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- Escrito por Eduardo Montagut
- Publicado en Memoria histórica
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En Cataluña se pueden distinguir tres grupos de detenidos por las autoridades franquistas: los soldados republicanos capturados por el ejército sublevado, los exiliados que volvieron de Francia en los primeros meses y los detenidos por la policía, la guardia civil y los grupos parapoliciales como consecuencia de denuncias de carácter político.
Los soldados y los exiliados retornados eran internados en los campos organizados por la Inspección General de Campos de Concentración de Prisioneros, mientras se procedía a investigar sus antecedentes políticos. Los internados intentaban movilizar a sus familiares y allegados para que buscasen avales de personas adictas al régimen para poder salir en libertad. Los que no lo conseguían pasaban a los batallones de trabajo o a las prisiones si habían de ser procesados.
Las autoridades militares calculan que el número de soldados capturados en la ofensiva militar sobre Cataluña ascendió a unos 108.000. Más difícil es conseguir una cifra exacta en relación con los exiliados retornados. Se piensa que la mitad de los 444.000 personas que pasaron la frontera francesa entre enero y febrero de 1939 retornaron, aproximadamente, la mitad. Pero, tenemos que tener en cuenta que no todos los retornados eran catalanes y que fueron enviados a otros lugares. Aproximadamente, se calcula que entre 100.000 y 150.000 catalanes fueron internados en los campos de concentración franquistas.
La mayoría de soldados catalanes capturados terminaron por ser internados en campos fuera de Cataluña: en Miranda de Ebro, Barbastre, San Marcos (León), Deusto, Zaragoza y Valencia. En Cataluña los campos o prisiones provisionales más importantes se situaron en Lleida, Cervera, Tarragona Reus, Mollet del Vallès, Girona, Figueres y Barcelona. En la capital catalana se habilitaron como prisiones provisionales y funcionaron hasta 1942 las siguientes: los talleres de Godó denominados “el Cànem” en el Poblenou, el edificio inacabado de la futura Casa de la Caridad en el Vall d’Hebron, el pabellón de las Misiones en Montjuïc y un gran garaje en la calle Urgell, cerca de la Diagonal. El más grande fue el primero, llegando a albergar a 10.000 detenidos.
Como hemos señalado, los detenidos que habían de ser procesados pasaban a las prisiones y allí se encontraban con los detenidos del tercer grupo, los que lo habían sido por la policía, la guardia civil y los grupos parapoliciales. La gran cantidad de presos provocó casi un colapso y hubo que arbitrar nuevos espacios. En los años cuarenta las principales prisiones catalanas fueron las siguientes: en Lleida, la provincial y el seminario (para las mujeres); en Tarragona, la provincial y un convento para mujeres; en Girona, el seminario viejo, un convento (para mujeres) y, a partir de 1942 la nueva prisión de Salt; y en Barcelona, la Modelo, la de Sant Elies hasta noviembre de 1942, el convento de les Corts (para mujeres) y el Castell de Montjuïc (para militares). En algunos juzgados comarcales había pequeñas prisiones como en Reus, Sabadell o Manresa.
A principios de 1940 había en Cataluña un total aproximado de 20.290 presos y 4.416 presas. Pero a estas cifras habría que añadir los que se encontraban en campos de concentración y los batallones de trabajo. Así pues, se puede establecer una cifra de 100.000 catalanes presos en ese momento, de los cuales unos 40.000 fueron sometidos a consejos de guerra. Si la cifra estatal en el año 1940 sería de 213.640 presos, Cataluña aportaría el 11’5% de total.
La vida en las cárceles fue muy dura porque se quedaron pequeñas muy pronto. En algunas galerías de la Modelo de Barcelona se calcula que había 9 personas por cada celda de 12 metros cuadrados, en el verano de 1942. Además, la alimentación era paupérrima y la asistencia sanitaria casi nula. La mortalidad en las cárceles se disparó. Se calcula que murieron 684 personas en las prisiones catalanas entre 1938 y 1945.
A partir de 1940 comenzaron a concederse libertades condicionadas o vigiladas. Entre 1940 y 1946 salieron en libertad condicional unos 9.000 condenados de la Modelo barcelonesa. Muchas de estas libertades iban acompañadas de una pena de destierro, es decir, de la prohibición de residir fuera en la localidad de residencia habitual y con la obligación de presentarse periódicamente en la comisaría de policía o cuartel de la guardia civil correspondiente.
Una parte importante de condenados y de detenidos sin condena fue destinada a los batallones de trabajo, dedicados a realizar obras de reconstrucción de infraestructuras y edificios, así como a recuperar material de guerra y motores, o trabajar en canteras y minas. En 84 localidades catalanas trabajaron 27 batallones de trabajo. Con el tiempo algunos presos se incorporaron voluntariamente a estos batallones al acogerse al sistema de redención de penas por el trabajo y, de ese modo, reducir la condena y poder obtener algunos ingresos para sobrevivir mejor y enviar una parte a sus maltrechas familias. Pero no olvidemos que la gran parte de los integrantes de los batallones de trabajo lo fue por obligación y muchos condenados fueron enviados a los más duros, a los que se encontraban en el norte de África.
Este artículo se basa en: Borja de Riquer sobre las prisiones, campos de concentración y batallones de trabajo, en “La Repressió dels vençuts”, en Pierre Vilar, Història de Catalunya, vol. VII, Barcelona, 1989, págs. 87-89.
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