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Los Ángeles
Delmer Berg falleció en su casa de California a los 100 años de edad
La última voz de la generación de norteamericanos que luchó en la Guerra Civil española se apagó el domingo después de un siglo en una casa de piedra en el norte de California. Delmer Berg (Anaheim, 1915) era el último superviviente de la Brigada Lincoln, formada por milicianos de Estados Unidos que combatieron en la Guerra Civil española (1936-1939) para defender la II República. Allí resultó herido. Berg estuvo toda su vida involucrado en movimientos de izquierda. “Mi vida se ha construido alrededor de las cuestiones por las que fuimos a España”, decía a EL PAÍS en el comedor de su casa durante una entrevista el pasado mes de abril.
La forma de ver el mundo de Berg quedó definida para siempre cuando le tocó vivir como adolescente el hundimiento de la economía de Estados Unidos en 1929. El año pasado aún recordaba con sorprendente detalle su vida de lavaplatos en Hollywood mientras a su alrededor se hundían agricultores y pequeños negocios. Recordaba a su padre preocupado por la situación en el campo y las colas en los bancos para sacar un dinero que se había evaporado. “Había un sentimiento, un ambiente, de qué vamos a hacer al respecto”. Contaba que empezó a creer en la movilización social cuando vio a los veteranos de la I Guerra Mundial ganar un pulso al Gobierno para cobrar sus pensiones a través de movilizaciones masivas.
Se alistó en el Ejército con 21 años para rescindir su contrato al año siguiente, cuando le surgió la posibilidad de ir a España, que veía como el lugar donde se estaba defendiendo una especie de conciencia global trabajadora. “Yo me sentía parte de eso. Soy así. Sentía que había un nosotros, en todo el mundo. Y yo soy parte de ese nosotros. Sentí que lo que pasaba allí me concernía”. Unos 2.800 norteamericanos participaron en la Guerra Civil española, según la asociación de veteranos Archivos de la Brigada Lincoln (Alba), que informó del fallecimiento de Berg en su web.
Durante el resto de su vida en California, Berg siguió involucrado en movimientos sindicales y organizaciones de izquierda. Aseguraba que perdió trabajos en los años siguientes por su compromiso y sintió la persecución de la furia anticomunista del macarthismo. Volvió a España tres veces en tours organizados para veteranos de las Brigadas Internacionales. Se emocionaba recordando el reconocimiento que se le había dado, tantos años después y se quedó con la sensación de que España en general valoraba su lucha.
Cuando EL PAÍS visitó a Delmer Berg en Columbia, un pueblo del oeste conservado como parque turístico al norte de California, era un momento difícil en su vida. Su tercera esposa, June, acababa de ser internada en un hospital. Falleció tres meses después, en junio, a la edad de 93 años. Se conocieron en un baile en Modesto y vivieron juntos cuatro décadas. Construyeron la casa de su vejez ellos mismos con materiales sacados de su propia finca, según el obituario que publicó The Union Democrat, el periódico local de la zona de la fiebre el oro. Berg era una celebridad local en un lugar donde poca gente compartía sus ideas. “Todos respetan el hecho de que fuera a España”, decía.
En aquella casa de piedra en un lugar inaccesible, con 99 años Berg se movía con dificultad, apoyado en un bastón y con ayuda de la asistenta que iba tres veces por semana. Aun así subía dos tramos de escaleras hasta su dormitorio. Tenía un potente timbre de voz, aunque rasgado y tembloroso por la edad. Había perdido casi completamente su capacidad auditiva y había que gritarle, literalmente, cerca del oído o escribirle las preguntas en un papel. Hablaba y reía con energía, sin embargo, y devoraba unos bollos con leche. Pasaba las mañanas sentado al sol en el porche.
La muerte de Berg hace presente qué poco nos queda, cuando se van a cumplir 80 años de la rebelión militar, para que perdamos definitivamente cualquier posibilidad de escuchar de viva voz recuerdos de la guerra de España. Qué poco queda para que no haya nadie a quién preguntar.
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