http://sp.ria.ru/opinion_analysis/20140818/161323394.html
10:20 18/08/2014
Luis Alberto Rivas, para Nóvosti
El próximo 24 de agosto, una extraña caravana recorrerá París. Un grupo de franceses y españoles portarán en las calles de la capital francesa las fotos de algunos de los soldados que ese día, hace 70 años, fueron los primeros en entrar en la ciudad para liberarla de sus ocupantes nazis.
Franceses y turistas descubrirán que esas fotos en blanco y negro con los rostros de los liberadores son el testimonio, silenciado durante décadas, de que esos soldados que se jugaron la vida por liberar París eran en su inmensa mayoría españoles.
El 24 de agosto de 1944, un grupo de vehículos blindados semi-orugas (half-tracks) y tres tanques Sherman entran en la capital francesa por sorpresa. Los parisinos creen en un principio que son parte de las tropas alemanas instaladas en la ciudad; después se dan cuenta que no, que visten uniformes del ejército de Estados Unidos y que son la avanzadilla de las tropas que devolverán la libertad a París y, por consiguiente, a toda Francia.
Pero la confusión aumenta cuando cada vehículo en los que se desplazan esos oficiales y soldados tiene inscrito en el morro un nombre en español. Los half-tracks bautizados «España cañí», «Guernica», «Madrid», «Brunete», «Guadalajara» o «Ebro», entre otros, son conducidos por militares que portan una bandera roja, amarilla y violeta cosida a sus uniformes. Son los miembros de «La Nueve», la compañía de choque de la II División Blindada (DB) del general Leclerc. Se la conocía así, «La Nueve», en español, porque 146 de sus 160 componentes eran republicanos españoles, alistados en las tropas de la «Francia libre».
La Nueve estaba comandada por el capitán francés, Raymond Dronne, que tenía como mano derecha al teniente Amado Granell, el valenciano que fue el primer militar «francés» en entrar ese día en el Ayuntamiento de París, ya en manos de la resistencia parisina en la que, por cierto, habían participado otros miles de españoles exiliados. En la noche del 24 de agosto del 44, canciones como «Ay Carmela» y otras pertenecientes al cancionero republicano español sonaron hasta la madrugada en los lugares «asegurados». Pero la liberación de París no había terminado.
Los españoles de La Nueve hicieron frente dentro de la capital a los contraataques y emboscadas de los alemanes que todavía ocupaban la ciudad. El 25 de agosto, el gobernador alemán, atrincherado en el Hotel Meurice con sus tropas de élite, se rindió por fin. Un extremeño, Antonio Gutiérrez, se encargó de mantener encañonado a la máxima autoridad nazi en la capital francesa mientras esperaba que un militar del rango del alemán se hiciera cargo de él. Von Choltitz le regaló a Gutiérrez su reloj, en agradecimiento por haber respetado las convenciones militares internacionales.
De Gaulle desfila escoltado por españoles
París estaba ya casi limpia de nazis y colaboradores franceses para que el general Charles De Gaulle pudiera hacer su entrada en la ciudad y simbolizar con su imagen la liberación de la capital, de la Francia que se ponía de nuevo en pie, como escribió Leclerc. El 26 de agosto, el militar que se había exiliado a Londres y que había desafiado a su excompañero Petain, recorría a pie las calles de París, desde el Arco de Triunfo y la Tumba al soldado desconocido, hasta la catedral de Notre Dame. Cuatro de los halftracks de La Nueve fueron los elegidos para abrir el desfile de De Gaulle. Amado Granell encabezaba el cortejo, que recibía los vítores de una ciudadanía en júbilo. Quedaba claro el homenaje militar de De Gaulle a La Nueve y a los españoles que la componían. Pero a partir de ahí, la historia de estos republicanos que habían participado en la guerra civil con apenas 20 años y que se convirtieron en héroes bajo mando francés, se silenció y enterró voluntariamente con una capa de propaganda más fuerte que el cemento, en el país que ayudaron a liberar.
Ya el día 25, el diario Libération abre en primera con una gran foto del interior del Ayuntamiento, en la que se ve a Amado Granell con el líder de la resistencia parisina. El nombre de Granell no es mencionado, nada se dice sobre los españoles; el periódico habla de «soldados americanos». La torpeza de los periodistas no es sorprendente, ni antes ni ahora, y «Libération» pudo haberse equivocado con los uniformes como los propios parisinos en la calle, pero lo que vino después estuvo bien pergeñado.
Hay palabras que quedan grabadas para la historia y pasan a formar parte de la memoria política de los pueblos. De Gaulle sabía lo que tenía que decir cuando lanzó su famosa proclama: «París, ultrajada; París, rota; París, martirizada, pero París liberada. Liberada por ella misma, liberada por su pueblo con el concurso de los ejércitos de Francia, con el apoyo y la contribución de Francia entera. Es decir de la única Francia, de la verdadera Francia, de la Francia eterna».
La reescritura de la Historia
Ni una palabra sobre los auténticos liberadores españoles. Poco importantes para el futuro, según De Gaulle, que debía enterrar la imagen de la Francia colaboracionista, ensalzar a una Resistencia francesa en la que participaron pocos franceses y hacer frente a los norteamericanos, por una parte, y a los comunistas locales, por otra. Gaullistas y comunistas decidieron, pues, que toda Francia había sido resistente y que sus soldados liberaron París. Desde entonces, los historiadores franceses, los militares o los periodistas, han ignorado el papel jugado por los republicanos españoles en la liberación de Francia. Un silencio de 70 años que pocas obras escritas han intentado romper. Entre ellas, el libro de Evelyn Mesquida «La Nueve, ces republicains espagnols qui ont liberé Paris», publicado en español por Ediciones B. con el título «La Nueve, los españoles que liberaron París». La obra de Mesquida, que fue durante mas de 30 años corresponsal de Tiempo en la capital francesa recoge la historia de La Nueve y, en especial, las entrevistas que la periodista hizo a algunos de los supervivientes de compañía. El testimonio de esos veteranos es una de las páginas mas emocionantes y tristes de la historia de Francia. Es también, parte de la memoria de la trágica guerra civil española.
«Un deshonor para Francia»
«Si este año, por el 70 aniversario, Francia no les reconoce, será una vergüenza y un deshonor». Así se expresa Evelyn Mesquida, que ha contactado con el Elíseo y el Ministerio de Defensa francés para instarles a participar en el homenaje del 24 de agosto. El entorno de François Hollande asegura que el Presidente es muy sensible a la gesta de la Nueve, le han asegurado a Mesquida, que espera que el Jefe del Estado dedique unas palabras a los españoles, en un discurso que debe pronunciar el 25 de agosto. Hay que recordar que Hollande ya se inclinó ante la bandera republicana hace dos años, en el consistorio parisino, con motivo del 68 aniversario de la gesta.
También desde el Ministerio de Defensa francés se promete un reconocimiento. Evelyn Mesquida no se fía. Hace años que recorre los archivos de Francia donde el papel de los españoles en la liberación de el país está escrito. Hace años que se topa con el silencio y la animosidad de los altos mandos militares.
La historia francesa de los españoles que participaron en La Nueve no empieza en París. Comienza tras la derrota republicana y el comienzo del exilio. Cientos de miles de españoles, muchos de ellos combatientes republicanos, pasan la frontera de los Pirineos. Otros huyen en barco hacia las colonias francesas del otro lado del Meditarráneo. En una y otra parte, son encerrados en campos de concentración (por primera vez se les llamó así), donde son apaleados, pasan hambre, frío y sufren enfermedades. A los hombres se les ofrecen dos soluciones: ser devueltos a España o alistarse en la Legión francesa. Así, algunos miembros de La Nueve participaron en combates contra los alemanes antes de la debacle del ejército francés. Una vez que Petain se alía con Hitler, los españoles intentan por todos los medios pasarse al ejército de de Gaulle, el ejército de la «Francia libre». Muchos participaron en las batallas que han edificado la historia militar francesa en África: Cufra, El Alamein, Bir Hakeim… Los 146 que formaban parte de La Nueve, fueron entrenados en Gran Bretaña antes de desembarcar en Normandía el 1 de agosto de1944. Formaban parte de las tropas francesas comandadas por el general Patton. De ahí los uniformes del ejército norteamericano. Pero su lucha no acabó en París. Los miembros de La Nueve que quedaban con vida tras duros combates en Alsacia y Lorena, fueron los primeros también en llegar al último refugio de Hitler, «El Nido del Áquila», en Berchtesgaden.
Una mayoría de anarquistas
Que Francia «nacionalizara» su Historia es injusto pero políticamente comprensible. Como lo es también que la falta de apoyo a estos soldados exiliados se debe muy en parte a que eran en su mayoría anarquistas. Una mayoría de anarquistas comecuras, ateos y anticlericales que no dudaron en contribuir a la compra de una nueva estatua del Sagrado Corazón para la iglesia de la localidad de Ecouché, en Normandía. La vieja escultura fue destruida en los feroces batallas que libró La Nueve contra las tropas alemanas.
Esos anarquistas, reacios a aceptar órdenes de militares franceses inexpertos o ineptos, respetaron y se ganaron el reconocimiento de Philippe François Marie de Hauteclocque, más conocido como el General Leclerc, un aristócrata católico y profundamente religioso al que los españoles llamaban «el patrón».
Ese grupo de anarquistas enseñó un poco de dignidad también a los exaltados franceses que intentaban robar las botas a los soldados alemanes vencidos, o a los que maltrataban a las mujeres francesas que supuestamente habían confraternizado con el invasor. Para los soldados de La Nueve, esos que perseguían a las mujeres deberían haber luchado contra los alemanes y no quedarse esperando a que les liberaran.
«España es mi madre; Francia, mi novia»
El único reconocimiento oficial para algunos miembros de La Nueve fueron las medallas y otros honores militares por su labor en el campo de batalla. Amado Granell, el teniente y segundo en el mando de la compañía, recibió del general Leclerc la Legión de Honor con estas palabras: «Si es cierto que Napoleón creó esta distinción para recompensar a los valientes, nadie la merece más que usted». De Gaulle ofreció a Granell un puesto de comandante en el ejército francés si abandonaba su nacionalidad. Granell le respondió negativamente, arguyendo que «amaba a España como una madre y a Francia como una novia. Socialista próximo a Largo Caballero, hizo de intermediario entre su partido y Juan de Borbón para facilitar la instauración en España de un sistema monárquico democrático. Granell, entrevistado por primera vez en España en 1970 por Vicente Talón para el diario Pueblo, murió en España en un accidente de tráfico en 1972.
Granell fue el oficial español de mayor grado en La Nueve, pero eso no puede hacer olvidar los nombres de los españoles de la compañía que dejaron su vida desde el desembarco en Normandia el primero de agosto del 44 hasta la capitulación alemana. El libro de Evelyn Mesquida es un homenaje a todos ellos. De los 146 que salieron de Gran Bretaña para «liberar a Europa del fascismo», quedan hoy dos con vida: el barcelonés Luis Royo, que reside en Cachan, cerca de París, y el almeriense Rafael Gómez, que vive en un pueblo cerca de Estrasburgo. Royo, Gómez, el asturiano Manuel Fernández, los gallegos Víctor Lantes y Cariño López, el valenciano Germán Arrúe, el santanderino Faustino Solana, los barceloneses hermanos Pujol, el madrileño Antonio Van Baunberghen, formado en el Instituto Libre de Enseñanza o el aragonés Martín Bernal, torero conocido como «Larita II» antes de la guerra de España, pensaron, hasta el último momento, como el resto de la compañía, que tras la victoria en Francia y Alemania, los aliados les ayudarían a combatir en España. Desde que cruzaron la frontera en el 39 no tenían otro objetivo. Los dos supervivientes lo atestiguan. Rafel Gómez, que conducía el half-track «Don Quijote» recuerda que la noche de la liberación de París todos durmieron pensando que la «liberación de España estaba próxima». Luis Royo, que guiaba el «Madrid», reconoce que él nunca pensó que luchaba por Francia, sino por la libertad. Ambos tuvieron que renunciar a su sueño e integrarse en la sociedad francesa de posguerra. Ni sus compañeros de trabajo ni sus vecinos supieron nunca que esos dos «extranjeros» había arriesgado su vida por Francia. El primer reconocimiento político oficial lo recibieron hace diez años, gracias al apoyo de la hoy alcaldesa de París, Anne Hidalgo. 70 años antes de la llegada al Ayuntamiento de esta gaditana, otros españoles ya habían hecho historia en el mismo lugar. Si Francia vive desde entonces en democracia y en libertad es, en parte, gracias a ellos.
*Luis Rivas, periodista. Ex corresponsal de TVE en Moscú y Budapest. Dirigió los servicios informativos del canal de TV europeo EuroNews. Vive en Francia desde hace más de 20 años.
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