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Una mujer embarazada y sus seis hijos fueron arrojados en ese pozo de la montaña navarra al desatarse la Guerra Civil
Madrid
El forense Francisco Etxeberria ha sacado este viernes en Navarra los primeros huesos de niño que confirman uno de los más sangrientos crímenes de la Guerra Civil española. Se trata de los asesinatos de una mujer embarazada y de seis de sus siete hijos, arrojados a un pozo natural de 50 metros de profundidad. Después de varios días descendiendo a la sima, sacando basuras, separando huesos de animales, eliminando sedimentos, de repente, en una zona de la sala subterránea de unos siete metros de diámetro, aparecieron un fragmento de cráneo, luego una tibia, después un fémur.
“Ha sido muy emocionante, yo conocía esta historia, ahora podemos decir que no es leyenda, están aquí, los tiraron al pozo”, dice el forense, experto en estos trabajos de recuperación de restos en aplicación de la memoria histórica, en este caso financiados por el Gobierno de Navarra.
La terrible historia de Juana Josefa Goñi Sagardía y seis de sus siete hijos (el mayor se salvó porque estaba con el padre trabajando en el monte) se extendió pronto aquellos días de agosto de 1936 en el valle de Malerreka, el que Pío Baroja llamaba el país del Bidasoa. La mujer, de belleza extraordinaria, dicen los que supieron del relato por boca de sus mayores, había salido huyendo del pueblo, Gaztelu, amenazada por los vecinos que aquellos días anidaban las peores intenciones; se refugió, embarazada del octavo hijo, en un chamizo de la montaña con todos los críos. No muy lejos de allí estaba la sima. Mandó recado a su marido, que fue encarcelado al bajar al pueblo. Nada pudo hacer. La noche del séptuple crimen se oyeron cuatro tiros de escopeta. Nunca más se supo de la familia. Las leyendas y los secretos a retazos apuntaron siempre a aquel pozo.
“Ahora tenemos que sacar todos los huesos y son 200 por cada persona. Las familias están avisadas ya y faltan los análisis genéticos, pero no cabe ninguna duda”, afirma Etxeberria.
Hay unas sobrinas de Juana Josefa que viven en San Sebastián. Y el único hijo que quedó vivo se casó con Gloria Pedroarena, que ahora ocupa una plaza en una residencia de ancianos de Pamplona. “Las familias normalmente quieren saber qué ocurrió, pero no podemos determinar las circunstancias de las muertes, solo si hubo alguna herida de arma blanca, por ejemplo o disparos, eso quizás”, afirma Etxeberria. En el pueblo se decía que los tiraron vivos. Eso no podrá saberse.
En diciembre de 2014 los espeleólogos bajaron al pozo y sacaron el cadáver de un joven de 24 años que había desaparecido en la zona en 2008. Nada que ver con lo que se buscaba.
José Mari Esparza publicó el pasado mayo su libro La sima. ¿Qué fue de la familia Sagardía? (Txalaparta) y a la presentación acudieron algunos de los familiares. En él se relata la terrible historia, quizá la más trágica de la Guerra Civil, los odios, las envidias y los personajes que rodearon este crimen así como el juicio que se celebró pero que no logró poner nada en claro. Solo las leyendas han circulado todas estas décadas.
En el suelo del pozo, el equipo de Etxeberria excavó hasta dos metros, pero nada aparecía. “¿y si nos estamos equivocando? ¿Y si es otra sima y no es esta?”, se preguntaba el forense perdiendo ya las esperanzas. Ahora tiene ese mismo sentimiento que él reconoce en las familias cuando participa en los desenterramientos de cadáveres. “Por un lado es alegría, por otro tristeza, es muy difícil de explicar”, afirma.
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