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El 17 de julio de 1936 fracasó el golpe de estado del general Franco, dando lugar a uno de los periodos más catastróficos en la historia de España: la guerra civil. En el ámbito internacional, el conflicto pasó a ser un laboratorio del armamento nazi y fascista que luego sería desplegado en la Segunda Guerra Mundial.
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Por su parte, las potencias europeas democráticas (Gran Bretaña y Francia) se mantuvieron neutrales, lo cual costaría caro a los españoles. La neutralidad británica suponía, a su vez, la neutralidad de Gibraltar, pero en la práctica, como iremos viendo, no fue así.


Desde el primer momento, el paso del Estrecho de Gibraltar se convirtió en un escenario crucial. El grueso de las fuerzas nacionales se encontraba en Marruecos, por lo que la estrategia republicana consistía en bloquear el estrecho para evitar el paso de las tropas hacia la Península.
Sin embargo, los nacionales burlaron el bloqueo, principalmente, gracias a la puesta en marcha de un puente aéreo, iniciado el 20 de julio de 1936, con la ayuda de la aviación alemana e italiana y la neutralidad de determinados países. Conforme a esto último fue importante el papel de Gibraltar en el devenir de la contienda.
Los días 19 y 20 de julio de 1936, la flota republicana necesitaba avituallarse de combustible, entre otros materiales, y estando Ceuta, Algeciras y Cádiz en manos nacionales, decidieron ir al puerto más cercano, Tánger. Aquí, las diversas potencias que vigilaban por la neutralidad de la ciudad enviaron buques para analizar la situación. El encargado de estudiar el caso, el oficial británico del buque Whitehall, dio la siguiente descripción: “aquella flota estaba mandada por un soviet bajo órdenes de suboficiales revolucionarios”. Ante el peso de la diplomacia británica, la flota gubernamental tuvo que salir de Tánger e ir a Gibraltar, ya que el resto de enclaves cercanos estaban bajo mando nacional.
Cuando los republicanos fueron a Gibraltar, la autoridad del peñón no quería aceptarlos, ya que el informe recibido por los oficiales ingleses apostados en Tánger, quienes no tenían un gran conocimiento sobre lo que se dirimía en el conflicto, causaron pavor. A esto habría que sumarle que Franco envió la falsa noticia de que los republicanos se dirigían a atacar el enclave. Sin embargo, al ser puerto neutral y al no haberles dado la condición de beligerantes no tuvieron otra opción que dejarles atracar. Hay que tener en cuenta que, al no considerar la comunidad internacional como beligerante a ambas partes, se definía el conflicto como una sublevación rebelde contra un estado legítimo.
En el puerto gibraltareño, otro oficial inglés volvió a dar un informe negativo, describiendo a Fernando Navarro, jefe de la flota, como “un individuo vestido de capitán de fragata, que había olvidado de ponerse los calcetines”. En este punto, es curioso remarcar que estos partes se parecían a los dados por los nacionales. Además, no tenían en cuenta que la tripulación llevaba 3 días sin agua dulce ni provisiones, de ahí su falta de pulcritud. Al final, tampoco fueron atendidos en Gibraltar.
Antes de salir de la bahía de Algeciras, el 22 de julio, la aviación franquista realizó un ataque que no solo alcanzó a los republicanos, sino que también llegó a Gibraltar. A pesar de ello, las protestas inglesas fueron principalmente para los republicanos porque “dispararon” sus antiaéreos sobre el cielo del Peñón. También fueron amonestados los nacionales, pero con un tono distinto: el general Kindelán, en representación de Franco, fue a mostrar sus disculpas y no solo consiguió el perdón, sino que también se le permitió utilizar su central telefónica para comunicarse con sus aliados y coordinar la llegada de apoyos. Además, estos ataques fueron usados para justificar la expulsión de los republicanos de la bahía de Algeciras.
Por su parte, los republicanos intentaron un bloque naval del estrecho en agosto de 1936, pero al no ser concedido el estado de beligerante, no tenían capacidad legal para realizarlo. Por lo tanto, no se les permitió parar a los barcos neutrales, que en muchas ocasiones llevaban tropas nacionales o recursos para estos.
Ante la imposibilidad de controlar la puerta del Mediterráneo, Indalecio Prieto, ministro de la Marina de España, decidió cambiar de estrategia y enviar parte de los barcos al mar cántabro con el objetivo de defender la cornisa norte. Lo cual fue aprovechado por los sublevados para hacerse con el control total del sector y expulsar a los republicanos. Dentro de esta maniobra militar, Gibraltar fue clave al ayudar a la estabilidad de los nacionales, ya que se les permitió el acceso al aeropuerto, el uso de sus líneas de comunicaciones, etc.
Para terminar, podemos concluir que en general las relaciones entre Gran Bretaña y el bando nacional durante el conflicto eran cordiales. Simpatía que se vio afectada por el acercamiento franquista a las potencias del eje, provocando que Gran Bretaña vigilase su neutralidad, pero que no llegó a ser una beligerancia directa contra los sublevados. De hecho, el país anglófono acabaría reconociendo el régimen franquista en febrero de 1939.
Autor: Antonio Luis Moreno Sánchez (Grado de Historia. Máster de Relaciones Internacionales) para revistadehistoria.es