https://mundoobrero.es/2025/10/28/la-memoria-de-las-imprescindibles-testimonios-de-tomasa-cuevas-gutierrez/

Los testimonios de mujeres víctimas de la represión franquistas recabados por Toma Cuevas Gutiérrez, reflejan la existencia de una densa red de mujeres represaliadas, militantes y resistentes contra la dictadura militar.
Tomasa Cuevas Gutiérrez, nació en Brihuela, Guadalajara en 1917 y falleció en Barcelona el 25 de Abril de 2007.En tiempos de desmemoria, de falsos currículum la vida de Tomasa Cuevas Gutiérrez es un modelo y un faro que guía el trabajo de las comunistas y las defensoras de los derechos humanos.
Tomasa comenzó a trabajar a los 9 años y a los 14 inicia su militancia comunista, se incorporó a multitud de tareas en defensa de la II República, primero desde la militancia en la JSU y después desde el PCE.
Detenida y encarcelada en 1939 es condenada a 30 años de prisión, de los que cumplió cinco años en distintas cárceles de mujeres, excarcelada en 1944, merced a uno de los numerosos decretos de indultos con los que el franquismo se veía obligado a combatir lo que denominaron “el problema penitenciario”, la inmensa población penal que habían creado un verdadero colapso de infraestructuras en las cárceles. Fue desterrada a Barcelona y se incorpora al PSUC, hasta que en 1945 fue detenida y torturada primero en la sede policial de Vía Layetana y trasladada a la cárcel de mujeres de Les Corts. Al salir, trabajó en la clandestinidad en Andalucía y a su regreso a Barcelona, ante la posibilidad de ser detenida, el PSUC facilitó su salida a Francia primero y a Praga después. Regresa a Barcelona en 1969 y a la actividad política contra el franquismo en el grupo de propaganda del PSUC.
A partir de 1974, todavía en la dictadura, magnetófono en mano, grabó de viva voz, el testimonio de más de 300 mujeres que pasaron por las cárceles franquistas. Tomasa Cuevas se volcó en la recuperación de la memoria democrática de las mujeres; lo hizo por su cuenta y con sus medios.
Logró completar una trilogía: la primera publicación, Mujeres en las cárceles franquistas, fue editada por la editorial Casa de Campo en 1988; los otros dos, con el apoyo de Manuel Vázquez Montalbán y Teresa Pàmies, fueron publicados por la editorial barcelonesa Siroco.
Se ha escrito que la tardía recuperación del reconocimiento de la lucha de las mujeres ha sido su menor grado de implicación política en comparación con la de los hombres. Es cierto y no podía ser de otro modo en una sociedad que no se había librado de los prejuicios ancestrales y donde la II República apenas comenzó a poner en marcha medidas legales para la incorporación de las mujeres y el reconocimiento de sus derechos, todo ello truncado por el golpe militar franquista. Pero no puede concluirse sin más, sin tener en cuenta la cultura patriarcal existente y el olvido sobre sus luchas, en especial la de las detenidas en las cárceles y las luchadoras en la retaguardia.
Mujeres consideradas especialmente peligrosas, reincidentes, irredentas. Si la represión hacia las mujeres fue cuantitativamente menor, no lo fue cualitivamente. Una represión diferenciada por ser mujeres: El tipo de castigo que sufrieron, la reeducación que les aplicó y el modelo de redención penitenciaria. Sufrieron la humillación pública con el rapado de pelo y la ingestión obligada de aceite de ricino que provocaba diarrea y sometía a las mujeres a una profunda degradación física y moral, porque a las mujeres había que redimirlas no sólo ideológica sino espiritualmente.
La desmemoria y el olvido de la transición y los primeros gobiernos de la democracia, socialistas incluidos sobre la memoria democrática y de manera notoria la de las mujeres fue patente. No será hasta 2012, cuando por primera vez la represión de las mujeres forma parte de un Auto Judicial: fue el Juez Baltasar Garzón quien en 2008 se declaró competente para investigar los crímenes del franquismo en tanto que eran crímenes contra la humanidad, en la investigación se produjeron las declaraciones como testigos de las propias víctimas.
Miles fueron los fusilamientos de mujeres republicanas en los que era usual la vejación, violación y posterior asesinato, asesinatos colectivos como fue el caso de las 17 rosas de Guillena (Sevilla), las 13 rosas rojas fusiladas en el cementerio del Este en Madrid y decenas más de fusilamientos colectivos.
Juan Antonio Vallejo-Nájera, director del gabinete de investigaciones Psicológicas del ejército franquista, donde sus teorías sobre la superioridad de la raza estaban acompañadas de la visión misógina que sostenía que la debilidad mental de las mujeres hacía que éstas fueran especialmente vulnerables a las ideas marxistas, ideas corregibles en la infancia y para ello era necesario separar a las mujeres republicanas de sus hijas e hijos y así evita su contagio.
El franquismo tejió una red que supuso un negocio para médicos y monjas con los bebés arrebatados a las mujeres presas, con el robo de sus bebés las mujeres republicanas eran despojadas de lo más querido, el ser humano que habían gestado durante nueve meses y que habían dado a luz en condiciones infrahumanas. Ejemplo de ello es el de San Marcos, campo de concentración de León donde arrebataron los niños y niñas de todas las mujeres que inicialmente eran recluidas en el campo de concentración y los llevaron al hospicio, donde muchas criaturas desaparecieron al ser dadas en adopción, de aquella manera tan peculiar que tenían las monjas que gestionaban el hospicio leones.
Las mujeres durante el franquismo fueron elementos de control por parte de la dictadura para, a través de ellas y sus entornos transmitir los valores y normas del régimen. En la sociedad civil la sección femenina fue la encargada de transmitir esos valores y en las cárceles, las monjas eran encargadas de reproducir esos valores. El objetivo era la regeneración y adaptación a la ideología franquista con los trabajo centrados en labores domésticas y productivas.
El trabajo esclavo de las presas franquistas
El trabajo esclavo de las mujeres en las cárceles franquistas difería del trabajo esclavo de los hombres penados para reducir las penas . El rol social y de género del franquismo impedía a las mujeres realizar trabajos fuera de las cárceles ciñéndose solamente a los trabajos considerados propios de su sexo, muchos no reconocidos como trabajos y no contacto para la reducción de penas. Trabajos “informales” que no sólo no reducen penas sino que muchas veces no eran ni pagados.
Nunca será suficiente el reconocimiento de aquellas que dieron su vida y su tiempo en la lucha contra la dictadura y por recuperar la democracia en nuestro país. “Porque fueron somos y porque somos serán”.
(*) Responsable de Memoria Democrática del PCE
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