27sep-paredón-equipo-crónica-lqsRedacción. LQSomos. Septiembre 2015
Con motivo del Cuarenta Aniversario de las ultimas ejecuciones del franquismo reproducimos un extracto del subcapítulo del libro “De bar en bar hasta llegar al mar” (2006) titulado “Testigo” en el que nuestro compañero y colaborador Manuel Blanco Chivite recoge la entrevista, bastante breve, “había que sacarle las palabras con alicates”, que le realizó a Miguel Ángel Jiménez, el funcionario de prisiones que acompañó durante unas horas a Ramón García Sanz. Uno de los motivos por los que abandonó su trabajo en 1980…
Testigo
Barba entrecana, tez aceitunada, semblante adusto, palabra difícil, mirada huidiza. No sé si Miguel Ángel Jiménez mantiene todas estas características habitualmente, pero así fue y así lo vi un día de octubre de 2005, en un restaurante de un pueblo de la Comunidad de Madrid, en el que nos presentó un amigo común.
Miguel Ángel Jiménez fue funcionario de prisiones durante nueve años. Cuando en septiembre de 1975, los tribunales militares y el gobierno presidido por Franco decidieron asesinar a cinco jóvenes militantes anti-fascistas, Miguel Ángel pasó la última noche de los condenados junto a uno de ellos, Ramón García Sanz.
La escalera de acceso daba hacia la zona media de la galería. Era una galería pequeña. A un lado había tres celdas, con rejas y murete, y al otro lado, si no me equivoco, otras dos. El pasillo era muy estrecho.
Por entonces, yo estaba destinado en la enfermería. Terminé mi turno y me fui a casa.
– ¿Vivías solo?
– No, ya estaba casado y tenía dos hijas… Me llamaron por teléfono hacia las seis de la tarde, nos llamaron a todos, debíamos incorporarnos al servicio… Llegué a la Carabanchel entre ocho y nueve de la noche… Sí, creo que estaban los tres jefes de servicio, Andrés Mejuto, Lirón de Robles y Carlos de Frutos…
– Mejuto, tengo entendido, fue el encargado, con varios funcionarios más, de conducir a los condenados del CPB (Celdas de Prevención Bajas), primero a la zona de jueces, donde les comunicaron que iban a ser ejecutados y luego a la galería que has mencionado…
– Quizás, eso no lo vi. Cuando llegué me uní a otros compañeros y nos dijeron que fuésemos a la galería de los condenados. Se bajaba por unas escaleras, como he dicho, estaba situada bajo las dependencias de huellas y cacheo. Bajamos unos diez. Estaban en las tres celdas consecutivas: en la primera José Humberto Baena; en la segunda José Luis Sánchez Bravo y en la tercera Ramón García Sanz. Con Sánchez Bravo estaban su esposa y otra chica que no sé quién era…
– Su hermana.
– No lo supe, no hablé con ellas,… no recuerdo haber hablado con ellas.
– ¿Quién te dio la orden de bajar con los condenados?
– No recuerdo bien.
– ¿Mejuto, quizás? Como fue el encargado de conducirlos…
– Quizás.
– ¿Baena estaba acompañado?
– Al principio, no, luego vino su abogado, no recuerdo su nombre…
– ¿Javier Baselga?
– Sí, Baselga. Fue el único abogado.
– Baena era del primer consejo de guerra de El Goloso; García Sanz y Sánchez-Bravo el segundo. En el segundo, el presidente del Consejo expulsó a todos los abogados y colocó a militares cogidos al vuelo, para rellenar los asientos. De esta suerte, los abogados de los dos últimos ya no lo eran y no pudieron acompañarles en la cárcel.
– No lo sabía, sólo vi a Baselga… Cuando bajé a las celdas, vi a Ramón solo y al fondo, así que me acerqué y entré para hacerle compañía. No hablamos mucho. Me preguntó qué iban a hacer con ellos, pero no me atreví a decirle nada, además no estaba seguro…
– ¿Sabías que nos les iban a aplicar garrote?
– Sí, porque el aparato estaba en su sitio y no lo habían preparado.
– ¿Cuánto tiempo estuviste con Ramón?
– Unas tres horas, quizás algo más…
– ¿De qué hablasteis?
– No es fácil acordarse…no sé…Él era aragonés y yo también, soy de la provincia de Huesca, y él me dijo que había nacido en Tarazona. Me dijo que se había criado en un hospicio de Zaragoza…No conoció ni a su madre, ni a su padre. Vivió unos años en Bilbao, en casa de unos tíos al parecer… allí trabajó en una imprenta.
– En el PCE (m-l) se incorporó a un aparato de propaganda justamente por eso…
– De Bilbao vino a Madrid…No tenía a nadie.
– En realidad, su mejor amigo estaba en la celda de al lado, José Luis Sánchez-Bravo… ¿Tomó algo?
– No recuerdo, quizás un batido de chocolate.
– Creo que Baena fumó mucho, era muy fumador. Sánchez-Bravo fue el único que no pidió nada… ¿recuerdas algo de esto?
– No, han pasado muchos años… fue un mal trago…
– ¿Cuándo te hiciste funcionario de prisiones?
– En 1971.
– ¿En cuántas cárceles estuviste?
– Primero en Ocaña, ocho meses. El resto del tiempo en Carabanchel, hasta que lo dejé en 1980.
– Te tocó lo de Agustín Rueda, el chico que mataron a palos…
– Y todos los líos del 76 y 77…, la COPEL,..
– ¿Recuerdas cuando los condujeron para fusilarlos?
– Apenas, había muchas personas, funcionarios, policías, furgones,… Les hicieron salir a las seis menos algo… Los padres de Baena, que venían de Vigo, llegaron entonces, mientras los subían, no llegaron a verlos en las celdas…
– Llegaron tan tarde, según tengo entendido, porque no les avisaron a tiempo… La madre y el hermano de José Luis también le acompañaron. Cuando sacaron a su hijo se puso muy nerviosa, dio algunos gritos y un policía le colocó la pistola en la sien. Gracias que había algunos periodistas y abogados que lo retuvieron…
– No recuerdo… Hubo jaleo, sí…
Un periódico de la tarde publicó en su primera página del 27 de septiembre de 1975 cinco fotografías de los archivos policiales correspondientes a otros tantos jóvenes entre 22 y 32 años: José Humberto Baena Alonso, José Luis Sánchez-Bravo Solla; Ramón García Sanz, Ángel Otaegui Etxeberria y Juan Paredes Manot “Txiki”. El titular decía: “Fusilados esta mañana”.
El gobierno español de la dictadura que dio el “enterado” por unanimidad, para que se procediesen a los asesinatos de los cinco jóvenes estaba compuesto por las siguientes personas:
General Francisco Franco Bahamonde, Jefe del Estado y de los ejércitos.
Carlos Arias Navarro, presidente del gobierno.
General Francisco Coloma Gallegos, ministro del Ejército.
Almirante Gabriel Pita da Veiga, ministro de Marina.
General Mariano Cuadra Medina, ministro del ejército del Aire.
Antonio Carro, ministro de la Presidencia.
José García Hernández, ministro de la Gobernación.
José Solís Ruiz, ministro secretario general del Movimiento.
Alejandro Fernández Sordo, ministro de Relaciones Sindicales.
Pedro Cortina Mauri, ministro de Asuntos Exteriores.
Joaquín Gutiérrez Cano, ministro de Planificación del Desarrollo.
Rafael Cabello de Alba, ministro de Hacienda.
Santos Blanco, ministro de Industria.
Nemesio Fernández Cuesta, ministro de Comercio.
Cruz Martínez de Esteruelas, ministro de educación.
Rodríguez de Miguel, ministro de la Vivienda.
Ruiz Jarabo, ministro de Justicia.
Allende y García Baxter, ministro de Agricultura.
Licinio de la Fuente, ministro de Trabajo.
León Herrera Esteban, ministro de Información y Turismo.