dimecres, 19 de febrer del 2014

Las bombas las carga el diablo. Antoni Gaudí y la bomba Orsini en la Sagrada Familia de Barcelona

http://fraternidaduniversal.blogspot.com.es/2014/02/las-bombas-las-carga-el-diablo-antoni.html

martes, 18 de febrero de 2014


Rescato este artículo de mi amigo y compañero Carles Sanz. Un hecho curioso y una historia desconocida sobre Antonio Guadí y la Sagrada Familia. Un artículo que ha sido publicado en el último número de periódicoSolidaridad Obrera (Número 357 del 29 de enero de 2014)

Gaudí es actualmente un producto de consumo de millones de turistas en la ciudad de Barcelona. La venta de una ciudad, la denominada por sus promotores-comerciales “marca Barcelona”, sólo tiene importancia en tanto resulte rentable económicamente, eso sí, a corto plazo.
El movimiento artístico Modernismo, Art Nouveau en el resto de Europa, de finales del siglo XIX, supuso una ruptura con las formas académicas de la época y abarcó diferentes ámbitos: arquitectura, escultura, pintura, literatura, música, etc., inspirados en las ideas estéticas de Willian Morris que proponía democratizar la belleza o socializar el arte, en el sentido de que hasta los objetos más cotidianos tuvieran valor estético y fueran accesibles a toda la población. Fue un movimiento artístico de signo burgués olvidado durante el franquismo. En Barcelona en estos últimos años ha pasado a ser consumo de masas donde lo más importante es hacerse la foto delante de la casa Batlló, Milà, la escalinata del Parc Güell, ahora también de pago aunque sea un parque público, o delante de las famosísimas torres de la Sagrada Familia.
Antoni Gaudí fue primero catalogado de loco en su época, luego de genio, posteriormente de divino y actualmente está siendo elevado a los altares, ya en proceso de beatificación por parte del Vaticano. En estos momentos podemos encontrar “estampas” con el título de “Gaudí el arquitecto de Dios”. Un generoso y exhuberante folleto en papel satinado y a todo color, editado por “Barcelona Turisme” (Ayuntamiento y Cámara de Comercio), se regala a los turistas que llegan a la ciudad con el título de “Barcelona: Gaudí is waiting for you”. Sobran las palabras.
Todo este prolegómeno es para constatar lo que todos sabemos, nos gusta nuestra ciudad pero no precisamente la que nos han montado única y esclusivamente para el turismo y de espaldas a sus habitantes. Sólo hay sitio para el consumo, los servicios brillan por su asusencia en la mayoria de lugares. Un lema sobresale por encima de todos: “Barcelona la botiga més gran del món”. Ale, a consumir.
Hablar del arquitecto Antoni Gaudí no es cosa baladí, personalmente admiro algunas de sus obras desde el punto de vista artístico, no tanto como modernismo sino por la propia obra gaudiniana inspirada en la naturaleza y con formas geométricas que desafian las líneas rectas. Por ejemplo la casa Batlló, me parece un poema de cristales multicolores y cerámicas rotas o bien la casa Milà, un mundo fantástico de salidas de escaleras y chimeneas que no parecen de este planeta. Juan Marsé y yo mismo, hemos disfrutado de jóvenes de la simbología de un parque Güell prácticamente vacio. ¿Me pregunto que arquitecto ha hecho desde entonces obras tan imaginativas?
Pero estas apreciaciones han variado con el tiempo. Actualmente Gaudí está siendo más valorado por su vertiente espiritual y religiosa que por la artística. Su profunda religiosidad, sobretodo en los últimos años de su vida, ha arrastrado a historiadores e investigadores de su obra hacia un análisis de la arquitectura gaudiniana rallando únicamente lo mistico. La Sagrada Familia es su estandarte.
Retrocedamos en el tiempo. Gaudí se trasladó a vivir a Barcelona desde su ciudad natal, Reus, en 1869 para iniciar estudios de arquitectura. En esos primeros años en la ciudad condal trabó relación con el movimiento obrero. Así, desde 1873, colaboró con la cooperativa La Obrera Mataronesa, que fue la primera fábrica de propiedad obrera en España, aunque fracasó años después. De Gaudí sólo ha quedado una sala de blanqueo con arcos catenáreos y un pabellón de servicios, pero su relación con la cooperativa no fue únicamente profesional sino también romántica. En efecto, Gaudí estuvo enamorado de la maestra de la escuela Pepita Moreu, un idilio que no llegó a noviazgo; parece ser porque tardó en decidirse en la solicitud.
Todas las relaciones de Gaudí con los anarquistas han sido prácticamente borradas de su biografia. Por ejemplo, su relación con Salvador Pagés, gerente de la cooperativa mataronense e impulsor de la línea cooperativista de la AIT, fue muy intensa, hasta el punto de que le construyó su propia casa. Gaudí había leido libros sobre los problemas de la clase trabajadora, así en 1878 redactó un proyecto para viviendas pareadas para obreros, de las que sólo se construyeron dos. Desgraciadamente no queda ninguna en pie, aunque por el proyecto sabemos que eran casitas de planta baja muy sencillas pero interesantes por la novedad que representaba mejorar las condiciones higiénicas de la clase trabajadora.
Otro aspecto desconocido de Gaudí y que dio lugar a nuevos contactos con anarquistas fue su afiliación a la Associació Catalanista d’Excursions Científicas. En efecto, Gaudi, un estudioso del paisaje, en 1879 se afilió a esta entidad y también a la Associació d’Excursions Catalana, donde ocupó puestos directivos en la primera y cuyo fundador y presidente era el anarquista Eudald Canivell, tipógrafo y posteriormente bibliotecario de la Biblioteca Arús. Según Eduardo Rojo, Gaudí tuvo influencias de Eliseo Reclús, geografo anarquista “que gozó de gran ascendencia entre los primeros excursionistas y anarquistas catalanes”.
En 1883 cuando Gaudí asumió la dirección de las obras del templo de la Sagrada Familia sólo contaba con 31 años. Un arquitecto joven para la magnitud de la obra encomendada, pero como indica Joan Bassegoda, quizá la persona que más conoce al arquitecto, el reto le incentivó de tal manera que “renació el arquitecto medieval constructor de catedrales”. Dedicó 43 años de su vida a una sola obra, los últimos diez en dedicación exclusiva. Parece ser que el concepto general del templo siempre lo había tenido en su cabeza, según dejó expuesto en 1891.
Gaudí intentaba crear un templo que fuera un símbolo, una obra de arte y que reflejara la época que vivia. Fue su obra magna y como el mismo dejó escrito: “única y principal razón del templo es ser casa de Dios, y por lo mismo de oración y recogimiento. Sin embargo, el arte... podrá encontrar también lugar en él y su entorno”. Es decir, unir espiritualidad y arte. ¿Pero cómo era la sociedad a finales del siglo XIX?, pues realmente muy injusta y en donde la mayoria de la población vivía en condiciones infrahumanas. Eso bien lo sabía Gaudí, y Barcelona, para su desgracia, era una de las ciudades con más focos de resistencia anarquista en lucha contra las injusticias, algunos de ellos bien conocidos del arquitecto.
Los anarquistas terriblemente represaliados se defendían de la violencia estatal y de los poderes fácticos como buenamente podían. El anarquismo individualista recorría toda Europa. Así, el 24 de noviembre de 1893 Paulino Pallás lanzó una bomba contra el general Martínez Campos, en la Gran Via de Barcelona, aunque sin demasiado éxito. Pallás fue ejecutado y para vengar su muerte otro anarquista, Santiago Salvador, lanzó dos bombas en la platea del teatro Liceo. Fallecieron 22 personas y hubo más de 35 heridos. La burguesía catalana quedó tocada, quizá en su local más representativo como clase social. A partir de entonces la ciudad empezó a ser conocida como “la ciudad de las bombas”.
Las bombas lanzadas, denominadas Orsini, eran artefactos esféricos que en lugar de activarse mediante espoleta o reloj, lo hacian por contacto mediante unos resaltes llenos de fulminato de mercurio. La bomba lleva el apellido de quién la inventó en 1857, Felice Orsini, un revolucionario italiano que lanzó tres de ellas en 1858 contra la carroza imperial de Napoleón III, atentando fallido pero que mató a 8 personas y dejó heridas a unas 150.
Las sociedad burguesa catalana, propietaria de los medios de comunicación, lanzó entonces una campaña para que se identificará a los anarquistas como terroristas. Sabiendo que el anarquismo representaba un peligro para su estatus, desde entonces no han cejado en el empeño por tal de confundir a la sociedad para que las palabras violencia y anarquismo aparezcan siempre juntas.
Antoni Gaudí, que había conocido bien a algunos anarquistas, interpretó los hechos desde su religiosidad como obra del diablo. Dos años después del atentado del Liceo Gaudí esculpió, en el pórtico de la Virgen del Rosario, en la fachada del Nacimiento de la Sagrada Familia, una escultura artística haciendo un paralelismo entre los anarquistas y el mal.
La escultura lleva por título “La tentación del hombre” y simboliza a un obrero anarquista recibiendo una bomba orsini a través de la garra de un ser diabólico y maquiavélico. Para Gaudí los anarquistas no son culpables de esa violencia sino producto de la maldad del diablo. Ya sabemos que las armas las carga el diablo. Asimismo y junto a esta escultura Gaudí también reflejó el tema de la prostitución, otro de los males de la sociedad según sus creencias. La escultura representa la tentación con una bolsa de dinero que alguién entrega a una mujer.
Bien, seguramente para Gaudí era una manera de representar la parte oscura del alma humana. Ni el templo ni los rezos en más de un siglo han solucionado el enfrentamiento de clases ni tan siquiera la crueldad de una burguesía que sigue explotando a la clase trabajadora como entonces. El templo se construyó y sigue contruyéndose para redimir los pecados del hombre. Parece ser que para el Dios al que adoran, ni templos, ni rezos, ni limosnas son suficientes.

Bibliografia personal sobre Gaudí
Bassegoda Nonell, Juan. Gaudí la arquitectura del espíritu, Salvat Editores, Barcelona, 2001. Libro serio, sin alardes y riguroso, escrito por quien lleva la Catedra Gaudi de Aquitectura. Recomendable.
Rojo Albarrán, Eduardo. Antonio Gaudí, ese desconocido: el park Güell. Los Libros de la Frontera, Barcelona, 1987. Una visión diferente de Gaudí con aspectos desconocidos del arquitecto. El prólogo a cargo del estimado Miguel Izard. 

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