Asociaciones memorialistas y víctimas del franquismo piden que la Real Casa de Correos, actual sede del Gobierno de Madrid, sea reconocida como un lugar de represión y resistencia
Este pasado martes, decenas de personas junto a las asociaciones memorialistas se congregaron frente a la actual sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid, para pedir que se reconozca como lugar de memoria lo que durante décadas fue la sede de la Dirección General de Seguridad (DGS).
Además, las asociaciones memorialistas y víctimas del franquismo reclaman la instalación de una placa que recuerde a los miles de detenidos, torturados y represaliados en sus calabozos. Este edificio, que en su origen fue la Real Casa de Correos, albergó la temida DGS, epicentro de la represión de la dictadura y símbolo del terror estatal.
La convocatoria fue respaldada por víctimas directas de la represión franquista, cuyos testimonios individuales representan la memoria colectiva de un pasado de persecución y resistencia.
“Que la gente sepa que aquí se torturaba”
Entre los manifestantes se encontraba Charo, quien fue detenida en 1976 por participar en una huelga en el sector textil. “Ahí es donde se torturaba a la gente y algunas veces hasta se las mataba. Más de uno cayó desde arriba y luego decían que se había suicidado”, recuerda. “Yo estuve en un calabozo por ir a informar a una fábrica sobre la huelga. Nos trajeron a la DGS, 13 compañeras y un compañero, y pasamos allí 72 horas. Por eso estoy hoy aquí, quiero que la gente no solo vea el reloj de las campanadas, sino que sepa lo que pasó en este edificio”.
Charo insiste en la necesidad de visibilizar el pasado de la Real Casa de Correos: “No hay ningún recordatorio. Cualquier persona que pase por aquí no sabe que en esos sótanos hubo torturas. Es un lugar de memoria y debe ser reconocido como tal”.
“Desde que nací, la represión formó parte de mi vida”
La historia de Olga García Domínguez es la de toda una generación marcada por la represión. Hija de comunistas, fue detenida por primera vez con solo cuatro meses de edad junto a su madre.
En 1962, con apenas 15 años, fue arrestada durante la Manifestación del Silencio en la Puerta del Sol. “Durante la Manifestación del Silencio, la policía nos detuvo a muchas mujeres y nos llevaron a los calabozos de la DGS. Al poco tiempo, un policía bajó y gritó mi nombre: ‘Olga García Domínguez’. Mi madre se desesperó: ‘Es mi hija, es menor, déjenme ir con ella’, pero no sirvió de nada. Me sacaron sin explicaciones, mientras ella suplicaba sin obtener respuesta. Me dejaron en la calle, sola, sin dinero para volver a casa. Mi madre pasó toda la noche sin saber qué me había pasado, hasta que al día siguiente un abogado le informó de que ya estaba en casa.”
Más allá de la represión física, la dictadura le impuso un castigo silencioso: su expediente quedó marcado y no pudo continuar sus estudios en España. “Tuve que exiliarme en París para poder estudiar. Reconocer este edificio como lugar de memoria es imprescindible. No podemos olvidar que en la DGS se mataron a compañeros simplemente por ser comunistas o por no querer hablar”.
“El horror de la DGS: luces encendidas, mantas sucias y miedo constante”
Para Natividad Camacho, el recuerdo de la Dirección General de Seguridad es el de un lugar de sufrimiento extremo: “Lo peor era esa luz que no se apagaba nunca, las mantas llenas de fluidos que olían a mil demonios. Las celdas no tenían retrete ni lavabo, solo un altillo de cemento y una colchoneta de esparto. La comida era asquerosa, flotaba grasa en el agua y las cucharas de madera estaban muy sucias. Hoy, al recordarlo, todavía siento náuseas”.
La primera vez que fue detenida, en 1965, la última, en 1974. Pasó por la DGS en siete ocasiones. “Si estabas fichado, cada vez que había huelgas o manifestaciones, venían a buscarte. Madrid estaba en pie, pero la represión no paraba. Si no reconocemos estos lugares de memoria, se perderá una parte fundamental de la historia y de la lucha por la libertad”.
“Un paso contra la impunidad”
Para Inma Pardo, ser detenida en la DGS fue “lo peor que te puede pasar en la vida”. “Lo primero que hacían era humillarte, maltratarte y, al final, torturarte”.
La posibilidad de que el edificio sea resignificado como lugar de memoria es un acto de justicia. “Es un paso para terminar con la impunidad de quienes torturaron allí. Por aquí pasó gente de todo el país y es imprescindible que se reconozca que este fue un lugar de horror”.
“No tiene sentido ocultarlo: fue uno de los centros de tortura más criminales de Europa”
Pablo Mayoral fue detenido en 1975 y sometido a interrogatorios brutales durante ocho días sin descanso. “Era entrar en las dependencias de la Brigada Político-Social, donde mataron a Enrique Ruano, a Joaquín Delgado, a Francisco Granados, a Julián Grimau. Un lugar de terror”.
Tres años después, en 1978, volvió a ser arrestado por intentar poner en marcha un tribunal internacional contra los crímenes del franquismo. “Obviar que este edificio albergó durante 40 años uno de los centros de tortura más criminales de Europa es una aberración. En Berlín, en Buenos Aires, en Lisboa, estos lugares forman parte de la memoria histórica de sus pueblos. En Madrid, aún estamos luchando para que se reconozca lo que pasó aquí”.
Mayoral denuncia que la memoria del franquismo sigue presente en la capital: “El Arco de la Victoria en Moncloa, el monumento a los golpistas junto al Templo de Debod, entre otros… Todo sigue ahí. Mientras, la Real Casa de Correos sigue sin ser reconocida como lo que fue: un lugar de tortura y muerte. Es hora de que todos los movimientos democráticos exijan la memoria que nos corresponde”.
Un grito por la memoria
Los manifestantes exigen que Ayuso y el Gobierno central tomen medidas para resignificar el edificio, cumpliendo así con la Ley 20/2022, de 19 de octubre, de Memoria Democrática. “Este no puede ser solo el lugar desde donde se dan las campanadas cada Nochevieja. Debe ser reconocido como lo que fue: un espacio de sufrimiento y resistencia”, concluyen desde las asociaciones memorialistas.
La lucha por la memoria histórica sigue en marcha. Porque, como recuerdan los supervivientes, olvidar es la mejor forma de repetir la historia.
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