dimarts, 1 de març del 2022

"En mi casa nunca se habló de la muerte de mi tío": hallan los primeros cuerpos de republicanos fusilados en Villadangos.

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Operarios de la ARMH durante las labores de exhumación en el cementerio de Villadangos, León.

La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) ha comenzado este jueves 24 de febrero los primeros trabajos de exhumación en la fosa común de Villadangos del Páramo, en la provincia de León. Transcurridas más de nueve horas de búsqueda, uno de los operarios ha anunciado la noticia que todos los allí presentes habían estado esperando. Al menos dos cuerpos han sido encontrados en lo que, se entiende, “no es un enterramiento común”. 

Esta noticia ha llegado después de muchos años de espera y no pocos obstáculos. Más allá de la negativa del alcalde a abrir la fosa en agosto de 2021, las labores se vienen dilatando mucho más en el tiempo. Principalmente porque las víctimas pertenecen a una gran variedad de pueblos de la provincia de León, entre los que se pueden contar Mansilla de las Mulas, Vegas del Condado, Valencia de Don Juan o Benavides de Órbigo. Esto ha dificultado identificar a dichas víctimas y a sus familiares.  

Los hechos se remontan a 1936, entre el 31 de agosto y el 18 de noviembre. Los represaliados fueron arrestados en sus pueblos para ser conducidos al campo de concentración de San Marcos, en la capital leonesa. Más adelante eran llevados a fusilar en las cercanías de la carretera N-120, donde es sabido que un párroco, llamado Manuel García Arias, se hacía cargo de los cuerpos, trasladándolos con un carro hasta el cementerio de Villadangos

“Todavía hay una mujer en el pueblo que lo recuerda cuando era niña”, explica uno de los familiares de las víctimas. “El cura no podía enterrarlos dentro del cementerio, así que los iba apilando junto a la tapia, por la parte de fuera. Algunos vecinos del pueblo le ayudaron, y gracias a eso sabemos un poco quiénes eran las víctimas”. 

El ayuntamiento de Villadangos ha conservado durante todos estos años las actas de defunción de los represaliados, que apenas si hacen mención de algunos datos físicos para poder identificarlos. El género, la estatura, la complexión o el color de la ropa. Poco más se podía saber entonces de las 85 víctimas, debidamente indocumentadas por sus asesinos. 

“No sé por qué hicieron actas de defunción de todos ellos. Puede que para mantener un mínimo registro, puede que de cara a la historia”, explica uno de los allí presentes durante la exhumación. En las actas figuran algunos nombres firmantes, como el del juez Pedro Arias, Esteban Carrizo o Alejandro Rodríguez. Hombres cuya voluntad de identificar a las víctimas aún se desconoce. 

Mientras los operarios de la ARMH seguían con la excavación durante la tarde, los familiares de las víctimas volvían a acercarse para seguir los avances. Sabían que era difícil que los restos apareciesen, aunque no por ello perdían la esperanza. “Sólo con que aparezca uno de ellos habrá merecido la pena”, decía una mujer. Unos a otros se iban contando historias de sus familias, y de cómo se vieron marcadas por lo ocurrido aquel otoño de 1936.

“En mi casa nunca se habló de la muerte de mi tío. Era algo que se sabía, pero de lo que no se hablaba. Mi padre tenía diez años cuando mataron a su hermano, y jamás quiso oír una palabra del tema. Siempre tuvo miedo de que pudiera ocurrirnos lo mismo a nosotros, sus hijos, y sólo cuando llegó la democracia pudimos hablar algo sobre el tema, pero apenas. Recuerdo que entonces yo tenía 18 años y me quería alistar al Partido Socialista. Fue la discusión más grave que he tenido en mi casa. Mi padre se enfadó mucho, no porque él fuera de derechas. Se enfadó porque temía que me pudiera pasar lo mismo que le ocurrió a su hermano cuarenta años atrás por estar alistado en la CNT. Daba igual que estuviésemos en democracia. Mi padre ya había vivido en una democracia, una república, y él sabía la rapidez con la que pueden desaparecer los derechos y las libertades; sólo tienes que ver lo que está pasando ahora mismo en Ucrania. Yo entonces tenía 18 años, no entendía del todo a mi padre. Pero ahora sí. El miedo que él sentía estaba completamente justificado. Cuarenta años de dictadura son muchos años”. 

Al ser preguntado por su padre, este hombre explica que murió hace apenas un mes. “Tenía 95 años y estaba con demencia. No tenía especial interés en buscar a su hermano, pero yo sí. Puede que no esté aquí, de hecho lo más probable es que nunca llegue a aparecer. Pero siento que yo debía venir. Si hoy me he acercado es para rendirle homenaje a mi tío y a todos los que murieron como él”. 

A las seis de la tarde los ánimos no parecían muy halagüeños. Los familiares de las víctimas seguían mirando intranquilos en el interior de la fosa, mientras unos y otros continuaban dándose apoyo mutuo. Hablaban de sus abuelos y de sus tíos, y del injusto final al que fueron condenados sin juicio ni sentencia. “Mi abuelo era ugetista, uno de los seis de Valencia de Don Juan. ¿Que por qué se metió en el sindicato? Porque había que ser de un sindicato. O eras de la UGT o de la CNT. Y por eso lo denunciaron”.

Pasadas las seis y media de la tarde, la luz ha empezado a desaparecer. Ha sido entonces cuando uno de los trabajadores de la ARMH ha pedido a los allí asistentes que se aproximasen para poder darles a conocer la noticia: dos cuerpos han sido encontrados en el interior de la fosa. “Hemos podido distinguir algunos objetos, como el gemelo de una camisa o un mechero de gasolina. Lo que parece evidente es que el enterramiento no fue practicado de la manera común.” 

Las miradas de alivio y emoción han sido manifiestamente reconocibles en ese momento, cuando los familiares han empezado a abrazarse al recibir la tan esperada noticia. Y aunque aún no saben la identidad de las dos personas halladas, ni si podrán encontrarse más cuerpos de los represaliados, parecen al menos contentarse con esta pequeña victoria, si es que puede llamarse pequeña. Después de muchos años persiguiendo abrir la fosa, han podido traer dignidad a aquellos inocentes que perdieron sus vidas con total injusticia. 

La derecha censura la memoria histórica