Málaga fue tomada el 8 de febrero por las tropas italianas del general Roatta y las españolas del coronel Borbón. La represión comenzó de inmediato en la capital y pueblos periféricos. El genocidio Republicano se materializó en el exterminio de mujeres y hombres, obreros del campo o de la industria, personas destacadas de los partidos y sindicatos obreros, alcaldes, concejales, diputados, militantes, simpatizantes de partidos y sindicatos de izquierdas, obreros, y la pequeña burguesía liberal afín a la República.
La represión en Málaga la protagonizó como fiscal Carlos Arias Navarro, por su mano dura recibió el sobrenombre de Carnicerito de Málaga. Las detenciones se realizaban por denuncias particulares. El gobernador civil pidió a empresarios, dueños de fábricas o tiendas datos de sus trabajadores, su actuación ideológica y política. Se encerraron a los detenidos en la fábrica de tabacos, el barco-prisión Chávarri, sótanos de la Aduana, convento del Cister, colegio de San Agustín, plaza de toros, cuartel de la Aurora y otros. La prisión provincial se llenó y la cárcel vieja se destinó a las mujeres.
El número de víctimas fue desproporcionado, y se extendió a las familias afectadas en guerra y posguerra. Los rebeldes fusilaron de inmediato a miles de Republicanos. La lista de víctimas arrojadas a las fosas del cementerio de San Rafael es de 4.471, al menos 55 de ellos mujeres, según la Asociación contra el Olvido por la Recuperación de la Memoria Histórica. Muchos fueron fusilados en las playas sin juicio previo, otros tras brevísimos consejos de guerra. Las represalias también alcanzaron a los familiares de los que habían huido.
En el Panteón de la Memoria Histórica en el antiguo cementerio de San Rafael de Málaga se han depositado cajas con los restos exhumados. Está cubierto por una pirámide de mármol con los nombres grabados de las más de 4.100 personas que fueron fusiladas en las tapias del cementerio de San Rafael hasta 1948. La excavación arqueológica confirma al camposanto malagueño como la mayor zona de exterminio de la represión franquista en el territorio nacional.
Se han encontrado casi 3.000 cadáveres. Hay de todo, incluso curas con crucifijos en las manos, los botones dorados de un capitán de la Guardia Civil fiel a la república, medallitas de la virgen del Carmen de las mujeres. En el patio civil fueron arrojados los cadáveres de los prisioneros que no querían confesar, con las manos amarradas con alambre y el tiro en la frente o en la nuca. Los restos que faltan fueron inhumados individualmente por sus familiares previo pago, el tráfico franquista de cadáveres envió a muchos a Cuelgamuros, algunos fueron arrojados al antiguo osario general, incluso hubo restos utilizados en objeto de estudio de neurólogos y forenses.
El traslado de presos hacia los tribunales militares de Málaga capital aumentó desde distintos puntos de la provincia. La depuración juzgaba incluso las intenciones, que no pudieran escapar personas de trayectoria intachable pero de dudosa ideología. Tras los primeros consejos de guerra de urgencia entre febrero y marzo, 62 guardias civiles leales a la República fueron fusilados. Los juicios eran muy breves. Se realizaron a militares, guardias de asalto, carabineros, milicianos, muchos se habían entregado con sus armas en la misma puerta de la cárcel. La mayoría fueron fusilados en uno o 2 días por rebelión militar, sin más investigación, expedientes, avales que permitieran discernir sobre la vida o la muerte. Los expedientes exhiben errores burdos considerables, forma deficiente, desarrollo anormal, desprecio por la vida de los Republicanos.
Con mayor celeridad fueron juzgados los civiles con responsabilidad institucional, como los jueces de la Sección de Derecho del Tribunal Popular malagueño. Uno de ellos, Felipe Varea, condenado a muerte, invocó a Carlos Arias Navarro, a quien había salvado la vida ocultándolo en su propia casa. El “carnicerito de Málaga” no declaró a favor ni de Felipe Varea ni de su hijo Pelayo, condenado también a muerte. Llegó el turno a los miembros de patrullas, alcaldes de los pueblos, responsables de comités, miitantes de partidos Republicanos, socialistas o comunistas, todos compartieron la misma suerte.
Casi el 2,5% eran mujeres, criadas y porteras, 2 colectivos muy castigados por las denuncias de sus patronos. Victoria Merino, oficinista de Ferrocarriles Andaluces, fue fusilada pese a ser avalada por numerosas familias a las que había salvado la vida o evitado su depuración. Las acusaciones hacia las mujeres tuvieron un marcado carácter de género, a diferencia de los hombres se destacaban detalles de su vida privada. No pocas veces estaban determinadas por el parentesco que les unía a muchos Republicanos.
Un grupo de presos aclamó, emocionados, la despedida a sus compañeros, 6 carabineros que dejaron la cárcel para ser fusilados gritando ¡Viva el comunismo, mueran los fascistas! Un rápido consejo de guerra llevó al paredón pocas horas después a 45 hombres implicados en los saludos citados. Más de 60 personas fueron ejecutadas mediante garrote en la misma prisión provincial, un espectáculo anacrónico, con asistencia de autoridades, gobernador civil, alcaldía, obispo. El método, inscrito como causa de muerte “asfixia por compresión” sirvió para eliminar a alguna mujer, como Soledad González Romero. En el cementerio de San Rafael se llevaron a cabo fusilamientos en grupos, amarrados, y enterramientos masivos en fosas comunes, después cubiertos con cal viva. El ritmo era frenético: el 17 de febrero 92; el 20 de febrero, 108; el 6 de marzo, 93, etc..
Cuando Juan Muñoz Frías, miliciano republicano exiliado en Francia regresó a su pueblo malagueño de Comares al fallecimiento del dictador, experimentó un exilio interior, su historia no salió del ámbito familiar, no hubo interés ni deseo de escucharle. A Pepe Dorado Cubero, hijo de Pedro Dorado Cruces, ferroviario fusilado en San Rafael en 1937, le cerraron todas las puertas. Paco Espinosa no llegó a conocer a su padre fusilado antes de su nacimiento. Después de 40 largos años de dictadura en los que los cuerpos estuvieron en inmundas fosas comunes, cementerios y cunetas, su exhumación tuvo que esperar otros 40 años “borbónicos y constitucionales”.
Más información en: El TERROR franquista arrasó la provincia de Málaga. Asesinatos extrajudiciales en caliente y Las patrañas de los consejos de guerra
Extracto del documento publicado en Memoria antifranquista del Baix Llobregat: La represión franquista en Andalucía por la profesora de la Universidad de Málaga Encarnación Barranquero Texeira: Fuera del reino de la cordura…Represión en Málaga, 1937-1939, pg 38 – Entre el cielo y la tierra. La represión franquista en Málaga. Manuel Morales Muñoz. La represión franquista en Andalucía, Francisco Cobo Romero (coord.). Eldiario.es (Néstor Cenizo). El Mundo (Damián Ruiz). El Plural (MariLuz Santiago). Memoria Pública (Emilio Silva). Público (R.B)
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