dijous, 22 de febrer del 2018

Corpus Barga y Antonio Machado. 22 de febrero de 2018. 79 aniversario de la muerte del poeta

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Corpus Barga y Antonio Machado.
Un 22 de febrero de 1939 fallecía en Francia don Antonio Machado. Y, al margen de los muchos merecimientos que atesora el gran poeta del 98 para ser homenajeado, leído y releído, creo que es justicia recordar lo que dejó escrito uno de sus acompañantes en su marcha al exilio: Corpus Barga, periodista excepcional, prosista de altura, referencia de primer orden para conocer la vida cultural de la España de los años 20 y 30.
Corpus Barga, seudónimo de Andrés García de la Barga y Gómez de la Serna, un nombre y unos apellidos demasiado largos para firmar artículos de prensa. De ahí, su seudónimo a resultas del día que nació y de su primer apellido recortado.

Reproduzco unas palabras de Corpus Barga sobre los prolegómenos de aquel viaje último de Machado por tierras francesas:
"Fuimos de noche... una hermosa, y debía haber sido abundante masía catalana... Estaba Antonio Machado con su madre, su hermano José, el pintor, y la mujer de éste... Machado tenia su inseparable bastón entre las piernas... Ni mientras esperábamos en la masía, ni luego en la expedición, aquella misma noche, y al día siguiente, habló de la guerra y de la situación en que nos encontrábamos si no era provocado por alguna pregunta, y contestaba brevemente y como de pasada, volviendo a la conversación que llevaba sobre temas de la vida y las letras". Don Antonio se acomodó junto al fuego, sobre un diván, entre la luz mortecina. Surgió el tema de Valle-Inclán. Se le oía repetir: "Tenemos que dejarnos de hablar así de Valle-Inclán; su obra está pidiendo que hablemos de ella y de él muy en serio". En plena catástrofe, el poeta se volvía a los poetas. 
Intentaba ocultar o disimular sus preocupaciones inmediatas, como había hecho siempre, a no ser en sus escritos y sus intervenciones públicas, desde que la guerra había comenzado. En Barcelona, en el crudo invierno de 1938, al atardecer, le gustaba recibir algunos amigos, entre los que eran asiduos Navarro Tomás y el maestro Tornar. Y, junto a la chimenea, escasa de carbón, pero siempre abastecida por el cuidado de los que le querían, disfrutaba leyendo en voz alta o escuchando de labios de algún concurrente páginas del "Quijote", obra que siempre tenía a mano "y en la que cada día encontrábamos nuevas facetas: Shakespeare, Tolstoi, Dostoyevsky, Dickens... De poesía, a Bécquer y a Rubén Darío". (Corpus Barga).