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Objetos que ayudan a entender y recordar: balas, una alianza, un sonajero o el nombre enterrado en una botella
Los casquillos de bala conducen al lugar del crimen cerca del Puerto de Pajares; unas peinetas hacen pensar a los arqueólogos que han encontrado a las mujeres que buscaban en Albarracín; una chapa con un número se corresponde con el nombre de un miliciano en Bilbao; aparecen restos de alpargatas de agricultores, pero también monedas y crucifijos en Valladolid o Trebujena…
Además de los restos humanos, los objetos que aparecen en las excavaciones de las fosas comunes de la Guerra Civil y el franquismo nos hablan de la época, de la posible identidad de las víctimas y de las circunstancias de su vida y muerte. Pero también crean un puente entre pasado y presente y establecen un lazo emocional entre las víctimas y sus descendientes a través del tiempo y en contra del olvido.
La "cultura material" en las fosas
En la mayoría de las fosas aparece la munición con las que se cometieron los asesinatos: balas de fusiles Máuser o de pistolas Astra, aunque han aparecido incluso granadas de mano. Junto con otros elementos, como la aparición de los cables con los que fueron maniatados, apuntan a una muerte violenta, lo que luego se confirma por el examen forense de los huesos.
Pero además afloran pequeños elementos relacionados con las propias víctimas. “Lo que nosotros llamamos 'cultura material exhumada' son objetos que se pueden clasificar en distintas modalidades, pero siempre vinculados a la persona que ha sido asesinada”, explica a RTVE.es Andrea Moreno Martín, doctora en Arqueología de la Universidad de Valencia, especialista en gestión del patrimonio cultural y arqueológico y en los procesos de socialización de la memoria.
Restos de la indumentaria (botones, hebillas) u objetos estrictamente personales, como unas gafas, una estilográfica o un reloj, indican que se trata de personas que vivieron en época contemporánea, y no de un depósito arqueológico anterior.
El estudio de los objetos abre una ventana a la vida y muerte en aquellos años. En ocasiones apuntan a un oficio o a una militancia política. En otras remiten a las duras condiciones de vida en un penal, donde no debe faltar una cuchara para compartir la comida, o a las creencias religiosas: los crucifijos y medallas de vírgenes y santos aparecen con profusión, tanto en enterramientos de víctimas de la represión en la retaguardia republicana como en las de fusilados por los golpistas y luego por el régimen franquista.
“Lo que impacta –dice Moreno– es que abres una fosa, por ejemplo en Paterna, en Gandía, en Villar del Arzobispo o en Castellón, y hay una persona que aparece con una hebilla del cinturón absolutamente igual a la que puedes tener tú, tu padre o tu abuelo, o unas albarcas como las que puedes encontrar hoy día. Aunque no lo uses, en tu imaginario colectivo, social y cultural, ese elemento se asocia a personas como tú”.
Pistas para la identificación
En ocasiones, además, los objetos ofrecen pistas para identificar a personas concretas, pues conducen hasta los familiares que pueden donar una muestra de ADN.
En 2020, en El Espinar (Segovia), la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) desenterró los restos de 17 milicianos que habían acudido desde Madrid para proteger la capital del avance de los sublevados. En el bolsillo de uno de ellos apareció un anillo de boda con una fecha grabada: 1 de junio de 1931. Coincidía con la fecha del matrimonio de Eugenio Insúa e Irene Serrano, según el certificado que aún conservaban sus descendientes.
Insúa, de 29 años, era un sindicalista madrileño que tras el golpe se sumó a las milicias para defender la República, y cayó en la sierra el 25 de julio de 1936. Su hija Rosa María, de 84 años, pudo recuperar sus restos y el anillo. "Una alegría muy grande, ya era hora, a poco ni lo cuento", relató a TVE. Irene Herrera, nieta de Eugenio, destacaba que el anillo apareció en un bolsillo. "Parece una señal: 'estoy aquí'".
Josefina guardó durante toda su vida un pendiente de su hermana, María Alonso, que fue fusilada el 9 de octubre de 1936. María se había hecho un corte en la oreja, y solo llevaba un pendiente cuando se la llevaron. Josefina estaba presente en 2008 cuando apareció la joya durante los trabajos de exhumación de la fosa con 11 personas en una cuneta en Izagre (León). Así supo que aquellos eran los huesos de su hermana.
Un caso singular es el de las botellas con papeles que informan directamente de la identidad del fallecido. Se han encontrado en el Fuerte de San Cristóbal, en Navarra, y en la localidad valenciana de Paterna.
En el cementerio de Paterna hay 154 fosas donde fueron enterradas los más de 2.200 presos fusilados en el cercano campo de tiro de El Terrer. La profundidad de algunas de ellas produce una reacción química conocida como saponificación, que ayuda a conservar tanto los restos humanos como los objetos.
En las fosas 126 y 146 aparecieron tubos y botellas de cristal con papeles dentro, que en la mayor parte se habían desintegrado. Solo de una pudo extraerse el papel casi intacto. En él estaba escrito el nombre de Germán Pérez Sánchez, concejal de Unión Republicana en Utiel, quien desde su puesto intentó proteger a los vecinos que estaban en el punto de mira de las milicias anarquistas. Al terminar la contienda, Germán esperó a las tropas franquistas en el ayuntamiento, les entregó las llaves, y se marchó a casa. Le detuvieron poco después. Entre 1939 y 1941 estuvo preso en el monasterio de San Miguel de los Reyes, convertido en prisión, hasta que fue fusilado, con 51 años.
En otro de los enterramientos de Paterna se encontraron cinco cartas protegidas con un pequeño plástico que ayudaron a localizar a los familiares de Francisco Sanz Herráez, zapatero de Benimànet, fusilado el 13 de julio de 1940, con 40 años.
El vínculo emocional a través del objeto
"Cuando hablamos de las fosas, hablamos de procesos de trauma en los que la memoria a veces ha sido silenciada durante 40 años", recuerda Andrea Moreno. Eso hace que los restos materiales, por mínimos que sean, tengan un gran valor para los familiares.
"Cuando no has conocido a tu padre, o tenías ocho años y lo fusilaron y desapareció, y has buscado toda tu vida, y con 90 años un día te dicen que esos botones, esa hebilla, ese fragmento de pipa o ese trocito de carta eran de tu padre… Se emocionan muchísimo", relata la doctora de la UV. "El elemento material que se asocia a la persona, en este caso desaparecida y asesinada, encarna de alguna manera a la persona".
Pocos ejemplos son mejores para ilustrarlo que el del sonajero que Catalina Muñoz guardaba en el mandil cuando fue asesinada. El juguete, fabricado de celuloide, apareció en 2011, aplastado pero entero, entre los restos humanos enterrados bajo el parque infantil de La Carcavilla, en Palencia. El parque se creó sobre los terrenos del antiguo cementerio, sin que se hubieran exhumado las fosas de los republicanos.
"Un regalo de cuando era niño", declaró Martín, el hijo de Catalina, de 83 años, que tenía nueve meses cuando se llevaron a su madre para fusilarla “por roja”.
El destino de los objetos
Pese a su valor histórico, el destino final de muchos de estos objetos no es el de ser conservados.
Si los restos humanos son identificados a través de ADN, las familias pueden disponer tanto del cuerpo como de los elementos materiales asociados. En cambio, si no hay identificación, según el protocolo de actuación en exhumaciones de 2011, los objetos se tienen que volver a enterrar en el mismo municipio. No se consideran ni patrimonio histórico ni prueba legal de un crimen, explica Andrea Moreno. "Con el tiempo hay autonomías que han desarrollado leyes, algunas derogadas, de memoria democrática, y se intentó establecer si se podía hacer algo con los objetos en ese limbo legal".
La arqueóloga propone "establecer un uso cívico y una pedagogía de la memoria", siempre con el "máximo respeto" y con el consentimiento y la participación de las familias afectadas, para explicar qué es una fosa, cómo fue la represión y cómo fueron las vidas de esas personas "de las que normalmente no se ha hablado". Con estas premisas, el Museu de Prehistòria de Valencia expuso en 2023-2024 una colección de materiales de las fosas de Paterna.
"Por muchas fotos, por muchos documentales que haya, nada se explica de manera tan empírica como con un objeto descrito en su contexto –resalta Andrea Moreno–. Y además de decir que es una cuchara, decir que perteneció a esta persona que nació en este año, que fue encarcelada por este motivo y fusilada, y que tuvo hijos que la buscaron durante 80 años. Eso es lo que hay que contar".
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