dijous, 13 de novembre del 2025

La red clandestina que desafió al franquismo: cómo el catalán sobrevivió en silencio

 https://www.elperiodico.com/es/politica/20251109/franquismo-catalan-red-clandestina-sobrevivio-lengua-silencio-123417174

Durante cuatro décadas de represión durante la dictadura, maestros, familias y activistas mantuvieron viva la lengua catalana en los comedores de las casas y en entidades culturales arriesgando su libertad para que no se extinguiera

Illa y Rull emplazan a los jóvenes a custodiar la memoria antifranquista: "La democracia no es un regalo"

El Gobierno pedirá al juez la suspensión cautelar de la fundación Franco

Las entidades memorialistas presionan para el traslado de la policía de Via Laietana con una manifestación el 23-N: "Que no se blanquee la impunidad"


Testimonios de la represión del catalán durante el franquismo

Los testimonios de la represión del catalán durante el franquismo / Manu Mitru, Ferran Nadeu y Patricio Ortiz

Sara González

Sara González

Barcelona
Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico

Justo al oscurecer, cuando las oficinas ya habían cerrado, Lluís Duran (Barcelona, 1960) cruzaba sigiloso y sin mediar palabra la puerta del número 20 de la calle Montcada de Barcelona. El local del Palau Dalmases era lúgubre y pertenecía a la Obra del Ballet Popular. Pero, a sus 9 años, no iba a aquellas horas de finales de los sesenta a bailar

 sardanas. De la mano del padre de un amigo de la escuela -persona de confianza de su familia-, se sentaba a aprender catalán con unos manuales de la editorial Barcino diminutos, del tamaño justo para que, si de camino se cruzaba con un 'gris', poder esconderlo rápidamente en un bolsillo o una chaqueta. No hablaba nunca de ello, ni se le

 hubiera pasado por la cabeza. Tampoco lo hacían sus compañeros. Eran tiempos de silencio, represión y censura impuestos por una dictadura que desde el minuto uno fue implacable con la lengua catalana.

Tras la Guerra Civil, el franquismo, además de abolir la Generalitat y el Parlament, aniquiló el catalán del espacio público con el propósito de borrar cualquier manifestación cultural y lingüística propia de Catalunya en nombre de una España unificada y homogénea. Se cambiaron los nombres de las calles y los letreros de los comercios, el castellano fue impuesto como lengua única en la escuela, se depuraron maestros y se prohibieron las publicaciones en catalán, que quedó restringido al ámbito privado bajo el yugo del miedo. "Para el régimen, cualquier manifestación catalanista era separatismo, también la lengua", explica el historiador Carles Santacana. 

Para el régimen, cualquier manifestación catalanista era separatismo, también la lengua

Carles Santacana

— Historiador

Duran, que es también historiador, pone cifras que retratan lo que denomina como un intento de "genocidio cultural": antes de 1936, había más de 1.500 diarios y boletines en catalán; entre 1939 y 1960, apenas quedaban 14. La cantidad de libros que se publicaban en catalán en 1935 no se recuperó hasta 1978. Y no fue hasta ese año que la escuela volvió a tener una asignatura obligatoria de catalán tras casi medio siglo fuera del currículum.

Barcelona 06/11/2025 Política. Entrevista a Lluís Duran, activista antifranquista en defensa del catalán. AUTOR: MANU MITRU

Lluís Duran, historiador y activista / MANU MITRU

Burlar el muro del régimen

Sin embargo, una lengua no muere mientras haya quien la hable, incluso en las peores de las circunstancias. Con esta convicción, sin apoyo institucional y jugándose el propio pellejo, se tejió una red clandestina de resistencia en la que se implicaron maestros, intelectuales, activistas, sindicalistas y familias tanto obreras como de la burguesía. Primero, un entramado desordenado, fruto de iniciativas dispersas e inconexas bajo el paraguas de entidades de ocio, culturales o eclesiásticas. Y más tarde, a partir especialmente de la creación de Òmnium Cultural en 1961, esa red se volvió más estructurada, sistemática y con capacidad para sobrevivir hasta la llegada de la democracia.

Sin apoyo institucional y jugándose el propio pellejo, se tejió una red clandestina de resistencia en la que se implicaron maestros, intelectuales, activistas, sindicalistas y familias tanto obreras como de la burguesía

Se trataba de burlar el muro del régimen, de colarse por las rendijas y parapetarse tras una etiqueta neutra para que la transmisión de la lengua se escabullera de las garras del franquismo. Para muestra, un botón: Agrupació Excursionista de Catalunya, Agrupació Folclòrica de Barcelona o Centre Comarcal Lleidatà. Los tentáculos de la dictadura no podían alcanzar cada rincón, y cada punto ciego era una oportunidad.

Carles Vallejo.

Carles Vallejo, ante la comisaría de Via Laietana / ZOWY VOETEN

"De pequeño, entendía el catalán, pero no fue hasta la adolescencia, cuando me afilié a los escoltas, cuando la asumo también como lengua propia", relata Carles Vallejo (Barcelona, 1950), presidente de la Associació Catalana d'Expresos Polítics del Franquisme e hijo de padre murciano y madre toledana. Santacana, que vivía en L'Hospitalet de Llobregat y era hijo de familia catalanohablante, fue, durante muchos años, 'Carlos', y no Carles; y más allá de hablar "un catalán deficiente" en casa, el único recuadro donde no aparecía el castellano era en su carnet de socio del centro excursionista.

"Éramos conejos intentado escapar del cazador. Todos los sistemas para lograrlo eran válidos, excepto hacerte amigo del cazador, porque sabías que, si lo hacías, acabarías en la olla"

Lluís Duran

— Historiador y activista

"Éramos conejos intentando escapar del cazador. Todos los sistemas para lograrlo eran válidos, excepto hacerte amigo del cazador, porque sabías que, si lo hacías, acabarías en la olla", relata Duran. Al principio, justo después de la guerra y hasta 1946, el contexto era de supervivencia, de superar el hambre y la devastación. Justo después, según dejó escrito el periodista Josep Maria Espinàs, se pasó a una "tolerancia limitada en el ámbito privado o folklórico" y más tarde, hacia finales de la dictadura, un intento de sustitución por desuso por parte de las nuevas generaciones.

El comedor de casa como aula

Cuatro fueron, según Duran, los movimientos alternativos que el franquismo no pudo controlar: el sardanismo, el excursionismo, el barcelonismo -la afición por el Barça- y los cursos de catalán o, según el término que acuña el propio historiador, el "cursismo catalán". Porque cualquier actividad, desde uno de danza tradicional a uno de costura o una supuesta celebración de un cumpleaños, servía para tejer ese ecosistema de insumisión.

Los cuatro movimientos alternativos que el franquismo no pudo controlar fueron el sardanismo, el excursionismo, el barcelonismo -la afición por el Barça- y los cursos de catalán o, según el término que acuña el propio Lluís Duran, el "cursismo catalán"

Comedores de casas particulares cobijaban tertulias literarias sobre obras de autores que hicieron de escribir en catalán un acto de resistencia, como Josep Vicenç Foix, Carles Riba, Mercè Rodoreda o Josep Maria de Segarra, entre otros. De la misma manera que se convirtieron también en una suerte de aulas, que poco a poco fueron extendiéndose a locales de entidades, muchos de ellos con amparo eclesiástico. "Encima de la mesa había libros de inglés por si entraba la Brigada Político-Social", explica Duran. Porque sí que estaba permitido aprender otras lenguas, como el alemán o el italiano, pero no el catalán.

Y uno de esos comedores convertidos en clases clandestinas de catalán fue el del escritor, pedagogo y crítico literario Joan Triadú, pero también de otros menos reconocidos, como el traductor Eduard Artells o los maestros Artur Balot o Pere Elies Busqueta. Por las lecciones particulares de Triadú pasó Paco Candel, quien ejerció un rol fundamental para que los castellanohablantes sintieran el catalán como lengua propia y fuera entendido como un elemento de cohesión social.

Con la evolución del régimen y su vocación aperturista -más de puertas hacia fuera que hacia adentro- como fórmula de supervivencia de la dictadura, fueron proliferando algunas editoriales en catalán más allá de la primera, Selecta, creada en 1946 por Josep Maria Cruzet. Solo tres años después, Joaquim Puig Pidemunt, que fue director de la revista 'Treball' del PSUC, una de las publicadas en catalán en la clandestinidad, era ejecutado en el Camp de la Bota. El cuentagotas se fue acelerando a mediados de los años 50 y a principios de los 60 nació Serra d’Or. Continuaban siendo, apunta Santacana, "islas" en un contexto que continuaba siendo hostil contra la disidencia.

El sueño de la democracia

Pero se iban abriendo grietas para unas generaciones que ya no habían vivido la guerra y que, en lugar de comulgar con el régimen, como Franco había ideado con su intento de rescribir la historia, soñaban con la democracia al compás también de la Nova Cançó y voces como las de Raimon, Pi de la Serra, Maria del Mar Bonet, Joan Manuel Serrat o Lluís Llach. Jóvenes que, más allá de su lengua de cuna, compartían un anhelo de vivir en libertad. "Mucha de la inmigración llegada del sur de España que se implicó en la lucha antifranquista desde el movimiento obrero e industrial incorporó la defensa de la lengua y la cultura catalana como parte de esa batalla por los derechos y libertades", reivindica Vallejo, extrabajador de la fábrica Seat y sindicalista que, durante su juventud, repartía octavillas -tanto en castellano como en catalán- y que en 1970 fue detenido y torturado por la policía franquista en la comisaría de Via Laietana.

Mucha de la inmigración venida del sur de España que se implicó en la lucha antifranquista desde el movimiento obrero e industrial incorporó la defensa de la lengua y la cultura catalana como parte de esa batalla por los derechos y libertades

Carles Vallejo

— Presidente de la Associació Catalana d'Expresos Polítics del Franquisme

Se habló por primera vez públicamente de la Nova Cançó a finales de 1961 en un concierto organizado por el Centro de Influencia Católica Femenina (CICF), entonces en la calle de Santaló, una institución que también acogió cursos de catalán para las jóvenes que estudiaban secretariado. La red se iba conectando y haciendo más densa. Y en ese contexto, explica Duran, el escritor y promotor cultural Josep Tremoleda suma esfuerzos con Triadú y recurre al abad de Montserrat, Aureli Maria Escarré, para conseguir recursos económicos para financiar los cursos y crear una bolsa de maestros de catalán.

Òmnium, como "punto de inflexión"

La creación de Òmnium Cultural ese 1961, el paraguas en el que se alojó lo que hasta entonces se había ido desarrollando informalmente en las tinieblas, fue, según, Santacana, "un punto de inflexión", así como la creación de la Junta Assessora per als Estudis de Català (JAEC), el órgano clave para habilitar un cuerpo de profesores acreditados de lengua catalana. "El comedor de mi casa, en la calle de Ganduxer, era la sala de máquinas que acogía intelectuales y gente dispuesta a preparar el país para cuando llegara la democracia", narra Laura Cendrós (Barcelona, 1956). Entonces ella era una niña de apenas seis años, hija de uno de los cinco fundadores de la entidad, Joan Baptista Cendrós.

El comedor de mi casa, en la calle Ganduxer, era la sala de máquinas que acogía intelectuales y gente dispuesta a preparar el país para cuando llegara la democracia

Laura Cendrós

— Miembro de la junta de Òmnium Cultural e hija de uno de los fundadores de la entidad

Hijo de un barbero de Valls, se convirtió en el empresario de la conocida marca de productos de afeitado Floyd. "Era un hombre comprometido con Catalunya, ganaba dinero y empezó a hacer de mecenas. Pero se dio cuenta de que individualmente no haría tanto como colectivamente", explica Cendrós, cuya realidad en la escuela era distinta porque se formó en un centro privado, cristiano y catalanista del barrio de Sant Gervasi en el que sí aprendía catalán. Eso sí, a sabiendas de que, si se presentaba un inspector, la instrucción era pasarse automáticamente al castellano.

Cendrós relata que la implicación de su padre con este renacer de la cultura catalana le "robó muchos domingos" que podría haber compartido con él, pero que de ese legado nace también su compromiso actual con Òmnium, de cuya junta forma parte. El franquismo caló las intenciones de la entidad y fue clausurada entre 1963 y 1968, pero tanto los cursos como su actividad continuaron, dirigidos desde un piso en París.

Barcelona 06/11/2025 Entrevista a Laura Cendrós, hija de uno de los fundadores de Òmnium, sobre la defensa del catalán en la clandestinidad durante el franquismo Fotografía de Ferran Nadeu

Laura Cendrós, hija de uno de los fundadores de Òmnium, sobre la defensa del catalán en la clandestinidad durante el franquismo Fotografía de Ferran Nadeu / FERRAN NADEU

"El franquismo no pudo con ellos. Nunca los pusieron en la cárcel porque sabían quién era el enemigo y cómo se le tenía que tratar. Eran inteligentes y estrategas", asegura sobre esos mecenas de la burguesía catalana que fueron capaces de fundar una entidad que hoy en día puede medirse en cifra de socios, ni más ni menos, que con el Barça, en cuyo estadio, por cierto, la dictadura se ocupó muy especialmente de que no se hablara catalán en la megafonía del estadio.

Un elemento de cohesión

Ya entrados los años 70, apunta Duran, esa burguesía que ejercía de mecenas destinaba más inversión en los cursos de catalán en el Baix Llobregat, Vallès Oriental, Vallès Occidental y Maresme que en el centro de Barcelona. "Era el momento de Candel. Había madres castellanohablantes de ciudades como Santa Coloma de Gramenet que suplicaban clases de catalán para sus hijos. Era la manera de cohesionar la sociedad", asegura Cendrós.

La defensa de la lengua y la cultura catalana fue de la mano de la reclamación de los derechos y libertades sociales

La clave, resume Vallejo, es que se entendió que la reivindicación social no podía separarse de la nacional. "Se trataba de sacar del medio cualquier barrera que pudiera dividir la clase obrera, de aglutinar todas las reivindicaciones democráticas", asegura. Esa fue la semilla de la Assemblea de Catalunya, que se fundó en la clandestinidad el 7 de noviembre de 1971 para albergar una estrategia conjunta de todos los partidos y movimientos antifranquistas.

Para entonces, justo antes de afrontar los últimos coletazos del franquismo, el catalán había logrado sobrevivir a la mordaza en el ostracismo y preparar los cimientos para su regreso a la oficialidad con una plantilla de maestros que se incorporarían después a la enseñanza pública. Su hazaña la resumió así Josep Benet en su libro 'L'intent franquista de genocidi cultural contra Catalunya': "El franquismo quiso exterminar la lengua catalana. No lo consiguió porque la gente, en silencio, la continuó hablando".