diumenge, 27 d’octubre del 2013

Los asturianos del Ebro


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75º Aniversario de la batalla más dura de la guerra civil y que concluyó acelerando la derrota republicana  Jesús San Román   La Batalla del Ebro, de cuyo final por estas fechas se cumplen 75 años, fue el último envite en el que la República Española se jugó su destino. Aunque se empezó con un triunfo arrollador que sorprendió a las fuerzas franquistas, la dureza de los combates, lo prolongado de las escaramuzas y la mermada situación de los combatientes republicanos acabaron en una derrota que selló el devenir fatal de la II República.
Como suele ser habitual allí donde se pelea por las grandes causas y donde la libertad se juega el ser o no ser, no faltaron asturianos. Algunos de ellos protagonizaron un papel fundamental  logrando sobrevivir y otros murieron bajo los laureles de la  heroicidad.
Cuenta la que fuera eurodiputada socialista asturiana y presidenta de la Asociación de Descendientes del Exilio Español, Ludivina García Arias, que cuando tiene lugar la caída de Asturias en octubre de 1937 se produce la oleada de refugiados. Tratan de escapar de los franquistas embarcando en todo lo que flotara, principalmente desde el puerto de Gijón. Unos 10.000 militares y milicianos logran salir en esas embarcaciones y tras entrar en Francia incorporarse de nuevo a los distintos frentes de batalla. “No todos eran asturianos porque según iba cayendo el frente norte y avanzando las tropas franquistas las republicanos van retrocediendo y ahí hay de todo. Cae Vizcaya,  luego Santander y se repliegan hacia Asturias”, matiza apoyándose en el historiador Javier Rubio y su trabajo sobre La emigración de la guerra civil de 1936-1939.
La Asociación de Descendientes del Exilio Español, la Coordinadora de Asociaciones de la Memoria Democrática de Madrid y la Fundación Juan Negrín han participado en el homenaje que los días 19 y 20, el pasado fin de semana, la organización Iniciativa por la Memoria Democrática han rendido en Gandesa (Tarragona) a las Brigadas Internacionales y a su participación en la Batalla de Ebro.
Al frente de la Brigada XV estaba un asturiano.  Era esta brigada la que agrupaba a los combatientes de habla inglesa resultante de los vestigios de otras brigadas internacionales, entre ellas la tan afamada Lincoln. El jefe de todos y único español que comandaba un ejército internacional era el Mayor de Milicias José Antonio Valledor. Un maestro de escuela que ya había participado en la Revuelta de Asturias de 1934. Cuando Asturias cae bajo las tropas de Franco es capturado siendo un oficial republicano, pero logró escapar de la cárcel y reunirse con el ejército republicano en la primavera de 1938.
Ludivina, que ha investigado la participación de los asturianos en la Batalla del Ebro, entre los que se encuentra su propio padre y también maestro, Ismael García Lombardía, explica que en los archivos del Principado sobre Valledor  apenas encontró datos. “Únicamente había un papel de cuando joven en el que se decía que tenía dotes militares, como bien se vio después” explica.
Según se relata en foros digitales republicanos, la Brigada de Valledor había quedado descalabrada en el frente de Aragón y con la llegada al mar de los franquistas. En Marsá se procedió a su reorganización y se cubrieron las bajas con remplazos españoles. El 25 de julio con Valledor al frente cruzaba el Ebro por Ascó y una vez ocupada siguió hacia La Fatarella que también conquistó, cambiando de dirección hacia Corbera para asaltar el Puig de l’Àliga donde estaban las avanzadillas nacionales. Pero fueron rechazados con dureza. Los días siguientes se vuelve a intentar con numerosas pérdidas humanas hasta que el 1 de agosto se consigue conquistar la cima. El Puig de l’Àliga es rebautizado como la “cota de la muerte” por las bajas producidas.
 Al no avanzarse más por el sector de Gandesa y con la XV división desangrada, el 6 de agosto es retirada para recomponerse. Volvió a las dos semanas para defender Pandols, donde el “Lincoln” se cubrió de gloria y de bajas en su obstinada y férrea defensa de la cota 666, según las crónicas republicanas. De nuevo en retaguardia, a los pocos días y sin apenas recuperar resuello, el 6 de septiembre, la XV es destinada al sector de la Venta de Camposines para parar la imponente ofensiva de los franquistas. La cota 343 cambió de manos en cuatro ocasiones y las pérdidas humanas fueron incalculables. El Batallón Lincoln fue diezmado por la artillería y por la aviación en los barrancos del Sur de Gandesa. El 22 de septiembre llega la orden de retirada de los internacionales, pero aun al día siguiente, el 23, la XV BI sigue combatiendo y vertiendo su última sangre en la cota 281, relatan las crónicas.
Cuando el ejército republicano fue finalmente derrotado, Valledor y los restos de la XV  Brigada cruzaron a Francia, donde fueron internados en campos de concentración . Durante la Segunda Guerra Mundial, junto con muchos de los internados republicanos , escapó y se unió a los partisanos franceses en la lucha contra las fuerzas nazis.
 Valledor, mandaba en 1944 la primera división guerrillera, una de las nueve divisiones bajo la dirección política de Unión Liberal y agrupadas en la Agrupación de Guerrilleros Españoles, la cual tenía bajo sus órdenes a las que se batieron en los departamentos franceses de los Altos Pirineos, Bajos Pirineos y Gers.
 Cabe destacar de las múltiples actividades de estas unidades la paralización de todas las industrias de los Altos Pirineos, en enero de 1944. El ataque, en marzo, de un campamento alemán que causó numerosas bajas entre soldados y oficiales. El jefe de la Gestapo de Tarbes abatido en plena calle. La ocupación, en julio, de la villa de Bagneres de Bigorré, emboscada de sesenta guerrilleros contra una columna alemana cuyo balance fue de 35 enemigos muertos  y todos los camiones destruidos. Todas las armas tomadas sirvieron para abastecer el maquis.
 Al final de la guerra mundial regresó a España y participó en el movimiento de resistencia que luchó contra el régimen fascista. Él asturiano fue un invitado frecuente de los veteranos de las Brigadas Internacionales  en Gran Bretaña y Francia. Fue elogiado y honrado como un luchador de toda la vida por la libertad, por los derechos de los pobres, los hambrientos y la clase obrera, según se recoge en una nota necrológica aparecida en The Volunteer. Journal of the Veterans of the Abraham Lincoln Brigade. Vol. XVIII, Nº 1. ( 1996)Según le consta a Ludivina García, Valledor regresó a España con la democracia y falleció en Torrevieja.
 Un asturiano que no logró sobrevivir a la ferocidad de la batalla del Ebro fue el marinero gijonés Manolín Álvarez, que formaba parte del XV Cuerpo de Ejército. Cuenta Antonio de Blas en su Historia General de Asturias que la sección especial de la división en la que combate Manolín, formada por dinamiteros y comandos, está compuesta casi exclusivamente por asturianos. En la artillería está Flórez, otro de los nombres famosos de la resistencia asturiana. En la madrugada del 25 de julio de 1938 el Ejército republicano cruza el río Ebro por medio de barcas y tres puentes flotantes que se van multiplicando en las horas de amanecida.
Para el Ejército nacional es una catástrofe, pues totalmente sorprendido se ve arrollado. Las tropas republicanas logran una cabeza de puente que en las semanas siguientes abrirá un frente, en arco, de unos 60 kilómetros de longitud, con Gandesa como centro. En las primeras horas de ataque, la División de Manolín pasa el río. Hicieron varios centenares de prisioneros y cogieron intacta una batería de obuses de 155 con los oficiales, artilleros y tractores al completo. La sorpresa de los asturianos resultó  jocosa cuando descubrieron que las piezas de artillería son de reciente fabricación en Trubia, escribe Antonio de Blas.
En la Orden Circular nº 928 de 9 de enero de 1939, publicada en el Diario Oficial de la República nº 13  de 13 de enero del mismo se da cuenta de la concesión de la Placa Laureada de Madrid al Mayor de Infantería Manuel Álvarez, caído en combate por  la actuación magnífica en todo momento de este prestigioso jefe, actuación que culminó durante la batalla del Ebro.
Hombre capaz y valiente, de gran moral e inteligencia, hizo posible con su dirección acertadísima la eficacia y precisión en las actuaciones magníficas de la División de su mando.
En la citada circular se recoge que el gijonés cumpliendo órdenes superiores, atravesó el río Ebro, entre Fayón y Mequinenza, cubriendo con su Unidad a la perfección los objetivos que les fueron señalados. El día 6 de agosto recibe órdenes de replegarse a la margen izquierda, realizando en circunstancias excepcionales y con precisión matemática, sin pérdida de material y con escasísimo número de bajas, la orden recibida, no obstante dominar el enemigo las alturas de la orilla derecha y emplear éste artillería y aviación en grandes masas; y es su jefe, el mayor Álvarez uno de los últimos en pisar la orilla izquierda.
Durante las siete contraofensivas enemigas, destaca la actuación de la 42 División comandada por Manolín. Su comportamiento es citado encomiásticamente varias veces en las órdenes generales del XV Cuerpo de Ejército. En la Orden por la que se le concede la Placa Laureada de Madrid al mayor asturiano, se señala que siempre estuvo en el centro del sector probable de ataque enemigo. Sus visitas diarias a las zonas de mayor peligro. Su presencia constante en las primeras líneas, permaneciendo a veces jornadas enteras cuando la situación era difícil. Manolín personalmente dirigió gran número de contraataques realizados por pequeñas Unidades a su mando. Y estos hechos fueron en él repetidos y constantes, y su actuación fue fundamental y decisiva en el comportamiento magnífico de su División.
Añade la citada orden que su valor fue norma y guía para los soldados a su mando. No tuvo nunca indecisiones; los momentos más difíciles los enfrentó siempre con serenidad  y energía.  Fue siempre ejemplo para sus subordinados, ofrendó su vida a la Patria, dando ejemplo de cómo se muere por España cuando está en juego la independencia de la Patria, concluyen.
El padre de Ludivina, el socialista Ismael García Lombardía era maestro y la guerra civil le pilló en Madrid adonde había acudido para presentarse a unas oposiciones. “Él no nos hablaba nunca de la guerra”, explica la exeurodiputada por lo que no puede atesorar ningún dato respecto a su presencia en la Batalla del Ebro, en la que participó tras haber combatido también en el frente del Guadarrama.  Ismael  fue fundador de la Asociación de Trabajadores de la Enseñanza de Asturias (ATEA) de la UGT. Militó en la Juventudes Socialistas, en el PCE y acabó siendo un destacado negrinista. Tras el fin de la guerra consiguió refugiarse unos meses en Francia y se exilió en México. Regresó brevemente a España en 1961 y en 1962. Falleció en México el 2 de octubre de 1968.
En México también acabó el mierense José Antonio García Suárez, Pipi el de Valdecuna. Miembro del SOMA-UGT desde 1929, fue presidente y secretario en varias ocasiones, estuvo detenido desde octubre de 1934 a febrero de 1936 por su participación en la revolución de octubre. Durante la guerra civil fue teniente del 10º Batallón de Puentes y Puertos, capitán de Transmisiones y capitán de Carabineros. Su hijo Arturo desde México y a través de correos electrónicos explica  un episodio que le relató en su niñez. “Era Capitán de Ingenieros en el batallón de puentes  donde idearon los puentes laminares que van sumergidos por debajo de la lámina de agua, mientras reconstruían para efectos de distracción el puente superior que la aviación enemiga bombardeaba todos los días. Los suministros y materiales se pasaban de noche por los puentes laminares. Fue herido en el último combate y  dado por muerto. Se nos unió después en Gerona . Yo había nacido el 6 de agosto de 1938 en La Farga de Bebbie y después de su llegada, nos fuimos Francia donde el gobierno pronazi de Petain nos retuvo en el campo de Argeres sur le mer, hasta que consiguió pasaje en el Sinaia”.
Para dar idea del carácter que tenía su padre y de su arrojo, Arturo García se refiere a un incidente ocurrido el 20 de octubre de 1937 cuando los jefes militares y los políticos huían por los puertos de Gijón y Avilés  con las fuerzas de Franco a las puertas, mientras los soldados morían en las trincheras del Sueve y del Puerto de Tarna intentando parar el avance.  Se cuenta en los anales de la historia que Pipi el de Valdecuna intentó dar caza a bordo de una motora a una de estas embarcaciones en la que por la Ría de Avilés se largaban destacados picatostes burlando los controles republicanos, ya que conocían el santo y seña de cada día. Llevaba en cubierta ametralladoras con las que pretendía disparar sobre el barco en el que viajaban unos altos personajes a quienes consideraba desertores. Pero no pudieron hacer blanco, porque en esos momentos apareció una embarcación enemiga de las que tenían su base en Tapia y tuvieron que escapar.
Explica Arturo que en su casa en México siempre se hablaba de su Asturias del alma. “Mi madre era de Gijón y yo  hablé bable antes de hablar español”, bromea. Cuenta el hijo de Pipi el de Cuna que su padre pensaba que Franco, al igual que Hitler y Mussolini, fueron apoyados por el Vaticano y  que, por  ello, España, antes de resarcirse los estragos de la guerra, debía pagar su deuda con Roma. Por otra parte, el de Cuna tenía el convencimiento de que  los Estados Unidos apoyaron posteriormente a los franquistas a cambio de las bases militares y los apoyos económicos que esto representaba.
“ Mi padre culpaba mucho también a los comunistas del fracaso de la República y de sus robos, durante y después de la guerra” explica Arturo García vía correo electrónico desde México, donde “Asturias siempre estuvo presente en nuestras vidas. El círculo de amistades  de mis padres y sus hijos, con los que crecí, eran todos, o casi todos, asturianos”. Pipi el de Cuna volvió a España después de la muerte de Franco y de recibir amnistía por los supuestos crímenes que había cometido desde su participación en la revolución del 34.
El abuelo paterno de Arturo y padre de Pipi fue de los fundadores del PSOE. Desterrado a la Argentina en 1921, donde fundó un periódico en Río Gallegos, escribió contra el gobierno local y murió en forma misteriosa.  “Jamás hemos podido lograr averiguar dónde y cómo murió y dónde quedó enterrado. A mayor abultamiento, en Valdecuna no hay ni siquiera registros de que alguna vez vivió ahí. Mi padre nunca existió por lo que a España respecta” se lamenta Arturo.

COMISARIOS POLÍTICOS

Los comisarios políticos jugaron un papel fundamental  no solo a la hora de fomentar y mantener una moral alta entre las tropas y milicias que luchaban frente a los nacionales, sino también en lo que respecta a la cohesión ideológica y a engrasar las correas de transmisión entre las fuerzas políticas que integraban el gobierno para que los mandos y soldados cumplieran a rajatabla sus directrices. Era precisamente esta realidad del comisario al servicio del partido lo que provocaba que también fueran denostados por los elementos menos politizados, ya que los veían como controladores político-ideológicos insertados en las tropas. En la Batalla del Ebro también hubo un puñado de asturianos entre esos oficiales militares designado por el gobierno para supervisar las unidades militar al servicio del régimen. Los archivos tiene registrados a:   Fernando Miranda Sánchez Comisario del 1º Batallón de la XII Brigada (45 Batallón) De 33 años, comerciante de Grado Frentes de Aragón, Extremadura y Ebro   José Sánchez Fernández Comisario de la 139ª Brigada De 37 años,  de Oviedo, afiliado al PC y a UGT Ingresó en el Ejército el 26 de julio de 1936 Frentes del Centro, Extremadura, Levante y Ebro Herido una vez   Teodoro Rodríguez Morris Comisario en la Jefatura de Transportes del XII Cuerpo del Ejército De 38 años, natural de Avilés y domiciliado en Barcelona Ingresó voluntario el 18 de julio de 1936 Frentes del Este y Segre   Joaquín García Vega Comisario del Batallón Especial de la 16ª División De 29 años, natural de Langreo, afiliado al PSOE y UGT Ingresó como voluntario Frentes del Segre y Ebro