dimecres, 2 de novembre del 2016

Francisco Moreno: “El genocidio franquista alcanzó a 150.000 personas”.

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Luis Díez
A propósito de los “lugares de la memoria”, sostiene el historiador Francisco Moreno Gómez que es preciso señalar abiertamente, sin ningún complejo, la existencia en España de muchos “lugares de genocidio”. Tras casi cuarenta años de investigaciones afirma con aplomo: “Yo señalo los lugares del genocidio de Franco”. Sentados en la granítica escalinata del Cerro de los Ángeles, “centro y corazón de España” según el lema al uso, hablamos de su nuevo libro, Los Desaparecidos de Franco (Editorial Alpuerto), un volumen de cuatrocientas páginas en las que pasa “la limpieza” de demócratas republicanos perpetrada en España durante el Golpe de Estado de 1936, la guerra y la posguerra por el tamiz del derecho internacional.
— Su primer libro, La República y la Guerra Civil en Córdoba, fue considerado en su momento (1982) la primera investigación “capilar” (con pelos y señales, nombres y apellidos) de las masacres franquistas y recibió el elogio (también el premio Díaz del Moral en 1981) del eminente Manuel Tuñón de Lara.

— Él me impulso y me sirvió de maestro.

— ¿Cómo nació en usted, un profesor de enseñanza media, doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense, el interés por la historia?

— Yo soy hijo de la transición, de las ilusiones por las novedades democráticas que inspiraba la transición buena, no la falsa, del olvido y las claudicaciones; soy hijo de aquella ilusión por la democracia, por la justicia social, la cultura, por las obras de Federico García Lorca, que se estrenaban; por las películas nuevas, La batalla de Chile por ejemplo; por el supremo fervor de los conciertos de Quilapayún (“El pueblo unido…”), de manera que a aquella época fervorosa de 1976 a 1980 le debo yo muchas cosas culturales y mi vocación absoluta y total por la historia porque entonces yo me propuse averiguar qué es lo que había pasado.

— En aquel entonces, hace casi cuarenta años, el estudio de la criminalidad franquista era ir contracorriente y casi, casi, partir de cero.

— Sí, cuando yo empecé nadie estaba investigando esto. Me miraban en ciertos archivos como un bicho raro. Pero a mí me movía una ilusión científica y a la vez ética, no por motivos familiares porque no tengo ningún familiar represaliado, sino ética del deber. Y decidí emplear mis estudios y mi cultura en una causa digna como ha sido averiguar la verdad de lo que ocurrió con motivo del golpe militar, la guerra civil subsiguiente y luego ya la represión definitiva.

— En la portada de su libro, Los desaparecidos de Franco, recién salido de imprenta, aparecen unos jóvenes exhumando una fosa. ¿Podemos acercarnos a la verdad numérica de los desaparecidos republicanos en fosas anónimas en toda España?

— El primer dato que se dio eran 114.000, pero fue una filtración parcial a El País de la relación realizada y coordinada por el sevillano Francisco Espinosa, que contabilizó 132.000 en las listas aportadas en 2008 al juez Baltasar Garzón. Mi estimación es que el genocidio franquista alcanzó a 150.000 personas.

— ¿Qué importancia concede a las exhumaciones en el conocimiento de la verdad histórica, ya que la judicial sigue obturada?

— Las exhumaciones tienen una importancia extraordinaria. Al entrar el siglo XXI se le ha dado un gran impulso a la recuperación de los hechos de la verdad de la historia y de la memoria a través de esas exhumaciones que han puesto en evidencia la gran matanza. A raíz de las fosas se ha estimulado la poca actividad que ha habido en pro de la verdad, de la historia y de la memoria después de la Transición y hasta la actualidad. Eso cristalizó en la Ley de Memoria Histórica. La gente ha podido ver en las pantallas de televisión las consecuencias de los fusilamientos masivos y del genocidio.

— Un “genocidio” impune.

— El juez Baltasar Garzón enjuició por primera vez en la historia al franquismo. Pero estuvo enjuiciado sólo un mes, del 16 de octubre de 2008 a 18 de noviembre de 2008. Después el Tribunal Supremo dio la puntilla de la solución final. La ley de punto final no es la amnistía de 1977; la hace el Tribunal Supremo en esa sentencia 101 de febrero de 2012. Ése es el ejecutor de la impunidad del franquismo, de acuerdo con el pensamiento dominante que funciona desde el comienzo de la transición.

— De la que usted es hijo.

— Soy hijo de la Transición buena, la de la conquista de las libertades, la ilusión cultural y unas inquietudes políticas al modo del compromiso por la cultura y las causas sociales que debieron sentir Lorca por el Frente Popular o Alberti por el PCE o Pedro Garfias o Emilio Prados… Ahora se tiene la libertad y no se sabe cómo ha venido; parece que la hemos tenido siempre y que nadie ha muerto por ella.

— Hay quien dice que usted es un historiador comunista.

— No, yo soy un historiador de amplio espectro cultural, con una visión pluralísima y una mentalidad abiertísima. Yo soy un historiador de espíritu científico y ético, mi compromiso es con la historia y con la cultura. Y luego tengo más inquietudes, porque si no voy a ser bobo.

— Volvamos al libro. Usted denuncia el genocidio y los crímenes de guerra y de lesa humanidad de Franco, que son conceptos del derecho internacional. ¿Puede explicarnos el fundamento de su tesis?

— Éste es el último libro de una tetralogía cuyo anterior volumen fue La victoria sangrienta y constituye un estudio detallado de en qué consistió la posguerra, que fue mucho más que represión. Fue catástrofe humanitaria y multirrepresión, que quiere decir que el franquismo acosó a los vencidos desde diferentes puntos de vista, no sólo eliminándolos mediante los fusilamientos, sino introduciendo el mecanismo exterminador del hambre, la humillación, el expolio económico, la ruina de las familias, la persecución, el exilio forzado de medio millón de personas. Y al final hago una reflexión teórica, aparte de una gran aportación de testimonios, de más de ciento cincuenta familias que buscan a sus desaparecidos y cuentan los avatares de lo que ocurrió y de esa búsqueda. Y sobre ello hago ya el planteamiento final de lo que significan las desapariciones y muchas desgracias más en conexión con los crímenes de carácter universal, que son crímenes de lesa humanidad, genocidio y crímenes de guerra.
“Franco cometió asesinatos, tortura masiva, exilio forzado y desapariciones forzadas como cinco o seis veces más que en Chile o en Argentina”

— ¿Analiza la criminalidad a la luz del derecho internacional, entiendo?

— En este libro se demuestra por primera vez en España cómo Franco cometió los tres grandes crímenes internacionales. Primero, crímenes de lesa humanidad. El término se usó por primera vez en el estatuto de Londres del año 1945 para juzgar a los criminales nazis, pero no quiere decir que los delitos que ahí se escondían fuesen nuevos y que no pueda tener una dimensión retroactiva. Franco perpetró desapariciones forzadas. No podemos decir que el franquismo no cometió crímenes contra la humanidad, como ha dicho el Tribunal Supremo, porque eso es falso. En España no hay cultura ninguna de la justicia universal ni los juristas, salvo honrosas seis excepciones, tienen formación en la justicia universal, ni los políticos ni los historiadores, ni nadie se ha preocupado hasta ahora de la justicia universal y de los crímenes internacionales. Y una prueba de que nadie se ha ocupado hasta ahora es que la obra cumbre sobre el genocidio, de Raphael Lenkim, publicada en Washington en el año 1944, se ha traducido por primera vez al castellano en 2008 y no ha sido en España, sino en Argentina y hasta 2015 no se ha publicado en España un fragmento de esa obra, que es el capítulo nueve, sobre el genocidio, que lo tradujo y publicó el año pasado Antonio Elorza.
No hay ninguna escuela de estudios relativos a los crímenes internacionales como la hay en Argentina y en Chile, donde las Universidades han publicado importantes estudios. También las hay en Perú, en Colombia, en México, en Estados Unidos. En España.., nada. Así se explica que se llegue a esa aberración del Tribunal Supremo negando los crímenes internacionales de lesa humanidad de Franco, que cometió asesinatos, tortura masiva, exilio forzado, desapariciones forzadas como cinco o seis veces más que en Chile o en Argentina, quizá igualándonos a Guatemala con sus 200.000 muertos. Pero en el haber del franquismo hay 150.000 fusilamientos directos, mas luego muertes indirectas sin cuento.
Francisco Moreno. Genocidio franquista

— ¿Cómo recoge y demuestra el genocidio en su libro?

— El genocidio también se ha negado en España. Los crímenes de lesa humanidad son crímenes indiscriminados, digamos una matanza indiscriminada (de más de tres personas); en cambio, el genocidio es una matanza discriminada. Primero, tiene que haber un plan de eliminación y, segundo, se dirige contra un grupo señalado. Este grupo en España es la izquierda, el republicanismo, la base social que sustentaba la República y sus élites: dirigentes políticos y cultuales como Federico García Lorca y otros muchos. El grupo señalado está clarísimo y el plan de exterminio también está clarísimo en las declaraciones de Mola, de Queipo de Llano y los jerarcas del golpe militar. De manera que se cumplen perfectamente las condiciones del genocidio en España. El genocidio no es solo matar; señala Lenkim que también es a través del hambre, cosa que hizo Franco masivamente en las cárceles, donde murieron de hambre por millares: en Córdoba, en el año 1941, 756 personas; en Sevilla, más de 800. Esto supone porcentajes del 20% de la población penal, lo cual es genocidio brutal. En la prisión de San Simón, en Pontevedra, que es una isla a la que Franco destinó a los presos sexagenarios, murieron el 30,6% de ellos. Cayeron a montones en Santoña, cayeron a montones -a un centenar de presos al mes- en el Puerto de Santamaría. Calculo que más de 16.000 personas murieron de hambre en las cárceles de Franco.

— Antes mencionaba el expolio y la represión cultural.

— Si, el genocidio fue también económico. El genocidio económico supone arrasar la vida y las posibilidades económicas de los vencidos de manera que caigan en la absoluta precariedad, como en efecto ocurrió. Puede ser también cultural. Esto se inscribe en la clasificación de Lenkim. Cultural es eliminar aquellos iconos y referencias artísticas y de la República y aquellas figuras que pueden dar identidad a una colectividad. Se eliminó todo eso. De las ocho técnicas de genocidio, Franco las quebrantó todas. Con ello se pretendía eliminar el pensamiento y la identidad de los vencidos para imponer el de los vencedores. El que niegue que el franquismo no cometió genocidio incurre en dos errores, no conoce lo que hizo el franquismo o desconoce la definición del genocidio.
“Los crímenes de lesa humanidad son crímenes indiscriminados;
el genocidio es una matanza discriminada. En España se cumplen las condiciones del genocidio”

— ¿Considera que todavía hoy la criminalidad sistemática sigue enterrada bajo el mantillo y la costra de la ignorancia?

— Si. Los hechos represivos no se conocen. Si yo ahora pregunto por el genocidio de Constantina, Sevilla, donde a raíz de la entrada de los franquistas murieron 770 personas mas otras posteriores, que dan un total de 990, nadie es capaz de explicarlo porque se desconoce. Pero pasó lo mismo con el genocidio de Ronda, de Córdoba, Puente Genil-Baena y con los genocidios del norte, que son bárbaros. Realmente, la gente no tiene todavía información. Hemos investigado y escrito lo que hemos podido sobre estas matanzas discriminadas, pero la sociedad española no tiene información. Yo ahora pregunto en la Universidad sobre el genocidio de Ronda y nadie me dirá una palabra sobre aquellos hechos donde murieron 1.607 personas. ¿Quién de las universidades conoce esto? No se conoce, ni siquiera los especialistas.

— También cita las expropiaciones masivas de bienes que no han sido devueltos.

— Aparte de algunos bienes a los sindicatos, no se va a devolver el expolio. La ley de responsabilidades políticas del franquismo fue calderilla en la economía de los vencidos. Lo gordo fue el expolio directo: arrebatar casas, fincas, cuentas, negocios, todo ello masivamente a los vencidos. Esto tampoco se ha estudiado. Esto no está escrito, esto quedó bajo el pacto de silencio de la Transición.

— Sobre los crímenes de guerra, a raíz de la recuperación de las fosas se comienza a hablar de los “lugares de la memoria”.

— Yo soy partidario de llamar a las cosas por su nombre y habría que hablar de “los lugares del genocidio”. Los crímenes de guerra son el fusilamiento de los prisioneros y el trato inhumano. De lo primero, quien quiera saber cómo trataba el franquismo a los prisioneros, que lea determinados libros de memorias y que vea cómo el franquismo fusiló masivamente. Y pongo un ejemplo. En la marcha del general Varela de Toledo a Madrid, en octubre del año 1936, por todos esos pueblos de Illescas, Seseña, Parla, asesinaba prisioneros en cantidades de 400 y 500 al rebasar cada pueblo. La caballería mora cercaba los pueblos y cortaba el paso a los republicanos que corrían hacia Madrid. Ahí no hubo ninguna batalla: los cercaban y a continuación los fusilaban. Los fusilamientos fueron de tal calibre en la columna de Varela que sumaron 4.000 personas. Al propio Varela se le escapa en sus memorias y va contando, pueblo por pueblo: “Le hicimos al enemigo tantos muertos”. Bueno, una batalla de un día en la que haya 400 muertos es imposible. Pero además no hay batallas, nadie conoce la batalla de Illescas ni nada que se le parezca. Simplemente van amontonando prisioneros y fusilando en el acto. La cosa fue tan grave que un capellán de la Legión, el padre Huidobro, santanderino, escribió un folleto pidiendo que no se fusilara de esa manera porque caían inocentes. Las demás columnas de camino a Madrid hicieron lo mismo. Eso ocurrió también en la conquista de Málaga. Se fusiló masiva e indiscriminadamente a civiles, se arrasaron poblaciones enteras (Guernika, Durango…). Es crimen de guerra y de lesa humanidad el arrasamiento de civiles en el contexto de un acto bélico. La ocupación de pueblos por los franquistas se hizo siempre dejando un montón de cadáveres por las calles. Ahí puede entrar en cierto modo el arrasamiento de los fugitivos de la conquista de Málaga. De modo que sí, más que de “lugares de la memoria” hemos de hablar de “lugares del genocidio”.

— Su aportación como historiador parecer clara y deseo preguntarle si…

— Un libro así no se había hecho. Pasar a Franco por el tamiz de los delitos internacionales no se ha hecho nunca. Y me gustaría que los especialistas y los estudiosos meditaran sobre esto y a ver si me pueden negar las demostraciones que hago, además en conexión con el nazismo y cómo se explica aquella violencia radical que pusieron en marcha Hitler y Franco, porque fueron los más violentos, mucho más que Mussolini, aunque fue bárbaro en Libia y Etiopía. Esa violencia radical fue creciendo en el primer tercio del siglo XX, con prefascistas que dicen que la guerra es la única higiene, el mito de la “limpieza” que usan Franco y Hitler…

— Digo que me gustaría preguntarle si espera que se haga justicia.

— No se hará justicia ninguna, porque esto depende del pensamiento dominante en España, que viene de la Transición y que se basa en el olvido y el falseamiento de las víctimas y de la historia anterior y lo dirige la derecha española en todas sus dimensiones, la política, la económica, la judicial, la militar y la eclesiástica, incluso importantísimos medios de comunicación. Con eso enfrente, no se podrá hacer ya justicia ninguna porque para eso se tendría que sublevar la izquierda y la izquierda española nunca ha querido dar la batalla por esto. Ha hecho pequeños gestos como la Ley de Memoria Histórica, pero la socialdemocracia española no tiene entre sus preocupaciones hacer ninguna revisión hacia las víctimas. Simplemente soporta que otros estudiosos marginales hagan algunas cosas de tipo testimonial. Pero no se hará desde los grandes pilares del Estado, que ya se quitó de en medio el franquismo en el año 1977.