dimarts, 20 de febrer del 2018

La IGLESIA católica, CÓMPLICE de la REPRESIÓN franquista

https://documentalismomemorialistayrepublicano.wordpress.com/2018/02/19/la-iglesia-catolica-complice-del-genocidio-franquista/



iglesia franquista word pressDesde el primer momento la jerarquía eclesiástica se mostró beligerante pidiendo un levantamiento militar que acabara con la República. No podían consentir pasar de actores principales de la vida pública y política a ser meros espectadores de una nueva sociedad que les relegaba a un segundo plano. Todo la legislación que dudaba de sus prebendas era llamada persecución. La prensa de derechas controlada por la iglesia o sectores católicos integristas pedía un golpe de estado que acabara con el Frente Popular y con la propia República.
El respaldo de la iglesia a los sublevados fue inmediato, convirtiéndose en su apoyo moral y colaborando económicamente. La sublevación fue una bendición a la que calificó de cruzada contra los republicanos, enemigos de la iglesia católica. La coartada del supuesto anticlericalismo de la República, ya existía en la historia de España, como en el bienio revolucionario, en la Semana Trágica, o en muchas otras ocasiones. La conciencia anticlerical fue a menudo alimentada por la propia jerarquía, por sus abusos, sus riquezas, su sistemática oposición al progreso, su vinculación con la oligarquía. El cardenal Gomá afirmaba que la guerra era religiosa. El ferviente católico lekandari Aguirre contestó que “La guerra no es religiosa, es de tipo económico arcaico y de contenido social, no es la doctrina cristiana la que puede invocarse, díganlo los sacerdotes asesinados por los facciosos”.
La iglesia alentó y participó activamente en preparar la sublevación. Muchos sacerdotes arengaron desde los púlpitos y se incorporaron a la lucha. Con las cartucheras sobre las sotanas y rifle en mano, llenos de entusiasmo partieron a matar rojos. Los obispos y la mayor parte del clero eran cómplices de ese terror “caliente” que no necesitaba de procedimiento ni garantías. Lo silenciaban, lo aprobaban y lo aplaudían públicamente. A la Iglesia católica le gusta recordar lo mucho que perdió durante la República y la Guerra de España, pero hablar sobre la otra violencia que el clero no dudó en bendecir y legitimar, significa abrir “viejas heridas”.
Los discursos franquistas y eclesiásticos eran comparables, como decía Pemán,“tiempos en los que el humo del cañón y el incienso se fundía hasta las plantas de Dios”. La jerarquía católica loa a sus mártires, pero exige que se olvide a los que fueron asesinados con su bendición. La dictadura de Franco ha sido uno de los regímenes más criminales y a la vez más bendecidos de la historia del siglo XX. Los obispos se exhibían brazo en alto junto a los militares sublevados. A los disidentes con la postura oficial, la iglesia tenía preparada la misma carta jugada en toda su historia: apartarlos, expulsarlos, detenerlos e incluso justificar su asesinato. El integrismo de la jerarquía eclesiástica no conocía otro lenguaje.
La actitud de la iglesia ante la represión franquista fue cualquier cosa menos cristiana. El arzobispo de Zaragoza Rigoberto Domenech, justificaba la represión porque “se hace en servicio del orden, la patria y la religión”. Al obispo de Mallorca, Josep Miralles le preocupaba que los que iban a ser asesinados se hubieran puesto en “paz” con Dios. Miralles fue acusado por el escritor católico francés Georges Bernanos de dar el beneplácito a las atrocidades cometidas por el fascista Bonacorsi, conde Rossi, que asesinó a más de 2.000 personas en Mallorca. Ningún obispo protestó por la salvaje represión, la iglesia colaboró en el ocultamiento de lo que ocurría. El obispo de Ávila, Santos Moro Briz, envió una nota a sus párrocos instruyendo sobre los Republicanos asesinados en las cunetas, “guardándose mucho los señores párrocos de sugerencia alguna que revele al autor o la causa de la muerte”.
Fueron muchos los religiosos que destacaron en la represión, otros que pecaron por omisión y “prefirieron mirar hacia otro lado”, o los que llevaron a cabo una activa política represiva por venganza o revancha. Franco y la Iglesia ganaron juntos la guerra y juntos gestionaron la tragedia de la paz, decenas de miles de españoles eran fusilados, mientras los clérigos se adherían incondicionalmente a la dictadura paseando a Franco bajo palio. La Iglesia estuvo implicada, en connivencia con la dictadura de Franco, en la violencia fascista en primera línea, controlando la educación, perpetuando la miseria de todos esos pobres rojos y ateos que se habían atrevido a desafiar el orden social y abandonar la religión.
Los curas investigaban el pasado ideológico y político de los ciudadanos, colaborando con el aparato judicial y militar. Sus informes sirvieron para ayudaron al exterminio organizado por los vencedores en la posguerra. La Iglesia no quiso saber nada, exigen olvidar las palizas, tortura, muerte en las cárceles franquistas, los asesinados, desaparecidos, las mujeres presas, sus niños arrebatados, robados antes de ser fusiladas, o entregados a familias del régimen o a escuelas religiosas. Las víctimas merecen una reparación y la sociedad democrática española debe enfrentarse a ese pasado. La Iglesia podría ponerse al frente de esa exigencia de reparación y de justicia. Si no, las voces del pasado siempre le recordarán su papel de verdugo, aunque sólo quiera evocar a sus mártires.

Referencias: Eco Republicano. El País (Francesc VallsJulián Casanova). Eldiario.es (Juan Miguel Baquero). Unidad cívica por la República

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