dijous, 13 de novembre del 2025

La maternidad de los horrores de Binissalem

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Los testigos sitúan en el Binissalem de los años 70 una granja de cebo de mujeres embarazadas | Foto: ARCHIVO

«Lo más importante es la vida del niño y la honra de la persona». Esta frase, pronunciada por el padre Roig, director de Càritas Mallorca en 1977, da una idea de la normalización con la que se perpetró durante años en Baleares la desaparición forzosa de centenares de niños que fueron sustraídos a sus madres y dados en adopción a terceras personas.

El periodista Santiago Miró y el fotoperiodista Sebastià Terrasa jugaron un papel clave para destapar un drama que afecta aún hoy a más de 300 familias en las Islas y a miles en toda España. Publicaron el 3 de marzo de 1997 un reportaje de investigación en la mítica revista Interviu que removió conciencias en todo el país. El titular retrataba la verdad sin tapujos o interpretaciones: 'Mercado de bebés en Mallorca'.

Portada de la revista Interviu que destapó la trama de los niños robados en Mallorca.
Portada de la revista 'Interviu' que destapó el robo de niños en Mallorca.

Los reporteros recogieron numerosos testimonios de víctimas, pero también de alguno de los cooperadores necesarios en la trama, como el padre Roig. El horror de una casa de madres en Binissalem estremeció a los lectores.

Una de las chicas a las que le robaron su bebé, María, contó a los periodistas cómo «con 22 años se quedó embarazada de su novio. Él no quería hacerse cargo del niño y la mandó a una conocida comadrona llamada Margarita Campins que la recibió en un chalet de Binissalem y le dijo que le daría de comer, de vestir, que no se preocupase de nada y que al final se llevaría a su hijo».

Siguiendo sus órdenes firmó un documento, un supuesto formalismo, e ingresó en aquella casa en la que convivía con otras chicas que estaban en situaciones parecidas a la suya. Consiguió escapar gracias a la mediación del entonces sacerdote Jaume Santandreu a quien el reportaje de Interviu también dio voz. «Me impresionó mucho ver a todas aquellas chicas embarazadas en una especie de granja, donde eran cebadas únicamente con el objetivo de que tuvieran un bebé sano y hermoso y donde se mataba todo sentimiento e instinto materno», decía. Según los autores de la pieza, el mercado clandestino pagaba entre 200.000 y 500.000 pesetas por recién nacido.

El declaraciones posteriores Santandreu explicó que «la casa de Binissalem era gestionada por una comadre, Margalida Campins, y por un capellán, Pep Roig, que era el delegado del obispo en Cáritas». Ambos se comunicaban con un médico que tenía una clínica privada en Inca y que estaba en contacto con las familias adoptivas». La mujer embarazada ya iba al médico bien sermoneada y con los papeles firmados de que renunciaba a la criatura. Mientras estaba en la clínica por una puerta entraba una señora con un cojín debajo de la falda. A la mañana siguiente había dos registros: el de la pobre chica a la que le decían que había tenido un niño muerto y el de la del cojín a la que le daban el niño vivo». «Los niños de Binissalem nunca podrán saber nada porque en ningún lugar figura que son adoptados», lamentaba.

La experiencia de Maria confirmaba ese modus operandi desde el momento del ingreso.«Aquella noche, antes de irme a dormir, la compadre me hizo firmar una hoja en blanco. Yo estaba traumatizada y firmé ante la insistencia de que era un simple formalismo sin importancia. Después me di cuenta de que tanto ella como mi prometido me habían engañado para entrar allí. El padre Roig venía cada dos días al chalet y nos decía que para una soltera lo mejor era ceder el niño porque nosotras no podíamos cuidarlo y alimentarlo como tocaba».

Tras huir de la ‘granja de cebo’ con la ayuda de Santandreu, la joven Maria contaba en Interviu que tuvo a su hijo en el Hospital Provincial La Sang, donde le dijeron que nació muerto. Compartió así muy a su pesar el mismo final que vivieron las chicas que habían permanecido en la granja de cebo. El relato de la joven ponía los pelos de punta y coincidía con lo que han manifestado otras muchas mujeres posteriormente.

Las víctimas no solo fueron embarazadas solteras. Otras, que se alejaban del prototipo femenino de la falange, ya fuera por su estilo de vida o sus ideas políticas, también recibieron la noticia de que sus hijos habían muerto en el parto y luego estos fueron dados en adopción a familias más acordes con el movimiento. Ocurrió en numerosas ocasiones en el Hospital de la Sang, pero también en otros hospitales públicos a lo largo de toda la geografía balear. En el Hospital General había una sala para las madres solteras y prostitutas llamada 'La sala de la vergüenza'. Solo tres de las 300 familias que buscan a sus parientes biológicos en las Islas, han conseguido 48 años después dar con ellos.

Lejos de acabar con el fin del franquismo el robo de bebés en Baleares se prorrogó durante años. La asociación Orígenes, que agrupa a las víctimas de las Islas tiene casos documentados desde los años 40 hasta los años 90.

La derogación de la Ley de Memòria Democràtica de Baleares que ya ha sido admitida a trámite y que se aprobará previsiblemente con los votos de Vox y el PP, eliminará el reconocimiento como víctimas de todos aquellos bebés sustraídos a sus padres y madres.