dilluns, 19 d’agost del 2024

Federico García Lorca, Primo de Rivera y los bulos de la derecha

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Se cumplen 88 años del fusilamiento de Federico García Lorca. La ideología que acabó con su vida sigue intentando tergiversar su figura y despolitizar su legado. Entre las manipulaciones más persistentes está la “amistad” entre Lorca y José Antonio Primo de Rivera.


Este 18 de agosto se cumplen ochenta y ocho años del fusilamiento de Federico García Lorca. Desde aquel trágico suceso, la ideología que acabó con su vida intenta, incluso en nuestros días, tergiversar aspectos biográficos del poeta con el objetivo de “derechizar” su figura o directamente despolitizar su legado. Desde agosto de 1936, se repiten, año tras año, bulos y fake news sobre la vida y la obra del poeta granadino. Entre estas manipulaciones, la supuesta amistad entre Federico y José Antonio Primo de Rivera destaca como uno de los intentos más persistentes y manipuladores de reescribir la historia de una de las figuras más universales de la literatura española.

Un bulo casi centenario

El mito de una supuesta amistad entre Federico García Lorca y José Antonio Primo de Rivera es uno de los bulos más recurrentes de la derecha y ultraderecha mediática. El origen de la tergiversación se remonta a poco después del asesinato del poeta, cuando en 1937 el falangista Luis Hurtado Álvarez publicó un artículo titulado A la España Imperial le han asesinado su mejor poeta. En ese texto, Hurtado afirmaba que Lorca compartía los sentimientos de la Falange y que nadie como él sintonizó con la doctrina poética y religiosa de la Falange". Seguramente sin saberlo, Hurtado sentó las bases para una distorsión histórica que ha perdurado hasta nuestros días.

Ochenta y siete años después de aquel artículo, una pieza de hace escasas semanas vuelve a relacionar a Lorca con Falange; esta vez, con Primo de Rivera. Silvia Trápaga, en El Debate —un medio de la Asociación Católica de Propagandistas, cuyo primer director fue fundador en los años treinta del partido filofascista Acción Popular—, sostiene que Lorca y Primo de Rivera eran amigos, que la conexión entre ambos es objetiva y obvia, y que, aunque Lorca ha sido erigido como el buque insignia de la izquierda española y alta celebridad ‘republicana’, el granadino nunca declaró su ideología y su muerte fue lamentada por ambos bandos.

Estas afirmaciones, que también aparecen en artículos antiguos de Libertad Digital, COPE, ABC, El Mundo y otros medios similares, constituyen una tergiversación flagrante y tendenciosa del legado de Lorca, que continúa la tradición manipuladora de la derecha golpista. Están diseñadas a conciencia para confundir y distorsionar la percepción pública sobre la sensibilidad ideológica del poeta, así como basadas en mentiras y testimonios sin credibilidad.

La base del bulo: un comentario de Gabriel Celaya

La vinculación de Federico García Lorca con José Antonio Primo de Rivera se basa principalmente en un testimonio oral ofrecido por el poeta Gabriel Celaya. Según Celaya, en marzo de 1936, en San Sebastián, encontró a Lorca en compañía del arquitecto José Manuel Aizpurúa. Celaya se negó a saludar a Aizpurúa. Cuando quedaron a solas, Lorca reprochó a Celaya su actitud, afirmando que Aizpurúa era una persona de gran sensibilidad e inteligencia. Lorca llegó a decir, según Gabriel Celaya: “José Manuel es como José Antonio Primo de Rivera. Otro buen chico. ¿Sabes que todos los viernes ceno con él? [...] Solemos salir juntos en un taxi con las cortinillas bajadas, porque ni a él le conviene que le vean conmigo ni a mí me conviene que me vean con él”.

Sin embargo, hasta la fecha no ha aparecido ningún testimonio ni documento que corrobore esta afirmación. La historia de Celaya carece de pruebas concretas que la sustenten y parece más una anécdota sin verificación que un hecho histórico.

Sin embargo, hasta la fecha no ha aparecido ningún testimonio ni documento que corrobore esta afirmación

De hecho, varios especialistas y biógrafos de Lorca insinúan con respecto a esta anécdota que Lorca podría haber utilizado la confidencia sobre su supuesta amistad con José Antonio Primo de Rivera como una especie de broma o lección para Celaya, en respuesta a la tensa situación con Aizpurúa.

En cambio, Ian Gibson, en su exhaustiva biografía de Lorca, sí documenta un encuentro entre el poeta y Primo de Rivera durante la gira de La Barraca en 1934. Basándose en el relato de Modesto Higueras, uno de los actores de la compañía, José Antonio y algunos de sus seguidores aparecieron en un restaurante de Palencia donde se encontraban los estudiantes de La Barraca. Lorca recibió una nota de Primo de Rivera que decía: Federico, ¿no crees que con tus monos azules y nuestras camisas azules se podría hacer una España mejor?. Ahí queda la objetiva y obvia relación entre ambos, que diría la articulista de El Debate.

Otros testimonios: hasta un falangista niega la amistad

En contraste, existen testimonios significativos (e ignorados por la militancia de la desinformación) que arrojan luz sobre la “simpatía” entre Lorca y Primo de Rivera, como el de la viuda del pintor José Caballero, uno de los colaboradores más cercanos del poeta. Según la viuda de Caballero, mientras paseaban por Madrid, coincidieron con un mitin de Primo de Rivera. Caballero, movido por la curiosidad, quiso asistir al acto con Lorca, pero el poeta se negó rotundamente. Lorca, lejos de mostrar interés o simpatía, se sintió profundamente incómodo con la idea de entrar en el teatro donde hablaba el líder falangista. Este testimonio sugiere justo lo contrario de lo que la derecha mediática afirma: que la relación entre Lorca y Primo de Rivera no solo era inexistente, sino que el poeta sentía repulsión hacia el movimiento que este encabezaba. Una repulsión comprobable, como veremos más adelante.
Caballero quiso asistir al acto con Lorca, pero el poeta se negó rotundamente. Lorca se sintió profundamente incómodo con la idea de entrar en el teatro donde hablaba el líder falangista

Otro testimonio revelador fue el de Felipe Ximénez de Sandoval, un falangista que, en 1941, cuatro años después del asesinato de Lorca, dejó constancia en su libro “José Antonio, biografía apasionada”, de su creencia de que José Antonio Primo de Rivera y Federico García Lorca podrían haber sido amigos, pero que nunca llegaron a conocerse. “A Federico García Lorca no hubo modo de presentárselo, aun cuando una vez me invitara a ver ‘Bodas de sangre’ en el Coliseum y entráramos en el camerino de Lola Membrives para ver si estaba y conocerle”. Tal y como explica el lorquiano Víctor Fernández a propósito de este comentario, estamos ante la negación de la “controversia que se venía arrastrando desde la muerte del político y del poeta”.

A pesar de la falta de pruebas, numerosos autores y columnistas persisten en la idea de esta relación. Como explica Fernández, “no son pocos los que todavía creen que existió realmente esa amistad de la que no hay pruebas”. La leyenda sigue siendo alimentada incluso por libros de contemporáneos y actuales, como “Rosas de plomo” de Jesús Cotta. De nuevo en palabras de Fernández, “el ensayo, con no pocos errores y con tergiversación de datos, trata de demostrar lo imposible, aunque para ello incluso recorra a argumentos risibles, como decir que Lorca no se consideraba homosexual”. El ejercicio de revisionismo histórico elevado a su máxima potencia.

No, Lorca no fue apolítico, sino todo lo contrario

Existen numerosas evidencias que demuestran la implicación política y social de García Lorca. Con solo conocer de manera básica su vida, sus obras, los personajes que creó, así como su pensamiento expresado en discursos y correspondencia, queda claro que no se puede considerar a Lorca como un autor apolítico.

Como explica Feliciano Páez-Camino Arias en “La huella de la historia en la obra y vida de Federico García Lorca”, son numerosas las evidencias, tanto en el ámbito privado como público, de la postura que Lorca adoptó ante los cambios políticos de su tiempo. Una frase de su obra Mariana Pineda, “Hay un miedo que da miedo”, utilizada para describir el ambiente en la España de Fernando VII, fue también empleada por el propio Lorca en una carta a sus padres para referirse a la situación que imperaba durante la Dictadura de Primo de Rivera.

Es importante recordar que la censura impuesta por la dictadura de Primo de Rivera impidió que Mariana Pineda, escrita en 1924, fuera representada en su momento. Asimismo, es relevante señalar que Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín, escrita en 1928, tampoco pudo ser estrenada hasta 1933 en el Teatro Español, bajo la dirección del propio Lorca. La dictadura volvió a censurar esta obra, cancelando su estreno programado para el 5 de febrero de 1929 por orden gubernativa. Resulta irónico que, pese a la supuesta amistad, afecto y admiración de José Antonio hacia el poeta, sus escritos fueran objeto de constante censura por parte de la dictadura de su padre.

Resulta irónico que, pese a la supuesta amistad, afecto y admiración de José Antonio hacia el poeta, sus escritos fueran objeto de constante censura por parte de la dictadura de su padre

Más irónico resulta todavía que, pese a la “admiración intelectual mutua”, en abril de 1929, Lorca firmara, junto a otros 24 jóvenes escritores, un manifiesto en el que rechazaban su supuesta “apoliticidad”, expresaban su descontento con la política del régimen y manifestaban su deseo de explorar nuevas vías políticas, inspirados en las ideas de Ortega y Gasset.

Siguiendo las investigaciones de Páez-Camino Arias, posteriormente, el 1 de mayo de 1933, tres meses después de la llegada de Hitler al poder, la firma de Federico encabeza otro manifiesto en contra de la “barbarie fascista que encarcelaba a los escritores alemanes”. Más adelante, el 14 de noviembre de 1934, Lorca suscribe una declaración pública en protesta por la persecución contra Manuel Azaña, aunque la prensa, censurada, no publicó dicho documento. En 1935, Lorca firma un manifiesto en protesta por la invasión de Abisinia por parte de la Italia fascista de Mussolini. Ya en 1936, el 9 de febrero, durante una comida en honor a Rafael Alberti y María Teresa León, el poeta lee un manifiesto de intelectuales en apoyo al Frente Popular, que ganaría las elecciones una semana después. En este documento se afirmaba: “Confirmamos nuestra adhesión al Frente Popular porque buscamos que la libertad sea respetada, el nivel de vida ciudadano elevado, y la cultura extendida a las más amplias capas del pueblo”.

El 28 de marzo de ese mismo año, Lorca recita versos en la Casa del Pueblo de Madrid, en un acto de solidaridad con el comunista brasileño Luis Carlos Prestes, entonces encarcelado. También se unió a la “Asociación de Amigos de América Latina” y al “Comité de Amigos de Portugal”, denunciando la represión bajo la dictadura de Oliveira Salazar.

En la revista ¡Ayuda!, del Socorro Rojo Internacional, se recogió un mensaje de Lorca en el que expresaba: “Saludo con gran cariño y entusiasmo a todos los trabajadores de España, unidos bajo el Primero de Mayo por el ansia de una sociedad más justa y más humana”.

En su última entrevista con Luis Bagaría, publicada en El Sol el 10 de junio de 1936, Lorca afirma: “En este momento dramático del mundo, el artista debe llorar y reír con su pueblo. Hay que dejar el ramo de azucenas y meterse en el fango hasta la cintura para ayudar a quienes buscan las azucenas”.

Citando de nuevo a Páez-Camino, “su actitud política entraña pues (..) una clara significación antifascista de proyección internacional y una identificación genérica con la izquierda. Algunos testimonios, como el de Vicente Aleixandre, indican que Lorca, a la vez que se sentía inequívocamente comprometido en el debate político y cultural, rechazaba una militancia específica y consideraba agobiantes los intentos de María Teresa León de acercarle al PCE. El último manifiesto de significación política que firmó fue, seguramente, una nueva protesta por la represión en Portugal, dirigida a Salazar, publicada el 4 de julio de 1936”.

“Su actitud política entraña pues (..) una clara significación antifascista de proyección internacional y una identificación genérica con la izquierda...”

Curiosamente, ninguno de estos posicionamientos es mencionado por quienes sostienen que Lorca era poco menos que la encarnación de los valores falangistas y un cercano amigo intelectual de Primo de Rivera.

Despolitizar y desvirtuar al poeta: de Franco a VOX

El esfuerzo por despolitizar a Lorca es recurrente desde su asesinato. Durante la dictadura franquista, el régimen intentó lavarse las manos del fusilamiento del poeta más universal del momento, presentando a Lorca como una víctima apolítica cuyo trágico destino fue lamentado por todos los bandos. El propio dictador Francisco Franco, en un intento por desresponsabilizarse del asesinato, declaró: “Se ha hablado mucho en el extranjero de un escritor granadino; se ha hablado mucho porque los rojos han agitado este nombre como un señuelo de propaganda. Lo cierto es que, en los momentos primeros de la revolución en Granada, ese escritor murió mezclado con los revoltosos; son los accidentes naturales de la guerra”.

La realidad, sin embargo, es otra. Se tuvieron que esperar 79 años para que los documentos policiales sobre su asesinato vieran la luz. En esos documentos se certificaba que el poeta fue asesinado por considerarse “socialista, masón” y por practicar “homosexualismo”. Esta documentación, lejos de apoyar la narrativa franquista de un accidente de guerra, demuestra que el asesinato de Lorca fue un acto premeditado, motivado por su orientación sexual y su compromiso político.

A lo largo de los años, editoriales, autoras, autores, columnistas y estudiosos de la obra de Lorca han caído en la tentación de presentarse como rebeldes contra la corrección política, una suerte de valientes sin pelos en la lengua que desvelan verdades supuestamente ocultas, como la controvertida amistad que hemos tratado en este artículo.

Este fenómeno también se refleja en la política institucional. No es casual que la ultraderecha en el Congreso utilice la figura de Lorca para promover su propio revisionismo, ahondando en la distorsión histórica que legaron de sus predecesores. La diputada de Vox, Mireia Borrás, llegó a afirmar en el Congreso que Federico García Lorca votaría a Vox porque “amaba España”. En la misma línea, su compañera de entonces, Macarena Olona, llegó a lamentar en redes sociales la muerte del poeta y a pedir que no se “politizara ni ensuciara” su memoria, afirmando: “Federico García Lorca. Eterno. Universal pero nuestro. Hoy, en especial, en nuestro recuerdo”. Otra parlamentaria ultraderechista”.

No es casual que la ultraderecha en el Congreso utilice la figura de Lorca para promover su propio revisionismo, ahondando en la distorsión histórica que legaron de sus predecesores

Los esfuerzos por despolitizar y distorsionar la figura de uno de los poetas más universales y populares de la historia de España no son casuales, sino parte de un intento deliberado de reescribir la historia y profundizar en batallas culturales a través de la tergiversación. Una práctica que, como hemos analizado, tiene una larga trayectoria.

Al desvincular su vida, su obra y su asesinato de su contexto político, se busca minimizar el impacto simbólico de Lorca como uno de los mayores emblemas de la represión fascista. Mentir acerca de su sensibilidad política es una manipulación que deshonra la memoria y la huella de Lorca, y distorsiona la comprensión histórica de un período crucial en la historia de España.

Permanecer indiferentes al revisionismo histórico y a la tergiversación de su identidad y los valores que representó, es, tanto tiempo después, permitir que vuelvan a acabar con él. Lorca fue un poeta comprometido, contrario a la dictadura falangista y a los preceptos ideológicos de Primo de Rivera. Lorca fue, conviene recalcarlo en un día como hoy, una víctima del fascismo.