La Guerra Civil como nunca la habías visto
Mientras las tropas republicanas sufrían las inclemencias del temporal durante la guerra civil, la chiquillería madrileña salió a las calles para jugar con la nieve caída en la Nochevieja de 1937.
Publicamos la quinta entrega de la serie a partir de películas filmadas por los camarógrafos de la Hearst Corporation, recuperadas y digitalizadas por The Packard Humanities Institute y la Universidad de California.

Madrid-
Mientras las tropas republicanas sufrían las inclemencias del temporal, la chiquillería madrileña salió a las calles para jugar con la nieve caída en la Nochevieja de 1937.
Enero de 1938. La Puerta de Alcalá se despereza arropada por un chal blanco y la chiquillería se echa a las calles, sorteando los coches y los tranvías que anuncian Calzados Miranda, mientras el arco neoclásico aguarda el triunfo republicano en la Guerra Civil y llama a la ayuda de las "familias sin recursos" y honra a los "miles de camaradas asesinados en campos facciosos".
El utillaje bélico se ha helado en Teruel y los aviones de la Legión Cóndor no proyectan su sombra sobre el Ejército Popular. Los hombres del general Vicente Rojo resisten el embate de las tropas franquistas hundidos en un metro de invierno, mientras en la capital, al fin un día sin guerra, los únicos proyectiles son copos que desatienden el fragor de las armas y avivan la ilusión de los chavales. Madrid es una ciudad que no sabe llover pero que adora la nieve, un efímero juguete que se deshace en las manos de los críos sitiados.
Quién sabe si pasarán, aunque tras el golpe de 1936 los ciudadanos han defendido al Gobierno legítimo del Frente Popular y se han sumado a los soldados republicanos en la batalla de Guadarrama y en la tenaz defensa de Madrid. Los reporteros de la Corporación Hearst, que grabaron imágenes como estas para ser emitidas en los noticieros de los cines de Estados Unidos, no daban crédito ante la presencia de milicianas en la primera línea de batalla.
Gran nevada en Madrid durante la Guerra Civil
Ahora, gracias al trabajo de la investigadora Silvia Ribelles, a The Packard Humanities Institute y a la Universidad de California, observamos los destrozos causados tras el estallido de la guerra a cincuenta kilómetros de Madrid, donde los niños entablan su particular batalla de bolas, fruto de la copiosa nevada caída en la Nochevieja de 1937, de la que da cuenta el diario ABC.
"En las calles se alzaba espesa capa de hielo, como hacía muchos años que no había aparecido ante la vista de los transeúntes. El tráfico de los tranvías se hizo difícil, así como el de otra clase de vehículos". La población colabora con los servicios municipales y despeja las principales vías después de la petición de ayuda del alcalde, Rafael Henche de la Plata, quien ordena a los porteros que limpien las aceras en el frente de las casas. Paralizado el mercado mayorista de frutas, pronto se reanudará la venta de huevos.

Otro frente necesita ayuda, por lo que la Asociación de Impresores de Madrid entrega diez mil pesetas a la Campaña Nacional de Invierno para la adquisición de prendas de abrigo para el "camarada combatiente", que tanto ansían los soldados en Teruel que "caminan con la nieve hasta más arriba de las corvas". Mientras, el presidente del Consejo de Ministros, Juan Negrín, le envía un telegrama al alcalde: "Saludo el Año Nuevo, que ruego transmita al heroico pueblo madrileño, con votos por que el año 1938 sea el de la victoria popular".
Avante, editado por El Hogar del Marino, da cuenta del "extenso sudario" con ardor barroco. "Hacía años que el invierno crudo de Castilla transcurría sin que los bulevares de la urbe madrileña se vieran visitados por esa nivea deidad, que si antaño daba frío corporal su presencia, esta de hoy lo transmite al alma, sostenida, eso sí, por el fuego potente del más grande patriotismo, que no apaga la ventisca, que, bajando de la Sierra, se clava, fiera, en nuestros músculos".
Los "níveos pañales" tendidos sobre la ciudad, añade el semanario propagandístico, hacen desprenderse a la población "de todo egoísmo personal" y "acordarse con mayor ahínco de los que luchan denodadamente en las trincheras por la redención de la Patria". Es el caso del coruñés Enrique Líster, quien tras el ascenso a teniente coronel por su "gloriosa gesta" en Teruel, recibe las felicitaciones del delegado de la Subsecretaría de Marina en Madrid: "¡Sigue así hasta la victoria final! ¡Por la República y Galicia ceibe!".
La nieve, como el aire fresco que alentó el 14 de abril de 1931, pronto sería historia.

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