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CARTA PERDIDA
(A un amigo de la Brigada Internacional)
Mis ojos, por el sueño acariciados,
van levantando el arco de mis días
y una vez alto me abandona en ellos
para luz o dolor de mi memoria.
Así te encuentro y vuelvo a acompañarte
en las horas difíciles que vivo.
Piso a tu lado y nuevamente vuelvo
a despertar y andar firme en la vida.
Ya despierto, de nuevo quiero hallarte
otra vez entre llamas contenido.
Vuelvo a sentir tu ayuda en
tu consejo
y al recordarte ausente así te hablo:
Contigo juntamente he recorrido,
desde la paz que tu amistad serena
bajo el sol y la guerra me ofrecía,
hasta el arisco campo en que la muerte
celosa de esta tierra y su hermosura,
enredada entre espinos y encinares
sus más fértiles hijos desangraba.
Aquí mismo aprendí, sobre esta tierra
que ardiendo levantaba sus heridas
mostrándome su pecho calcinado
bajo el violento espasmo de su lucha,
lo que tu inteligencia me enseñaba
segura y paternal en su dominio.
Hoy quiero que tú sepas mi pasado
para que rota así la lejanía
que separa los cuerpos, la distancia
huya vencida al paso de un presente,
que al entregarte entero mi camino
aumenta la raíz que a ti me unía.
Así quiero contarte y así empiezo
a recoger mi voz, que es mi memoria
hecha justicia atenta a mi palabra;
escúchala si llega a ti mi intento:
Conocí en mi niñez el sufrimiento
y la amarga razòn que trae la vida,
pero en mis tiernos campos interiores
en vez de armarme fuerte con mi angustia
olvidándome al don que me escogía,
en mi propio dolor me abandonaba.
Y así llegué bajo la ausencia fácil,
oculta por el sueño mi tristeza,
hasta el umbral más duro de mis años
que me empujaba al mundo adolescente.
Al entrar di mis ojos perseguidos
a las corrientes altas de las nubes
con las que desde el suelo me alejaba.
Mas el tronco feliz que aún hoy resiste
al vendaval constante de mi cuerpo
entre el doble camino de sus sombras,
alcanzò más por tierra que mis ojos
y dòcil descendí desde mi altura.
Recuperé mi forma y residencia
y al lograrlo encontré más movimiento,
que hallò mi soledad la compañía
juntamente al dolor que me aguardaba,
y así me abandoné seguro y frágil.
Multitudes por ella fui encontrando
con las que unido anduve en la miseria,
perdido y sin calor por las ciudades,
velando entre el olvido de sus puentes.
Sobre el campo curvado con la espiga,
con el vino y la sal junto al pescado,
entre los humos grises de las fábricas
o en el trabajo y vicio de los muelles,
gota a gota en el mundo fui cogiendo
la voz que mi canciòn te ha recordado.
Cumpliendo mi misiòn, al borde mismo
llegué de los comienzos de esta guerra
a la que fue empujándome el destino.
Y en ella involuntariamente entrando,
porque con voluntad la perseguía,
alegre estoy hasta alcanzar dichoso
lo que en su paz la libertad me ofrece.
Cuando en las cumbres altas de sus llamas
más se incendiaba el cielo de mi tierra
y más herido el suelo se mostraba
húmedo entre las zanjas que lo abrieron,
generoso bajaste de tus nieves
a defender la sangre que él vertía.
Tu hogar abandonaste, coíno hermano
que en el mismo dolor fue concebido;
como hermano serás en nuestra historia
y en nuestro agradecido pensamiento
que ya se alegra al ver tu compañía.
Cuando yo te encontré esto llevaba,
que hoy sumo fiel con lo que a ti te debo,
que en fortaleza el don de la ternura
se encauzò con tu voz tan sabiamente,
que la agitada luz de este heroísmo
que en nuestro suelo iluminò tu rostro,
hoy dejas con la flor de tu memoria
abierta en su valor, disciplinada.
No olvidaré tu ayuda ni tu ejemplo
ni la obediente forma de tu mando
que se inclinaba justa a quien debía.
Borraré lo que mudo reprochabas
al descuido sin flor de mi silencio,
y activo seguiré con mi trabajo
hora tras hora andando por la vida,
mi brújula en la mano de tu gloria...
Seguiré los consejos que habitabas
para ajusfar mi verbo a tu obediencia,
y más fiel amistad así rendirme...
Y más tarde, la guerra ya vencida,
y en la nueva bandera de su historia
envuelto en su color tan deseado
y metido en la paz, volveré a verte,
mi camarada, amigo, mi maestro.
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