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80 AÑOS DEL FINAL DE LA GUERRA CIVIL
Un auxiliar del Gobierno de la República y su hermano trabajaron como enlaces con México en la preparación de fletes marítimos para el exilio, pero se quedaron en Barcelona... y los encontraron
13 de junio de 1939. Desembarco de exiliados españoles arribados a Veracruz (México) en el buque Sinaia. / INHERM MÉXICO
"Certifico: haber reconocido el cadáver de…… fallecido a las 18 horas del día de la fecha a consecuencia de varias heridas penetrantes en cabeza y tórax por arma de fuego. Paterna, a…. de…. de 1941”
Los médicos militares del Grupo de Automovilismo del III Cuerpo de Ejército de Franco tenían que ejercer de forenses en el paredón del cementerio de la localidad valenciana. Y con tanta frecuencia debían levantar certificados, y siempre con las mismas causas de la muerte, que ya tenían en la oficina de su plana mayor una plantilla mecanografiada en la que solo debían rellenar las líneas de puntos.
En lo que concierne a esta historia, el teniente José Marín Navarro, de turno el 21 de noviembre de aquel año, inscribió en las líneas de puntos de dos certificados los nombres de los hermanos José Vicente y Joaquín Selva Galbis. Sus cuerpos fueron a parar al piélago de fusilados que son aún hoy las fosas comunes de Paterna, concretamente la 82, primer cuadrante, segunda fila izquierda, según el archivo funerario local. Aquel escrito forense cerró uno de tantos sumarios de consejo de guerra que los tribunales militares redactaban en aquel "segundo año triunfal".
Se abren los puertos
Pero la historia de los Selva, hasta hoy inédita, no es una más en este 80 aniversario del inicio del exilio republicano. Esta cobra relevancia según la explicación de su nieto, Emili Jesús Someño Selva: "Sin mi abuelo, mucha gente no habría llegado a México sana y salva".
Certificado forense del fusilamiento de Joaquín Selva Galbis. El oficial médico se detiene en el formato de las heridas, no en las circunstancias que las produjeron. / EL PERIÓDICO
Este martes 2 de abril se cumplen 80 años de una resolución de la secretaría de Gobernación de los Estados Unidos de México que abrió los puertos de aquel país al exilio republicano español. Franco había emitido su parte de la victoria el sábado 1 de abril, y México contestó el domingo con una orden de su ministro de la Gobernación, Ignacio García Téllez, que a su vez ejecutaba un plan de acogida que el presidente Lázaro Cárdenas venía meditando, en contacto con autoridades republicanas, desde finales de 1938.
Vicente Selva, labrador, había sido alcalde de Villanueva de Castellón (en la II República Castelló de la Ribera) por Izquierda Republicana, pero ejerció además otras funciones de asistencia al contingente republicano desde que, en 1938, el ejército franquista parte en dos el territorio Este de la República llegando al mar y aislando a Catalunya. Tenía 34 años cuando acabó la guerra. Su hermano Joaquín, también campesino, estaba alistado con los guardias de Asalto. Hace 80 años, él tenía 27 de edad.
Selva y su hermano formaban parte de la corte –y cohorte- de auxiliares que acompañaban al Gobierno de la República en su desplazamiento desde Valencia hacia Barcelona. Y allí se quedaron, para su mal, en vez de seguir hacia Francia.
"Mi abuelo trabajó con una naviera hispano-mexicana en la preparación del que iba a ser el primer viaje de evacuación de familias republicanas. Sabía que México, tarde o temprano, acogería a los españoles", relata Emili Someño, músico y activista cultural cuyas dos principales misiones, cuenta, son recuperar las tonadas tradicionales valencianas y recopilar la información referente a sus antecesores "para que su historia no se pierda", dice.
En febrero de 1939, mientras las tropas franquistas se asentaban en toda Catalunya, en París el doctor Juan Negrín ponía en marcha el embrión del Servicio de Evacuación de Republicanos Españoles (SERE), el organismo que organizaría después los fletes de republicanos para cruzar el Atlántico.
Que embarquen todos
En las ocasiones en las que dio información desde Barcelona, Vicente, ayudado por su hermano Joaquín, "incluyó también a personas republicanas de derechas que corrían peligro –cuenta Someño-. Ingenieros y médicos de familias ricas que subieron a los barcos se salvaron por mi abuelo. Él decía que había que cargar a toda la gente posible, porque temía lo peor. Aunque, en el final de la guerra, nadie pensaba que los vencedores iban a hacer tantas barbaridades".
Toda la gente posible fue 25.000 personas, según los datos del gobierno mexicano. Un contingente de exilio filtrado al comienzo, no tanto por los criterios de Vicente Selva como por los de valía profesional y perfil "revolucionario claro", según instrucciones que desde Ciudad de México recibían los embajadores Gilberto Bosques (en la España republicana) y Luis Rodríguez, en Francia.
Emili no sabe cómo acabaron su abuelo y su tío trabajando en la preparación de fletes y embarques. Sí sabe que eso les contó Vicente a su madre y a otro hermano que acabó en el Valle de los Caídos. Y también que les habló de un barco con extraño nombre rumano: el Sinaia.
Querida madre
La familia de Emili Someño Selva guarda alrededor de 200 cartas de Vicente, el abuelo, y su hermano, la mayoría tarjetas postales carcelarias que les ha ayudado a recopilar y ordenar el experto Matías Alonso, coordinador del Grupo Recuperación de la Memoria Histórica (GRMH) de la Comunidad Valenciana. En las misisvas no hay especificaciones, que recuerde Emili, sobre fletes y listas. No era cuestión de dejarlo por escrito cuando Vicente ya estaba preso en la cárcel de Alcira, y sus comunicaciones se sometían a censura.
Anverso de una de las postales carcelarias que los hermanos Selva Galbis escribieron desde la cárcel de Alcira a su madre, Consuelo, también presa, en el antiguo convento de Santa Clara de Valencia. / EL PERIÓDICO
En una de esas postales, de julio de 1940, Joaquín se dirige a Consuelo Galbis, su madre, intentando quitarle hierro a su situación: "Seguro que estará más joven por estar más descansada", le dice.
La postal viajó de prisión a prisión. La remiten los hermanos Vicente, Jaime y Joaquín desde la de Alcira hasta el convento de Santa Clara, en Valencia, reconvertido en penal, donde había sido recluida la madre.
El reverso de la misma postal, fechada en julio de/ EL PERIÓDICO
"Creíamos que a estas horas ya estaríamos en casa, pero como no ha sido así, hay que resignarse y tener sangre fría y buen temple para soportar lo poco que nos queda, con la convicción de la honradez y con la fe completa de que pronto nos fundiremos en un abrazo", le escribe Joaquín. Y, para apartarla de preocupaciones le cuenta: "Aquí estamos mejor que en casa (…) yo canto más que un canario".
Cazados en el puerto
En febrero de 1939, tras la entrada de Yagüe en Barcelona, Vicente y Joaquín se escondieron en una dependencia del puerto. Y aguantaron ahí siete meses sin que el nuevo aparato represivo los encontrara. "En vez de irse a Francia y subirse ellos en algún barco, se escondieron. Pero mi tío era jovencillo, y tenía una novia, y quiso ir a verla", relata Emili. La Policía le siguió hasta el escondite del puerto, y cazó a los dos.
Ya era verano. Hacía un mes que había llegado al puerto mexicano de Veracruz, y procedente del puerto francés de Sète, un primer barco fletado por el SERE, con capacidad para 654 pasajeros pero ocupado por 1.599. En sus bordas, ese raro nombre: Sinaia. Y aún antes de que detuvieran a los Selva había llegado otro, el Ipanema, el 7 de julio.
Después se sucederían en el cruce del Atlántico hacia el exilio mexicano el Mexique, el Frande, el Champlain, y el último, el Nyara, ya en 1942.
A Vicente y Joaquín los juzgaron juntos. Les instruyeron 400 folios de sumario, una cantidad poco habitual, pues los consejos de guerra sumarísimos apenas se resolvían con diez páginas. Pero es que sobre Vicente echaron, como alcalde, la responsabilidad de 64 asesinatos de partidas incontroladas republicanas en la comarca de la Ribera Alta de Castellón.
Adhesión a la rebelión. Artículos 237 y 238 del código de Justicia Militar vigente al final de la guerra. Su pena de muerte fue revisada y confirmada. El fusilamiento tuvo lugar, según los mencionados certificados, a las 18 horas del 21 de noviembre de 1941, ya sin luz en el pinar que rodea al paredón de Paterna.
"No sirvió de nada el testimonio de gentes de derechas a las que mi abuelo había salvado. Él no tenía que ver con esas muertes, pero como era el alcalde…", cuenta Emili antes de concluir: "Te lo prometo: no tenemos odio; solo pena".
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