dijous, 14 de desembre del 2017

Parte 2.- Hambre, Enfermedad, Suciedad, Miseria, Carencia, Robos de hijos. LOS TERRIBLES PADECIMIENTOS DE LA MUJERES REPUBLICANAS PRISIONERAS EN LAS CÁRCELES FRANQUISTAS.

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presas de franco 22 word pressLa enfermera Trinidad Gallego, antigua presa de Ventas, tenía claro el objetivo de los franquistas, «Deshacer las casas de todos los que hubieran pensado diferente. Por eso se ejerció la represión «familiar», en la cárcel, había familias enteras». Ingresaban madres con hijas, varias hermanas, incluso las 3 generaciones de una misma familia. Falangistas y policías detenían a las mujeres de la familia cuando no encontrar a los varones que buscaban. Presas republicanas como Pilar Soler y María Pérez, dieron a luz estando en prisión.
A las Republicanas encarceladas se las privaba su derecho a ser madres en condiciones, y a sus hijos de recibir los cuidados y atención necesarios. La hispanista Shirley Mangini describió la tragedia carcelaria: “Sentadas en los petates o en el suelo muchas mujeres jóvenes, con un enjambre de niños, pálidos, delgaditos, muchos llenos de pupas, menores de 5 años, viven día y noche encerrados, hambrientos, temblando ante las funcionarias, presenciando “sacas”, oyendo los fusilamientos al amanecer. Todo esto se reflejaba en su mirada, en una expresión en los ojos que hacía daño”.
La ex presa y militante comunista Adelaida Abarca, cuenta que con el implacable calor madrileño del verano de 1939, morían cada día unos 7 u 8 niños en la cárcel de Las Ventas. En la cárcel de Saturrarán murieron 116 mujeres y 56 niños. El paternalismo franquista se encargó de que las embarazadas condenadas a muerte vieran postpuesta su ejecución durante 40 días después de dar a luz, como ocurrió con Julia Lázaro,  embarazada de los policías que la habían violado, o con Amada García. Los hijos que sobrevivían iban a parar a hospicios, así ocurrió con las hijas de Selina Casas y Margarita Navascués tras ser fusiladas en Zaragoza.
El psiquiatra franquista Antonio Vallejo Nágera insistía en segregar a los niños de sus padres republicanos, porque el marxismo era una enfermedad mental que debía ser extirpada expeditivamente. La mujer, más aún la roja, tiene rasgos de extraordinaria inferioridad en relación al hombre; la mujer marxista es un ser degenerado, feroz con rasgos criminales. El colmo de la abominación se materializó cuando, durante los años 40, unos 40.000 menores fueron sustraídos por los franquistas a sus madres Republicanas presas, y entregados a familias derechistas, trasladados a hospicios donde se les maltrató sin piedad redimiendo las penas de sus padres, o utilizados como trabajadores o sirvientes en establecimientos del régimen. La presión constante para separar a los hijos de las presas facilitó el dominio y control en el encierro femenino.
Se dormía en el suelo en espacios diminutos. Miles de mujeres durmiendo en el suelo o en sucias colchonetas, piojos, chinches, en edificios viejos, miseria y suciedad por todas partes, madres con hijos pequeños llenos de infecciones. El agua racionada era tan escasa que el mismo plato utilizado para comer, sin lavarse, servía para la cena. No habían duchas o no funcionaban, por turnos las prisioneras conseguían lavarse una vez por semana o por mes. Las epidemias se ensañaban en estas personas debilitadas por la falta de higiene.
La comida era escasa y repugnante, la pésima alimentación a base de almortas, verduras podridas y sin lavar, les llevaba a comerse las pieles de las patatas, frutas y otros desperdicios. La alimentación era infame, elcafé con leche de la mañana era una taza de agua sucia, un panecillo de pan negro, rancho para comida y cena (potajes con habas, patatas, algunos trozos de tocino rancia de vez en cuando, lentejas con sus respectivos gusanos y piedras) y nada más. En ocasiones las lentejas eran reemplazadas por un caldo negro que se obtenía de cocer vainas de habas o por algarrobas o arroz. La mala calidad del rancho era también origen de enfermedades. En el economato de las monjas había de todo.
Hacinadas y hambrientas, devoradas por la sarna, los parasitos y la avitaminosis, las presas se llenaban de llagas que tapaban con trozos de tela que hacían las veces de vendas. Las pésimas condiciones de higiene, con los retretes llenos de excrementos y con los grifos y cisternas sin aguas empeoraban la situación. Las penosas condiciones higiénicas y sanitarias, caldo de cultivo de enfermedades infecto-contagiosas, derivó en una mortandad sorda, propia de aquella guerra invisible y alejada de la de las tapias. De un total de 59 muertes por enfermedad ocurridas entre 1939 y 1941 en la prisión de Ventas, 14 lo fueron de mujeres menores de 30 años y 12 de mayores de sesenta.
A muchos políticos y autoridades “constitucionalistas” del actual estado español, se les llena la boca hablando de estado de derecho. NO HAY ESTADO DE DERECHO si el estado olvida los derechos de los ciudadanos, que solo pueden garantizarse mediante la aplicación de la verdad, la justicia y la reparación para las víctimas del franquismo.

Parte 1.- Represión violenta, Palizas, Torturas, Muerte
Parte 3.- Humillación, Vejación, Agravio, Penuria, Degradación


Y los libros: Testimonios de mujeres en las cárceles franquistasTomasa Cuevas
Desde la noche y la niebla (Mujeres en las cárceles franquistas)Juana Doña
Juana Doña y el manantial de la memoria. Memorias de las cárceles franquistas de mujeresFernando Hernández Holgado
Cárcel de VentasMercedes Núñez
Presas de FrancoEd. Sergio Gálvez Biesca. Fernando Hernández Holgado
Víctimas de la Guerra CivilFrancisco Moreno
Cárceles de mujeres: La prisión femenina en la posguerraÁngeles Egido León
La violencia política contra les dones (1936-1953)Ricard Camil Torres y Antoni Simó
La memoria histórica de algunas mujeres antifranquistasJosé Romera Castillo
La prisión militante. Ventas (Madrid) y Les Corts (Barcelona). Las cárceles franquistas de mujeres de Barcelona y Madrid (1939-1945)Fernando Hernández Holgado

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