sus escasas pertenencias, tuvieron que abandonarlas poco a poco en los márgenes y cunetas, hasta quedarse solamente con la ropa que llevaban puesta. Todos los pasos montañosos de los Pirineos fueron testigos de este drama colectivo y la época del año, enero-febrero, con muchos de esos pasos nevados, aumentaban las dificultades de la marcha. La falta de comida y suministros agrava la situación y centenares de personas murieron a causa de este cúmulo de penalidades.
A este cuadro dantesco hay que añadir el hecho de que la aviación franquista continuó bombardeando y ametrallando las hileras de fugitivos y la mayoría de los pueblos y ciudades del norte de Gerona, causando centenares de muertos y heridos. La ciudad de Figueras, última ciudad de la administración y autoridad Republicana, sede del Gobierno y de las Cortes, sufrió varios y prolongados bombardeos a finales de enero y durante la primera semana del mes de febrero de 1939. Esos injustificados bombardeos causaron, solamente en la capital ampurdanesa dos centenares de víctimas entre la población de la ciudad y las largas columnas de fugitivos que atravesaban sus calles aquellos días: muchos meses después de terminada la guerra todavía se sacaban cadáveres de personas que habían quedado sepultadas entre los escombros.
Se calcula que sobre 470.000 personas pasaron la frontera de Francia y se encontrarían refugiados en Francia en 1939 (Datos Informe Valiere, nombre del presidente de la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados de Francia). Según investigaciones contrastadas (Vicente Llorens, Javier Rubio, José Luis Abellán, Alicia Alted Vigil, Pons Prades, Stein, David Wingeate Pike, Benito Bermejo, Julio Martin Casas, Carlos Hernández, Javier Rodrigo, Ángel del Río, Fernando López Martínez, Gutmaro Gómez Bravo, o Juan Francisco Colomina) un mínimo de 180.000 españoles permanece en campos de concentración franceses a finales de 1939. Además 25.000 españoles se encontrarían refugiados, en diversas condiciones, en países europeos y otros 50.000 habrían tenido la “fortuna” de cruzar el Atlántico y encontrar refugio en países hispanoamericanos. Es decir, aproximadamente la mitad de los que cruzaron la frontera en los últimos meses regresaron antes de terminar 1939. Muchos de ellos engrosarán, entonces -una vez efectuado un penoso e ingenuo regreso- las cárceles del franquismo... que les condujo, al final sin retorno, esta vez ante el pelotón de fusilamiento o a las lúgubres paredes de prisiones, tras comparecer y ser condenado por consejos militares sumarísimos.
"Estos que ves ahora deshechos, maltrechos, furiosos, aplanados, sin afeitar, sin lavar, cochinos, sucios, cansados, mordiéndose, hechos un asco, destrozados, son, sin embargo, no lo olvides, hijo, no lo olvides nunca pase lo que pase, son lo mejor de España, los únicos que, de verdad, se han alzado, sin nada, con sus manos, contra el fascismo, contra los militares, contra los poderosos, por la sola justicia; cada uno a su modo, a su manera, como han podido, sin que les importara su comodidad, su familia, su dinero. Estos que ves, españoles rotos, derrotados, hacinados, heridos, soñolientos, medio muertos, esperanzados todavía en escapar, son, no lo olvides, lo mejor del mundo. No es hermoso. Pero es lo mejor del mundo. No lo olvides nunca, hijo, no lo olvides."
(Max Aub, Campo de los Almendros)
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