dimarts, 30 d’octubre del 2018

Mapas de memoria pone nombre a 4.000 víctimas del franquismo.

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La Tribuna - domingo, 28 de octubre de 2018
Mapas de memoria pone nombre a 4.000 víctimas del franquismo
Lo hace en un libro repleto de historias reales ‘Para hacer saber mil cosas nuevas. Ciudad Real 1939"
El libro Para hacerte saber mil cosas nuevas. Ciudad Real 1939 será «uno de los momentos más importantes en Castilla-La Mancha en la lucha por los Derechos Humanos» ya que «por primera vez se pone nombre a todas las víctimas mortales de la violencia del franquismo, que en Ciudad Real fueron unas 4.000», según el antropólogo de la UNED Jorge Moreno.
La obra forma parte del proyecto Mapas de Memoria, que se presentará el 3 de noviembre, a las 18.00 en el Paraninfo de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), tras un intenso trabajo, y que recoge historias como la de Mercedes Velasco, hija de Maximiliano Velasco Sánchez de la Nieta, asesinado en 1942 por el delito de adhesión a la rebelión y cuya historia ya no se perderá gracias al libro.
El único recuerdo de su padre son los tres años que pasó con él bajo la cama de su hogar, escondidos siendo inocentes, y sin poder llamarlo «papá», sólo «chache Maxi» para que nadie sospechara. Hasta que alguien lo delató, se lo llevaron a la cárcel de Ciudad Real y ya jamás lo volvió a ver porque la represión franquista lo silencio mortalmente. «Cuando por fin pude llamarle papá fue en la cárcel pues ya no había miedo de que lo delatara», recuerda Mercedes Velasco.
Este es un proyecto pionero en el que un equipo multidisciplinar de la UNED ha investigado durante más de 10 años, la mayor parte del tiempo sin financiación y ahora con la de la Diputación de Ciudad Real a través de Mapas de Memoria, en archivos, registros civiles y archivos penitenciarios pero también, y sobre todo, en casas.
«Buscamos a familiares y hemos llamado a sus puertas para que nos explicaran cómo les arrebataron a sus seres queridos sin causa y con ausencia de defensa», sólo por reprimir a quienes habían cometido el ‘delito’ de luchar en el bando que peleaba en defensa de la república instaurada legítimamente, pero que se convirtió en el perdedor.
El libro recoge esas historias, la documentación de archivos y materiales que los represaliados enviaban desde la cárcel, fotografías, cartas y poemas, «pequeñas cosas que dan cuenta de la dignidad con la que muchas familias han conservado la memoria de gente que luchó por la libertad en este país».

PATRIMONIO DEL PUEBLO. La publicación convierte esas pequeñas cosas «en patrimonio del pueblo», como explica Paloma Rivero Velasco, nieta de Maximiliano Velasco. «Perdieron la guerra pero no podemos dar por perdidas sus historias. Es nuestra historia» dice Rivero y destaca que no hay olvidar lo que ocurrió «porque estamos condenados a que se repita. Como psicóloga, así lo trato con las personas que acuden a mi: algo de lo que no se habla, no desaparece. Hay que reconciliarse con el pasado y quienes queremos recuperar la memoria de nuestros familiares sólo queremos la justicia que se les negó».
Los recuerdos de Rivero son los de una vida escuchando a una madre que no podía olvidar que con tres años le arrebataron a su padre. La historia de Maximiliano comienza con un matrimonio normal, acomodado gracias a la tienda de comestibles que tenían en Ciudad Real y que visitaban desde jornaleros hasta clero y clases más pudientes. Pero, cuando estalló la guerra todo cambio: los jornaleros no tenían trabajo y él les daba para comer mientras blasfemaba cuando veía pasar a buenas personas que conocía hacia la cárcel.
La injusticia que vio le llevó a adquirir un posicionamiento que no gustaba a las clases pudientes y clero, que dejaron de ir a la tienda del «rojo» mientras él seguía ayudando a los que lo necesitaban hasta arruinarse. Cuando ya no pudo más, se fue voluntario a la guerra sin despedirse siquiera de su familia porque no sabía como hacerlo.
Una herida por disparo hizo que regresara y no pudo reincorporarse al frente porque la metralla lo dejó cojo, por lo que se puso a disposición del gobierno como defensor de los trabajadores y eso hizo que siguiera ganando enemigos.
Cuando acaba la guerra, Maximiliano «tenía la conciencia tranquila» y no se exilió como otros compañeros hasta que se entera de que lo buscan y huye a Alicante, pero regresa porque los barcos hacia Francia iban llenos.
Una vez en la capital, y tras intentar quedarse con una hermana, vuelve a casa donde terminará viviendo bajo la cama con una niña de tres años que le tiene que llamar «chache Maxi» para que no se le escape que vive allí escondido.
Son tiempos duros, recuerda Paloma de las cosas que le contaba su madre, en los que la mujer de Maximiliano llega a vender lo que tiene, incluso las muelas de oro, para alimentar a sus hijos.
Chache Maxi fue delatado por su propio casero, sentenciado a garrote vil. Sus restos yacen en una fosa común en el cementerio de Ciudad Real, donde los investigadores creen que podría haber hasta 1.000 fusilados.